Habían pasado cerca de cuatro meses desde que Richard Castle había estado
considerado sospechoso en un asesinato, casi cuatro meses desde que la detective
Beckett había visto como su pasado entraba de golpe en su presente. Durante todo este tiempo ambos habían continuado teniendo contacto,
viéndose a diario, ya que el escritor había logrado, gracias a su amistad con
el alcalde, quedarse como colaborador civil en la comisaria.
Cuatro meses desde que todos los recuerdos y sentimientos que la
detective creía tener encerrados baja cien llaves habían decidido escapar de su
prisión y golpearla casi a diario.
Cuatro meses en los que Martha veía a diario una sonrisa en el rostro de
su hijo. Tiempo en el que ella comenzaba a sentir a su hijo cada vez más cerca,
en el que sentía como aquel hijo que había perdido hace 16 años se iba
acercando a casa.
Cuatro meses en los que el escritor había recuperado su ritmo de escritura
gracias a la decisión que tomó una noche de basar su nueva novela en la
detective Beckett. Tiempo que había hecho que su curiosidad por la detective
diera paso a la admiración que sentía por ella a día de hoy. Tiempo que había
logrado que él sintiera que aquella comisaria era su casa.
Aquella mañana sin embargo en su rostro no había sonrisa, en su lugar
había un rostro demasiado serio y bajo sus ojos se podían ver unas grandes
ojeras lo cual dio a Martha una idea de la mala noche que su hijo había pasado.
Ni tan siquiera Alexis fue capaz de sacar una sonrisa de su padre cuando se le
acerco y le disparo con su pistola láser. Él tan solo la miro y acto seguido se
giro encaminándose hacia su despacho cerrando la puerta del mismo tras él.
Martha no tenía dudas, algo había sucedido aquella noche y por primera
vez en todos aquellos meses sintió miedo. El teléfono de Castle sonó, Martha
vio que la persona que llamaba era la detective y por instinto contestó. Kate
se extrañó que fuera ella la persona que respondió y más aun cuando Martha le
dijo que Castle había dejado su móvil olvidado en la cocina y que el escritor
se había encerrado en su despacho. Martha le relato sus miedos, las ojeras de
Castle, la tristeza que parecía haberse adueñado de él aquella mañana.
Ese día no iba a salir como la mayoría de nuestros protagonistas habían
imaginado al despertarse.
-No se Laine, Martha se escuchaba realmente preocupada –comentaba la
detective a su amiga, ambas habían decidido salir a comer ya que el caso se
resolvió en un momento.
- A ver cariño, ¿por que la preocupación?, todos alguna vez pasamos una mala
noche o nos levantamos con el pie izquierdo pero no por eso hay que hacer un
mundo –decía la forense tratando de quitar hierro al asunto.
- Ya si en el fondeo tienes razón. Sé que es absurdo asustarse porque
Castle haya dormido mal o haya decidido tomarse el día libre de la comisaria.
Pero es que ni siquiera su hija logro que sonriera.
-Pues eso, como tú dices es absurdo. Pero si te quedas más tranquila
porque no te pasas por su casa y le haces una visita.
La puerta del loft fue abierta por una abatida Martha que inmediatamente
se abrazo a la detective.
-Martha ¿qué pasa? –preguntaba la detective un poco descolocada.
-Se ha ido Kate. Hace unas horas ha recogido algo de ropa y ha dicho que
tenía que salir de la ciudad. Por más que le he preguntado la razón lo único
que he logrado sacar de él es que necesitaba espacio y que sentía que se
ahogaba en NY. Sabía que algo pasaba pero no creía que saldría corriendo –decía
la mujer dejándose caer en el sillón totalmente abatida.
-Tranquila Martha, seguro que no será nada y en pocos días estará de
vuelta. Seguro que Gina le está presionando con la entrega de la nueva novela y
ha decidido marcharse para ver si así se libra de ella –decía tratando de buscar una razón lógica para
aquella partida.
-No Kate, Rick entregó la novela hace una semana. Esto no tiene nada que ver con su trabajo. Hace días que
cada noche le oigo gritar. Sé que algo está pasando. Kate solo quiero ayudarle
no quiero verle sufrir, quiero ayudar a mi hijo.
De regreso a su apartamento la detective tan solo podía pensar en lo que
Martha le había dicho. Rick gritaba y lloraba cada noche desde hacía una
semana. Aquella mañana se había levantado demasiado serio y triste y había
decidido marcharse. Qué diablos estaba pasando. Se quedo dormida con varias
preguntas en su cerebro, ¿donde había ido y por qué se había marchado?
Paseaba por las calles de aquella ciudad, se podía sentir una suave brisa
lo cual hacia que el calor de la mañana fuera más llevadero. De su mano como
cada día iba ella. Le iba relatando lo que iban a ver cuando llegaran a su
destino. Aquel día habían decidido visitar la Alhambra.
