Aquella voz sonaba a súplica.
-Katie cariño, por favor escúchame. Nadie te está pidiendo
que te olvides de él, tan solo te decimos que tienes que continuar con tu
vida. Estuviste a su lado durante los 6
meses de coma, ya has demostrado todo. Ahora toca echarse a un lado, darle
espacio.
-No lo entiendes mamá, lo que me estáis pidiendo no puedo
hacerlo. ¿Cómo podéis pensar que voy a salir corriendo ahora? Ahora que él me
necesita más que nunca, ahora es cuando tengo que estar junto a él.
-Cariño, no te decimos que salgas corriendo, tan solo
intentamos que entiendas que esta fase puede ser muy larga y dura, puede que
nunca vuelva. No queremos que huyas, solo que intentes recuperar un poco tu
ritmo de vida. Que le des espacio. –intervenía su padre, intentando
convencerla.
-Que recupere mi vida – la joven cada vez estaba más
alterada, no podía creer lo que estaba escuchando- ¿En serio me estáis pidiendo
que recupere mi vida? Y la suya, ¿qué pasa con la suya? Recuperaré la mía
cuando Rick vuelva a tener una vida.
La joven salía corriendo de
aquella casa. Solo había un lugar en el que seguro la entendían. Solo había
otra persona capaz de entender el dolor que estaba sintiendo. Necesitaba hablar
con Martha, contarle las locuras de sus padres.
El timbre de la puerta hizo
que Henry se encaminara hasta ella para ver quien estaba al otro lado. Al abrir
la puerta la joven se lanzó a sus brazos.
-Cariño ¿qué sucede?
-Oh, Henry. Quieren que le
deje, quieren que continúe con mi vida como si nada hubiera pasado. Cómo pueden
pedir eso. Yo no puedo, solo es que no puedo. – Relataba Kate con un nudo en la
garganta.
-Kate, ven acércate, tenemos
que hablar –no a invitaba, su voz sonaba más a exigencia que a otra cosa.
La joven se acercó a la
mujer, se lanzo a sus brazos y se sintió extrañamente alejada de ella.
-Kate, tenemos que hablar.
¿Quieres beber algo? –algo había pasado, Kate se sentía extrañamente nerviosa
estando junto a Martha- escucha, todo lo que voy a contar vale, solo prométeme
que intentaras entender lo que digo. Kate, ¿me lo prometes?
-Me estas asuntando Martha.
-Kate, solo quiero que
hablemos y solo espero que me escuches hasta el final. ¿Lo prometes?
Una vez que la joven prometió
que escucharía hasta el final, Martha por fin comenzó.
-Sabes, Rick siempre decía
que el universo tiene que estar equilibrado. Que cuando todo a nuestro
alrededor es perfecto deberíamos prepararnos para el golpe que se nos vendrá.
Que si eres feliz, algo aparecerá con el único fin de malograr esa felicidad.
Después de mucho tiempo Rick era feliz, estaba en calma, se sentía bien con el
mundo. Había logrado poner en orden su vida, nada de peleas, termino
definitivamente con las drogas, se olvido de absurdas venganzas. Se centró en
sus estudios, en al grupo de debate, se centró en dar y dejó un poco de lado el
recibir. Se abrió al amor, se enamoró y fue de ti. Cada día salía de esta casa
con una sonrisa en la cara solo porque ese día volvería a verte. Se sintió
morir cuando tuvo que decirte que el verano estaríais separados. Recuerdo su
cara al volver de aquellas vacaciones en España, era el fiel reflejo de la
felicidad. Por fin, había logrado curarse y podría dar todo el amor que su
corazón albergaba. Una noche estaba extrañamente serio. Cuando le pregunte qué
pasaba, me miró y solo me dijo: “madre, es todo demasiado perfecto”. Le miré y
en sus ojos vi miedo. Miedo porque ya él estaba esperando la llegada del golpe.
Le intenté convencer que eso era una tontería. Que no tenía que pasar nada
malo. – Martha paró un segundo, necesitaba respirar, necesitaba no emocionarse-
Pero él tenía razón Kate, el golpe se acercaba, y fue demasiado duro. Casi
muere, por dios. Mi hijo ha estado a punto de morir, y por fin ha regresado.
Solo que ya no es mi hijo –no podía más, las lágrimas abandonaban sus ojos,
para perderse por su cara.
-Martha, claro que es tu
hijo. Es Rick, es él. Solo tenemos que ayudarle un poco – Kate sujetaba las
manos de Martha, las mantenía entre las suyas.
-Kate, por favor. No soy
tonta. Rick ha regresado, pero no el Rick que ambas conocíamos. De aquel que se
subió una mañana a su coche para venir a verte, no queda nada. Ni su voz, ni su
mirada, ni su sonrisa… Y no es su culpa, es el precio que ha tenido que pagar
por volver a nosotros. Ahora, le toca comenzar su lucha. La primera batalla la
ganó, está vivo. Ahora queda la batalla más dura y más importante. Necesita
volver a ser una persona capaz de valerse por sí mismo. Y en esta batalla no
puede llevar lastres –por primera vez desde que comenzaron la conversación
Martha no pudo mantener la mira a la joven.
-Martha…
-Kate, deja que continúe. Te
lo suplico. Ahora comienza su lucha por aprender a caminar, hablar, leer,
escribir, comer solo. No sabemos si lo logrará o se quedará por el camino. No
sabemos si algún día será capaz de saber quiénes son la gente que le rodea. Y
no es en intentar descubrir quienes somos en lo que debe centrar sus esfuerzos.
-Martha, no. Tú también no
puedes estar diciéndome que debo alejarme, que debo seguir con mi vida. Rick es
mi vida. No puedo alejarme sin más, tengo que estar junto a él, ayudándole a
empezar de nuevo –con cada palabra dejaba escapar un poco de su dolor, del
dolor que la estaba consumiendo-
-Kate, lo siento. – clavo su
mirada en la joven sabiendo que lo que iba a decir la dolería más que nada- no
soy yo, ni tus padres, quienes queremos que te alejes. Es Rick, quien ha
decidido que no te quiere en su vida. No sabe quién eres, no siente nada por
ti, se siente angustiado por tu presencia. No te quiere en su vida, ni a ti ni
a nadie que le intente recordar su vida anterior.
Kate salió corriendo de
aquella casa, salió a la calle y continuó corriendo, recorriendo las calles de
NY, sin detenerse no podía parar, porque sentía que si paraba todo se volvería
real.
No sabía cómo había llegado
hasta allí, pero decidió subir, abrir la puerta de aquella habitación, y mirar
la persona que se encontraba sentada en un sillón.
-Rick, dime que no es cierto
– las lagrimas aun continuaban surcando su rostro- Rick mi amor.
Posó sus labios en los del
joven, y un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir la frialdad de aquel
muchacho.
-Kate, sal habitación. No
aquí, no más – con dificultad las palabras lograron salir de su garganta.
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