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Nuevos Tiempos
-Pase lo que pase, decidas lo que decidas –por fin se ponía en pie, se
giraba hacia ella y se arrodillaba con un anillo entre sus dedos - Katherine
Beckett, ¿quieres casarte conmigo?
-Richard, lo siento. Lo siento mucho. Pero ahora no puedo aceptar. Han
pasado muchas cosas estos días entre nosotros. Mejor dicho vienen pasando desde
hace semanas –ella le miraba, seria, intentando ver los ojos de su acompañante-
Cosas que me han hecho replantearme lo que existe entre nosotros. Ahora mismo
no sé si lo que estamos viviendo es real, o tan sólo nos hemos dejado llevar
por años de tonteo.
Aquella frase llevó a nuestros
protagonistas a un largo viaje en el que pudieron conocerse mejor a ellos
mismos y en el que descubrieron que pese al dolor seguían enamorados.
-Ya. Richard – decía sentándose nuevamente junto a él- lo siento. No
fui capaz de decir que eras todo para mí. No fui capaz de abrirme totalmente a
ti. Sentía pánico, pánico a que un día descubrieras que no era yo la mujer de
tu vida. Y dejé que ese miedo destrozase nuestra vida. Perdóname, nunca quise
hacerte sufrir. Eras mi vida. Tuve que perderte para ser totalmente consciente
de que sin ti no brilla el sol. Cuando te vi marchar, supe que nunca te podría
olvidar. Por qué ¿cómo se olvida el AMOR? – Las lágrimas corrían por sus
mejillas- El resumen es sencillo, te amo. Richard te amo, y quiero pasar el
resto de mi vida junto a ti – decía tomando las manos del escritor entre las
suyas.
-Lo siento. Beckett, el hombre del que crees estar enamorada no existe.
Hace ocho meses salió de este país totalmente destrozado. Llegué a España, y
conocí a gente maravillosa. Me enseñaron otra forma de vivir. Me fui a la India
a trabajar de voluntario en una ONG española – la detective le miraba
totalmente sorprendida- y me redescubrí. Me gustaba lo que hacía y en lo que me
estaba convirtiendo. Y entonces pasó. Me recuperé. Tu abandono dejó de doler.
Poco a poco, ellas lograron que me abriera nuevamente a la vida.
-¿Ellas? – Katherine estaba empezando a sentir como le faltaba el aire,
recordaba aquel “cariño ya está lista la cena”.
-Sí, ellas. Beckett, en mi vida han cambiado muchas cosas desde aquel
día en los columpios. Tengo una relación y dos nuevas hijas. Uma y Laskmi
tienen 16 y 4 años. Son dos niñas indias que perdieron a toda su familia, y no
podía permitir que las separasen. Y Kenya siempre ha estado ahí, a mi lado.
Incondicionalmente. Ni Kenya ni yo buscábamos una relación seria, pero poco a
poco ambos nos hemos ido metiendo de lleno en ella – Katherine lloraba- Lo siento,
pero es tarde. Quiero a Kenya, tal vez no de la misma forma que te quise a ti.
Tal vez nunca logre amarla como te amé a ti. Pero la quiero, y quiero que sea
parte de mi nueva familia.
Por el camino encontraron nuevos
amigos que les abrieron los ojos, viejos enemigos se transformaron en amigos.
Helen y Emma no sabían que decir, sólo miraban a Kate la cual hacía
varios minutos que estaba muy lejos de aquella cafetería. Katherine tenía la
mirada perdida, las lágrimas bañaban su rostro y entre sus manos sujetaba una
foto como si en ello le fuse la vida. Las jóvenes se estiraron un poco para
poder observar aquella imagen, en ella se veía una pareja con una gran sonrisa
dibujada en su cara, parecían felices.
-Kate, ¿qué vas a hacer para lograr volver a vivir lo que se refleja en
esa foto?
Al final los que vivían la
historia desde fuera era los que tenían la mejor visión.
-En el fondo da lo mismo lo que tú quieras o desees – intervenía Josh
haciendo que ambas mujeres le miraran sin entender a qué se refería- Da lo
mismo que tú le ames, o que desees vivir con él, porque lo vuestro sólo irá
tirando hasta que ellos vuelvan a estar juntos.
-¿De qué estás hablando? – preguntaba Kenya
-Kate y Castle, de ellos estoy hablando. Ellos nacieron para estar
juntos, se aman, da lo mismo lo que haya pasado entre ellos, se aman. Por eso
te digo que da lo mismo lo que tú desees, es su amor el que terminará
decidiendo y por lo que conozco a ambos, tienes todas las de perder. No porque
ellos quieran hacerte daño, si no porque su “misión” es estar juntos. Pueden
tardar más o menos, pero volverán a estar juntos. Es como golpearse contra un
muro de hormigón –concluía el médico.
Historias del pasado por fin
terminan.
