5 dic 2013

¿Y si fuera ella? CAPITULO FINAL

Y por fin llegó el día tan esperado por ambos.  Durante mucho tiempo lo que iba a suceder aquel 17 de Febrero de 2013 había parecido una utopía. Pero por fin después de mucho luchar lo iban a lograr.
Castle se encontraba aun en su cama, hacia horas que se había despertado pero no quería levantarse por si al hacerlo descubría que todo había sido sólo un sueño. Martha decidió que ya era hora, Richard debía comenzar a prepararse o llegaría tarde.

-Richard querido, es hora de levantarse. No querrás llegar tarde en el día más importante de tu vida. Venga arriba –mientras pronunciaba aquellas palabras retiraba la ropa de la cama, dejando a su hijo totalmente destapado.
Castle tan solo se hacia un ovillo y metía su cabeza bajo la almohada. Martha al ver aquello se sentaba en la cama al lado de su hijo.

-¿Qué sucede muchacho?
-Nada madre –contestaba el escritor aun bajo la almohada.
-Ya, nada. Por eso no te levantas. A ver Richard, siempre hemos hablado de todo. ¿Qué te pasa?
-Tengo miedo – por fin sacaba su cabeza del escondite- miedo de que al levantarme todo haya sido un sueño. Miedo de que Kate no sea real. Miedo de volver a estar en tinieblas. Miedo a despertar recordando lo soñado y que sólo sea eso, un sueño.  Madre, ya no podría volver a vivir como lo hacía antes.
-Richard, no es un sueño –acariciaba la cara de su hijo con inmensa ternura. En el fondo ella también había sentido ese miedo- todo es real. Katherine es real, tu amor por ella es real, el suyo por ti es real. Es real que tu hija adora a tu futura mujer. Es real que tus amigos estarán aquí. Es real que vuelves a llamarme madre. Tu vida Richard Alexander Castle es real.
-Gracias madre –se fundía en un abrazo con aquella mujer que tanto había sufrido a lo largo de aquellos años- Te quiero madre. Sé que lo digo poco, pero no por ello  es menos cierto.
-Yo también te quiero muchacho. Y ahora si no quieres que Katherine te mate, levántate –Martha salía de aquella habitación con una sonrisa.


El escritor por fin salió de aquella cama, al sentarse en la misma tomó entre sus manos el móvil que había dejado la noche antes en la mesilla. Miraba la pantalla como si aquella le fuera a decir si sería correcto llamar a Kate.
La noche anterior habían decidido pasarla separados, no querían atraer la mala suerte. Y ahora él no sabía si debía llamar. Finalmente decidió que era mejor continuar sin comunicación, no quería que nada saliera mal.
Se levantó, se puso una bata y bajó a la cocina a por su café. Necesitaba aquel café matutino para poder empezar a ser persona.
Una vez en la cocina, vio como el café estaba listo. Supuso que Martha lo habría dejado preparado, se sirvió una buena taza y se sentó en uno de los taburetes de aquella cocina.
Sonrió al suponer que Kate en aquel mismo instante estaría haciendo lo mismo. Si él necesitaba un café para poder arrancar la detective no se quedaba atrás. Sonreía pensando en la multitud de cafés que le había llevado desde el momento en el que se habían vuelto a encontrar.
Dio gracias a aquel día. El día en el que una detective de homicidios creyó que él era un asesino. Sin aquel asesinato ellos probablemente nunca se habrían vuelto a encontrar.
Tras tomar su café regresó al piso superior, tenía que ducharse, afeitarse, y por fin vestirse.
Tras salir de la ducha, pasó la mano por el empañado espejo del baño, se veía interesante con aquella barba de dos días. Kate le había dicho que le hacía atractivo, y de repente no supo qué hacer. Las dudas le asaltaron, ¿qué preferiría Kate? Tras unos minutos decidió dejarse aquella incipiente barba.

 En la casa que Henry poseía Kate se encontraba igual de nerviosa que su prometido. Desde que Laine había logrado convencerla para salir de la cama, Kate no hacía otra cosa que pasearse por aquella casa.
No podía estar quieta, estaba nerviosa, nunca se había sentido así.

