Una llamada anónima a la 12th
llevó a Espo y Ryan hasta los cadáveres de los jóvenes buscados por el FBI por
su coautoría del atentado a Columbia.
-Dios, ¿pero qué coño ha pasado
aquí? – preguntaba Ryan, tapándose la boca con la mano.
-Kevin, tío, avisa al FBI. Aquí
ha habido una ejecución en toda regla. Dios, ¡no sé ni por dónde empezar!–
decía Javi mirando a todos lados.
Ante ellos se encontraban los
cadáveres de los jóvenes. El primer cuerpo se encontraba sobre una mesa, con el
pecho abierto y a su lado se encontraba el corazón. Unos pasos más allá se
podía ver lo que se suponía el cuerpo del otro joven. Estaba colgado de una
viga con unas cadenas, la piel había sido arrancada y depositada a sus pies.
-Quien haya hecho esto está loco
– decía Ryan.
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Como cada día Katherine, se
dirigió hacia el hospital para saber el estado de Alexis. Desde que la joven se
despertó, Katherine sólo preguntaba a los médicos y enfermeras pero no había
vuelto a entrar en la habitación.
Al llegar al control de la planta
donde se encontraba la joven, se encontró con Martha.
-Hola querida – saludaba la mujer
abrazando a Katherine.
-Buenos días Martha. Sólo quería
saber cómo estaba hoy Lex.
-Está mucho mejor, el médico ha
dicho que de seguir así es posible que esta misma semana regrese a casa – decía
Martha con una sonrisa.
-Vaya, eso es genial – contestaba
con una gran sonrisa.
-Katherine, Alexis quiere verte.
Quiere hablar contigo.
-No sé si debo – contestaba
Katherine.
-Entra y habla con ella – contestaba
la mujer acariciando el brazo de la policía.
Katherine se dirigía a la puerta
de la habitación, sentía algo de miedo por lo que la pelirroja podría decir.
Pese a saber que era ella la que había pedido verla, no podía evitar recordar
la última conversación que ambas habían tenido.
Abrió lentamente la puerta,
tomando una gran bocanada de aire.
-Buenos días Alexis – decía nada
más entrar allí.
-Hola Katherine –respondía la
joven sentada en el sillón.
-Me alegro de verte levantada.
Eso es una buena señal. Martha me ha dicho que si todo sigue así te mandarán a
casa esta semana – decía mientras se acercaba a la joven para depositar un beso
en la mejilla.
-Sí – contestaba la pelirroja con
una gran sonrisa- estoy deseando regresar a casa.
-Te entiendo perfectamente.
Cuando estuve en el hospital por el disparo sólo tenía en mente el día de
salida.
-Ya. Katherine quería hablar
contigo – decía la joven agachando la cabeza- necesito hablar contigo.
-Claro cariño, nosotras siempre
hemos podido hablar.
-Bien, ¿qué tal si acercas esa
silla? – Señalaba con la cabeza- quería agradecerte todas tus visitas. Mi
abuela me ha contado que has estado aquí a diario. Gracias.
-No me tienes que agradecer nada.
Sólo hice lo que sentía mi corazón – contestaba Katherine.
-Ya, pero después de cómo te
trate en DC…
-Lex, olvidemos aquello.
-No, no quiero olvidarlo – Lex
fijaba su vista en la detective- quiero disculparme por aquello. Te dije cosas
horribles. Nunca debí culparte de lo sucedido. Ambos hicisteis cosas mal, y yo
sólo te culpé a ti.
-Cariño, lo entiendo. Estabas
dolida y necesitabas un culpable. Era más fácil culparme a mí que decir algo
malo de tu padre.
-Ya, pero no debió ser así. Nunca
debí tomar partido de aquella manera. Ambos lo pasasteis mal y yo olvidé tu dolor.
Debí haber visto tu dolor y en lugar de eso te hundí un poco más. ¿Sabes? Tenía
tantas ganas de que fueses tú la esposa de mi padre que el descubrir que eso no
iba a suceder me hizo mucho daño. Sólo me centré en mi dolor y en el de mi
padre, me olvidé de ti. Olvidé todo lo que durante cinco años me habías dado –
continuaba la pelirroja con lágrimas en los ojos.
-Cariño, ya pasó. Olvidemos
aquello e intentemos recuperar lo que teníamos. No lo hice bien, ni con tu
padre ni contigo. Os he tenido que perder para recordar lo que ya sabía. Que
vosotros sois mi familia. Amo a tu padre y para mí eres como una hija. Os
quiero en mi vida – Katherine dejaba salir sus sentimientos.
