EPÍLOGO
Hace catorce años, la vida de una de mis hermanas y la mía cambiaron
para siempre. Hace catorce años, llegó hasta la ciudad en la que vivíamos un
famoso escritor, que llegaba huyendo de un doloroso pasado, buscando
encontrarse, queriendo ser una mejor persona. Nadie podía saber entonces, que
la búsqueda por su propio renacer iba a acarrear una nueva vida para tanta
gente. Podría explicaros lo que su llegada supuso para todos los habitantes de
aquella comunidad, pero me centraré en lo que supuso para mi hermana Uma y para
mí.
Hace catorce años vivíamos en Anantapur una ciudad llena de pobreza en
una de las zonas de por sí ya más pobres de la India, malvivíamos en un
chamizo, nuestra alimentación, educación, salud dependía de la caridad, pese a
los grandes esfuerzos que nuestros padres hacían por intentar sacarnos
adelante.
Debo decir que pese a vivir en la más absoluta pobreza, dónde la
esperanza es un lujo que pocos se permiten tener, la felicidad existe. Siempre
en nuestros rostros podías ver una sonrisa, siempre tendríamos un alimento que
ofrecerte aunque eso supusiese que nosotros no comiésemos.
Mi familia, era de las que aún tenía esperanza, esperanza en un futuro
mejor para nosotras. Y nuestro futuro dependía únicamente de nuestro propio
esfuerzo. La Fundación Vicente Ferrer, nos dio las armas para luchar por ese
futuro mejor, nos ofreció educación.
Y un día en el recinto de la Fundación, él apareció, la persona que
cambiaría para siempre en rumbo de mi vida, mi amado padre.
Hay un refrán español que dice que a perro flaco todo se le vuelven
pulgas, pues eso fue lo que precisamente sucedió en mi familia. Por si la
pobreza extrema no fuera suficiente, yo enfermé de meningitis, y si no hubiera
sido por mi padre y sus amigos, hoy no podría estar aquí haciendo mi discurso
de graduación. Ellos salvaron mi vida. Pero el destino quiso forzar un poco más
la máquina e hizo que mis padres biológicos fallecieran, dejándonos huérfanas a
Uma y a mí, pero entonces él, mi padre, arriesgó, luchó, y triunfó. Nos adoptó
y con ello nos ofreció el mundo.
Incluso en los peores momentos hay espacio para la esperanza, eso fue
lo que él nos dio.
Mis padres, Richard y Katherine, nos enseñaron que cuando alguien
quiere algo y lucha con todas sus fuerzas por lograr lo que desea lo consigue.
Puede tardar un poco en lograr, sobre todo si se equivoca en las bifurcaciones
que el destino nos pondrá delante, pero pese que esa equivocación de camino
alargará en el tiempo el logro de lo buscado, si no cejamos en el empeño,
lograremos llegar a nuestra meta.
Sé lo que el mundo real nos puede hacer, viví en ese mundo durante
cuatro años de mi vida, pero también sé que pese a su dureza siempre nos
aguarda algo hermoso al final del camino. Salgamos de nuestros nidos y
demostremos que nosotros, la nueva generación no tememos a luchar por nuestros
sueños.
Un día hace muchos años, yo soñé con ser feliz, eso era todo lo que
deseaba. Eso lo logré hace ya catorce años, ahora sólo me queda salir y luchar
por mis nuevos sueños, devolver a este mundo todo lo bueno que la vida me ha
dado a mí. Yo Laskmi Castle-Beckett prometo ante este auditorio luchar siempre
por mis sueños
Levantémonos, salgamos orgullosos, enseñemos al mundo lo que tenemos
que ofrecerle, y luchemos por lograr todo aquello que soñamos, sabiendo que
para lograr triunfar es preciso trabajar.
¡A por el mundo!
El auditorio rompía en aplausos
cuando el discurso llegó a su fin. En primera fila, una familia se ponía al
tiempo en pie sintiéndose tremendamente orgullosa de aquella joven.
-¡Esa es mi hermana! – se ponía
en pie sobre su asiento un niño rubio de tremendos ojos verdes.
-¡Laskmi, Laskmi, Laskmi! –
coreaba una niña de ojos azules al tiempo que daba saltitos y chocaba su mano
con el niño rubio.
-James, Martha, comportaros.
-Venga Kate, deja que demuestren
lo orgullosos que están de su hermana.
