Y por fin llegó el día tan
esperado por ambos. Durante mucho tiempo
lo que iba a suceder aquel 17 de Febrero de 2013 había parecido una utopía.
Pero por fin después de mucho luchar lo iban a lograr.
Castle se encontraba aun en su
cama, hacia horas que se había despertado pero no quería levantarse por si al
hacerlo descubría que todo había sido sólo un sueño. Martha decidió que ya era
hora, Richard debía comenzar a prepararse o llegaría tarde.
-Richard querido, es hora de
levantarse. No querrás llegar tarde en el día más importante de tu vida. Venga
arriba –mientras pronunciaba aquellas palabras retiraba la ropa de la cama,
dejando a su hijo totalmente destapado.
Castle tan solo se hacia un
ovillo y metía su cabeza bajo la almohada. Martha al ver aquello se sentaba en
la cama al lado de su hijo.
-¿Qué sucede muchacho?
-Nada madre –contestaba el
escritor aun bajo la almohada.
-Ya, nada. Por eso no te
levantas. A ver Richard, siempre hemos hablado de todo. ¿Qué te pasa?
-Tengo miedo – por fin sacaba su
cabeza del escondite- miedo de que al levantarme todo haya sido un sueño. Miedo
de que Kate no sea real. Miedo de volver a estar en tinieblas. Miedo a
despertar recordando lo soñado y que sólo sea eso, un sueño. Madre, ya no podría volver a vivir como lo
hacía antes.
-Richard, no es un sueño
–acariciaba la cara de su hijo con inmensa ternura. En el fondo ella también
había sentido ese miedo- todo es real. Katherine es real, tu amor por ella es
real, el suyo por ti es real. Es real que tu hija adora a tu futura mujer. Es real
que tus amigos estarán aquí. Es real que vuelves a llamarme madre. Tu vida
Richard Alexander Castle es real.
-Gracias madre –se fundía en un
abrazo con aquella mujer que tanto había sufrido a lo largo de aquellos años-
Te quiero madre. Sé que lo digo poco, pero no por ello es menos cierto.
-Yo también te quiero muchacho. Y
ahora si no quieres que Katherine te mate, levántate –Martha salía de aquella
habitación con una sonrisa.
El escritor por fin salió de
aquella cama, al sentarse en la misma tomó entre sus manos el móvil que había
dejado la noche antes en la mesilla. Miraba la pantalla como si aquella le
fuera a decir si sería correcto llamar a Kate.
La noche anterior habían decidido
pasarla separados, no querían atraer la mala suerte. Y ahora él no sabía si
debía llamar. Finalmente decidió que era mejor continuar sin comunicación, no
quería que nada saliera mal.
Se levantó, se puso una bata y
bajó a la cocina a por su café. Necesitaba aquel café matutino para poder
empezar a ser persona.
Una vez en la cocina, vio como el
café estaba listo. Supuso que Martha lo habría dejado preparado, se sirvió una
buena taza y se sentó en uno de los taburetes de aquella cocina.
Sonrió al suponer que Kate en
aquel mismo instante estaría haciendo lo mismo. Si él necesitaba un café para
poder arrancar la detective no se quedaba atrás. Sonreía pensando en la
multitud de cafés que le había llevado desde el momento en el que se habían vuelto
a encontrar.
Dio gracias a aquel día. El día
en el que una detective de homicidios creyó que él era un asesino. Sin aquel
asesinato ellos probablemente nunca se habrían vuelto a encontrar.
Tras tomar su café regresó al
piso superior, tenía que ducharse, afeitarse, y por fin vestirse.
Tras salir de la ducha, pasó la
mano por el empañado espejo del baño, se veía interesante con aquella barba de
dos días. Kate le había dicho que le hacía atractivo, y de repente no supo qué
hacer. Las dudas le asaltaron, ¿qué preferiría Kate? Tras unos minutos decidió
dejarse aquella incipiente barba.
En la casa que Henry poseía Kate se encontraba
igual de nerviosa que su prometido. Desde que Laine había logrado convencerla
para salir de la cama, Kate no hacía otra cosa que pasearse por aquella casa.
No podía estar quieta, estaba
nerviosa, nunca se había sentido así.
-Kate preciosa, quieres dejar de
pasear. Al final vas a hacer un surco en el suelo –Laine intentaba tranquilizar
a su amiga- cariño, ya está. Ha llegado el día. Sólo tienes que disfrutar. Por
fin hoy te vas a casar con el hombre de tu vida.
-Laine, ¿y si algo sale mal?
–Miraba a su amiga con cara angustia.
-A ver, preciosa. Lo habéis
preparado todo minuciosamente, no va a salir nada mal – Laine había entendido
perfectamente a lo que se refería su amiga pero prefería desviar el tema.