-Mamá, todo está bien. Por fin puedes descansar en paz. Hoy el círculo
se ha cerrado. El senador ha sido detenido, será juzgado y condenado. Por fin
eres libre, por fin papá estará en paz, por fin podré vivir. Lo logré mamá,
vencimos – decía cayendo de rodillas sobre aquella tierra- somos libres -Tras
unos minutos en los que tan solo se escuchaba su llanto, se hizo el silencio,
se puso en pie, acarició aquella lápida y por fin en su rostro se dibujó una
sonrisa- ¿Sabes? Él está aquí, pese a todo lo que nos ha pasado él está junto a
mí. Todo lo que ha pasado hoy ha sido gracias a él, el hombre que un día entró
en mi vida como un tornado para ponerla patas arriba es el mismo que ha logrado
traerme la paz. Es mi vida, te gustaría ver cómo soy cuando está junto a mí. Me
hace volver a ser la joven que era tu hija. Los años de tinieblas han
terminado, y es él quien lo ha logrado. Él me ha devuelto la vida, y hoy sólo
ha sido la culminación, el cambio empezó el día que le conocí.
Y Por fin darse cuenta de que su
AMOR es para siempre.
-Somos idiotas – dijeron ambos a la vez.
-Deberíamos estar disfrutando de lo que tenemos, y celebrando que por
fin has logrado hacer justicia. Y en lugar de eso, estamos aquí a las cuatro de
la madrugada tratando de entender qué narices estamos haciendo.
-Rick – tomaba las manos del escritor entre las suyas- ¿y ahora qué
hacemos? –preguntó con miedo Kate.
-Dejar de ser unos críos y arriesgarnos – contestó acariciando la
mejilla de la detective- pero vayamos con calma. Y por favor, esta vez hablemos
cada vez que nos de vértigo lo que sentimos o cuando algo se nos esté pasando
por la cabeza.
-Te quiero Rick.
-Yo también a ti.
-Te amo Kate, sólo quiero pasar el resto de mi vida junto a ti.
-Eso espero Rick, porque si algún día decides dejarme juro que te
pegaré un tiro – ambos sellaron esa promesa con un beso.
Y llegó el momento de salir
definitivamente de la cueva.
-Te amo, te lo he repetido muchas veces estos últimos meses, pero nunca
me cansaré de decírtelo. Hemos perdido mucho tiempo por culpa de mis miedos, y
no quiero perder ni un minuto más. Sé que Laskmi necesita tiempo, para aceptar
lo nuestro y lo tendrá, pero aún así – Kate se ponía en pie se giraba para
quedar frente al escritor y flexionaba una de sus rodillas hasta tocar con ella
la tierra- Richard Alexander Rodgers, ¿quieres casarte conmigo? – preguntaba
mientras mostraba al escritor una alianza.
-Kate – la tomaba del brazo haciendo que se levantase- te amo, eres la
mujer de mi vida, nunca ninguna mujer me ha hecho sentir ni la mitad de las
cosas que me haces sentir tú. Pero – escuchar que había un pero borró de golpe
la sonrisa del rostro de la detective- si quieres saber la respuesta tendrás
que venir a la India a la presentación de mi libro.
-¿Qué clase de respuesta es esa? – Kate se había quedado totalmente
fuera de juego con la respuesta dada por el escritor.
-La que te puedo dar aquí, ven a la India y
sabrás la respuesta.
Hoy en Nuevos Tiempos
Era una noche fría de
diciembre, un 24 de diciembre de 1978, un pequeño niño rubio con increíbles
ojos azules se sentaba en el regazo de Papá Noel, ese había sido su sueño desde
siempre, poder acercarse hasta el hombre de rojo y pedirle su deseo.
- Y ¿a quién tenemos aquí?
-Soy Richard, Richard Rodgers.
- Y ¿Cuántos años tienes?
-Diez.
-Vaya, ya eres un poco mayor
para sentarte en mis rodillas.
-Nunca se es mayor si se cree
en la magia – contestó el niño seguro de sí mismo.
-Pues, tienes razón. Y ¿Cuál
es tu petición para Papá Noel?
-Quiero ser feliz. Quiero que
mi madre no tenga que preocuparse por lo que vamos a comer mañana o por cómo
vamos a pagar el alquiler. Quiero conocer a mi papá. Quiero pasar mi vida junto
a la mujer a la que ame.
-Vaya, tienes las ideas muy
claras. Y ¿cómo se llama la mujer de tu vida? – preguntó el hombre de rojo
alborotando el pelo del niño.
-No lo sé aún no la conozco –
contestó totalmente serio el pequeño- pero cuando aparezca la reconoceré.
-Vaya y ¿cómo puedes estar tan
seguro de reconocerla?
-Porque sentiré que estoy
completo – contestaba bajándose ya de las piernas del hombre- y porque entenderé
las canciones.
Demos ahora un salto en el
tiempo, navidades de 1984, fijémonos en un matrimonio cualquiera que lleva de
la mano a su pequeña hija.
-Katie cariño, es navidad,
¿por qué no pides un deseo a Papá Noel?
-Pero papi, Papá Noel no
existe.
-Cariño, no pierdes nada por
pedir tu deseo, tal vez la magia exista.
