Tras tres días de arduas
investigaciones el equipo de Phil había logrado descubrir que el envío de
cartas con ricino a la oficina del Alcalde nada tenía que ver con ataques
terroristas y sí con el hecho de la nueva limitación sobre tenencia de armas de
fuego presentada por el Alcalde.
-Buen trabajo. Como ya comuniqué
cuando llegamos a esta ciudad a partir de este momento la agente Katherine está
libre hasta dentro de una semana –Phil se despedía de ella ya que Katherine no
regresaba con ellos a DC.
Cuando estaban a punto de
abandonar el edificio de la alcaldía uno de los asesores de Robert alcanzó al
grupo.
-Agente Beckett, si no le importa
el Alcalde desearía hablar con usted.
Katherine acompañaba al asesor
hasta el despacho de Robert, ambos tras llamar a la puerta esperaban la
indicación para entrar.
-Adelante.
-Señor – el asesor era el primero
en entrar-. Tal y como me pidió la agente Beckett está aquí.
-Perfecto Allan, que entre por
favor tráenos café y pide que nadie nos moleste. Kate siéntate. Quería hablar
contigo de una cosa.
-Tú dirás Robert – se le notaba
tensa, estaba segura de cual iba a ser el tema de conversación y aquello hacía
que se sintiera vulnerable.
En aquel instante la puerta se
abrió volviendo a entrar Allan con los cafés. Sin pronunciar palabra el asesor
abandonaba el despacho.
-Bueno Kate, no voy a andarme con
rodeos – le tendía una taza con café a la mujer- quiero que hablemos de
Richard.
Katherine con sólo escuchar aquel
nombre sentía como se le formaba un nudo en el estómago. Habían pasado los
meses pero aún no era capaz de escuchar ese nombre sin que algo dentro de ella
se estremeciera. A veces creía que nunca podría dejar de tener aquella
sensación.
-No sé qué narices pasó entre
vosotros, tampoco me importa, es vuestra vida privada pero lo que sí me importa
es que uno de mis mejores amigos haya abandonado el país – la cara de su
acompañante reflejó la sorpresa que sintió al escuchar que él había dejado
Estados Unidos-Vaya por lo que veo no tenías idea de eso. Siento que te hayas
enterado de esta forma. Pensaba que bien él o bien vuestros amigos te lo
habrían dicho.
-Pues ya ves que no ha sido así.
Nadie me había informado de su marcha – la sorpresa inicial estaba dejando paso
a un gran enfado-. ¿Y cuando se supone que ha dejado EEUU?
-Hace más o menos seis meses –
ella fue consciente de que él había dejado el país al mismo tiempo que ella se
trasladó a DC-. Al principio pensé que en unos días regresaría pero no fue así.
Cada vez que hablaba con él le preguntaba, pero siempre obtenía la misma
respuesta por su parte, regresaría cuando estuviese preparado.
-Siento no poder ser de ayuda en
este tema. Como ya te he dicho ni siquiera sabía que él había dejado el país.
-Ya, ahora lo sé. Kate, creía que
tú podrías hacer que regresase.
-Lo siento Robert. Hace un tiempo
intenté ponerme en contacto con él, pero su móvil ha dejado de funcionar.
Supongo que habrá cambiado el número – quería ser fuerte pero las lágrimas se
agolpaban en sus ojos.
-Lo sé. Lo cambió hace un tiempo.
La última vez que he hablado con él fue hace una semana. Estaba cambiado, su
voz sonaba diferente. Kate estoy rompiendo una promesa al hablar contigo. Pero
necesitaba saber si aún tenías algún tipo de influencia sobre Rick. Pero por lo
visto no existe nadie que sea capaz de lograr que vuelva. Martha y Alexis dicen
que no me preocupe que tan solo está viviendo una etapa nueva y que está bien.
-Pues siento decirte que no es
así –necesitaba salir de aquel despacho comenzaba a ahogarse, sentía como le
costaba respirar-. Si ellas dicen eso, deberías estar tranquilo, nadie le
conoce mejor que ellas dos.
-Te equivocas Kate, tú le conoces
mejor que cualquier otra persona. Bueno no quiero importunarte más. Aunque haya
sido por el caso, ha sido un placer volver a verte.