-No me refiero a la boda en sí.
Me refiero a si pasa algo que impide que nos casemos. O peor aún, y si todo
esto solo es producto de mi imaginación y de repente me doy cuenta que nada es
real – viendo la cara de Laine la detective fue consciente de lo absurdo que
sonaba lo que terminaba de decir- Vale,
olvida lo que he dicho. Todo es real.
-Exacto preciosa. Todo es real, y
a partir de hoy serás la esposa de Richard Castle – con sólo escuchar aquello
se dibujó una inmensa sonrisa en el rostro de la detective.
Los invitados fueron llegando y
se fueron colocando en las sillas que habían dispuesto a ambos lados de la
alfombra de pétalos de flores. Al final de aquella alfombra se encontraba la
capilla dispuesta para los novios. Estaba formada por cuatro columnas forradas
den tela blanca y adornadas por algunas ramas verdes y flores blancas. Tras
ella se podía ver el mar. En el atril se encontraba ya esperando el Alcalde de
Nueva York, el cual nada más enterarse del compromiso de su amigo y la
detective se ofreció para celebrar la ceremonia.
Castle por fin llegaba hasta la
pérgola.
-Rick, por fin ha llegado el día.
Pensé que nunca te iba a ver sentar la cabeza –decía el alcalde a su amigo.
-Bueno, siempre estuve esperando
a la mujer de mis sueños –contestó el escritor con una gran sonrisa.
El padrino como no podía ser de
otra forma era Henry, se le notaba realmente feliz. Para él Castle era su hijo,
así que el verle tan feliz por fin le hacía estar pletórico.
Martha se acercó hasta sus
hombres y les besó con infinito amor. Hacia tan solo dos meses que ella y Henry
habían decidido dejarse de juegos y por fin se habían casado.
A la hora señalada la novia hizo
su aparición del brazo de su padre.
Castle ante la visión de su
futura esposa no pudo evitar dejar escapar las lágrimas.
Kate por fin llegó a la altura
del escritor.
-Estas preciosa, mi amor.
-Tú también estás muy guapo,
cariño. Veo que has decidido dejarte la barba. Me gusta –ambos sonreían.
El alcalde por fin tomó la
palabra.
-Buenos días. Todos sabemos la
razón por la que estamos hoy aquí. Hemos venido para acompañar a nuestros
amigos Katherine y Richard en el día más feliz de sus vidas. La mayoría sabéis
lo que les ha costado llegar hasta aquí. El camino que han tenido que recorrer
ha sido largo, duro y a veces parecía que nunca lo lograrían. Pero con su
historia se ve que cuando existe amor, amor real, amor con mayúsculas, se
pueden vencer todos los obstáculos.
Laine, Ryan, Esposito, Jenny,
Martha, Alexis, Jim, Henry lloraban ellos sabían lo que había costado llegar
hasta allí. Pero sus lágrimas aquel día eran de profunda alegría.
El alcalde continuaba con la
ceremonia.
-Ambos son conscientes de lo que
significa amar. Amar es darse por entero a la otra persona. Y nuestros amigos a
lo largo de su vida han demostrado que se entregan sin reservas el uno al otro.
Amar es caminar juntos. Kate y Rick han demostrado que lo que más ansían es
caminar de la mano. Amar es esperar. Ellos mejor que nadie conocen el
significado de la palabra esperar. Lo han hecho durante la mayor parte de sus
vidas. Se enamoraron en el instituto, el destino les separó, pero ellos siempre
esperaron volver a encontrarse. Y por fin lo hicieron, se encontraron, y descubrieron
que sus vidas volvían a tener sentido.
Durante las palabras del alcalde
las manos de los contrayentes no habían dejado de estar unidas, dejándose
caricias en ellas.
-No quiero extenderme más. Los
protagonistas son ellos. Así que Rick te invito a pronunciar tus votos.
Tras escuchar aquello Castle se
giró mirando a su prometida a los ojos, suspiró y comenzó a hablar.
-Hace muchos años, bajo el tronco
de un viejo ciprés, prometí siempre te
amaría, y que nada ni nadie podría separarme de ti. Que mientras tú quisieras
yo estaría junto a ti. Durante años rompí mi promesa. Pero tan solo la parte de
que nada ni nadie me separaría de ti. Pese a estar alejados siempre te ame. Hoy
quiero hacer una nueva promesa. Katherine Beckett, prometo amarte cada día. Prometo
estar a tu lado siempre. Nunca soltaré tu mano, nunca dejaré de caminar a tu
lado. Prometo llevarte un café cada mañana, porque con ello dibujaré una
sonrisa en tu rostro. Te voy a sostener entre mis manos. Seré aquello que
siempre esperaste. No habrá destino que me separe de ti. Te amos por siempre y para siempre.
