Desde su llegada a DC su vida se había reducido a trabajar y
dormir y esto último no siempre lo hacía en su casa.
Habían pasado ya dos meses desde
su incorporación a la fiscalía, dos meses en los que la mayor parte del tiempo
lo había gastado en montarse en aviones. Muchas veces durante ese tiempo había
recordado lo que la agente Shaw le había dicho algunos años atrás y tenía que
decir que era cierto. Ahora su vida era sólo el tiempo que quedaba vacío entre
caso y caso.
Aquella tarde se sentía
nostálgica. Echaba de menos a sus amigos, a su padre, su trabajo en el 12, a
Martha, Alexis y no podía negarlo le extrañaba a él. Tomó su móvil entre sus
manos y abrió la galería de fotos. Allí estaban los últimos buenos momentos
vividos por los dos. Sonrió al ver la foto que Esposito les había hecho tras
lograr salir con vida de la casa bomba. Se les veía felices, besándose,
sonrientes.
Se sintió sola, pequeña, y asustada. Necesitaba una voz amiga,
sabía quién era la persona a la que necesitaba. Buscó el nombre en la agenda y
justo en el último momento se arrepintió. Cambió de nombre y marcó.
-Hola preciosa.
-Hola, soy yo. Te echo de menos.
- Y yo a ti. Mucho. Bueno ¿qué
tal la vida por DC?
-Pues si te soy sincera Laine, no
lo sé. Me paso la vida montando en aviones.
-Vaya, pero con eso ya contabas.
Sabías que al aceptar el trabajo dejabas de lado el tener vida.
-Ya, pero hoy me siento un poco cansada.
-¿Del trabajo?
-No, igual no es cansada la
palabra. La verdad es que hoy os echo mucho de menos. Os extraño.
-¿Qué ha pasado preciosa?
-Sabes que no lo puedo contar.
Pero resumiendo ha sido un caso difícil, con niños de por medio.
-Lo siento. Mierda, Beckett tengo
que dejarte tenemos un nuevo caso. Prometo llamar en cuanto tenga tiempo y
hablar con más calma. O mejor aún, en cuanto pueda voy a visitarte. Hasta otra,
besos.
-Está bien, hasta otra Laine – la
comunicación ya se había cortado.
Definitivamente estaba nostálgica
y necesitaba cambiar ese estado. Decidió darse un baño para intentar relajarse
y después saldría a dar una vuelta por la ciudad. Ya iba siendo hora de conocer
cada rincón de la misma.
Salió de casa con una dirección
en la mente, Dupont Circle. Jordan le había dicho que allí encontraría las
mejores librerías de la ciudad y además había pequeñas cafeterías. Necesitaba
un buen libro nuevo y si podía empezar su lectura con un agradable café sería
perfecto.
Una vez en su destino entró en
Books-A-Million, ya dentro se dejó aconsejar por una de las dependientas. Bien
es cierto que al principio no se entendieron.
-Buenas tardes, ¿puedo ayudarla?
– preguntó amablemente una de las dependientas cuyo nombre por la
identificación que portaba era Helen.
-Gracias, quería un libro. Un
buen libro.
-Uno de los libros más vendidos
es el último de la saga Heat. Yo lo he leído y ciertamente es muy recomendable
– la cara de Katherine se tornó melancólica.
-¿Ha escuchado que quiero un buen
libro? –preguntó un tanto a la defensiva.
-Lo siento, no creí cuando la vi
entrar que usted fuese de las personas que prejuzga los géneros literarios.
Discúlpeme.
Comprendió que no había sido
justa, y decidió disculparse.
-Debería ser yo quien se
disculpara Helen –decía leyendo el nombre de la joven- Verás lo anterior era
una broma que hacía con un antiguo compañero de trabajo. De todas formas ya he
leído todos los libros de esa saga. Pero
si tienes el último de James Patterson me lo llevaré.
-Es una gran elección, “Private
Berlín” es un gran libro.
