La luz que entraba por la ventana despertó al escritor. Giro
lentamente la cabeza buscando Kate, a sus ojos aun le costaban enfocar, pero cuando
por fin logró hacerlo descubrió que junto a él en aquella cama no había nadie.
Se levantó con urgencia, una sensación nada agradable se había
instaurado en él. Salió de la habitación buscando a Kate por la casa, pero no
había rastro de la detective. Volvió a la habitación, busco su móvil y llamó a
la detective, le saltó el buzón de voz. Aquello no podía significar nada bueno.
Se vistió a toda prisa, tomó las llaves del Ferrari y salió en dirección a la
casa de ella.
Una vez frente a la puerta de la detective llamo
insistentemente ante la falta de respuesta decidió usar la ganzúa que había
llevado. Una vez dentro del apartamento de Beckett descubrió que allí tampoco
estaba.
Se sentó un momento en el sillón intentando organizar su
cerebro. Una imagen apareció nítida, Kate sin lugar a dudas había ido en busca
de Volkov. La única posibilidad de encontrar a Beckett era encontrando a
Volkov. Para él la única posibilidad de salvar a Kate era llegando él antes al
lugar donde se encontrase el asesino.
Repasó mentalmente toda la investigación que había realizado,
no había encontrado el lugar donde Volkov residía. Ante él se habrían dos
opciones, la primera era acudir al FBI pero si lo hacía Kate sería considerada
casi una delincuente la segunda era acudir a la gente de los bajos fondos. Aun
conocía a gente que le debía más de un favor, la pregunta es si estarían
dispuestos a ir contra Volkov.
Tras multitud de llamadas logró una cita con Alexei Puskin el
mayor enemigo de Volkov desde la época en la que los dos eran unos simples
delincuentes en Moscú. Aquella cita le costó una gran suma de dinero y no
garantizaba que llegara a tiempo de salvar a la detective, pero aun así sentía
que debía intentarlo ya que se sentía responsable del actuar por parte de la
detective.
La cita con Puskin se llevaría a cabo en el restaurante Uncle
Vania situado en la 315 West 54th street.
Ante el escritor se encontraba un hombre de mediana edad, una
profunda cicatriz le recorría el rostro desde la sien izquierda hasta la
mandíbula derecha. Los ojos eran de un azul intenso, el pelo canoso.
-Señor Castle, siéntese. Es un placer conocerlo, mi hija Anna
es una gran admiradora suya.
-Supongo que debería estar agradecido. Señor Puskin no se si
nuestro amigo en común le ha contado la razón de mi visita.
-Oh, no señor Castle. Antes de hablar bebamos. Brindemos por
habernos conocido. Brindemos porque esta relación que ahora comienza entre los
dos sea fructífera. Bebamos Vodka. Zazdarovie Castle –decía el ruso antes de
beber de un trago su vaso de Vodka.
-Zazdarovie Puskin –decía el escritor imitando a su
interlocutor.
-Bien, y ahora hablemos. ¿Cuál es la razón de su visita?
Nuestro amigo en común solo me ha dicho que me encantaría colaborar con usted.
-Necesito encontrar a Vladimir Volkov –Castle vio como la
pequeña sonrisa que hasta entonces Puskin había tenido desapareció.
-Y ¿porque usted quiere encontrar al diablo? Nadie debería
querer buscar a la muerte. Todos deberían alejarse de ella.
-Necesito encontrarlo antes de que lo haga otra persona.
-Si ya hay alguien tras el diablo, porque querer llegar
antes. No es lógico señor Castle.
-Me siento responsable de que esa persona vaya tras Volkov.
-¿Por qué es usted responsable de la locura de esa persona?
-Hace años Volkov mando asesinar a la madre de esa persona.
Hasta ahora nadie había descubierto que fue él el responsable de aquel
asesinato. Pero yo lo he descubierto, y al darle su nombre he hecho que ella
quiera venganza.
-Ella, así que todo esto es por una mujer.
-No, no es por una mujer. Es por ella. Es por la mujer de mi
vida.
-Ya veo, esto es por amor. Sabe señor Castle las mayores
locuras siempre se hacen por amor. Volkov y yo hubo un tiempo en que éramos
como hermanos, hasta que una mujer se metió en medio. Pasamos de ser hermanos a
ser enemigos. Luchamos por el amor de Vania, y yo gané. Gané una mujer hermosa,
dulce y cariñosa. Perdí un hermano. Mi antiguo hermano me regaló la cicatriz de
mi cara, para que cada día recordara que le había robado a la mujer que amaba.
-Puskin, necesito encontrar a Volkov antes que Kate. Porque
si no ella cometerá un asesinato. Y todo por lo que ha luchado en su vida será
papel mojado.
-Vania nos hizo prometer antes de morir que ninguno mataría
al otro con sus manos. Que ninguno mandaría a sus hombres a por el otro. Pero
no dijo nada de ayudar a un extraño a terminar con el otro.
-¿Eso significa que me dará una dirección?
-Eso significa, que en ese papel que hay delante de usted
encontrará lo que busca. Señor Castle espero que la mujer merezca el precio que
usted puede que termine pagando –dicho eso Puskin se levantó y abandonó el
restaurante.