Aquella ciudad había sido musulmana durante 254 años los que van entre
1238 y 1492 año en que los Reyes Católicos habían logrado por fin su conquista.
De aquel periodo musulmán quedan aun muchos vestigios pero sin lugar a dudas el
más hermoso y conocido es La Alhambra, palacio que durante siglos fue al
residencia del Rey de Granada.
La joven paraba su relato y esperaba que su acompañante emitiera algún
sonido.
-¿Me estás escuchando?–preguntaba harta del silencio de él.
-Eh, claro. Me contabas los años de dominación musulmana –respondía
él poniendo la mejor de sus sonrisas.
Allí en el Generalife en el patio del Cipres donde el agua al circular
nos transporta a un mundo de placer se
encuentra el tronco de un ciprés muerto donde según la leyenda a la sombra del
altivo árbol de reunía la esposa de Boabdil con su amante, él decidió hablar.
-Cariño, cada día doy gracias a que aparecieras en mi vida. Gracias por
llenarla de luz, gracias por demostrarme lo que significa amar. Gracias por
dejarme entrar en tu vida y por dejar que me quede en ella. Sé que eres la
mujer de mi vida, nunca he querido ni querré a nadie como te quiero a ti. Solo
espero que con una vida tenga tiempo suficiente de demostrarte el inmenso amor
que te tengo. Nada podrá alejarme de ti nunca si tú quieres que esté junto a
ti. Quiero pasar el resto de mi vida junto a ti. Quiero que siempre estemos
juntos. Siempre –la mujer se perdía en aquella mirada cargada de amor y
lealtad. Mirada que le transmitía toda la paz que ella necesitaba-
-Siempre –tan solo eso fue lo que ella atinó a contestar.
Un sudor frío cubría su cuerpo,
las lágrimas volvían a surcar su rostro. Maldecía aquel sueño que cada noche
desde hacía una semana no le abandonaba. Quien era la joven que cada noche
cobraba vida en sus sueños. Sentía tan real lo que allí pasaba que no podía
dejar de pensar que tal vez aquello hubo
un tiempo en que fue real. Cada vez que ella aparecía en sus sueños él
encontraba paz y sentía como moría al
despertar y descubrir que ella no estaba junto a él. Ahora lo sabía, no tenía dudas. La mujer de su sueño era a quien siempre
había estado buscando, por eso todas sus relaciones fracasaban porque ninguna
mujer era la que aparecía en sus sueños.
El olor a café y el sonido de unos pasos acercándose hicieron que
levantara la cabeza de los documentos que hacia un rato que estaba revisando.
-Buenos días detective-decía mientras le tendía su café matutino como
venía haciendo los cuatro últimos meses.
Ella trató de disimular el alivio que había sentido al verle de nuevo
frente a ella, de sentir de nuevo ese olor tan característico de él, de sentir
que todo en su vida estaba en orden por el mero hecho de que él estuviera junto
a ella.
-Vaya Castle, pensé que habías decidido abandonarnos – su voz denoto un
tono de reproche que hizo que él se sorprendiera.
-Siento haberme ido de la forma que lo hice, pero debía solucionar algo.
Y bueno ¿ha pasado algo interesante por aquí en estas semanas que he estado
ausente?
La detective se ponía en pie y comenzaba a caminar hacia el archivo.
-¿Me acompañas? y mientras te voy contando y también podrías contarme la
razón de tu huida.
Mientras ellos se dirigían a la zona de archivos la detective le contó los casos que durante la ausencia del escritor habían resuelto. Al finalizar el
archivo ella se giró cruzó sus brazos y espero.
-Y bien, ¿me lo cuentas ya? –realmente ella estaba ansiosa por saber la
razón de la partida al igual que quería saber donde se había metido e incluso
con quien.
-No hay nada que contar detective –viendo como ella alzaba las cejas vio
que no se daría por vencida tan fácilmente- de verdad Kate, no hay nada que
contar. Tan solo necesitaba poner en orden algunas cosas que me estaban
sucediendo. Qué te parece si salimos a comer y hablamos mientras.
La propuesta del escritor era una súplica de tiempo. Necesitaba tiempo
para descubrir cómo encarar las preguntas de la detective.
La capitán Gates en cuanto se entero del regreso del escritor le comunico
que se presentara en su despacho.
Nada más entrar en aquella habitación Gates cerró la puerta y bajo las
cortinas.
-Bueno señor Castle veo que ha decidido volver a esta comisaria. Le debo
confesar que esperaba que su marcha fuera definitiva y que por fin mi equipo
estuviera compuesto solo por policías. Pero ya veo que no va a ser fácil que
eso suceda. Sabe una cosa, no voy a permitir que esto vuelva a suceder. La
próxima vez que usted se ausente sin permiso de esta comisaria yo misma le
pondré de patitas en la calle. ¿Le queda lo suficientemente claro? Y le
advierto que ni siquiera su amistad con el alcalde le librara de salir de aquí
para siempre. Y ahora salga de mi despacho y comunique a mis hombres que tienen
el resto del día libre –cuando ya el escritor estaba a punto de abrir la puerta
la capitán decidió decir algo más- señor Castle, bienvenido a bordo otra vez.