-La magia existe lo que no es
real es Papá Noel – la pequeña Katie se cruzaba de brazos.
-Pues si crees en la magia,
tal vez si pides un deseo, aunque Papá Noel no sea real, se termine cumpliendo.
-Vale, pero sólo lo haré
porque creo en la magia.
Pese a su inicial reticencia
la pequeña Katie se acercó al hombre de rojo, más que nada lo hacía por la
tremenda ilusión que tenían sus padres. Ellos adoraban las navidades, a ella
también le gustaban pese a saber desde los tres años que Papá Noel no existía,
cómo iba a llevar los regalos por las chimeneas si ellos no tenían una.
-Hola preciosa, dime ¿cómo se
llama esta pequeña princesa?
-Katherine Beckett, pero mis
amigos me llaman Kate y mis papás Katie – contestó totalmente segura.
-Y ¿cuántos años tienes?
pequeña Kate.
- El mes pasado cumplí seis.
-Vaya, pues casi te puedo
felicitar aún. Y ¿cuál es el deseo que le quieres pedir a Papá Noel?
-Quiero ser tan feliz como lo
son mis papás – sin esperar una respuesta la pequeña Katie se bajó de las
piernas del hombre y salió corriendo hacia donde se encontraban sus padres.
El hombre de rojo se volvió
hacia uno de sus elfos.
-Elfo1, esa pequeña se ha ido
sin darme tiempo a darle su piruleta, llévasela tú.
El elfo cogió una de las
piruletas de la bolsa de golosinas y un pequeño diario de su bolsa de regalos y
salió corriendo en dirección a la pequeña.
-Perdona, te has ido sin tu
regalo – tocaba a la pequeña en el hombro.
-¿Qué regalo? – preguntó
sonriente
-Es una piruleta y un regalo
sorpresa.
-¿Regalo sorpresa? – preguntó
ilusionada.
-Sí, pero para que te lo pueda
dar debo conocer tu nombre, porque igual me equivoco de niña y no es para ti –
contestaba el elfo sonriendo.
La pequeña miraba a sus padres
sorprendida.
-Venga cariño, dile al elfo
cómo te llamas – la animaba su madre.
-Soy Kate, y ¿tú cómo te
llamas?
-Soy Ricky. Y por lo que pone
en este papel, el regalo sorpresa es para ti – a lo lejos se escuchó como otro
elfo llamaba al que hablaba con la niña- espero que te guste, me tengo que ir
pequeña Kate – se despidió de la pequeña dejándole un beso en la mejilla.
Cuando el elfo se había
marchado la niña miró a sus padres como pidiendo permiso para abrir su regalo.
-Venga Katie, abre el regalo y
así sabremos qué es.
-Ya voy papi – Katie rasgó el
papel y cuando vio lo que contenía el paquete en su rostro se dibujó una gran
sonrisa- Mira papá, mira mamá ¡es un diario!
-Vaya, que suerte tienes con
lo que te gustan a ti los diarios, pero ¿cómo podía el elfo saber que te gusta
escribir? – preguntaba sonriente la madre.
-Magia – contestaba totalmente
convencida la niña.
A veces, y sólo a veces los
sueños se cumplen, a veces todo aquello que pedimos se hace realidad y aquello
que anhelamos conseguir se transforma en realidad.
Una pareja tomada de la mano
está sentada esperando que su vuelo despegue con destino a la India.
-Kate te va a encantar, la
India es un país increíble, está lleno de contrastes, de olores, de colores,
sus gentes te enamoraran.
-Castle, no tienes que
convencerme, ya estoy montada en el avión – decía ella sonriendo.
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El bullicio de Delhi comienza
a sentirse desde que pones un pie en su aeropuerto y se deja sentir mientras
atraviesas sus calles. En esa ciudad los implicados en la presentación del
nuevo libro de Richard Castle daban los últimos retoques para que todo estuviera
listo para la gran fiesta.
El lugar escogido para la
presentación había sido el hotel Shangri-La Hotel New Delhi, situado en el
casco histórico y a poca distancia de Jantar Mantar y Fuerte Rojo.
A Paula le hacía gracia el
saludo que los empleados del hotel hacían a todos los huéspedes que llegaban,
el personal usaba el antiguo saludo de la tradición india, una reverencia.
Kenya, Josh y Gaby intentaban en vano convencerla para que dejase de mirar a
los hindúes con ojos occidentales.
Tras terminar de supervisar
todo, Paula, Josh, Kenya y Gaby abandonaron el hotel para visitar parte de la
ciudad, tan solo eran las nueve de la mañana. La primera parada fue el Fuerte
de Delhi también conocido como Fuerte Rojo por el color de la construcción.
El Fuerte Rojo, está situado a
orillas del río Yamuna al igual que toda la ciudad de Delhi, fue un antiguo
palacio musulmán. La puerta principal de entrada al palacio se conoce como Naqqar
Khana ("casa del tambor") porque allí se encontraba la galería
superior destinada a los músicos. Después de cruzar esta puerta aparece otro
espacio abierto que servía como patio del Diwan-i-Am, pabellón destinado a las
audiencias públicas. Este pabellón estuvo en su día decorado con piedras
preciosas. En el centro del Diwan se encuentra un trono especialmente decorado,
concebido como una copia del trono de Salomón.