Una vez fuera de la librería
sonrió. En aquel momento por su mente pasaba lo que diría él al saber que había
comprado un libro de la competencia.
Regresó a casa, le apetecía leer
tirada en el sofá tomando una copa de buen vino.
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Aquellos dos meses que Richard
llevaba en Madrid, le habían servido para conocer a fondo la hermosa ciudad. Le
encantaba perderse por sus calles. El azul de su cielo. La rapidez con la que
los madrileños caminan. El bullicio del tráfico en hora punta. Los atardeceres
en el Templo de Debó.
Desde hacía un mes tomaba clases
de español. No quería sentirse un extraño en aquella ciudad que había comenzado
a enamorarle. Su profesora era una joven estudiante de Filología Hispánica,
apenas tenía un par de años más que Alexis. Eso le hacía sentir un poco más
cerca a su hija. Hasta la fecha las clases eran en la suite del escritor, ya
que aún no había empezado a buscar una casa.
Aquel día decidió que había
llegado la hora de abandonar el hotel e instalarse definitivamente en una casa.
Carmen, su profesora de español
terminaba de marcharse. Había sido una clase dura, ella había intentado
explicarle los tiempos verbales en castellano. Esa parte el escritor reconoció que
le iba a resultar difícil, ya que descubrió que no tenían nada que ver con los
usados en su lengua materna.
Eran las seis de la tarde cuando
decidió llamar a Paula. En Nueva York serían las once de la mañana así que ya
estaría trabajando.
-No puedo creerme que seas tú
–decía una voz al otro lado de la línea.
-Buenos días Paula. Necesito que
me hagas un favor.
-Buenas tardes para ti Richard.
Dime que lo qué quieres es que te busque una cita con tu editor.
-Lo siento Paula, pero creí
haberte dejado claro que por el momento no voy a escribir.
-Ya, lo sé. Sólo era por si
lograba convencerte, pero ya veo que eso va a ser difícil.
-Más que difícil, es imposible
Paula.
-De acuerdo. Pues tú dirás que
necesitas de mí.
-Quiero que me busques una casa
en Madrid. Sabes cuales son mis gustos, así que dejaré la elección en tus
manos.
-Pero Richard, ¿no sería mejor que
fueras tú el que te encargases de ello?
-No voy a tener tiempo, mañana
marcho de viaje. Voy a acompañar a mi profesora de español a un viaje por
Sevilla y Granada. Estaré fuera casi quince días. Te agradecería que a mi
vuelta el tema de la casa esté solucionado.
-De acuerdo. Me pondré manos a la
obra de inmediato.
-Gracias, otra cosa Paula. El
contrato de la vivienda debe ir a nombre de Never Delay.
-¿Never Delay? –aquello le había
pillado por sorpresa, no conocía aquella empresa.
-Es la empresa. Todo deberá ir a
su nombre.
-Pero no lo entiendo, ¿qué
necesidad tenias de crearla?
-Paula, no quiero que nadie sepa
el destino de Richard Castle. Y de esa forma nada de lo que haga dejará rastro.
Me gusta la libertad que siento siendo un desconocido. Quiero que eso siga así.
La conversación duró aún algunos
minutos, pero finalmente Paula entendió todo lo que Richard le estaba pidiendo.
Debía empezar a preparar el
equipaje para su viaje.
Había sido una suerte conocer a
aquella joven en la librería. Inmediatamente conectaron. Comenzaron a hablar
acerca de libros, autores. Ella le recomendó leer algo de los escritores
clásicos españoles. Él se dejó aconsejar, y salió de aquella tienda con
Fuenteovejuna de Lope de Vega y La vida es sueño de Calderón de la Barca.
Además la joven se convirtió en su profesora.
Después de las dos primeras
semanas ambos se habían convertido en amigos. Carmen se fue convirtiendo poco a
poco en su confidente. Pese a tener tan solo veintiún años era una persona muy
madura. En ciertos aspectos le recordaba mucho a su hija.