-Kate preciosa, quieres dejar de pasear. Al final vas a hacer un surco en el suelo –Laine intentaba tranquilizar a su amiga- cariño, ya está. Ha llegado el día. Sólo tienes que disfrutar. Por fin hoy te vas a casar con el hombre de tu vida.
-Laine, ¿y si algo sale mal? –Miraba a su amiga con cara angustia.
-A ver, preciosa. Lo habéis preparado todo minuciosamente, no va a salir nada mal – Laine había entendido perfectamente a lo que se refería su amiga pero prefería desviar el tema.
-No me refiero a la boda en sí. Me refiero a si pasa algo que impide que nos casemos. O peor aún, y si todo esto solo es producto de mi imaginación y de repente me doy cuenta que nada es real – viendo la cara de Laine la detective fue consciente de lo absurdo que sonaba lo que terminaba de decir-  Vale, olvida lo que he dicho. Todo es real.
-Exacto preciosa. Todo es real, y a partir de hoy serás la esposa de Richard Castle – con sólo escuchar aquello se dibujó una inmensa sonrisa en el rostro de la detective.

Los invitados fueron llegando y se fueron colocando en las sillas que habían dispuesto a ambos lados de la alfombra de pétalos de flores. Al final de aquella alfombra se encontraba la capilla dispuesta para los novios. Estaba formada por cuatro columnas forradas den tela blanca y adornadas por algunas ramas verdes y flores blancas. Tras ella se podía ver el mar. En el atril se encontraba ya esperando el Alcalde de Nueva York, el cual nada más enterarse del compromiso de su amigo y la detective se ofreció para celebrar la ceremonia.
Castle por fin llegaba hasta la pérgola.

-Rick, por fin ha llegado el día. Pensé que nunca te iba a ver sentar la cabeza –decía el alcalde a su amigo.
-Bueno, siempre estuve esperando a la mujer de mis sueños –contestó el escritor con una gran sonrisa.

El padrino como no podía ser de otra forma era Henry, se le notaba realmente feliz. Para él Castle era su hijo, así que el verle tan feliz por fin le hacía estar pletórico.
Martha se acercó hasta sus hombres y les besó con infinito amor. Hacia tan solo dos meses que ella y Henry habían decidido dejarse de juegos y por fin se habían casado.
A la hora señalada la novia hizo su aparición del brazo de su padre.
Castle ante la visión de su futura esposa no pudo evitar dejar escapar las lágrimas.
Kate por fin llegó a la altura del escritor.

-Estas preciosa, mi amor.
-Tú también estás muy guapo, cariño. Veo que has decidido dejarte la barba. Me gusta –ambos sonreían.

El alcalde por fin tomó la palabra.

-Buenos días. Todos sabemos la razón por la que estamos hoy aquí. Hemos venido para acompañar a nuestros amigos Katherine y Richard en el día más feliz de sus vidas. La mayoría sabéis lo que les ha costado llegar hasta aquí. El camino que han tenido que recorrer ha sido largo, duro y a veces parecía que nunca lo lograrían. Pero con su historia se ve que cuando existe amor, amor real, amor con mayúsculas, se pueden vencer todos los obstáculos.

Laine, Ryan, Esposito, Jenny, Martha, Alexis, Jim, Henry lloraban ellos sabían lo que había costado llegar hasta allí. Pero sus lágrimas aquel día eran de profunda alegría.
El alcalde continuaba con la ceremonia.

-Ambos son conscientes de lo que significa amar. Amar es darse por entero a la otra persona. Y nuestros amigos a lo largo de su vida han demostrado que se entregan sin reservas el uno al otro. Amar es caminar juntos. Kate y Rick han demostrado que lo que más ansían es caminar de la mano. Amar es esperar. Ellos mejor que nadie conocen el significado de la palabra esperar. Lo han hecho durante la mayor parte de sus vidas. Se enamoraron en el instituto, el destino les separó, pero ellos siempre esperaron volver a encontrarse. Y por fin lo hicieron, se encontraron, y descubrieron que sus vidas volvían a tener sentido.

Durante las palabras del alcalde las manos de los contrayentes no habían dejado de estar unidas, dejándose caricias en ellas.

-No quiero extenderme más. Los protagonistas son ellos. Así que Rick te invito a pronunciar tus votos.

Tras escuchar aquello Castle se giró mirando a su prometida a los ojos, suspiró y comenzó a hablar.

-Hace muchos años, bajo el tronco de un viejo ciprés, prometí  siempre te amaría, y que nada ni nadie podría separarme de ti. Que mientras tú quisieras yo estaría junto a ti. Durante años rompí mi promesa. Pero tan solo la parte de que nada ni nadie me separaría de ti. Pese a estar alejados siempre te ame. Hoy quiero hacer una nueva promesa. Katherine Beckett, prometo amarte cada día. Prometo estar a tu lado siempre. Nunca soltaré tu mano, nunca dejaré de caminar a tu lado. Prometo llevarte un café cada mañana, porque con ello dibujaré una sonrisa en tu rostro. Te voy a sostener entre mis manos. Seré aquello que siempre esperaste. No habrá destino que me separe de ti.  Te amos por siempre y para siempre.