-Katherine – algo se le terminó
de romper al escuchar aquellas palabras, las lágrimas abandonaron sus ojos y
corrían por sus mejillas.
-No llores, cariño. Todo volverá
a ser como antes, lo lograré. Le demostraré a tu padre que le amo, que siempre
lo he hecho.
-Katherine, lo siento. Lo siento
tanto.
-Alexis, irá todo bien. Ya lo
verás – seguía la detective, abrazando a la joven pelirroja.
-Habla con mi padre. Tienes que
hablar con él – decía llorando Lex- hazlo pronto. Lo siento.
Tras unos minutos más allí
Katherine abandonó la habitación, había recibido un ws de Lanie pidiéndole que
fuese a la 12th.
La conversación con la pelirroja
le había hecho sentir mejor, pero la insistencia de la joven para que hablase
con Richard le hacía sentirse intranquila.
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Richard estaba sentado delante de
su ordenador, terminando el segundo capítulo de su nuevo libro. Tras los ws de
su padre no había logrado dormir del tirón, así que había comenzado a escribir.
Kenya sentía que algo había
pasado, algo había hecho que Richard cambiase su humor los últimos días.
-Cariño, las niñas están
esperando para ir a ver a su hermana.
-Perdona, se me fue el santo al
cielo escribiendo. Enseguida salgo.
-Si prefieres quédate escribiendo
un poco más y las llevo yo – decía Kenya.
-No, da lo mismo. Iremos los
cuatro – contestaba el escritor cerrando el ordenador.
-Como quieras. Recuerda que
tenemos que ir a ver el nuevo colegio de las niñas. No pueden continuar sin ir
a la escuela.
-Lo sé. ¿Qué te parece si dejamos
a las niñas con mi madre y vamos nosotros a ver el colegio?
-Perfecto, aunque tú ya lo
conoces. ¿Al final las vamos a llevar al mismo que fue Alexis? – preguntaba
mientras se perdía en los brazos de su novio.
-Sí, pero sólo si te gusta a ti
también – contestaba él besando a Kenya.
Los cuatro llegaban al hospital,
encontrando allí a Martha. Tras hablar con el médico sobre los avances de su
hija Richard se reunió con su familia en la habitación.
-Hola preciosa – decía
acercándose a la pelirroja.
-Hola papá. Uma me estaba
contando que tú y Kenya vais a ir al colegio a ver si las matriculáis en él. Y
Lask me estaba contando que has empezado a escribir un nuevo libro.
-Sí, las dos cosas son ciertas.
Iba a pedirle a la abuela que se quedase con las niñas mientras nosotros vamos
a la escuela.
-Me encantaría querido, pero
tengo que impartir una clase – decía Martha.
-No pasa nada papá. Se quedan
conmigo – decía la pelirroja.
-Sí, papá nos quedamos con Lex-
decía la pequeña Lask.
-¿Te quieres quedar aquí con
Alexis? – la pequeña asentía sonriendo- Y a ti Uma ¿también te parece una buena
idea?
-Sí, sería perfecto. Así me puede
ir contando como es el colegio y cosas sobre la ciudad.
-Kenya ¿a ti te parece bien?
-Me parece perfecto – contestaba
la española con una sonrisa.
-Perfecto, pues está decidido.
Vosotras os quedáis aquí, Martha ves a tu clase y nosotros iremos al colegio.
Luego vendremos y traeremos algo de comida – decía Richard.
Sus tres hijas, se abrazaban
emocionadas. Los tres adultos sonreían viendo la escena.
-Querido has formado una familia
fantástica – le decía su madre.
-Sí, es genial ver a las tres
juntas – contestaba él.
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En la 12th Lanie estaba parada en
la morgue mirando los cuerpos que le habían traído, preguntándose qué clase de
persona era capaz de hacer esas cosas a otro ser humano. A lo largo de los casi
11 años que llevaba trabajando allí nunca había visto algo así. Siempre era
profesional, pero aquel día aquello le estaba costando demasiado, las lágrimas
al ver los cuerpos habían escapado de sus ojos.
-Lanie, ¿sabemos algo? – preguntó
una voz a su espalda, haciendo que la forense se volviese.
-Hola, no he podido empezar.
Estoy totalmente paralizada, nunca en toda mi vida laboral me había enfrentado
a algo parecido. Katherine, ¿quién puede hacer algo así? A éste – señalaba uno de los cuerpos- le han
arrancado el corazón, y no ha sido metafóricamente. ¿Sabes lo último que vio
antes de morir? Vio cómo su corazón latía fuera de su cuerpo. Al otro, le han
arrancado toda la piel y mucho me temo que ha sido cuando el chico aún estaba
con vida.