Cada tarde alrededor de las ocho
quedaba con su profesora y sus amigos. La única condición para que Richard
pudiera estar con ellos era que debía hablar en castellano. El inglés debía
dejarlo aparcado.
Al principio se sintió algo fuera
de lugar rodeado por todos aquellos jóvenes, pero al ir conociéndoles se dio
cuenta de lo afortunado que había sido de encontrarlos. Con ellos se sentía
cómodo, no tenía que aparentar ser lo que no era. No les importaban sus
locuras, o las veces que se comportaba como un niño. Y el poder ser como
realmente era le gustaba, le hacía sentirse libre.
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Katherine recibió una llamada de
su jefe, debían salir de inmediato hacia Los Ángeles. Dejó el libro en la mesa
y fue hasta la habitación a preparar su bolsa de viaje. En menos de diez
minutos puso rumbo hacia las oficinas centrales del FBI.
Sentada en aquel avión, su mente
retrocedió en el tiempo. Recordó otro viaje a Los Ángeles, en compañía de
Richard. Una duda le asaltó. ¿Cómo hubiera sido su vida si aquella noche
hubiese tenido el valor de afrontar lo que ya sentía por él? Tal vez si no
hubiera sido tan cobarde ahora aún estarían juntos. Tal vez, todos los miedos
que habían atenazado a Richard durante su relación no habrían existido y sin
los miedos de él nunca habrían aparecido las dudas en ella. En aquel mismo
instante fue totalmente consciente de que ella había sido quien había
dinamitado aquella relación, habiendo tardado tanto en confesar sus verdaderos
sentimientos por él.
Tomó su móvil entre sus manos y
abrió la galería de fotos. Ante sus ojos comenzaron a pasar imágenes de ellos
dos siendo felices. La primera vez que fueron a la casa de la playa. El fin de
semana la cabaña de su padre. El viaje a Canadá. Él durmiendo con una sonrisa
dibujada en el rostro. La primera vez que logró llevarle al beisbol.
Con cada foto, sentía que se iba
haciendo más pequeña. Le quería, le había querido durante cinco años. Le había
tenido y le había perdido.
Se limpió las lágrimas, cerró el
móvil, suspiró, apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y cerró los ojos.
Debía centrarse en el nuevo caso.
El sonido de un WhatsAAp recibido
hizo que mirara su móvil. Por un segundo sintió como se aceleraba su corazón,
sensación que desapareció cuando comprobó que el remitente era Esposito.
“Hola Kate, espero que todo te
vaya genial por DC. A ver si un día te dejas caer por aquí. Esto no es lo mismo
sin ti y sin Castle.
Besos, cuídate.”
Hasta aquel instante nadie le
había dicho que Castle hubiera dejado la comisaría. Sintió que nada volvería a ser como antes
nunca más.
Notó como el avión comenzaba a
rodar por la pista para efectuar el despegue. No tuvo tiempo de contestar,
debía apagar el móvil.
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Esposito, Ryan y Jenny esperaban
a la forense. Aquella tarde habían decidido salir a tomar algo los cuatro
juntos. Desde que sus compañeros habían dejado la 12 no habían vuelto a salir
juntos.
-Hola preciosa –decía Esposito
mientras dejaba un beso en los labios de la forense- ya estamos todos. ¿Dónde
vamos?
-¿Qué tal si vamos al bar de
Castle? –proponía Ryan.
Tras convencer a Esposito se
marcharon hacia el bar.
Jenny fue la única que por su
embarazo se pidió una tónica el resto pidieron cerveza.
-Hoy he hablado con Beckett. La
he notado baja de moral.
-No sabía que la habías llamado
Lanie. No me lo habías dicho.
-Ya Javi, es que no la he
llamado, ha sido ella la que me ha llamado a mí.
-Y ¿qué se cuenta? –preguntaban
al mismo tiempo los Ryan.