Tras la visita al fuerte, los
tres amigos llevaron a Paula a ver el Rashtrapati Bhavan, diseñado como el
punto central de Nueva Delhi durante el dominio británico, hoy este palacio es
la residencia oficial del Presidente de la India.
-Si quieres ver el cambio de
la guardia, podemos venir mañana, pero tiene que ser antes de las 6:30 de la
mañana –comentaba Gaby a la publicista.
-No es necesario, ¿quién en su
sano juicio vendría de visita a esas horas?
-Paula, ten en cuenta que en
las horas centrales del día llegaremos a los 40 grados centígrados y a eso
tienes que sumarle la humedad. O vienes a esas horas o ni de coña puedes estar
de pie viendo el cambio de guardia al sol – contestaba Josh, ya un poco cansado de la actitud de la mujer.
Tras esas dos visitas y dadas
las altas temperaturas que padecían a esas horas decidieron regresar al
edificio que la Fundación Vicente Ferrer tenía en la ciudad y en la cual todos
salvo Paula estarían instalados hasta que pasase la presentación del libro.
Una vez los amigos se
encontraron solos comenzaron a preparar el resto de los días para todos los
amigos que llegarían para la presentación.
-Castle me pregunta en un mail si tenemos todo listo.
-Está todo preparado, tan solo queda saber si
definitivamente será a las nueve de la noche – miraba su agenda Kenya.
-Pues o es a las nueve o a las siete, no hay más opciones, y
dado que Castle no ha dicho nada seremos nosotros los encargados de escoger la
hora. ¿Vosotras que pensáis?
-A las nueve quedará todo mucho más bonito y además las
temperaturas ya no serán tan elevadas y eso será de agradecer.
-Gaby tiene razón, dile a Castle
que será a las nueve y que todo estará listo – decía Kenya mirando a su amigo.
-Vale, ahora le mando un mail,
pero ya no lo verá hasta que el avión tome tierra. Por cierto, en una hora
deberíamos ir saliendo hacia el aeropuerto.
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El vuelo estaba siendo totalmente
relajado, el escritor había logrado que la editorial le pusiera a su
disposición el avión de la compañía, aquello hacía que el viaje no tuviera nada
que ver con uno comercial.
Kate miraba como Castle y las niñas dormían, ella lo había
intentado pero no puedo conciliar el sueño, finalmente decidió levantarse y
acercarse hasta el resto de los adultos.
-Katherine querida, siéntate con nosotros, mi hijo es poco
caballero.
-Se ha quedado dormido hace un rato, las niñas casi se han
dormido al despegar. ¿Qué hacíais vosotros?
- Planificar un poco lo que haremos en Delhi, el abuelo ha
estado varias veces y nos comentaba lo que deberíamos visitar.
-Castle también me ha comentado
sitios a los que deberíamos ir. Su idea es que también vayamos a Anantapur a
visitar la Fundación, pero yo no tengo tantos días libres en una semana debo
estar de regreso en NY y por lo que él querría hacer deberíamos estar aquí casi
un mes.
-Bueno Kate, seguro que logras
convencerlo y dejar lo de Anantapur para otro viaje.
-Eso espero Lex, porque si no
Gates es capaz de mandarme de regreso a DC.
-No por dios, otra vez separados
mi hijo y tú no – Martha exageraba su gesto haciendo que todos comenzasen a
reír.
Tras continuar con las bromas
durante un rato, Martha, Alexis y Hunt decidieron dormir un rato o al menos
intentarlo, fue el momento escogido por Kate para regresar a su asiento. Una
vez en él decidió abrir su e-book y continuar con su lectura. Por aquellos días
la detective andaba inmersa en un nuevo libro “Volver a Empezar” de una
escritora nueva Anver. Se lo había recomendado su vieja amiga Rayna, y la
verdad es que su lectura le resultaba muy entretenida además de recordarle en
muchas cosas a cómo había sido su relación con Castle.
Castle, aún no había contestado
su propuesta de matrimonio, por mucho que ella le había preguntado durante las
dos últimas semanas no había obtenido una respuesta diferente a la que ya le
dio en los columpios.
Acercarse a su destino final le
provocaba ansiedad, él debía contestarle en la India, por mucho que su parte
lógica le decía que no le haría ir hasta allí para decirle que no se casaría
con ella existía otra parte, la miedosa que le repetía que la propuesta de
matrimonio había sido una mala idea. Volver su rostro y encontrarse con los
ojos azules de Castle mirándola fijamente con esa expresión de amor que siempre
tenían al estar juntos la tranquilizó, le hacía saber que no tenía nada que
temer.
-¿Has dormido algo? –preguntó él
al tiempo que se incorporaba y la besaba.