-Lanie – se acercaba hasta su
amiga y la abrazaba- lo siento. Pero necesitamos dar el ciento por cien para
poder detener a la persona que haya hecho esto. Sé que las víctimas no eran
mucho mejor que su verdugo, pero aun así no podemos permitir que alguien así
quede suelto.
-Dame un minuto y me pondré manos
a la obra. ¿Crees que podría ser una venganza por lo pasado en el campus?
-Pudiera ser, gracias Lanie.
Terminas de darnos un punto de partida. Cuando tengas algo avísame, ahora voy
arriba.
La detective volvía al piso
superior y se encaminaba al despacho de la capitana.
-Señor – decía abriendo la
puerta.
-Dígame que ha descubierto algo.
-Aún no, pero señor la doctora
Parish me ha dado una idea – Gates le prestaba toda su atención- Podría ser una
venganza por lo ocurrido en el campus. Alguien podría haber hecho pagar a esos
jóvenes por lo que hicieron en Columbia.
-Es una buena teoría, pero de
momento no es nada más que eso.
-Me pondré a ello. Comenzaré a
investigar a las familias de las víctimas del campus.
-Perfecto, téngame informada.
Katherine – llamaba la atención de la detective- quiero a Castle en el equipo,
si no se ve capacitada para llamarle dígamelo y lo haré yo.
-Señor, preferiría que lo hiciera
usted – contestaba la detective tras pensarlo un segundo – estará más receptivo
si la propuesta viene de usted.
-De acuerdo lo haré ahora mismo,
informe a su equipo de la dirección con la que nos la vamos a jugar.
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Richard y Kenya volvían de su
visita al colegio. Él ya conocía la institución educativa porque allí había
estudiado su hija mayor, así que estaba más que convencido de lo bueno que era
el colegio. Kenya había prestado atención a todas las actividades que se
ofrecían, así como a los planes de estudio que el centro tenía. Tras la visita
ella también estaba segura de la elección que habían hecho.
Además salió de allí con una
oferta de trabajo. El colegio necesitaba una profesora de castellano y la
dirección le había ofrecido el puesto a ella tras conversar y ver lo capacitada
que estaba.
-No sé si debería aceptar.
-Cariño, haz lo que más te
apetezca. Pero de momento y hasta que salga algo, mejor sería una opción – contestaba
Richard.
-En eso tienes razón. Pero hay
una cosa de la que aún no hemos hablado y deberíamos hacerlo antes de tomar
cualquier decisión.
-Tienes razón. Debemos hablar.
¿Te parece que lo hagamos esta noche cuando las niñas se hayan ido a la cama?
-Me parece genial – contestó
Kenya.
-Bueno vamos a por las niñas y a
pasar un rato con Lex antes de irnos a casa.
La pareja llegaba a la puerta de
la habitación de Alexis, se miraron y sonrieron al escuchar las risas que
salían de ella. Justo en el momento de abrir la puerta el teléfono de Richard
sonó.
-Perdona, tengo que contestar es
Gates – decía al mirar quién le llamaba.
-Te espero dentro – Kenya entraba
en la habitación.
Tras mantener una conversación
con la capitana y acceder a ir a la 12th a la mañana siguiente Richard entró en
la habitación donde estaban sus mujeres.
Estuvieron los cinco juntos por
unas dos horas más, después llegó la hora de las despedidas.
-Papá quiero quedarme con Lex.
-Cariño, es tarde, tienes que
cenar, ducharte e ir a dormir.
-Pero yo quiero dormir con Lex –
insistía la pequeña.
-Lask, mañana venimos a verla –
intervenía Uma- pero ahora debemos irnos. Papá tiene razón, es tarde.
-Pero mañana volvemos.
-Claro que sí cariño – decía
Kenya tomándola en brazos- hasta mañana cielo, las traeré por la tarde por la
mañana vendrá la abuela.
- Yo vendré a la hora de la
comida – Richard se despedía de su hija mayor besando su cabeza.
-Ya estoy aquí - decía alguien
entrando en la habitación.
-Genial, abuela. ¿Te quedas hasta
la cena? –preguntaba la pelirroja.
-Por supuesto – contestaba
Martha.
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-Esposito, Ryan, Beckett, a mi
despacho.
-Sí señor – contestaban los tres.
-He hablado con Castle, mañana se
pasará por la comisaría y se pondrá a trabajar con nosotros-informaba Gates a
su equipo- ¿han averiguado algo?