Castle seguía sin haber podido localizar a Beckett. Estaba
seguro que ella también terminaría encontrando a Volkov, así que debía darse
prisa en llegar a su destino. Decidió hablar con Esposito y Ryan era consciente
de que él solo no podría llevar a cabo aquella misión.
Media hora después de hablar con los policías estos llegaban
a la dirección que el escritor les había facilitado.
-Castle, ¿qué hacemos aquí? –preguntaban ambos al llegar a la
altura del escritor.
- Os necesito. Ahí dentro está el hombre que mandó asesinar a
la madre de Beckett. Tenemos que detenerle antes de que ella llegue, porque sino Kate le matará. Y será acusada de asesinato.
No hubo mucho que pensar, debían hacerlo antes de que ella
llegara. Ninguno quería verla entre rejas.
Espo pese a los ruegos de Ryan le cedió un arma al escritor.
Trazaron un plan. No había vigilancia ya que aquella casa era la que Volkov
usaba cuando se hacía pasar por un ciudadano modelo. Tiraron la puerta de una
patada, y entraron gritando policía de nueva york.
Tan solo se escuchó un disparo. Los policías se miraban no
sabiendo muy bien cuál era el origen del mismo. La casa se quedó en silencio,
el cual fue roto por Ryan cuando comenzó a gritar el nombre de Castle.
Espo gritó a Volvok
que soltara el arma y se arrodillara, ante la negativa del ruso y viendo las
intenciones de aquel no le quedó más
remedio que disparar. Cuando Beckett llegó a la casa, se encontró con
ambulancias, coches patrulla.
Dentro de la vivienda se encontró con el cadáver de Volvok y
al otro lado del salón vio como los sanitarios se afanaban en mantener con vida
al escritor.
Csatle luchaba por su vida, la bala que disparó el ruso le
había dado de lleno. Estaba herido en el pecho.
Kate corrió hacia el escritor, arrodillándose junto a él.
-Rick, no me dejes. Ahora no, ahora que por fin he logrado
recuperarte no me puedes dejar. Te quiero, ¿me oyes? Rick, te quiero.
Los sanitarios desplazaron a la detective y se llevaron en la
camilla el cuerpo casi sin vida del escritor.
Horas después un cirujano salía en busca de los familiares de
Richard Castle.
-El señor Castle ha sobrevivido a la operación –tras aquella
frase se escucharon suspiros de alivio- Durante la intervención ha habido un
par de momentos críticos en los que pensábamos que lo perdíamos, pero los ha
superado. Ahora mismo será trasladado a la UCI, el peligro aun existe las próximas
48 horas son criticas. Siento no poder darles mejores noticias.
-Oh, nos ha dado la mejor noticia posible – decía Martha –
nos ha dicho que mi hijo aun está vivo.
Beckett tras escuchar lo dicho por el cirujano salió de
aquella sala, necesitaba alejarse de aquel lugar. Castle había estado a punto
de morir y ella sentía que era la culpable del estado en el que se encontraba
el escritor.
En el cerebro de Beckett resonaba la frase dicha por el
cirujano, aun existe el peligro, las próximas 48 horas serán criticas.
Nuevamente se sentía perdida, como diecisiete años atrás,
derrotada y un sentimiento que hace años no sintió se asentó en su alma. Se
sentía culpable. Culpable de que en aquellos momentos el escritor se estuviera
debatiendo entre la vida y la muerte. Si no hubiera sido por ella él estaría en
su casa tranquilamente.
Si ella se hubiera parado a escucharle, si hubiera preferido
la justicia a la venganza él estaría bien. Pero eligió la venganza y el resultado fue que el escritor
luchaba por su vida.
No supo cómo había llegado al lugar en el que se encontraba.
La lluvia le había calado hasta los huesos pero hasta ese momento no había sido
consciente de ello.
Se paró ante aquella lapida tantas veces visitada, cayó de
rodillas ante ella y lloró como hacía años.
Tras un rato en aquel lugar tan familiar decidió regresar al
único lugar en el que creyó sentirse en paz.
Encaminó sus pasos hacia la comisaria, el lugar que durante
años había sentido como su casa, el lugar en el que se sentía totalmente
protegida.
Agradeció que el recinto estuviera extrañamente tranquilo. Se
refugió en la sala de descanso. Cayó derrotada en un sillón.
Multitud de interrogantes paseaban por su mente. Como había
sido posible que Castle encontrase antes de ella a Volkov. Ella había usado
todos sus contactos dentro del FBI y pese a ello el escritor llegó antes. Una
duda planeo por su cabeza, ¿cabria la posibilidad de que Castle le hubiera
ocultado información? Rechazó casi de inmediato esa posibilidad, ella sabía que
una vez que él decidía sincerarse no se guardaba nada. Entonces ¿cómo lo había
logrado? ¿A quién habría recurrido?
Miró su reloj tan solo habían pasado seis horas desde que
abandonó el hospital, por lo tanto aún le quedaban cuarenta y dos horas de
angustia.