-No, nada los nervios no me han
dejado. He estado hablando un rato con tus padres y Alexis, y cuando ellos se
han quedado dormidos me he puesto a leer.
-Vaya, pues mañana cuando
lleguemos estarás cansada.
-Bueno, pues dormiré, la
presentación no es el mismo día que llegamos ¿no?
-No, es dos días después.
-Bien, entonces podré
recuperarme. No hay que preocuparse.
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Cuando el avión de Castle y sus familiares tomó tierra y salieron con sus
equipajes por la puerta de llegadas internacionales del aeropuerto
internacional de Delhi la detective Beckett fue “secuestrada” por Kenya y Gaby.
-Ve con ellas – fue lo único que Castle le dijo a su novia
al ver su cara de sorpresa.
Pese a la reticencia que sentía Beckett se dejó llevar por
las dos mujeres.
Gaby vendó los ojos de la
detective tan pronto subieron al coche que les estaba esperando. Por mucho que
Kate preguntó que significaba todo eso, no obtuvo ninguna respuesta. El coche
se paró frente a las puertas del Shangri-La Hotel, las tres mujeres descendieron
y una vez en el majestuoso hall se encaminaron hacia la zona de los ascensores,
pulsando una vez dentro de uno de ellos el piso 10.
Kate se dejaba llevar por ambas
mujeres, cada una de las cuales le llevaba por uno de sus brazos, Kenya sacó la
tarjeta de su bolsillo y abrió la puerta de la suite que habían escogido para
la detective y el escritor.
Una vez dentro del dormitorio
llevaron a Kate hasta la zona del salón y la hicieron sentar en uno de los
sillones, sólo entonces quitaron la venda de los ojos de la detective.
-Námaste Kate – dijeron a la vez
ambas mujeres.
-Námaste ¿y ahora me vais a
contar qué narices pasa? – preguntaba algo enfada la detective.
-Relájate, te prometemos que no
es nada malo. Sólo déjate llevar y disfruta de todo lo que pase a partir de
este momento – contesta Kenya al tiempo que le tiende una copa de champagne.
A los pocos minutos unos golpes
en la puerta hicieron que Gaby se dirigiera hasta allí para ver quien había
llegado.
-Hola, ya estamos aquí.
Kate no salía de su asombro al
ver a las personas que entraban en aquella habitación. Ver allí a Lanie, Jenny,
Alexis, Uma e incluso la capitana Gates, la tenía totalmente desconcertada.
-¿Alguien me puede explicar qué
significa todo esto?
-Kate, ya te hemos dicho que sólo
tienes que disfrutar.
Todas las mujeres salvo Uma se
sirvieron copas de champagne, mientras para la niña había zumo de pomelo.
-Bueno llegó la hora – dijo Lanie
– Kate necesitamos que vayas al servicio y te des un relajante baño de sales. Y
por favor no preguntes nada, sólo confía en nosotras.
Una vez salió del agua, lo único
que encontró en el baño fue un albornoz, toda la ropa que ella había dejado
preparada para vestirse había desaparecido. Salió hacia la zona del salón
tapada tan solo por aquella prenda.
-¿Me vais a dar algo para que me
vista o me tengo que pasar el resto del día con el albornoz puesto?
-Kate, ahora necesito que
continúes confiando en nosotras, quítate el albornoz – dijo Gaby acercándose
hasta la detective.
No sabía la razón, pero Kate
decidió hacer aquello que las mujeres le pedían, una vez despojada de aquella
prenda y estando tan solo vestida con su ropa interior Uma le pidió que se
sentase en la silla junto al ventanal, una vez allí sentada la joven se acercó
hasta ella con un maletín en sus manos.
-Espero que te guste.
Uma junto con Kenya, Gaby
comenzaron a pintar los brazos, cuello y pies de Kate con una pasta especial
preparada a base de polvo de cúrcuma, sándalo y henna, una vez terminados los
dibujos comenzaron a ungir el resto del cuerpo con aceites olorosos.
Justo en cuando las mujeres
terminaron la puerta de la habitación se abrió dando paso a Martha y a la
pequeña Laskmi, ambas se acercaron hasta Kate y dejaron a sus pies la Palla
Dastoor.
-Y ¿Esto qué es? – preguntaba
Kate viendo aquellas cajas ante ella.
Laskmi abrió el primero de los
paquetes sacando de él un hermoso sari de color rojo con bordados en oro,
tendiéndoselo a Uma, después Martha abrió el segundo de los paquetes sacando de
él un precioso collar de rubíes y unos pendientes a juego además de varios
brazaletes de oro, Kate continuaba en ese estado de sorpresa total.
-Ahora toca que te vistas – decía
Lask- debes ponerte el sari. Es el traje típico de las mujeres indias y este es
precioso.
Una vez vestida las mujeres le colocaron
las joyas y todas comenzaron a llorar al ver lo hermosa que la detective se
veía.
-Y ahora antes de irnos toca
hacer una foto – Gates aparecía con la cámara de fotos en la mano.