-Poco, ha sido justo cuando me
habéis avisado del nuevo cadáver y la he tenido que dejar. Pero ya os digo, la
he encontrado baja de moral. Como triste. No sé si me equivocaré, pero creo que
se está dando cuenta de las cosas que ha dejado atrás.
-Yo le he mandado un WhatsAAp
–Esposito vio como todas las miradas se centraban en él- le he dicho que esto
ya no es lo mismo sin ella y sin el escritor, y que a ver si un día nos hacía
una visita.
-Pero ¿tú eres tonto?
-A ver Lanie, ¿qué he hecho
ahora?
-Castle dejó muy claro que nadie
debía decirle a Kate que él se iba. Y vas tú y se lo sueltas la primera vez que
hablas con ella.
-No le he dicho que se ha ido,
sólo que ha dejado la 12.
-¿Sabes la de veces que he
hablado con ella sin nombrar a Castle? ¿Sabes la de mails que he recibido de él
y los he contestado sin decir nada de Kate? No es tan difícil mantener la boca
cerrada. Todos lo podemos hacer, salvo tú Javi.
- A ver chicos, será mejor que os
calméis. O vais a terminar diciendo algo de lo que luego os vais a arrepentir –
intervenía Kevin intentando suavizar las cosas entre sus amigos.
-Mira sabéis que os digo, yo me
voy a casa. No me mires así Javi, no me vas a acompañar. Hoy dormirás solo.
Jenny, siento no quedarme más rato. Mañana te llamo y preparamos una salida de
chicas solas.
-Me parece genial Lanie. Esperaré
tu llamada. Y no te enfades, ya sabes cómo son estos dos. No pueden tener la
boca cerrada.
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Eran las ocho de la mañana cuando
Richard recibió una llamada de Carmen recordándole que debían estar en la
Estación de Atocha a las 13 horas ya que su tren para Sevilla salía a las
13:30. Recogió la maleta, y salió de la habitación. Antes de ir a Atocha debía
pasar por el despacho del abogado que había contratado en Madrid.
-Señor Castle, adelante le estaba
esperando.
-Buenos días.
-¿Le apetecería un café? Yo voy a
tomar uno o no seré persona.
-Perfecto, siempre es buen
momento para tomar un café.
Tras regresar al despacho con
sendos cafés ambos hombres comenzaron su reunión.
-Estos son los papeles
fundacionales de la empresa. Como usted nos pidió, tan solo aparece el nombre
del Administrador único que en este caso soy yo. Estos otros son los papeles
que me otorgan los Poderes necesarios para trabajar. Espero que esté todo
conforme a lo pedido por usted.
-Perfecto –comentó Richard tras
estudiar aquellos documentos- Preferiría que me llamases Richard en lugar de
señor.
-Entendido Richard. El siguiente
paso es la transferencia de fondos. He escogido el Wiesbaden en Suiza. Están a
la espera de que tú transfieras el dinero. Una vez que realices la
transferencia el dinero será nuevamente transferido, ya bajo la protección del
secreto de banca suizo hasta un banco de la Isla de Jersey. En este banco la
cuenta que recepcione el dinero estará ya a nombre de Never. Y entonces ya será
totalmente imposible de rastrear.
-Perfecto, ¿me permites usar el
ordenador para realizar la transferencia a Suiza?
Una vez que Castle transfirió
parte de su capital al Wiesbaden la operación financiera comenzó. Del Wiesbaden
se transfirió la mitad del dinero a una cuenta a nombre de Never Delay en el
Bank Leumi Limited.
-Pues con esa firma ya está todo
Richard. A partir de ahora los movimientos que realices de capital desde las
cuentas de Never son imposibles de rastrear.
-Perfecto, pues creo que por
ahora eso es todo. Le he facilitado a Paula tu número de teléfono, para el tema
del contrato de mi nueva casa.
-Estaré esperando la llamada de
tu agente.
-Bueno y ahora me marcho, o
llegaré tarde a la estación.
