10 feb 2013

cuentos para dormir, reir... 2

Como cada día desde que Amina tenía 8 años caminaba por aquel bosque. Esa mañana salió de casa sabiendo que debido a su estado no debería alejarse en demasía , pero un paseo corto pensó que si podría dar. Aun faltaba un mes para el nacimiento de su hijo.


Cuando quiso darse cuenta se había alejado demasiado de la casa y empezó a sentir un poco de miedo.
El tiempo había comenzado a cambiar, un fuerte viento se levantó, unas nubes negras comenzaban a divisarse. Amina comenzaba a sentir el golpeteo de las gotas de lluvia en su cuerpo.
Tenía que reconocer que comenzaba a sentir algo de miedo, debía regresar a casa.
A lo lejos se escuchaban los aullidos de los lobos.
Amina aceleró su paso, pero al mismo tiempo sintió un fuerte dolor, algo no iba bien. Su hijo había decidido ir a nacer aquel día.
Sintiendo que el tiempo llegaba y que sería imposible alcanzar su humilde casa busco refugio en una de las cuevas cercanas.
Siguiendo los pasos de Amina iba un lobo, vigilando cada movimiento de al mujer.
Cuando faltaban pocos metros para la entrada de la cueva Amina callo al suelo, los dolores eran insoportables.
Ella elevaba una plegaria a los dioses de sus padres, tan solo quería que  su hijo naciera y viviera.
Sintió algo húmedo en su cara, cuando por fin pudo abrir sus ojos se encontró a su la lado a un hermoso lobo que con toda la delicadeza le estaba lamiendo la cara.
Realmente en ese momento no sitió miedo, al contrario fue invadida por una gran paz.
Lentamente fue poniéndose en pie, ambos, mujer y lobo, alcanzaron la cueva.
El lobo desapareció por un momento cuando regresó de sus fauces colgaban varias ramas de arbusto que delicadamente dejó al lado de Amina. Miraba a la mujer, y olfateaba las ramas, golpeaba con su hocico a la mujer.
Por fin Amina entendió y  se fue tendiendo lentamente sobre aquella cama de ramas.
No mucho tiempo después lo que se escuchaba en aquella cueva era el llanto de un bebé.
La loba, lamía al niño, limpiándolo como haría con sus propios cachorros.
Un fuerte fogonazo iluminó aquella cueva, un hombre sudoroso se encontraba allí, con el rifle aun humeante.
Que has hecho Gabriel?
Se iba a comer a nuestro hijo, Amina, solo os he defendido.
Gabriel si no hubiera sido por esta loba, ni tu hijo ni yo estaríamos ahora con vida.
 En el carro de vuelta a casa, se podía ver a un hombre que miraba con ternura a su esposa mientras esta sostenía en sus brazos a su hijo recién nacido, y en el suelo descansaba tapada por un trozo de tela la loba.

No penséis que nuestra amiga murió, Gabriel y Amina  la cuidaron con el mismo amor que ella habia puesto en cuidar de aquella y de su bebe.


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