Tras darse un sentido abrazo,
Katherine abría aquella puerta que le separaba de poder soltar todo el dolor
que aquella conversación le había producido
-Kate, siento que todo terminara
de esa forma entre vosotros, siempre creí que lo lograríais.
Aquella fue la última frase que
escuchó antes de abandonar a toda prisa aquel edificio.
Una vez en la calle se sentó en
uno de los bancos de aquella calle, dejando por fin salir las lágrimas. Con
cada una de aquellas sentía como su dolor era más profundo. No entendía cómo
podía haber llegado a sabotear de aquella forma la felicidad que Richard y ella
tanto merecían.
Tras hacer una llamada a su amiga
diciéndole que no se preocupase ya que llegaría un poco más tarde de lo que
tenía previsto, encaminó sus pasos hasta el último lugar en el que lo había
visto.
Sentía la necesidad de pasar un
rato a solas en aquel lugar. Sentándose nuevamente en aquellos columpios que
otrora le habían ayudado a encontrar su camino. Giraba su cabeza hacia el que
fue usado por Richard la última vez. A su mente acudían todos los recuerdos de
aquel día. Casi podía sentirle arrodillado ante ella, un anillo, una pregunta.
Volvía a sentir todo el daño que
sus palabras provocaron en él. Como su corazón se partía por lo contestado por
Richard.
Se preguntaba cómo podía haber
sido tan idiota, cómo se pudo dejar llevar tanto por sus dudas. ¿Por qué no
había hablado con él cuando todo comenzó?
Si lo hubiera hecho tal vez su
vida ahora sería como siempre había querido. Estaría junto a un hombre que la
amaba, al que ella amaba, estaría casada. Sería feliz. Pero todo eso se esfumó
aquel día en ese mismo lugar.
Lentamente arrastrando los pies
fue alejándose de aquellos columpios, testigos mudos de cómo unas dudas habían
destruido un futuro.
Se encontró a Lanie sentada en el
sillón leyendo una revista científica acerca de los últimos adelantos en
aparatos de laboratorios forenses.
-Hola, siento el retraso.
-No pasa nada – dejaba la revista
a un lado y miraba la cara de su amiga. Supo al instante que algo no iba bien-.
¿Qué sucede?
-Nada, todo está bien. Voy a darme
una ducha y si quieres luego nos tomamos unas cervezas.
-Cariño, soy yo. No trates de
engañarme – la tomaba de la mano evitando así que se marchase.
-Se ha ido. Fuí una completa
imbécil. Destrocé mi vida, hice infeliz al hombre que amo. Y ahora él se ha
ido.
- Espera, ¿cómo que se ha ido? –
una duda le asaltaba, ¿quien le había dicho que no estaba en la ciudad? Y más
aún, ¿le habían dicho que se encontraba en la India?
-Richard ha dejado el país – caía
totalmente derrotada en el sofá-. Se ha marchado.
-Lo siento cariño – en aquel
momento la forense se sentía una pésima persona.
- Soy imbécil. Me lo tengo
merecido. Dios duele, duele tanto. Le amo y le he perdido. Le perdí aquel mismo
día – la forense tan solo la arropó con sus brazos acunándola, sabía que la
estaba fallando pero había hecho una promesa.
Tras varios minutos, Katherine
logró tranquilizarse un poco, y se levantó con la idea de tomar una ducha que
la relajase del todo.
De regresó al salón se encontró a
su amiga con una cerveza en las manos y ella decidió tomar una también.
-¿Mejor? – Katherine asintió
mientras daba un trago- me alegro. Por cierto te ha llamado Helen.
Con sólo escuchar ese nombre
Katherine se atraganta provocando el susto de la forense.
-Cariño, venga respira.
-No te preocupes Lanie, estoy
bien. Tan solo ha sido un trago mal dado.
-Vale, por cierto ¿quién es
Helen?
-Nadie –respondía sin pensárselo.
-Ya, pues ese nadie ha llamado
cuatro veces, y ha dejado varios WhatsAAp. Repito ¿quién es Helen?
-Vale, es una chica que conozco
de DC.