-Buen viaje Richard. En cuanto
salgas por la puerta me pondré en contacto con tu abogado de NY para ponerle al
corriente de las decisiones tomadas.
Richard salió contento de aquella
reunión. Puso rumbo a la estación ya que se aproximaba la hora en la que debía
estar en la misma.
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El avión del FBI hacía horas que
había tomado tierra en LA, el equipo ya se encontraba trabajando sobre el
terreno.
La policía local había detenido
en un tiempo récord al presunto autor de la amenaza terrorista. Katherine era
el agente que llevaría el interrogatorio.
Antes de comenzar repasó el
informe realizado por la policía de LA.
La mañana anterior había hecho
explosión una bomba en mitad de una manifestación pro libertades públicas.
Entre los fallecidos había multitud de musulmanes, lo cual había creado la duda
de si realmente aquella bomba había sido para atentar contra ciudadanos que
profesaran la religión del Islam. De ser aquello cierto, podría dar lugar a un
grave problema diplomático. Los países árabes habían exigido desde el principio
una investigación profunda.
Tras varias horas interrogando al
sospechoso, Katherine decidió tomar un descanso.
-Agente Beckett, ¿no sería
preferible continuar con el interrogatorio? –ordenaba más que preguntaba el
Agente del FBI a cargo de la investigación.
-Con todos mis respetos señor.
Tanto el sospechoso como yo estamos cansados. El estado del sospechoso es
perfecto para derrumbarse de ser él el autor del atentado, pero mi cansancio
hace que no esté alerta. Así que me tomaré ese receso –contestó bastante
molesta por las objeciones de su jefe.
Se sentó en la sala de descanso y
decidió tomar un café, mientras repasaba mentalmente todo lo dicho por el
sospechoso. Algo no le cuadraba pero no era capaz de ver qué era. Estaba
totalmente bloqueada. Necesitaba un nuevo enfoque, una nueva visión. Pero la
persona que sería capaz de proporcionarle dicho enfoque no estaba junto a ella.
Se preguntaba que estaría
haciendo él en aquel instante. Se preguntaba si él quizás también estaría
pensando en ella. Se dio cuenta de lo mucho que echaba de menos aquellas
absurdas teorías lanzadas por el escritor.
Cuando se terminó el café decidió
retomar el interrogatorio. Mientras caminaba hacia la sala de interrogatorios
pensó en Castle. Él se preguntaría cual podía ser la razón para que un musulmán
atentase contra personas que practicaban su misma religión. Diría que aquello
no tenía nada que ver con que fueran musulmanes, si no que habría sido una
forma de venganza personal. Aquello era lo que a ella no le cuadraba.
Una media hora después de
reiniciar el interrogatorio la agente especial Beckett salió de aquella sala
con un nombre y tras detener e interrogar al nuevo sospechoso obtuvo la
confesión del mismo.
La verdadera causa había sido la
venganza.
Todos los fallecidos pertenecían
a la misma familia. Hace años el ahora detenido mantuvo una relación clandestina
con una mujer de aquella familia. Cuando los hombres de la casa lo descubrieron
castigaron a la joven. La habían rociado con ácido y al poco tiempo la chica
había fallecido. El joven solo había hecho según sus propias palabras justicia.
Nuevamente montada en el avión,
pensaba que incluso estando separados él la ayudaba. Había aprendido a pensar
como Castle y gracias a eso había logrado la confesión del verdadero asesino.
-Katherine, ¿te molesta si me
siento a tu lado? –aquella voz la sacó de sus pensamientos.
- Para nada, Phil.
-Quería disculparme por mi
comportamiento. Y felicitarte. Has hecho un gran trabajo en el interrogatorio,
como ya es habitual.
-Gracias.
-Me intriga saber cómo llegaste a
la conclusión del ataque personal.
-A veces las evidencias no nos
cuentan toda la historia. Hay que mirar el conjunto, y si ves algo que no
encaja, debes mirar justo en ese punto – realmente la agente Beckett había
aprendido mucho del escritor.