-Hemos preguntado por la zona,
pero de momento no hay nada – explicaba Katherine.
- Va siendo hora de descansar y
coger perspectiva. Váyanse a sus casas, y mañana a primera hora les quiero aquí
– terminaba Gates.
-Sí señor. Nos vemos a primera
hora – contestaban ellos.
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En casa del escritor, tras la
cena. las niñas se fueron a dormir, estaban emocionadas con el nuevo colegio y
deseaban que llegase el lunes para poder ir a la nueva escuela. Cuando las
niñas se quedaron dormidas, los adultos como habían dicho se sentaron a hablar.
Había llegado el momento de hacerlo, tenían que poner las cartas sobre la mesa.
-¿Café o prefieres
vino?-preguntaba Richard.
-Vino, ¿te ayudo o me siento?
-Siéntate, ahora lo llevo al
sofá.
Richard cogía una de las botellas
de vino del botellero, y un par de copas, ya con ello se encaminaba al salón.
-Bueno, pues aquí está el vino –
alzaba la botella- he escogido un vino español, en tu honor – decía sonriendo.
-Perfecto, has elegido bien –
decía tras leer la etiqueta.
-Bueno – decía él.
-Bueno –contestaba ella.
-Deberíamos haber hablado hace
semanas. Sabía que debíamos hacerlo, pero me sentía tan bien que no quería que
nada lo estropease – comenzaba Richard.
-Es cierto que deberíamos haber
hablado. Debimos hacerlo cuando empezaste la adopción de las niñas. Pero como
bien dices, yo también me sentía genial y no quería que nada lo estropease.
Pero ahora estamos aquí, y no vais a volver a la India, ha llegado el momento
de decidir cosas.
-Ha llegado el momento de ser
sinceros. Cuando empezamos nuestra relación ambos dejamos claro que no
queríamos una relación seria, si no sólo alguien con quien pasar buenos ratos.
Pero desde aquella conversación muchas cosas han cambiado.
-Sí, ahora tienes dos hijas más,
has dejado el trabajo que tenías en la FVF, tu hija mayor ha sufrido un
atentado. Estamos en USA, hemos elegido colegio para las pequeñas, lo cual deja
claro tus intenciones. Tu vida está clara, pero aún no sé qué pinto yo en toda
esta historia.
-Kenya, todo eso que has dicho es
cierto. Pero no sólo esos son los cambios, mis sentimientos también han
cambiado. Cuando llegué a la India me prometí que nunca volvería a sufrir.
Llegue con el corazón destrozado. Pero entonces te conocí, y me gustaste, me
gustó tu forma de ver la vida, tus ganas de vivir, tu sonrisa, tu energía.
-Richard, tenía muy claro lo que
quería en mi vida y te aseguro que en mis planes no entraban tener una
relación. La FVF era mi vida, pero entonces llegó el escritor triste y no sé
cómo pero te metiste en mi cerebro. Al principio sólo era diversión, pero
entonces todo cambió. Me he enamorado, esa es la verdad, me he enamorado de ti,
de tus hijas. Pero aún no sé qué es lo que tú esperas de esta relación – decía
clavando sus ojos en los de él.
-Te quiero Kenya, quiero que te
quedes con nosotros. Me gusta cómo me haces sentir, me gusta lo que soy cuando
estás a mi lado. Me encantaría que decidieras quedarte en NY con nosotros,
somos una familia – alargaba su mano para acariciar la mejilla de la española.
-Yo también te quiero, y quiero a
las niñas, me encantaría que esto que tenemos saliera bien. Quiero intentarlo,
pero tengo miedo – él la miraba sorprendido.
-¿Miedo?
-Sí cariño, miedo. Cómo bien
dices, llegaste a la FVF huyendo de tu dolor. La mujer que tú creías era la
mujer de tu vida te había dejado. Decidiste dejarlo todo atrás. Pero ahora
estamos nuevamente en esta ciudad, y ella ha reaparecido. Me da miedo que un
día ella aparezca, te quiera recuperar y te vayas con ella. Eso hace que me
pregunte si realmente debería quedarme en este país.
-Kenya, te quiero y quiero que te
quedes con nosotros. Quiero que formes parte de esta familia. No te puedo
prometer que esto salga bien, pero lo que sí puedo hacer es prometer que
intentaré que salga bien. Pero no tengo una bola en la que ver nuestro futuro.
Es cierto que ella está aquí, pero salió de mi vida hace más de ocho meses. Y poco
a poco tú has ido curando mi corazón, has ido metiéndote en mi corazón y en mi
cerebro poco a poco, tú eres mi mujer ahora y quiero que lo sigas siendo. Te
quiero, te quiero, te quiero – decía él acercándose hasta los labios de ella.