-Vale, pero ¿es una amiga? Lo
pregunto más que nada por lo insistente que ha sido - la agente suspira
sabiendo que su amiga no parará hasta saber quién es la chica.
-A ver, es o era una amiga. La
conocí en una librería, trabaja allí y cada vez que iba era ella la persona que
me atendía. Poco a poco nos fuimos haciendo amigas. Y ya está esa es la
historia de quién es Helen.
La forense miraba a su amiga,
sabía que había algo que no le estaba contando y no pararía hasta tener la
historia completa.
-Pues sigo diciendo que debe ser
muy buena amiga por lo que ha insistido. Espera, has dicho que no sabes si aún
sois amigas – terminaba de caer en la frase dicha por su amiga-. ¿Me vas a
contar de una vez qué pasa con esa chica?
Katherine bebió de un trago el
contenido de la botella de cerveza, lo que venía ahora le iba a resultar duro
de contar.
FLASHBACK
Mientras Katherine le relataba
cómo había sido tener tras de ella durante cuatro años a Richard Castle ella se
dedicaba tan solo a mirarla. Mientras hablaba, Katherine colocó su melena sobre
el hombro izquierdo dejando parte del otro al descubierto.
En ese momento Helen dejó de
escucharla, sentía el latir de su corazón dentro de su cabeza, instintivamente
se humedeció los labios y muy despacio se fue acercando hasta aquella piel que
la llamaba a gritos. Antes de notar sobre su piel los labios de ella, Katherine
notó su aliento sobre ella y cesó en su explicación, se quedó quieta como
esperando la llegada hasta su cuello de aquellos labios.
-Helen, ¿qué estás haciendo? –
decía mientras separaba a la joven.
-Lo siento Katherine, pero no me
he podido resistir. Te dije hace tiempo lo que me pasaba contigo.
-Y creo que yo dejé muy claro que
no me gustan las mujeres y que había alguien en mi vida o mejor dicho en mi
mente.
-Katherine no pretendo que te
enamores de mí. Pero no puedes negar lo que hemos ido creando durante este
tiempo en el que hemos sido amigas – intentaba acercarse de nuevo encontrando
una mano que la detenía.
-Somos amigas, tú lo has dicho,
nada más.
-Vamos, nos llamamos cada día,
nos buscamos, me has contado tus problemas con Scott, yo te cuento los míos. Si
un día me falta tu llamada me siento mal, y a ti también te pasa – decía
alzando una ceja- Niégame que extrañas mis llamadas, o que extrañas cuando no
nos vemos. No puedes ¿verdad?
-Pero eso no significa que sienta
algo por ti. Significa que te has convertido en alguien importante para mí,
significa que eres una amiga. Eres mi Lanie en DC.
-De acuerdo. ¿Nunca has pensado
que tal vez todas tus relaciones han fracasado porque buscabas en el lado
equivocado? Quizás necesitas otra cosa en tu vida.
Katherine se levantaba dando por
concluida aquella conversación. Recogía su chaqueta y se encaminaba hacia la
puerta.
-Lo siento Helen, pero de verdad
estás muy equivocada. Y ahora será mejor que me marche antes de que esto se nos
vaya totalmente de las manos.
-¿Estás de broma no? Estás diciendo en serio que
no te gustaría que me acercase despacito pasito a pasito ¿hasta estar pegada a
ti? ¿Quieres decir que no te gustaría que mis manos acariciasen las tuyas, que
vayan subiendo por el brazo, que no lleguen hasta tu cuello y una decida irse
de excursión por tus labios mientas la otra recorre sin prisa el trozo que
separa el cuello del lóbulo de tu oreja?- mientras decía aquello Helen caminaba
hacia Katherine-¿Me estás diciendo que no quieres probar cómo sería sentir mis
labios posándose en los tuyos y dejen en ellos una suave caricia? ¿Prefieres seguir
con tu vida, triste, aburrida? Prefieres seguir sufriendo por ese amor, que
tener una noche en la que poder olvidar aunque sólo sea por un rato.
Helen pegó su cuerpo al de la
mujer y lentamente acercó su boca hasta el cuello de Katherine, la cual nada
más sentir aquella caricia sobre su piel, cerró sus ojos.