Kate a duras penas podía contener
las lágrimas que inundaban sus ojos.
-Kate, te invito a que pronunciar
tus votos –decía Robert.
- Richard Castle, prometo amarte cada día,
prometo caminar a tu lado. Quiero pasar el resto de mi vida escuchando todas y
cada una de tus locas teorías. Quiero ser durante el resto de mi vida la musa
que saque lo mejor de ti. Te amo Castle. Y no habrá destino que logre separarme
de ti. Te amo con mis estados de ánimo que son muchos, y cambian de humor
constantemente. Te amo por instinto, por impulso, irracionalmente. Te amo
sencillamente porque te amo. Por siempre y para siempre.
Finalmente las lágrimas que ambos
habían logrado retener hasta aquel momento fueron libres de bañar sus rostros.
-Tras escuchar vuestras hermosas
palabras tan solo me queda añadir. Con este acto os habéis convertido en marido
y mujer. Felicidades. Rick anda besa a tu ya esposa.
Todos los invitados rompieron en
aplausos.
Tras las felicitaciones de todos
sus amigos, dio comienzo la fiesta.
-Bueno y por fin podemos saber el
gran secreto –preguntaba Laine a Castle- porque no solo Kate está intrigada, el
resto también que remos saber donde os vais de viaje de novios.
Castle sonrió mirando a su ya
esposa. Tomó su mano entre las suyas.
-En realidad es una tontería
–ahora no estaba tan seguro de que a Kate le gustase la idea.
-Cariño –soltaba su mano de entre
las de él y posaba las suyas en la cara de su marido- seguro que es algo
maravilloso lo que tienes pensado.
-Bueno, soy un romántico
empedernido y muy nostálgico - Con tan
solo escuchar aquellas palabras, Kate supo cual iba a ser el destino- Así que
pensé que nada mejor para nuestro viaje de novios que repetir el que fue el
mejor viaje de mi vida. Nos vamos a España,
-Oh, mi amor –Kate se lanzaba a
los brazos de su marido- No podía haber mejor destino. En silencio esperaba que
eligieras repetir ese viaje. Para mí también ha sido el mejor viaje de mi vida.
Por fin los últimos invitados
decidieron retirarse. Como no podía ser de otra manera los últimos en abandonar
la fiesta fueron sus compañeros.
-Castle tío, hazla feliz –decía
como podía Esposito, pues las copas tomadas estaban haciendo estragos en él.
-Lo intentaré con todas mis
fuerzas Javi.
-Chicos que seas muy felices
–Decía la forense- y ahora nos vamos. No perdáis mas el tiempo esta noche, y
largaros a la cama.
-Laine –decía una totalmente
sonrojada Beckett.
-Castle, Kate gracias por la
fiesta. Y nos alegramos mucho de vuestra felicidad –decían al unísono Ryan y
Jenny.
Alexis se quedaría hasta el
regreso del matrimonio con Martha y Henry. Así que por fin ellos estaban a
solas.
Al ir a entrar en la casa Castle tomó en brazos a la
detective.
-Estás loco déjame en el suelo
–decía una divertida Kate.
-De eso nada princesa. La
tradición dice que la esposa debe entrar en brazos de su esposo. Así que nada
de dejarte en el suelo. No hasta que lleguemos al dormitorio –Castle estaba
dispuesto a cumplir cada tradición si con ello lograba pasar el resto de su
vida junto a la mujer que amaba.
Cuando llegaron a la habitación
Castle dejó lentamente a su esposa en la cama.
La miró con infinito amor. Se
sentía totalmente pleno. Por fin era feliz. Ambos lo eran. En el rostro de la
detective estaba dibujada una sonrisa desde el momento en el que le había visto
esperando en el altar.
-Castle, mi amor. Tengo un regalo
para ti – se levantaba caminado hacia su maleta.
-Pero yo no te he comprado nada
–la voz del escritor denotaba pesar.
-Tranquilo, tú ya me has hecho el
mejor de los regalos – Kate sonreía y tendía a su marido un sobre- Léelo.
El escritor al descubrir de qué
se trataba comenzó a llorar.
-Kate, ¿estás segura? –Su esposa
asentía feliz- Oh es genial. Será una niña, tan hermosa, inteligente y tenaz
como su madre.
-También puede ser un niño tan
guapo, simpático e inteligente como su padre.
Ambos se fundían en un beso.
Por fin habían logrado cumplir su
sueño. Estaban juntos y además iban a ser padres.
FIN
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