-Te quiero – apoyaba su cabeza en
el pecho de su novio- Voy a aceptar el trabajo del colegio, no quiero ser una
mantenida – decía sonriendo. Pero antes debo regresar a Anantapur, no puedo
dejar la FVF sin dar la cara.
-Tienes razón, debes ir y ayudar
a decidir quién nos va a sustituir – decía él- Me va a costar no estar con los
chicos y la gente de allí. Y pensar que mi jefa me dijo al llegar que esperaba
que no saliera corriendo al poco tiempo y es ella la que también lo deja.
-Muy gracioso, eres muy gracioso.
En cuanto Lex esté en casa, iré allí para dejar todo organizado, y en un mes
como mucho estaré de regreso – viendo la cara de pena puesta por su novio- si
puedo regresaré antes, no me imagino tanto tiempo alejada de vosotros.
-Bien, te quiero. Mañana diremos
a las niñas que te quedas con nosotros, les va a encantar. ¿Nos vamos a la
cama? Es tarde y mañana tengo que ir a la 12th a primera hora, tengo sueño –
terminaba de decir poniéndose en pie y alargando la mano para ayudar a Kenya.
-Vaya, qué lástima que estés cansado.
Yo tenía otros planes para esta noche, pero que le vamos a hacer, si tienes
sueño habrá dormir – decía ya en pie y desabrochándose los botones de la
camisa.
-Bueno, tampoco estoy tan cansado
– se acercaba a Kenya y la tomaba en brazos comenzando a caminar hacia su
dormitorio.
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Katherine no podía dejar de
sentirse nerviosa, después de todo lo que había pasado aquella mañana volverían
a estar juntos, volverían a trabajar juntos. Estaba sentada en la que siempre
había sido su mesa, jugando con un bolígrafo mientras intentaba decidir la
conveniencia de dejar una silla al lado de ella para que él pudiera sentarse.
Durante cinco años él se había sentado a su lado, pero ahora no sabía que
debería hacer.
El sonido del ascensor hizo que
dejara el boli sobre la mesa y dirigiera su vista hacia allí.
Richard salió del ascensor y
antes de comenzar a andar suspiró, fijó su vista en aquella zona que había sido
su vida hasta hacía ocho meses encontrándose con unos ojos pardos clavados en
él. Mantuvo la mirada, los músculos de su mandíbula se tensaron, sacó las manos
de los bolsillos del vaquero y comenzó a caminar.
Katherine se puso en pie al
instante, dirigiéndose hacia él.
-Richard – la voz se le rompió un
poco al pronunciar su nombre.
-Hola Katherine, supongo que
Gates me estará esperando.
-Eh, sí. Dijo que en cuanto
llegases fuéramos a su despacho.
-Bien, vayamos – contestó él
caminado ya hacia aquel lugar.
Gates se encontraba repasando lo
que tenían hasta ese momento sobre el caso, al escuchar los golpes en la puerta
levantó la cabeza de los papeles al tiempo que les daba permiso para que
entrasen.
-Buenos días Richard, me alegra
que hayas decidido trabajar con nosotros en este caso – decía esto tendiendo su
mano hacia el escritor.
-Hola Victoria, no podía negarme.
-Bien, la detective te pondrá al
tanto de todo, espero resultados. No podemos permitir que ande suelto por ahí
el responsable de esto.
Los dos abandonaban aquel
despacho.
-Bueno, ¿qué es lo que tenéis?-
preguntaba Richard.
-¿Qué te ha contado Gates?
-Nada, tan solo que me necesitaba
y que me iba a sorprender.
-Vaya, creía que te habría
informado de que iba el caso.
-No le pregunté – defendía a la
capitana.
-Ya, bueno vayamos a la pizarra –
decía Katherine- las víctimas son Bob Aton y Ben Soller. Ambos participaron en
la matanza de Columbia. A Bob le arrancaron el corazón, y Ben fue desollado,
según los informes de Lanie ambos estaban con vida cuando sufrieron tales
atrocidades.
-¿Vuestras víctimas son los dos
responsables huidos? – Katherine asintió – vaya, veo que el universo se ha
vuelto a equilibrar.
-¿Perdona? – preguntaba un tanto
fuera de juego la detective.
-Ellos junto con el suicida,
entraron en el campus, fueron a la biblioteca y comenzaron a disparar a
inocentes. Ahora ellos están muertos, venganza poética.
-No estás hablando en serio, ¿no?