-Kate lo siento pero debemos
volver a vendar tus ojos – Alexis se acercaba con el pañuelo y se lo anudaba,
comprobando que la detective no podía ver nada- Disfruta Kate – le susurro
antes de separarse.
Las mujeres se subieron al micro
bus que les esperaba a la entrada del hotel para llevarlas hasta su destino
final Lodhi Gardens.
Lodhi Gardens es el único
sitio tranquilo y relajante en New Delhi. Nada tiene que ver con el tráfico y
el bullicio de la ciudad, entrar allí es como abrir la puerta a otra India. Sus
90 hectáreas de pura naturaleza invitan a relajar la mente y a disfrutar, sólo
se escucha el sonido del viento y el canto de los pájaros.
El Jardín fue instaurado en
1936 por la esposa del Marqués de Willington, el gobernador general de la India
bajo el dominio del Imperio británico. Los jardines albergan varios monumentos
históricos, muchos de los cuales pertenecen al siglo XV. Los más famosos son
las tumbas gemelas de los sultanes Sayyid y Lodi que gobernaron el país durante
los siglos XV y XVI. La primera de ellas pertenece al último rey de la
dinastía, Mohamed Shah y se destaca por sus coloridos azulejos y las
inscripciones del Corán. La segunda es muy similar con una cúpula de vidrio
azul, pinturas con diseños florales y contiene varios féretros. Los bambús, los
arboles de flores moradas que al caer al pasto el paisaje se transforma en una
pintura renacentista, nos trasladan a un mundo casi irreal. Ese era el lugar
elegido para lo que aquella noche iba a suceder. Una vez llegaron al jardín,
las mujeres descendieron y se dirigieron hasta la zona elegida para la ocasión.
Una vez allí quitaron la venda de
los ojos a Kate, la cual lentamente fue abriendo los ojos descubriendo ante
ella, una zona rodeada de arboles, y alumbrado todo por un gran fuego central
tras el cual se encontraban dos tronos dorados.
Antes de que Kate pudiera
articular palabra a lo lejos vio como se acercaba lo que parecía un cortejo,
quienes lo formaban portaban antorchas e iban entonando canciones y en medio
del mismo se pudo ver a Castle montado en un hermoso caballo blanco.
Castle vestía un achkan (Camisa
larga) de color oro, un turbante y los jootis o zapatos típicos, y a la cintura
portaba una espada.
Kate se giró hacia dónde estaban
Martha y Lanie.
-¿Esto es lo que creo que es? –
preguntó al borde del llanto.
-Cariño, disfruta de tu día –
contestó Lanie acariciándole la espalda- Te dijo que te contestaría en la India
y esta es su forma de contestarte – dicho eso le puso un pañuelo que lo único
que dejaba al descubierto eran los ojos de Kate según marcaba la tradición.
Una vez el cortejo llegó hasta
dónde las mujeres se encontraban, Castle desmontó y esperó a que Martha se
acercase a recogerlo.
-Katherine, esto debería hacerlo
tu madre, pero lo haré yo en su nombre.
Comenzó la ceremonia cuando
Martha recibió al futuro esposo acompañándolo al Mandap, sitio elegido donde
tendrán lugar los rituales de la boda.
Siguiendo la tradición Kate y
Rick presidían toda la fiesta sentados en sus tronos, frente al fuego sagrado,
mientras sonaban acordes de música tradicional, junto a cánticos y versos
atrevidos referentes a la noche de boda, las nuevas familias y la vida después
del matrimonio.
Jim durante la ceremonia ató en
el cuello de su hija el taali, un hilo de color amarillo, ritual por el cual
ofrece su mano y que simboliza unidad y su nueva vida en pareja. Tras ese
momento Castle se sentó delante Kate tocándole la frente mientras ella le
ofreció el arroz que le dio Lask.
Después de ese rito, Lanie pintó a
los contrayentes su línea del pelo con polvos de tintura roja. Realizados los
votos matrimoniales el padre de Castle arrojó pétalos sobre la pareja a modo de
bendición.
Justo en ese momento, los amigos
y familiares de ambos comenzaron a aplaudir y a silbar, Castle se acercó hasta
Kate y le quitó el pañuelo y por fin pudo besar a su ya, según la tradición hinduista,
esposa.
-Te amo Kate, y sí me caso
contigo – ambos se fundían en un eterno abrazo.
-Te amor Rick, nunca hubiera
imaginado nada más mágico que lo que acabamos de vivir en esta ceremonia. Dios,
nos hemos casado – comenzaba a reírse.
-Sí, nos hemos casado. Pero para
asegurarnos mañana iremos a la embajada y lo haremos de una forma más legal.
Una vez finalizado todo el ritual
todos los invitados se dirigieron hacia los micro buses para que les llevasen a
todos de vuelta al hotel dónde degustarían el típico banquete de una boda
hinduista, dónde no podían faltar los dulces,
lentejas, huevos y pan, que simbolizan una vida dulce, fertilidad y
prosperidad.
-Rick, ¿cómo has preparado todo?
– preguntó Kate mientras tomaba un sorbo de su copa de vino.