Beckett y Castle decidieron comer en un restaurante italiano cercano al
apartamento de la detective.
-¿Y bien? –Dijo ella incitando al escritor a que comenzase su relato.
-Lo siento Beckett, de verdad que siento la forma en la que me marche.
Debí haber hablado con vosotros antes de hacerlo. Pero ya está hecho ahora ya
da igual. No sé cómo ni cuándo comenzó exactamente, pero de repente necesitaba
alejarme de esta ciudad, necesitaba alejarme de la gente que me rodeaba. Me
ahogaba, necesitaba pensar intentar entender lo que había comenzado a suceder
dentro de mi cabeza. Necesitaba resetearme por así decirlo.
Aquel inicio de conversación como tantas otras veces había trasladado a
la detective en el tiempo. Se encontraba en la puerta de su casa escuchando
como su novio le decía que aquel verano ellos lo pasarían separados porque él
necesitaba curarse.
-Beckett ¿me estas escuchando? –preguntaba el escritor al ser consciente
de que ella hacía rato que estaba ausente.
-Sí perdona, solo estaba recordando algo. Castle, no puedes salir
corriendo cuando te sientas inseguro o cuando algo cruce por tu mente. Tu madre
lo ha pasado realmente mal, Alexis ha llorado cada día porque su padre no
estaba junto a ella. Henry vino en el primer vuelo desde Escocia. Por no hablar
de los chicos que te han estado buscando sin cesar. Detrás de ti hay mucha
gente que te quiere y que se preocupa por ti. No eres solo tú. Ya no Rick, no
es como hace años –esto último lo dijo casi en un susurro y espero que el
escritor no lo hubiera escuchado.
-Lo sé Kate, sé que he actuado mal. Solo puedo tratar de disculparme e
intentar compensar a toda esa gente que ha sufrido mi ausencia.
-Y por lo menos ¿has logrado aclarar algo lo que fuera que pasaba en tu
mente?
-Es algo con lo que tengo que aprender a vivir. Pero ahora sé que no debo
huir de ello tan solo debo aprender a aceptarlo –viendo la cara de la detective
se dio cuenta de que ella aun no sabía la razón de su partida- desde hace unas
semanas mis noches se convirtieron en un infierno. Cada vez que cerraba los ojos
venían a mi mente imagines de lugares, y siempre estaba acompañado en aquellos
sitios. En mis sueños siempre aparece una mujer. Es joven y siempre le prometo
lo mismo que nada ni nadie me separa de ella mientras ella quiera que estemos
juntos. Es una sensación de tranquilidad y paz lo que siento cuando la tengo
junto a mí. Pero de repente ella comienza a desaparecer y a medida que eso
sucede yo comienzo a sentir frío y angustia y todo se vuelve negro a mi
alrededor. Cuando por fin logro despertarme estoy bañado en sudor y siento
miedo -a medida que él contaba lo que le pasaba los ojos de la detective
comenzaban a llenarse de lagrimas que ella trataba de evitar que salieran- por
eso me fui.
-Castle, podías haber hablado con tu madre o conmigo. Nos lo podías haber
contado y sabes que habríamos tratado de ayudarte –finalmente las lagrimas
corrían por sus mejillas.
-Lo siento Kate. Prometo que nunca más me alejare de vosotros sin
contaros la razón –decía tomando las manos de la detective entre las suyas- En
una hora tengo cita con uno de los mejores psicólogos de la ciudad. Voy a
comenzar una terapia, necesito saber todo. Creo que los sueños tienen que ver
con mi vida antes de mi accidente.
Horas después Kate estaba en su apartamento tomando una copa de vino junto
a su amiga.
-Aun existo para él, aunque sólo sea en sus sueños. Estoy en su cabeza.
Pero sigue sin saber que la mujer a la que le prometió amor eterno soy yo. Oh
Laine ¿qué voy a hacer?
-Cariño, ¿aun le amas? –viendo la cara de su amiga supo que aquella
pregunta sobraba- vale, lo haces. Lucha por él. Trata de hacer que él se
enamore de ti. Que se enamore de la mujer que eres ahora. Y si por lo que sea
no lo logras, por fin podrás cerrar ese libro. Cuantas relaciones has tenido
desde aquel año, ¿3, 4? En cuantas lo has intentado realmente. A cuantos
hombres les has dado realmente la oportunidad de entrar en tu corazón. Ha
habido hombres fantásticos que se lo habrían merecido. Lucha por él y si al final no lo consigues por favor continúa
con tu vida. Te mereces ser feliz de una vez.
-Ya, quizás ahora que él va a comenzar la terapia recuerde y todo sea más
fácil. Peor tienes razón voy a intentar que se fije en mi, en la mujer que soy,
que se enamore de la detective Katherine Backett. Voy a luchar por mi amor.
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