-¿Por qué no iba a hacerlo?
-Castle, por dios ¿has visto como
han sido asesinados? –preguntaba ella un tanto alterada.
-Sí, he visto las fotos. ¿Has
visto tú las de sus víctimas? Mi hija y sus amigas estaban es ese edificio, sus
amigas están muertas y ella casi corrió la misma suerte. ¿En serio crees que
voy a sentir lástima por ellos? Estuvieron a punto de matar a Alexis, me da lo
mismo como hayan muerto. No me importa quién sea el responsable porque según lo
veo ha hecho un gran servicio a esta ciudad.
-Castle, no puedes hablar en
serio. Sé que estás dolido por lo que ha sufrido Lex, pero no puedes decir que
no te importa quién sea el responsable. Fueron torturados y asesinados de forma
salvaje. ¿Quién nos asegura que el responsable no volverá a actuar?
Ambos estaban hablando más alto
de lo normal, logrando que todo el personal que trabajaba en aquel piso se
parase a escuchar su discusión.
-Oh, vamos Beckett. Sal a la
calle, pregunta a cualquiera qué le parece que estos dos hayan sido asesinados,
¿crees que encontrarás a alguien que no lo aplauda? – en algún momento ambos
habían comenzado a llamarse por sus apellidos como siempre que trabajaban
juntos.
-Olvidas que estamos aquí para
hablar por las víctimas, para lograrles justicia.
-Entonces el responsable de estas
dos muertes habla por las de la biblioteca, ellas merecían justicia. Y ahora ya
la tienen – concluía Richard.
-Si piensas así no sé qué haces
aquí – decía la detective – seguiremos sin ti esta investigación. Lograré
encontrar al responsable y se pudrirá entre rejas – escuchando aquello Richard
no pudo evitar poner una sonrisa-
- Como bien dices será sin mi
ayuda. Para mí, el responsable de estas muertes no es un delincuente. ¿Si les
hubiera matado de formas menos macabras, te seguiría pareciendo mal?- Katherine
no pudo contestar- con tu silencio me das la razón. No me parece mal el fondo
sólo la forma.
-Quizás tengas razón, pero aun
así mi trabajo es detenerle – continuaba ella.
-Eso lo puedo aceptar, es tu
trabajo, pero no me lo intentes disfrazar de justicia. Porque la justicia ya
está hecha. Y ahora voy a saludar a Lanie – decía dirigiéndose al ascensor.
-Richard – decía ella
alcanzándole- me gustaría hablar contigo.
-Ya lo hemos hecho.
-Ya, pero no del caso. Me
gustaría que hablásemos.
-¿De qué? – preguntaba fríamente
él.
-De nosotros, de mí, de ti –
contestaba intentando no llorar- de lo mucho que te amo, de lo idiota que fui
al dejarte escapar…
-Ya, creo que esa conversación
llega tarde, por lo menos en lo referente a un nosotros. Hace meses que no
existe un nosotros. No te culpo de ello, ambos la cagamos – Katherine le miró
con los ojos llenos de lágrimas-
-Sé que no hay un nosotros. Pero
quiero que sepas que yo quiero que vuelva a existir. Te quiero Richard…
-Katherine, no creo que este sea
el lugar para hablar. Déjalo estar – se soltaba del agarre de la detective- No
sé qué esperas lograr hablando pero si eso es lo que quieres lo haremos – en el
rostro de ella aparecía una pequeña sonrisa- Esta tarde en tu casa. ¿Te parece
bien?
-Perfecto, ¿a las ocho? –
preguntaba con nerviosismo ella.
-Allí estaré. Y ahora me voy a
saludar a Lanie. Nos vemos esta noche.
Lanie estaba terminando de
limpiar la mesa de autopsias cuando escuchó una voz muy familiar a su espalda.
-Hola guapa- saludó nada más
entrar.
-Hola chico escritor – contestaba
ella sonriendo.
-Vaya, pensé que habíamos quedado
en que era hombre escritor – contestaba él abrazando a su amiga- ¿Qué tal va
todo?
-No sé por dónde empezar. Ha sido
la peor autopsia que he tenido que hacer. Pero gracias a dios ya ha terminado.
-Lo siento – se sentía culpable
de las ojeras y tristeza de su amiga.
-Bueno, ya terminó. ¿Y tú qué me
cuentas de tu vuelta a la 12th?
-No hay tal vuelta. No voy a
colaborar en este caso – Lanie le miraba sorprendida- no creo que el
responsable de estas muertes merezca un castigo. Así que nada de volver.
-Vaya, ¿en serio crees que no
merece un castigo?