-Josh y las chicas lo prepararon
todo desde aquí, yo avisé a todos los del trabajo y a tu padre. Tenía que estar
todo preparado para cuando llegásemos y sobre todo tú no debías enterarte de
nada, me facilitó mucho el trabajo saber de antemano la fecha de presentación
del libro y el que tú me pidieras matrimonio fue la guinda – contestó
sonriendo.
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A orillas del rio Yamuna aparece
ante nuestros ojos la antigua capital imperial construida en 1505 por el sultán
Sikander Lodi y en ella su joya que se
yergue esperando que sus visitantes descubran el amor verdadero, el Taj Majal.
¿Cómo se puede describir con palabras la perfección? Ante su majestuosa visión uno debe quedarse
mudo.
El emperador Shahjahan se sumió
en la más absoluta tristeza cuando su esposa favorita, Mumtaz Mahal falleció.
Decidió entonces construir el más hermoso mausoleo para su amada esposa, como
símbolo de su eterno amor. De ese dolor pero sobre todo de ese amor, nació el
Taj.
La entrada al mausoleo es
realmente imponente, el Taj está recubierto de mármol blanco y enmarcado en un
jardín el cual atraviesa un canal en dónde se refleja por completo el
monumento, dejándote esa visión sin palabras ante su belleza.
Justo bajo la cúpula yacen los
restos mortales de su amada al lado de los del sultán, mostrando así al mundo
entero su inmortal amor. Haciendo que nazca en tu interior el deseo de vivir un
amor que perdure por toda la eternidad.
Poder verlo mientras el sol se
pone bañando todo de un color anaranjado realza más su belleza si eso es
posible.
-¿Qué haces? – Rick intentaba
observar lo que su esposa hacía mirando por encima de su hombro.
-Eres un poco cotilla – se giraba
sonriéndole - estaba escribiendo en mi diario lo que se siente al ver el Taj, o
al menos lo intentaba escribir, porque aquí el del don con las palabras eres tú
– Kate cerraba su diario anudando un lazo alrededor.
-¿Un diario? – decía totalmente sorprendido.
-Sí Rick, un diario.
-Y ¿desde cuándo escribes tú un
diario?, y ¿por qué yo no lo sabía?
-Ya te dije una vez, que había
muchas cosas de mí que tú aún no conocías – contestaba haciéndose la
interesante.
-Ya, ya, capas y capas de
cebolla. Pero ¿desde cuándo escribes? –insistía él poniendo su carita de pena.
-No vale reírse, ¿ok? – Castle
asintió- ¿lo prometes? – Él volvió a asentir- Está bien. Las navidades de mis 6
años mis padres me llevaron a ver a Santa, pese a saber que yo no creía en él,
insistieron tanto que terminé sentada en sus rodillas y pidiéndole un deseo.
Cuando ya nos íbamos se acercó corriendo un chico disfrazado de elfo y me
regaló una piruleta y un diario. Ese fue mi primer diario y desde entonces
siempre tengo uno empezado.
Castle no podía creer lo que su
esposa le terminaba de contar y mantenía la boca abierta por la sorpresa que lo
escuchado le había provocado.
-No puede ser cierto – dijo
cuando por fin pudo reaccionar- debes estar de broma.
-No, ¿qué pasa? –preguntó un
tanto desconcertada.
-El elfo te preguntó tu nombre,
porque sólo así podría saber que el regalo era para ti. Tú miraste a tus
padres, como pidiéndoles permiso y cuando ellos te animaron contestaste que
eras Kate. Él te dio el regalo y tuvo que regresar corriendo a su puesto, pero
antes de irse te dio un beso en la mejilla.
-Dios mío, no puede ser cierto,
el elfo ¡eras tú!
-Dios, hemos perdido tanto
tiempo.
-Cariño, tenía sólo 6 años,
hubiera sido imposible – se acurrucaba entre los brazos de él.
-Mira que eres boba. Claro que
sentí al verte que te conocía desde siempre, porque era cierto. Por lo que veo
el destino lleva tiempo jugando con nosotros.
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A veces los deseos que pedimos
siendo niños se hacen realidad, a veces todo aquello que soñamos un día tener
deja de ser sueño y se hace realidad.
Aquel año diciembre había llegado
cargado de nieve, para las niñas aquello era un añadido a sus primeras
navidades. Ni Uma ni Laskmi habían visto nunca la nieve, para ellas todo lo que
estaba sucediendo aquel invierno en NY era nuevo y era un constante
descubrimiento.
La cara de Laskmi cuando vio
totalmente iluminadas las calles de su ciudad no podía ser descrita con
palabras, pero con sólo ver el brillo de sus inmensos ojos negros se sabía la
felicidad que embargaba a la niña.
Diciembre era el mes elegido para
que Richard descubriera a qué se habían estado dedicando las mujeres de su vida
durante el mes anterior.
-Papá, venga levántate y cámbiate,
hoy es sábado y salimos todos juntos – Lask saltaba sobre la cama.