-Helen…
-Lo siento – decía mientras
tomaba de la mano a Katherine llevándola de nuevo al sofá.
Una vez allí besó nuevamente
aquel cuello, sin abandonarlo fue empujando a Katherine hacia atrás, quedando
ella sentada ahorcajada sobre la agente.
-Helen, esto es un error.
-Puede ser, pero llevo soñándolo
desde que te vi entrar en la librería la primera vez – contestaba la
dependienta mientras sus manos se recreaban en la piel de Katherine y sus
labios continuaban perdidos en aquel cuello.
-Esto no está bien –decía
Katherine con voz entrecortada.
Helen besaba su escote, su nuez,
mordisqueando su barbilla. Si no escuchaba un no, no tenía intención de parar.
Katherine levantó sus ojos,
intentando que su mirada parase aquello.
Helen sonrió, sus manos
comenzaron a desabotonar la camisa de la agente dejando ver el torso tan solo
cubierto por un sujetador negro de encaje. Aquella visión la excitó más si
cabe. Perdiéndose nuevamente en aquel cuello que cada vez la recibía más
gustosamente. Sus labios decidieron abandonar aquel lugar y dirigirse a conocer
a unos nuevos amigos. Comenzó con un saludo lento, ejerciendo la presión justa,
separándose apenas para volver a mirarla a los ojos, volviendo a unirse un
segundo después .Los labios se abrían por completo ansiosos por abarcar
espacio, por dejar paso libre a la lucha de esas dos lenguas sedientas. Poco a
poco el ritmo fue bajando, quedándose ambas mirándose a los ojos.
La mano de Katherine recorría el
rostro de la joven, descendiendo después por su cuello, aquella caricia quemaba
en la piel de Helen. La joven miró con una sonrisa a Katherine al descubrir
como los ojos de ésta estaban clavados en sus labios.
Helen volvió a su boca, se sentía
como si fuese su primera vez, deslizó sus manos, recorrió la cintura de su
acompañante, bajando hasta sus piernas y regresando por el mismo camino,
perdiéndose nuevamente en el cuello.
Helen comenzó a sacar aquella
camisa que aún tapaba parte de la piel de Katherine, necesitaba poder sentirla
por entero.
Su boca fue bajando hasta llegar
a los pechos firmes de Katherine, los besó. Tomó entre sus labios el pezón
endurecido, lo lamía, lo mordía, recorría con su lengua la separación entre
ambos pechos dejando a su paso un rastro de saliva, lamía el otro pezón
mientras con su mano masajeaba el que su boca había abandonado.
Sin cesar en los besos, Helen comenzó a
liberarse de su camisa, tras verse libre de aquella prenda tomó la mano de
Katherine llevándola hasta su pecho. Ésta sintió bajo su mano el pezón
expectante de la joven.
Katherine cerró sus ojos, por un
instante su mente se nubló.
-Tranquila, mírame, tócame sin
miedo – Decía Helen, llevando hasta sus pechos las manos de Katherine.
Helen posó sus manos sobre las de
ella para acompañar cada caricia.
Lentamente se dejó caer sobre el
cuerpo de Katherine, comenzando de nuevo una batalla de besos, lentos, suaves
al principio como pidiendo permiso, su lengua se abrió paso y fue recibida con
alegría.
Sus respiraciones volvieron a
acelerarse, las manos de Katherine comenzaron a recorrer la espalda de Helen,
quien acallaba un gemido en la boca de aquella.
Helen notaba su humedad entre las
piernas, movía sus caderas levemente hacia delante. Katherine enredó sus manos
en el cabello de al joven.
Katherine aún mantenía los ojos
cerrados, temiendo que si finalmente los abría no podría continuar. Sentía como
el deseo crecía en su interior, como con cada caricia dejada por Helen su piel
ardía.
La joven fue aminorando la
intensidad de los besos, dejando un dulce beso final. Se incorporó y tomándola
de la mano la invitó a seguirla.
Katherine la miró titubeante, en
sus ojos pese al deseo también se podían ver las dudas.
-Déjate, llevar. Sólo disfruta –
aquel susurro la hizo estremecer.
Durante el recorrido hasta la
habitación Helen no dejaba de acariciar la mano de Katherine.