-Pero en este caso, todo
encajaba.
-No, no todo. Hasta la fecha,
todos los atentados contra musulmanes nunca han sido realizados por personas
con sus mismas creencias. Ahí estaba lo que no encajaba. Un musulmán atentando
contra musulmanes. Tenía que existir otra causa oculta.
-De todas formas, agente Beckett,
la próxima vez agradecería que me informase antes. No me gusta que en mi equipo
haya personas que vayan por libre –tras aquello el jefe de equipo abandonó el
asiento y regresó al suyo.
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En la estación de Santa Justa en
Sevilla les esperaba la hermana de Carmen. Irían los tres juntos hasta la casa
que la mujer tenía en la capital andaluza en el barrio de Santa Cruz.
-Mira Rick, ahí está Gaby.
-Peque, estás guapísima – ambas
mujeres se abrazaban y besaban.
-Tú sí que estás guapa –replicaba
Carmen- mira Gaby te voy a presentar a mi amigo Richard.
-Encantada de conocerte Richard –
Gaby le abrazaba y según la costumbre española le daba dos besos.
-Lo mismo digo Gaby – Aquella
efusividad tan española aún sorprendía al escritor- Carmen me ha hablado mucho
de ti.
-Y a mí de ti. Dice que te estás
esforzando mucho en aprender nuestra hermosa lengua. Y que has avanzado mucho.
-Bueno hecho lo que pueda –decía
el escritor en su mejor castellano.
-Hago lo que puedo – le corregía
muerta de la risa Gaby.
-¿Tú también, haces eso? –preguntaba
un tanto desconcertado Richard.
-A ver Rick, Gaby se refiere a
que la frase que has usado no estaba bien. Deberías haber dicho “hago lo que
puedo” –intervenía Carmen.
-Ah, vale. Entonces hago lo que
puedo. Como ya has visto Gaby tu hermana ha exagerado un poco mis progresos en
la lengua de Cervantes.
-Ya veo. De todas formas, creo
que vosotros teníais un trato. Que yo sepa, la condición para venir con ella es
que sólo nos puedes hablar en castellano – Richard asentía- entonces ya puedes
ir dejando de hablar en inglés.
Gaby tras haber colocado las
maletas en el coche, ponía rumbo hacia su casa. Durante el trayecto iba
contando los planes que tenían para esos días.
-Entonces, mi seminario comienza
mañana a las 9 de la mañana.
-Así es peque. Fui directamente a
informarme a la universidad. El horario será el mismo los cinco días, de 9 de
la mañana a 3 de la tarde.
-Bueno así tendré todas las
tardes libres. Y podré enseñar Sevilla a Rick. Lo que no se es qué va a hacer
él por las mañanas.
-No te preocupes por mi Carmen,
saldré a recorrer la ciudad.
-He cambiado mis turnos. Esta
semana trabajaré todas las tardes, así podré hacer de guía turística de Rick
por las mañanas – una sonrisa se dibujaba en el rostro de Gaby.
-No tenías por qué haberte
molestado – decía un sorprendido Castle- Pero es de agradecer el detalle.
-No es molestia. Si fuera al
revés seguro que habrías hecho lo mismo.
Por fin habían llegado a su
destino, tras guardar el coche en el garaje subieron las maletas a la vivienda.
Era una casa sencilla, sin muchos
lujos. Consistía en dos habitaciones, salón con cocina americana y un baño.
-No es un gran cosa, pero es
acogedora –Decía Gaby tras enseñar la vivienda al escritor.
-Me gusta. Es más grande que el
primer apartamento en el que viví cuando me independicé –comentaba Castle.
-Gaby, ¿preparamos la comida?
-Qué raro, la peque tiene hambre
–sonreía guiñando un ojo a Richard- como supuse que vendríais con hambre dejé
la comida casi lista. Verdura de primero, y de segundo filete con papas. Sólo
hay que freír las papas y los filetes.