Kate a duras penas podía contener las lágrimas que inundaban sus ojos.

-Kate, te invito a que pronunciar tus votos –decía Robert.

 - Richard Castle, prometo amarte cada día, prometo caminar a tu lado. Quiero pasar el resto de mi vida escuchando todas y cada una de tus locas teorías. Quiero ser durante el resto de mi vida la musa que saque lo mejor de ti. Te amo Castle. Y no habrá destino que logre separarme de ti. Te amo con mis estados de ánimo que son muchos, y cambian de humor constantemente. Te amo por instinto, por impulso, irracionalmente. Te amo sencillamente porque te amo. Por siempre y para siempre.

Finalmente las lágrimas que ambos habían logrado retener hasta aquel momento fueron libres de bañar sus rostros.

-Tras escuchar vuestras hermosas palabras tan solo me queda añadir. Con este acto os habéis convertido en marido y mujer. Felicidades. Rick anda besa a tu ya esposa.

Todos los invitados rompieron en aplausos.
Tras las felicitaciones de todos sus amigos, dio comienzo la fiesta.

-Bueno y por fin podemos saber el gran secreto –preguntaba Laine a Castle- porque no solo Kate está intrigada, el resto también que remos saber donde os vais de viaje de novios.

Castle sonrió mirando a su ya esposa. Tomó su mano entre las suyas.

-En realidad es una tontería –ahora no estaba tan seguro de que a Kate le gustase la idea.
-Cariño –soltaba su mano de entre las de él y posaba las suyas en la cara de su marido- seguro que es algo maravilloso lo que tienes pensado.
-Bueno, soy un romántico empedernido y muy nostálgico -  Con tan solo escuchar aquellas palabras, Kate supo cual iba a ser el destino- Así que pensé que nada mejor para nuestro viaje de novios que repetir el que fue el mejor viaje de mi vida. Nos vamos a España,
-Oh, mi amor –Kate se lanzaba a los brazos de su marido- No podía haber mejor destino. En silencio esperaba que eligieras repetir ese viaje. Para mí también ha sido el mejor viaje de mi vida.

Por fin los últimos invitados decidieron retirarse. Como no podía ser de otra manera los últimos en abandonar la fiesta fueron sus compañeros.

-Castle tío, hazla feliz –decía como podía Esposito, pues las copas tomadas estaban haciendo estragos en él.
-Lo intentaré con todas mis fuerzas Javi.
-Chicos que seas muy felices –Decía la forense- y ahora nos vamos. No perdáis mas el tiempo esta noche, y largaros a la cama.
-Laine –decía una totalmente sonrojada Beckett.
-Castle, Kate gracias por la fiesta. Y nos alegramos mucho de vuestra felicidad –decían al unísono Ryan y Jenny. 
Alexis se quedaría hasta el regreso del matrimonio con Martha y Henry. Así que por fin ellos estaban a solas.
Al ir a  entrar en la casa Castle tomó en brazos a la detective.

-Estás loco déjame en el suelo –decía una divertida Kate.
-De eso nada princesa. La tradición dice que la esposa debe entrar en brazos de su esposo. Así que nada de dejarte en el suelo. No hasta que lleguemos al dormitorio –Castle estaba dispuesto a cumplir cada tradición si con ello lograba pasar el resto de su vida junto a la mujer que amaba.

Cuando llegaron a la habitación Castle dejó lentamente a su esposa en la cama.
La miró con infinito amor. Se sentía totalmente pleno. Por fin era feliz. Ambos lo eran. En el rostro de la detective estaba dibujada una sonrisa desde el momento en el que le había visto esperando en el altar.

-Castle, mi amor. Tengo un regalo para ti – se levantaba caminado hacia su maleta.
-Pero yo no te he comprado nada –la voz del escritor denotaba pesar.
-Tranquilo, tú ya me has hecho el mejor de los regalos – Kate sonreía y tendía a su marido un sobre- Léelo.

El escritor al descubrir de qué se trataba comenzó a llorar.

-Kate, ¿estás segura? –Su esposa asentía feliz- Oh es genial. Será una niña, tan hermosa, inteligente y tenaz como su madre.
-También puede ser un niño tan guapo, simpático e inteligente como su padre.

Ambos se fundían en un beso.

Por fin habían logrado cumplir su sueño. Estaban juntos y además iban a ser padres.

FIN



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