Tras llegar a su destino, besó su
frente y apoyó sus manos en las caderas de Katherine mientras ésta bajaba su
mano por el costado.
Despacio la fue acostando
quedando ella encima.
Nuevamente comenzaron los besos,
la lengua pidió paso, recorriendo el labio inferior de Katherine que abrió su
boca gustosa.
Las manos de Helen se perdieron
acariciando los pechos de la agente, notando a su paso como sus pezones se
endurecían. Abandonó aquella boca comenzando besar todo su rostro con suma
delicadeza, descendiendo por su cuello.
Katherine sentía descargas con
cada caricia de Helen, notaba como su piel estaba sumamente sensible.
Las uñas de Katherine se clavaron
en la espalda de la joven al sentir su mano subir por su muslo hasta alcanzar
la cadera. La boca de Helen jugaba con el lóbulo de la oreja de la agente.
Lentamente introdujo su mano por el pantalón de Katherine hasta tocar su piel,
aquel contacto hizo que ésta se estremeciera bajo el peso de la joven, la cual
al sentirlo no pudo evitar sonreír.
Helen desabrochó el pantalón de
su amante, necesitaba poder recorrer libremente todo su cuerpo, Katherine
levantó sus caderas para que fuera más fácil, la joven tiró del pantalón
llevándose también el tanga. Arrastrándose por el cuerpo de la agente al mismo
ritmo que bajaba aquellas prendas.
Una vez la liberó se detuvo un
segundo para observar la perfección del cuerpo que se mostraba ante ella.
Su mano comenzó a recorrer la
pierna de Katherine, la acariciaba hasta llegar a la ingle comenzando
nuevamente su descenso y colocó una de sus piernas entre las de la agente
dejando que sus cuerpos estuvieran más unidos. Sintiendo las caderas moverse al
mismo ritmo.
La boca de Helen comenzó a
descender por el vientre de Katherine, quien sentía que aquella boca cada vez
estaba más cerca de su sexo. Se paró en el ombligo siendo éste succionado por
su boca, siguió su descenso lamiendo sus muslos, acercándose al centro de su
amante.
Helen separó las piernas de la
agente la cual no pudo ahogar un gemido cuando notó sobre su clítoris la lengua
de la joven. Poco a poco notaba como aquella lengua entraba y salía, saboreaba
su sexo. Con cada movimiento Katherine se retorcía de placer, sus manos se
aferraron a las sabanas.
Helen sentía como el clítoris de
Katherine estaba hinchado y su lubricación al máximo, con cada roce de su
lengua sentía que el orgasmo podría llegar y ella no quería que aquello
sucediera aún. Sus dedos resbalaron por el centro de la misma entrando sin
dificultad y presionando al mismo tiempo con su dedo pulgar el clítoris de
Katherine, la cual gemía sin poder guardar silencio y enterraba sus manos entre
el pelo de la joven. Siendo consciente de que el fin estaba a punto de llegar
aceleró el ritmo de sus dedos y sustituyo aquel pulgar por su lengua notando
como con cada movimiento los fluidos crecían finalmente llegó la ansiada
explosión. Helen bebió cada gota procedente del sexo de Katherine, quien soltó
un desgarrador gemido, las piernas de ésta atraparon el rostro de la joven.
Cuando la liberó, Helen ascendió por su cuerpo hasta perderse en su boca,
dándola a probar su propio sabor. Comenzó nuevamente una guerra de besos, una
batalla de lenguas.
La joven no había tenido bastante
de Katherine y el deseo aún la consumía, bajó una de sus manos hasta el sexo de
la agente comenzando a estimularlo con sus hábiles dedos mientras se perdía en
su boca, Katherine se dejaba besar.
Helen notando como había
aumentado la humedad introdujo sus dedos en su amante, sintiendo como ésta
arqueaba su cuerpo, escuchado sus gemidos, una vez dentro estos entraban y
salían acelerando el ritmo cada vez, cuando notó que el fin estaba cerca sacó
sus dedos del sexo de Katherine y se sentó sobre ella haciendo que su amante se
incorporara lo suficiente para encajar ambos sexos, comenzando entonces a mover
sus caderas acompasadamente, mientras se devoraban la boca.