-Pero bueno, ¿estas son formas de
despertarme? – Comenzando a hacer cosquillas a la pequeña- a ver, ¿dónde está
mi beso de buenos días? – Lask riendo por causa de las cosquillas besó a su
padre y después bajo de la cama.
-Venga que te estamos esperando
todas – salía corriendo del dormitorio.
Castle, se estiró completamente
antes de salir de la cama, arrastrando sus pies se dirigió al baño dónde abrió
el grifo de la ducha esperando a que el agua saliera caliente.
Una vez duchado, afeitado, y
vestido con unos viejos vaqueros y un jersey gris de cuello alto se dirigió
hasta la cocina, allí estaban sus mujeres tomando sus desayunos.
-Ya era hora, venga papá tomate
el café y nos vamos –Uma le acercaba una taza con el café aun humeante.
-Sí que tenéis prisa todas hoy –
probaba con cuidado el café para no quemarse- aquí la única que me ha dado mi
beso de buenos días es Lask, el resto ni caso me habéis hecho – ponía morritos-
-Por dios, eres como un niño –
Kate se acercaba y dejaba un dulce beso en los labios de su marido- ale, ya
tienes tu beso ahora tomate el café y vámonos.
Uma también se acercó y beso la
mejilla de su padre al mismo tiempo que le daba su bufanda y sus guantes.
-Kate, ¿se puede saber dónde
vamos y por qué las prisas?
-Lo siento Rick pero es una
sorpresa.
Castle miró a sus mujeres y supo
que ninguna le diría cual era el destino final así que se dejo llevar por
ellas.
-Supongo que me toca ser
copiloto, ¿no?
-Supones bien Castle.
Entre las calles 49 ª y 50ª se
puede ver el destino final de la familia, allí en la 5ª avenida aparecía ante
sus ojos el Rockefeller Center, y justo en el centro de la plaza el gran árbol
de la navidad de aquel año.
-Ha sido cortado con una sierra a
mano por dos personas, tiene 100 metro de altura, ¿te imaginas lo que habrá
sido cortarlo? Y cuando termine la navidad será entregado a Habitat for
Humanity.
-Esta es mi Uma, ni siquiera en
navidad pueden descansar sus ganas por conocer cosas nuevas-Rick pasaba su
brazo por encima del hombro de su hija acercándola a él.
Justo delante se encontraba la
pista de patinaje. En aquel instante Castle fue consciente de lo que iba a
suceder aquella mañana.
-¡Habéis aprendido a patinar! Eso
es lo que hacíais cada mañana de sábado del mes pasado. Kate, ¿por qué yo no
iba?
-Porque las niñas querían darte
una sorpresa.
Los cuatro tomaron los patines y
una vez bien abrochados, guates puestos y bufandas colocadas todos salieron a
aquella pista.
Castle no podía ocultar la felicidad
al ver a su familia unida pasando un día de fiesta en NY.
Lask aún tenía algo de miedo y no
soltaba la mano de Kate, mientras Uma patinaba con total soltura por el centro
de la pista.
-Mamá, nosotras mejor patinamos
cerca de la valla, ¿vale?
-Claro mi amor- tomaba más fuerte
de la mano a su hija- ¿patinamos con papá? – la pequeña asintió.
Laskmi patinaba llevada de las
manos por sus padres, los cuales reían divertidos.
-Ala, son los abuelos – Lask
soltaba la mano de su padre y señalaba a dos personas que les miraban apoyados
en la valla-Vamos a decir hola.
Castle fue a avisar a su hija
mayor, que continuaba patinando ajena a la llegada de sus abuelos.
Los cuatro estaban intentando
convencer a Martha y Alexander para que patinasen con ellos cuando a lo lejos
se escucho una voz conocida.
-Familia Castle-Beckett que falto
yo.
Todos se giraron viendo llegar a
Alexis.
Castle sonrió abiertamente,
abrazó a su hija mayor y besó su cabeza.
-Vaya sorpresa, no sabía que mi
calabaza también vendría.
Kate sacó de su bolso una cámara
de fotos que entrego a un joven que pasaba para que hiciera la foto de toda su
familia.
-No llego, no podéis hacer la
foto sin mí – gritaba Jim llegando a la carrera- lo siento Katie, creía que
llegaría antes, pero el tráfico se ha puesto imposible.
Martha y Alexander tenían entre
ellos a Alexis, Jim tenía en brazos a la pequeña Laskmi, Uma estaba al lado
entre sus dos abuelos, mientras Castle y Beckett se tomaban de la mano y se
miraban con infinito amor y eran el centro de la fotografía.
Sólo Kate notó el brillo en los
ojos de su marido.
-¿Estás bien? –le preguntó en un
susurro.
-Sí, sólo estoy feliz- contestó
besando a su mujer- Gracias Kate, gracias por hacerme tan feliz.
-Gracias a ti, por hacer que
recordase lo que un día soñé que tendría al ser adulta. Te amo Richard Castle
-Te amo Katherine Beckett.
A veces, sólo a veces, los sueños se hacen
realidad y cuando eso sucede todo se inunda de luz.
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