11 feb 2013

Travesuras , jajajajjaja


A la puerta de la casa junto a la fragua,se encontraban tres chiquillos esperando a que su amigo bajase y así decidir que harían esa tarde.
Allí estaban, el Esteban, el chico el Mateo, y el hijo del tío Mona, esperaban al Nano, que hacia tan solo 2 días había regresado de la capital para pasar el verano en el pueblo.
Nano, pasaba las vacaciones de verano en el pueblo, junto a sus padres y hermanos, el resto del año vivía en Madrid junto a sus tíos Remedios y Antonio. Su tía Remedios era la única hermana viva de su padre y el tío Antonio era su marido, ellos no tenían hijos y desde los 8 años Nano vivía con ellos.
En Madrid él estudiaba bachillerato, en cuanto terminaban los exámenes regresaba a su pueblo natal.
Aquel día era un domingo del mes de agosto.
Cuando por fin se juntaron comenzaron a pensar que podrían hacer, finalmente el "mona" propuso bajar hasta su huerta a comer peras, ya que su padre no estaría y nunca se enteraría que se las robaban.
La idea fue aprobada por todos.

Bajaban hasta la huerta relamiéndose ya, pensando en el atracón de peras que se iban a dar. 
Una vez llegaron eligieron el árbol que mas cargado de peras estaba y comenzaron a zarandearlo para que así estas cayesen.
¡Que delicia! como caían las peras, locos de alegría los amigos iban llenando los bolsillos con ellas y cuando estos ya estaban llenos, los chicos se desabrocharon las camisas y allí iban almacenando el botín.
Cuando más grande era su alegría,se plantaron allí mismo dos mujeres con las mangas remangadas y armadas con buenos palos. Eran la tía Quica y la tuerta la cocina.
Verlas el "mona" y salir corriendo fue todo una. Los demás un tanto extrañados emprendieron también la huida. No entendían porque corrían, porque si eran las peras del padre del "mona" no había razón para salir corriendo.
Pero el "mona" les había engañado,pues aquella no era su huerta, aquellos no eran sus árboles y mucho menos las peras eran suyas.
Todos asustados perdían la fruta en la huida, se mojaban las alpargatas atravesando el río para llegar a esconderse en la caseta de la huerta del tío Ricardo.
Pero las mujeres no les perdieron el paso y allí que se plantaron, buena tunda que les dieron, buenos tirones de orejas. Pero aquello no fue nada con lo que recibieron de sus padres cuando llegaron a casa.


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