Aquella tarde recorría
Stonehaven, dirigiéndose a las afueras para llegar al acantilado sobre el que
se asientan a día de hoy las ruinas del Castillo de Dunnottar. Una vez que
llegó hasta los pies de aquel acantilado dejó caer su cuerpo sobre los verdes
pastos que lo rodean y perdió su mirada en el mar.
Llevaba en Escocia casi mes y
medio, y realmente comenzaba a pensar que ya iba siendo hora de volver a casa,
de volver a ella.
Ella, como en poco tiempo se
había convertido en alguien tan importante para él. La necesita en su vida,
necesita sentirla cerca de él, notar su mano en la suya al caminar. Necesita
perderse en su sonrisa, en sus ojos, necesitaba ver a través de ella.
¿En serio era necesario continuar
alejado de ella? ¿Necesitaba aun estar lejos de la ciudad que durante años
había mostrado lo peor de él?
Sus heridas estaban sanando y según
se cerraban se abría el vacío que sentía por no tenerla al lado.
Estaba decidido, al volver a casa
se lo diría.
Kate estaba preparando su
ensalada, ese día no le apetecía comer nada más. Se sentía algo decaída, aquel
verano se le estaba haciendo muy cuesta arriba. No estaba saliendo como ella
había pensado cuando aun estaban al final de la primavera. En su mente aquel
verano iba a ser genial, ella y Rick lo pasarían juntos. Incluso en su mente se
había presentado la imagen de ellos pasando unos días a solas en la cabaña de
sus padres. Pero nada de lo que ella había imaginado sucedió. Él necesitó
alejarse, y con él se fueron las ganas de disfrutar el verano.
Estaba pensando en cuando fue
exactamente el momento en el cual él se había convertido en ese ser especial
cuando el sonido del teléfono le hizo volver a la realidad.
-Katie, hola ¿qué hacías?
-¿Rick? ¿Estás bien? ¿Ha pasado
algo?
-No nada, tranquila. Es que no
podía esperar a la noche para hablar contigo. Te extraño demasiado.
- Menos mal. Por un momento me
asusté –una sonrisa terminaba de aparecer en su rostro- así que ¿me extrañas?
-Claro, bobita
-Bien, eso me gusta. Y
exactamente, ¿cuánto me extrañas? –Preguntaba con voz mimosa.
-Mucho mi niña. Más de lo que te
puedas creer. No sabía que se podía echar tanto de menos a una persona.
-Bien. Yo también te extraño. –su
voz sonaba vergonzosa.
- Eso está bien. Los dos nos
extrañamos. Lo cual me lleva a la razón por la cual te llamo. En una semana
Henry se va de vacaciones a España y me ha dicho que vaya con él…
- Dejáis Escocia y os vais al sur
de Europa ¿no? –Joder, pero cuando narices va a volver, pensaba Kate.
- Pues la idea es esa. Y entonces
he pensado. Kate ¿por qué no te vienes con nosotros?
- ¿Perdona? –No creía lo que
terminaba de escuchar.
- Bueno veras he pensado que
podías venir a España con nosotros y luego ya tú y yo volvernos juntos a casa.
¿Qué te parece? – Su voz denotaba ilusión.
- Pero cariño, ¿lo dices en
serio?
- Claro que lo digo en serio. No
voy a bromear con que quiero verte, tenerte cerca, ver tu sonrisa, besar tus
labios, perderme en tus ojos.
- Ya, pero… estás loco. ¿De dónde
saco yo el dinero para ir a España? joder, la idea es genial, incluso aunque no
estemos solos
- En eso no había pensado. Espera
un segundo que no sé qué me dice Henry. ¿Qué? Que no Henry, ni de coña. Ehhhh
devuélveme el teléfono…
-Hola ¿Kate? Soy Henry. ¿Cómo va
todo por NY?
-Ehhhh, hola Henry, bien, todo va
bien.- contestaba muerta de vergüenza la joven.
- Me alegro, bueno entonces qué
¿te animas a ir a España con este par de locos? Espero que digas que sí, porque
aquí el niño está de un melancólico que no se puede aguantar.
- Me encantaría de verdad Henry,
pero el viaje debe ser un pelín caro y estoy casi sin blanca.
- O sea que ¿si tuvieras el
dinero para el billete la respuesta seria afirmativa?
- Pues si tuviera el dinero y mis
padres me dejasen, entonces la respuesta seria sí.
- Ok, preciosa, tomo nota. Te
devuelvo a tu novio, para que terminéis vuestra conversación. Me ha encantado
hablar contigo preciosa, no sé porque no lo hemos hecho antes.
Media hora después la llamada
terminó. Ambos se habían quedado con una sensación rara.
Aquel domingo llegó hasta Kate el
olor a tortitas recién hechas, eso hizo que saliera corriendo de la cama,
dejase su habitación y se sentase a la mesa de la cocina.
-Buenos días papá, buenos días
mamá.
-Buenos días preciosa –decía su
padre dejando un beso en la mejilla de su hija- ¿qué tal has dormido?
- Muy bien.
-Katie cariño y mi beso –decía su
madre con voz de niña pequeña-
- Ya va ya va, te has levantado
mimosilla - decía la hija.
- ¿Mimosilla yo? Anda ya –decía
la madre intentando sonar ofendida- lo que hay que escuchar por pedir un beso
de mi única hija.
- Jajajajaj –reían padre e hija.
- Bueno y ¿qué planes tienes para
la próxima semana?
- Me preguntas a mí, ¿papá?
- Claro a quién va a ser, los
planes de tu madre ya los sé, son los mismos que los míos.
- Vaya, os habéis levantado hoy
muy graciosos los dos, ¿no?
Ahora eran los padres quienes
soltaban una carcajada.
-Pues no tengo nada especial
pensado. Supongo que quedaré con los chicos. Pero vamos, nada especial. Como ha
sido todo mi verano – decía con tristeza.
-Vaya, pues yo pensaba que
andarías muy ocupada preparando maletas-decía su padre.
-¿Preparando maletas? –Preguntaba
una totalmente perdida Kate- y ¿para qué narices iba a tener que preparar
maletas?
-¿Como que para qué? –Decía la
madre- no pensaras ir a España sin ropa ¿no?
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