-Vamos Katherine, déjate ir –
suplicaba ya la joven.
Llegando las dos al clímax, se
dejaban caer sobre el colchón, con sus cuerpos sudorosos, ambas intentando
recuperar sus respiraciones.
FIN FLASHBACK
En aquel salón reinaba el
silencio, se podía escuchar la respiración de ambas mujeres. Katherine, por fin
se había sincerado con su amiga del alma, esperaba la reacción de al forense.
Ésta tan solo miraba a la agente del FBI tratando de asimilar todo lo que había
escuchado.
Ambas se sentían incomodas por el
silencio instaurado pero al mismo tiempo ninguna era capaz de comenzar una
conversación.
Por fin la voz de Lanie rompió
aquel momento de incomodidad.
-Te acostaste con una mujer –
decía como para asegurarse de haber escuchado bien, Katherine tan solo asintió-
pero, ¿por qué?
Ahí llegaba la gran pregunta, esa
que durante semanas se había hecho también Katherine.
-No lo sé. Me sentía sola,
triste, estaba convencida de haber destrozado mi oportunidad de ser feliz.
Helen, me hacía reír, lograba que por unos momentos me olvidase de la estupidez
que había hecho. Necesitaba cariño, sentir que aún era importante para alguien.
Tras lo sucedido con Scott necesitaba saber que aún podía tener una relación
sexual sin que mi cerebro hiciese que me bloquease.
-¿Me estás diciendo que sólo fue
por demostrarte que aún podías tener sexo?
-Lanie, no te lo he contado para
ser juzgada. Sólo necesitaba sacarlo fuera, guardar este secreto me estaba
matando.
-No te juzgo. Sólo pienso en que
mi amiga, la de NY, a detective de homicidios, no era así.
-Lo sé. Lanie creo que me he
perdido. Me perdí aquel día en aquellos columpios cuando rechacé a Richard y a
veces siento que aún estoy allí sentada viéndole arrodillado ante mí con aquel
anillo.
-Katherine te lo dije entonces y
te lo repito ahora. Cometiste la mayor estupidez de tu vida, no al rechazar su
proposición si no al dejarle ir.
-Soy consciente de ello. Si
pudiera dar marcha atrás en el tiempo, mi respuesta cambiaría. Le amo, sé que
él es el hombre de mi vida, daría cualquier cosa por cambiar lo sucedido.
- Cariño, lo siento. Siento todo
lo que os ha sucedido. La pregunta ahora es, bueno más bien tengo dos
preguntas. La primera es acerca de Helen – la forense se vio interrumpida por
su amiga.
-Lanie, entre Helen y yo no hay
nada. Aquello fue un error. No voy a decir que me arrepiento de ello, porque no
es así pero nunca volverá a suceder. Sé lo que quiero y a quién quiero. Y esa
persona es Richard Castle. Y lo que quiero es formar una familia con él.
Viendo la seguridad mostrada por
Katherine la forense no tenía ninguna duda de la sinceridad de las palabras de
su amiga.
-Entonces mi pregunta es, ¿qué
vas a hacer para recuperarlo?
-No lo sé. Ni siquiera sé si él
querría volver conmigo. Eso si dejamos a un lado que no está en el país y que
ninguna persona de las que conozco sabe dónde está y si lo saben no me lo
dirían. No creo que ni Alexis ni Martha quieran volver a saber nada de mí mucho
menos intentar ayudarme para recuperar a Richard. Así que no sé que voy a
hacer.
Escuchar aquellas palabras pronunciadas
por su amiga hacían sentir mal a la forense, pero ella había hecho una promesa
y no podía romperla porque de lo contrario ella tampoco tendría forma de
localizar a Richard.
-Tranquila cariño, ya verás como
encontramos una solución. Y todo se termina arreglando entre vosotros.
En aquel instante el móvil de
Lanie comenzó a sonar. Ryan avisaba que él y Jenny iban camino del hospital,
Jenny se había puesto de parto. Ambas amigas dieron por finalizada su
conversación y se dirigieron hacia el centro hospitalario.
Katherine sonreía por fin después
de los peores seis meses de su vida, algo bueno sucedía.
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