Durante la comida Gabriela contó en
qué consistía su trabajo en el hospital de Sevilla.
-Carmen me dijo que además eres
voluntaria en una ONG española.
-Sí, soy voluntaria en la
Fundación Vicente Ferrer. De hecho en cuatro meses saldré hacia la India. La
fundación termina de ampliar el Hospital Pediátrico de Bathalapalli, y hacen
falta médicos.
-Me tienes que contar bien eso de
la Fundación – Richard estaba realmente interesado.
- Verás, la Fundación Vicente
Ferrer es una ONG de desarrollo comprometida con el proceso de transformación
de una de las zonas más pobres y necesitadas de la India, del estado de Andhra
Pradesh y de algunas de las comunidades más desfavorecidas y excluidas del
sistema de castas indio: dálits, grupos tribales y backward
castes. La solidaridad, no sólo se basa en el trabajo directo con las
comunidades desfavorecidas, si no que radica en gran parte en la
sensibilización de la sociedad, para que este cambio sea significativo –Gaby
podía pasarse horas hablando acerca del trabajo de FVF.
- Entiendo que Vicente Ferrer, es
el fundador de la ONG.
-Efectivamente junto con Anna. Vicente
Ferrer y Anna Ferrer se conocieron en 1968 durante una entrevista. Unidos por
un compromiso común de lucha y por la defensa de los más desfavorecidos se
instalaron en Anantapur y crearon la Fundación Vicente Ferrer.
-Rick, espero que estés preparado
para escuchar a Gaby, puede tardar horas si es de FVF de lo que habla –avisaba
Carmen al escritor.
-Me parece un tema muy interesante.
Por mi, no hay problema en que continúe.
-Gracias Rick. La Fundación
Vicente Ferrer se creó en la India en 1969 con el objetivo de buscar soluciones
a los graves problemas a los que se enfrentaba la comunidad rural de Anantapur.
Existen programas de desarrollo integral en educación, sanidad, ecología,
mujer, vivienda, personas con discapacidad y comercio solidario que en la FVF
se llama colaboración activa. Y luego está el trabajo de sensibilización.
Después de tomar el café, y
descansar un poco en el sofá decidieron salir a pasear por las calles de
Sevilla.
Comenzaron su paseo en la Plaza Virgen
de los Reyes, antiguo
Corral de los Olmos, allí se encuentran la Santa Iglesia
Catedral de Sevilla, La Giralda,
el Patio de los Naranjos, el Palacio
Arzobispal y el Convento de
la Encarnación, clausura de monjas Agustinas.
-Este patio es lo que queda de
una antigua mezquita y mira ¿ves esa fuente? No se tiene claro si es una
antigua pila bautismal visigoda o un baño de una terma romana - Explicaba Gaby
a Richard que escuchaba con sumo interés.
-Entonces eso de ahí es la famosa
Giralda – decía el escritor.
-Así es. La Giralda es en
realidad el antiguo alminar de la mezquita, transformada en campanario de la
Catedral y está rematada por una veleta denominada el Giraldillo.
¿Sabes por qué se llama Giralda? –Richard negaba- la veleta giraba por el viento, y de ahí
el nombre de Giralda.
-¿Y se puede subir? –preguntaba
emocionado como un niño.
-Claro hombre, pero mejor lo
dejamos para mañana.
Continuaron callejeando hasta
llegar a la calle Cruces. Siguiendo esa calle llegaron a la plaza del mismo
nombre. Es una tranquila plaza enclavada en la antigua judería sevillana, en el
centro de la misma se encuentran tres columnas de mármol rematadas por cruces
de hierro forjado. Siendo esa la razón del nombre de la plaza.
Desde allí decidieron regresar
hasta la casa de Gaby, ya que tanto para Carmen como para el escritor el día
había sido muy largo.
-Esta ciudad posee encanto. En mi
país no tenemos nada parecido. Lo vuestro sí es tener historia.
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