Amanecía ya cuando decidió abandonar la comisaria, era
consciente de que no podía pasar allí todo el tiempo. Tomó su móvil y realizó
dos llamadas. La primera fue a Gates, le comunicó que se ausentaría del
trabajo, la capitán la entendió y no le puso ninguna pega. La segunda fue a su
padre, le pedía las llaves de la cabaña.
En la soledad de aquel
lugar la detective recorrió toda su vida, poniéndose en paz con la vida y el
destino.
El destino un día le había traído a su vida a un joven
problemático que poco a poco se fue metiendo en su alma. Un joven que le enseño
a disfrutar de la vida, a reírse de las cosas, a ser menos intransigente. Un
joven que le enseñó lo que era el amor. Ese mismo destino fue el que un día le
quiso arrebatar su felicidad. Y lo logró. Ayudado por los miedos del mismo
joven que siempre le había dicho que a la vida nunca hay que temerla.
El mismo destino que cuando ella comenzaba a salir del pozo
oscuro en el que cayó al perder a su amado decidió comprobar si aun podía
aguantar más dolor. Y se llevó a su madre, y cayó ya no en un pozo oscuro sino
tenebroso. Y entonces ella se escondió. Se fabricó una muralla y dejó fuera de
la misma cualquier tipo de sentimiento. Se protegió, esperó durante años que
aquel juego que el destino se traía diera como resultado el siguiente golpe.
Pero antes del golpe, ese destino quiso jugar un poco más. Y
trajo de vuelta a aquella persona que años atrás le había robado. Se lo puso
delante como diciendo ahí lo tienes ¿te lo podrás quedar esta vez?
Y lucho, y jugó y cada vez que parecía que perdería la
partida sacó fuerzas para continuar con aquel luego. Y cuando ya sentía casi el
olor de la victoria llegó el golpe. Duro, seco, como siempre fue a traición.
Pero ahora ya no había miedo porque ahora sabía que eran dos
los que jugaban contra aquel destino. Esta vez sentía que tenía un aliado en su
lucha contra el hado, esta vez sentía que Richard estaba de su lado.
Sonrió, si los dos luchaban por lo mismo, alcanzarían lo que
ansiaban. Alcanzarían cumplir la promesa hecha mucho tiempo atrás.
Y comprendió que él con la ofrenda de sangre realizada le
estaba mostrando que ambos luchaban por su amor.
Su móvil comenzó a sonar. Cuando lo alcanzó y vio quien la
llamaba sintió como su corazón dejo de latir. Al otro lado de la línea Martha
le comunicó que Richard por fin había salido del estado crítico, que estaba
bien, despierto y había preguntado por ella.
Se duchó, se cambió de ropa, tomó su coche y se puso en
camino hacia aquel hospital.
En la puerta de la habitación de encontró con Martha que
salía llevando a Alexis de su mano.
-Oh, querida, has llegado. No sabes cómo te he extrañado –
Kate sentía el reconfortante abrazo de la mujer- Anda entra, te está esperando.
-Gracias, y Martha lo siento. Siento que por mi sed de venganza…
-No hay nada que perdonar Katherine. Ves con él.
Respiró y traspasó aquella puerta que era lo único que le
separaba de todo lo que ella quería.
-Ey, has venido. Por fin estás aquí – la voz del escritor aun
sonaba débil y su rostro reflejaba el peligro vivido pero aun así dibujo una
sonrisa.
-Hola, vaya no te sienta del todo mal la ropa del hospital.
Aunque tengo que reconocer que esa palidez hace que pierdas algo de tu encanto
– dijo la detective tratando de recobrarse de la visión del rostro demacrado que
tenía el escritor.
-Si me tendré que quejar de los pocos rayos uva que me han
facilitado –la sonrisa del escritor se agrandó, él la entendía así que podía
seguirla el juego- Kate, siéntate pero hazlo cerca de mí. ¿Cómo estás? ¿Cómo te
sientes sabiendo que ya todo ha terminado?
-Oh, Rick, tendría que ser yo quien preguntara como estás.
Cariño –ella misma sintió sorpresa al escuchar la palabra salida de su boca- me
asusté tanto al verte tirado en el suelo. Pensé que te perdía, pensé que nunca
podríamos tener la oportunidad de estar juntos. Me daba igual Volkov, sólo
podía pensar en ti, sólo podía pensar en que no podías dejarme sola. Prométeme
que nunca en tu vida volverás a hace algo así –las lagrimas corrían por las
mejillas de Kate desde que ésta había comenzado a hablar.
-Kate, lo volvería hacer otra vez si ello significase que tú
estarías bien –pasó su mano por la mejilla de la detective secando las lagrimas
que encontraba a su paso.
-Rick, no quiero que pongas tu vida en peligro. No si yo no
estoy junto a ti. No vuelvas a hacer nada parecido sin mí. Promételo
-Lo prometo Kate. Sabes hace mucho tiempo te hice otra
promesa, prometí que estaría siempre a tu lado. Siento no haber cumplido
aquella, esta vez no romperé lo que termino de prometer.
El cansancio de aquellos días hizo mella en ellos y
lentamente se quedaron profundamente dormidos sin soltar la mano del otro.
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