-Lanie, ¿si les hubiera matado de
una forma menos cruel te parecería mal lo que ha hecho? – preguntaba el
escritor.
-Ya, entiendo por dónde vas. Yo
también tengo una pregunta para ti. ¿Si Alexis no estuviese entre los heridos,
lo verías de la misma forma?
-Pero lo está. Eso lo cambia todo
– contestaba él callando la verdadera respuesta.
-Vale. ¿Y ahora qué vas a hacer?
-Iré a casa a buscar a las niñas
y a Kenya e iremos a ver a Alexis – contestaba sonriendo.
-Me alegro mucho por ti. Las
niñas son para comérselas y Kenya es un encanto, es una gran mujer. Mereces ser
feliz por fin.
-Sí que lo es. Anoche tuvimos una
conversación, se quedará a vivir con nosotros aquí. Lo vamos a intentar en
serio.
-Bien – su voz no sonó todo lo
feliz que ella quería.
-Vaya, no pareces emocionada –
decía él.
-Lo siento. Claro que me alegro
por vosotros, sois una pareja genial. Pero al mismo tiempo me siento triste por
Katherine. Lo está pasando mal, realmente mal. Te quiere, vale, ha tardado
mucho en darse cuenta de lo estúpida que fue, pero de todas formas no sé qué
esperábamos, es ella, la señora cebolla.
-Ya. Por cierto, he quedado con
ella para hablar.
-¿Le vas a contar lo de las niñas
y Kenya? –preguntaba la forense.
-Creo que debo ser totalmente
sincero con ella. A fin de cuentas la he querido como nunca había querido
antes- contestaba él bajando la cabeza.
-Espero que después de la
conversación los dos podáis ser felices y continuar con vuestras vidas.
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Richard dejaba en casa a las
niñas y a Kenya tras pasar todo el día con Alexis en el hospital.
-Cariño, ¿de verdad que no te
parece mal? – preguntaba él al entrar en su habitación para cambiarse.
-Ya te he dicho mil veces que no
– tomaba la cara de él entre sus manos- Amor, es algo que necesitas hacer, que
ambos necesitáis hacer. Además, confío en ti – decía besando a su novio- Ponte
mejor una camiseta con los vaqueros.
-Vale, prometo no volver tarde –
decía él antes de salir- Te quiero.
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Richard llegaba a la casa de la
detective, había tenido que llamar a Lanie para que le diera la dirección.
Se paraba delante de la puerta, sin
tener muy claro si estar ahí era lo correcto, se giró sobre sus talones
encaminándose nuevamente hacia el ascensor. Una vez dentro de este, pulsó el
botón de la planta baja.
Justo en el último momento salió
de allí y regresó a la puerta de la vivienda. Pero esta vez decidió llamar.
-Hola Richard – decía Katherine
al abrir la puerta- pasa.
-Buenas noches, gracias.
-Estaba terminando de preparar
algo de cena – decía mientras cerraba la puerta.
-Lo siento, pero no tengo hambre.
He venido sólo a hablar, no me quedaré a cenar – contestaba él en medio del
salón.
-Vaya, pensé que cenaríamos. Debí
habértelo preguntado. Al menos vino sí querrás ¿no?
-Preferiría un café si no es
mucha molestia.
-No, claro. Perfecto prepararé
café, siéntate en el sofá – decía ella mientras se dirigía a la cocina.
Katherine notó cómo las lágrimas
corrían por sus mejillas. Aquello no estaba saliendo como ella pensaba. Sabía
que él estaría enfadado, y para eso se había preparado, pero no lo había hecho
para lo que se encontró. Aquel hombre sentado en su sofá no tenía nada que ver
con el hombre que ella amaba. No mostraba sentimiento alguno, estaba frío cómo
si aquello no fuese con él. O peor aún, cómo si aquello le diera totalmente
igual.
Secó sus lágrimas, suspiró y se
encaminó con las tazas del café hacia el salón.
-Bueno, ¿qué tal ha pasado hoy el
día Alexis? Con el caso en el que andamos no he podido ir a verla – decía
mientras le tendía la taza con el café.
-Bien, mañana le dan el alta –
contestaba sonriendo.
-Genial, me alegro mucho de
verdad.
-Lo sé – decía removiendo su
café-Katherine acerca de qué querías hablar.
