Ayer le vi, ya no está como mi
cerebro se empeña en enseñarme cada cierto tiempo, pero su sonrisa continua
iluminando una estancia, sus ojos siguen teniendo el brillo de quien se sabe en
paz.
En sus ojos se marcaban un poco
más las arrugas, las primeras canas pintaban sus sienes, su barba era blanca, pero
aun así seguía siendo el mismo hombre que se llevó mi corazón tanto tiempo
atrás.
Su voz resonó en aquel lugar,
continuaba haciendo que con tan solo pronunciar una palabra la gente de su
alrededor se parase a escucharle. Yo como todos los allí presentes dejé lo que
un segundo antes hacía y esperé para poder escuchar lo que él decía.
Antes de continuar su a locución
sentí como clavaba su mirada en mí, no pude por menos que comenzar a
sonrojarme. Aquel hombre continuaba teniendo un poder extraordinario sobre mí.
-Disculpen, será mejor hacer un
receso antes de continuar – dijo con su profunda voz al tiempo que comenzaba a
descender del escenario.
Me levanté inmediatamente
tratando de salir de allí cuando descubrí que sus pasos se dirigían hacia mi
asiento.
Aceleré el paso por el pasillo
una vez logre abandonar aquel salón, estaba a punto de lograr traspasar la
puerta y volver a ser libre cuando escuché nuevamente aquella voz.
-La vida te ha tratado bien.
Aquellas cinco palabras hicieron
que mis pies dejasen de moverse, que mi corazón comenzase a bombear con rapidez.
Me giré y allí estaba él, mirándome con fijeza.
-La vida te ha tratado bien –
repitió al tiempo que se acercaba más a mí.
Un tímido –gracias- fue lo único
que logré decir.
-Por nada – respondió él – sólo digo
la verdad.
Ambos nos quedamos en silencio,
perdidos en los ojos del otro, el tiempo dejó de existir, podía escuchar el
latido de su corazón acompasado con el mío.
-¿Por qué? – logré por fin preguntar.
-Por miedo – contestó él- miedo a
vivir, a sentir, a ser feliz. La posibilidad de ser feliz te aterró y decidiste
abandonar.
Una furtiva lágrima rodaba libre
por mi rostro, me giré tomé el picaporte de la puerta y salí. Sabía que él
nunca me seguiría.
-El mismo miedo que ha vuelto a
hacer que te vayas sin poder hablar contigo – le escuché aún decir.
Corrí, necesitaba alejarme de
allí, porque nuevamente él tenía razón, porque había bastado unos minutos a su
lado para saber que nunca le iba a olvidar. Aquel hombre pese a los años
pasados continuaba estando dentro de mí. Y todo lo que me hizo alejarme de él
tantos años atrás había vuelto a aparecer.
Ayer le vi, y descubrí que por
muy lejos que vaya, por mucho que intente luchar, él siempre será mi amor. Pero
sigo siendo una cobarde. Hace años elegí vivir a medias, y ayer lo volví a
escoger.
No hay comentarios:
Publicar un comentario