-Richard –se ponía en pie y
comenzaba a caminar por el salón- Llevo meses sabiendo que hace ocho meses
cometí el mayor error de mi vida. Nunca debí alejarme de ti. Dios, llevo
enamorada de ti desde que te conocí. Cada día de estos meses quería despertarme
a tu lado, quería dormir junto a ti. Pero en lugar de eso, me despertaba y me
acostaba sola. Te llamé, pero lo único que obtuve fue “el número marcado no
existe”. Aquello me hundió. ¿Pero sabes qué fue peor? Descubrir que mis amigos,
podían localizarte, que ellos sabían que habías dejado el país, ellos sabían
dónde vivías. Y guardaron silencio. Lanie me vio hundida, por haberte perdido
pero guardó silencio.
-Yo les pedí que nunca te dijeran
dónde estaba, sólo cumplían su promesa – intervenía él defendiendo a sus
amigos.
-Ya, lo sé, pero aun así me sentí
traicionada. Todos mis amigos sabían dónde estaba el hombre del que estoy
enamorada, sabían que deseaba verte y poder decirte todo lo que siento por ti.
Pero callaron.
- Lo siento, pero no tenía ganas
de hablar contigo o hablar de ti.
-Ya. Richard – decía sentándose
nuevamente junto a él- lo siento. No fui capaz de decir que eras todo para mí.
No fui capaz de abrirme totalmente a ti. Sentía pánico, pánico a que un día
descubrieras que no era yo la mujer de tu vida. Y dejé que ese miedo destrozase
nuestra vida. Perdóname, nunca quise hacerte sufrir. Eras mi vida. Tuve que
perderte para ser totalmente consciente de que sin ti no brilla el sol. Cuando
te vi marchar, supe que nunca te podría olvidar. Por qué ¿cómo se olvida el
AMOR? – Las lágrimas corrían por sus mejillas- El resumen es sencillo, te amo.
Richard te amo, y quiero pasar el resto de mi vida junto a ti – decía tomando
las manos del escritor entre las suyas.
-Beckett – soltaba sus manos de
las de ella y se ponía en pie- me hubiera encantado escuchar todo eso hace
meses. Estuve ahí esperándote cuatro años, porque creía que tú sentías lo mismo
que yo. Esperé pese a todo, porque te quería. Cuando por fin comenzamos nuestra
relación me aterraba el pensar que algún día te irías. Que llegaría un día que
te despertarías y saldrías corriendo al descubrir que te habías enamorado.
Tenía miedo de perderte y me agarroté, puse el freno a mis sentimientos, y al
final terminé perdiéndote de todas formas. Te quería. Beckett, realmente te
quería.
-Cariño, podemos intentarlo
nuevamente. Dejando a un lado todos nuestros miedos. Dejémonos llevar.
Disfrutemos de nuestro amor – se acercaba hasta él- Te amo, aún te amo. Nunca
he dejado de hacerlo.
-Lo siento. Beckett, el hombre
del que crees estar enamorada no existe. Hace ocho meses Salió de este país
totalmente destrozado. Llegué a España, y conocí a gente maravillosa. Me
enseñaron otra forma de vivir. Me fui a la India a trabajar de voluntario en
una ONG española – la detective le miraba totalmente sorprendida- y me
redescubrí. Me gustaba lo que hacía y en lo que me estaba convirtiendo. Y
entonces pasó. Me recuperé. Tu abandono dejó de doler. Poco a poco, ellas
lograron que me abriera nuevamente a la vida.
-¿Ellas? – Katherine estaba
empezando a sentir como le faltaba el aire, recordaba aquel “cariño ya está
lista la cena”.
-Sí, ellas. Beckett, en mi vida
han cambiado muchas cosas desde aquel día en los columpios. Tengo una relación
y dos nuevas hijas. Uma y Laskmi tienen 16 y 4 años. Son dos niñas indias que
perdieron a toda su familia, y no podía permitir que las separasen. Y Kenya
siempre ha estado ahí, a mi lado. Incondicionalmente. Ni Kenya ni yo buscábamos
una relación seria, pero poco a poco ambos nos hemos ido metiendo de lleno en
ella – Katherine lloraba- Lo siento, pero es tarde. Quiero a Kenya, tal vez no
de la misma forma que te quise a ti. Tal vez nunca logre amarla como te amé a
ti. Pero la quiero, y quiero que sea parte de mi nueva familia.
Richard se acercaba hasta
Beckett, arrodillándose ante ella y posando sus manos sobre las rodillas de la
agente.
-Lo siento, pero ahora todo es
diferente. Ambos destruimos nuestra oportunidad.
Aquello fue lo último que ella
escuchó antes de oír cómo se cerraba la puerta de su casa. Antes de ser
totalmente consciente de haber perdido todo lo maravilloso que podría haber
vivido junto al hombre que amaba.
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