-Rick, lo pueden hacer igual sin
dar un espectáculo.
-Mira que eres aguafiestas, son
sólo niños – insistía él- lo que pasa es que te encantaría poder comportarte
como ellos.
-Pues, la verdad, es que me has
descubierto. Me dan una tremenda envidia – tras decir esto ambos rompían en
carcajadas.
Después de un rato, toda la
familia abandonaba el recinto en dirección al lugar de la cena familiar, Laskmi
había decidido que quería cenar en casa, no quería un gasto superfluo y
prefería que lo que se fueran a gastar en un restaurante lo empleasen en
comprar comida para los más desfavorecidos de la ciudad.
Durante el trayecto fueron
constantes las bromas y las risas en el coche conducido por el cabeza de
familia.
Los pequeños James y Martha no
soltaban la mano de su hermana mayor, desde siempre la conexión de los tres
había sido extraordinaria, los niños querían a sus otras dos hermanas pero se
podía decir que por Lask sentían adoración.
Al abrir la puerta una pelirroja
con un niño de un año en brazos se acercaba hasta ellos.
-Lo siento Lask, pero Alex se
puso a llorar como un energúmeno cuando íbamos a salir. Papá espero que hayas
gravado el discurso entero.
-Que guay está despierto,
¿podemos jugar con él? – preguntaban al unísono los pequeños.
-Está bien, pero sólo un rato, y
por favor, nada de atarle – la pelirroja dejaba a Alex en el suelo siendo éste
agarrado de sus manitas por sus tíos.
-Vamos Alex, nosotros a jugar
mientras los mayores terminan la cena.
Los tres se dirigían hacia la
gran habitación de juegos de los niños.
-Ha llamado Uma, que cuando
puedas la llames, porque se ha cansado de llamarte.
-Joder, me dejé el móvil en mi
habitación. Voy a llamarla – Lask salía corriendo hacia su habitación.
-Me llamó esta tarde, estaba
súper enfadada por perderse el discurso – Explicaba Kate mientras se sentaba en
el sofá.
-Ya, pero es lo que tiene
trabajar para Seguridad Nacional, no tienes horarios – intervenía Rick.
-Ni vida, ella y Matt lo han
dejado. Él quería algo más y ella no se veía capaz de dárselo.
-No tenía ni idea. Alexis,
¿cuándo te ha contado eso?, Rick ¿tú sabía salgo de eso?
-No, es la primera noticia que
tengo.
-Me lo contó hace unos días, no
quería que os lo contase, porque sabe que le vais a echar una charla de las
vuestras.
-No es ninguna charla, pero no
puede pasarse la vida trabajando, necesita tener vida propia. Ahora cuando Lask
baje, voy a llamarla.
-No Kate, deja que sea ella la
que nos lo cuente. Lo hará cuando se sienta preparada, ya sabes que necesita
sus tiempos.
-Pero Rick…
-Pero nada, papá tiene razón, darle
tiempo y ella será la que vendrá a casa y os lo contará. Ya sabes que si la
presionas más de la cuenta se cerrará en banda. ¿De verdad que no es hija
biológica tuya? – Alexis se alejaba a ver a los niños riéndose a carcajada
limpia.
-Muy graciosa, eres muy graciosa.
Y tú – miraba con sus mirada a su marido- no sé de qué te ríes.
-Cariño, no te enfurruñes – se
sentaba al lado de su mujer y la abrazaba- Lex tiene razón, en eso Uma es igual
que tú. Por cierto, ¿dónde se han metido nuestros padres? Ya deberían haber
llegado.
-Siendo ellos, seguro que se han
perdido en alguna fiesta que haya en la ciudad. Rick, debemos hablar muy
seriamente con ellos, no es normal que salgan todas las noches. Que parece que
tenemos tres hijos más.
El teléfono de la casa comenzó a
sonar.
Laskmi apareció muerta de la
risa.
-Eran los abuelos, que no les
esperemos para cenar, se han encontrado con no sé quién y se van de fiesta. Ah,
también han dicho que ya si eso, les dejáis apuntado el castigo por la juerga
que se van a pegar hoy.
El resto de la familia había
llegado justo para escuchar a Lask y todos habían comenzado a reírse, incluido
el pequeño Alex pese a no enterarse de nada.
-¿A quién le tocaba ser el poli
malo? – preguntaba Rick abrazando aún más fuerte a su esposa.
-Creo que era a ti – contestaba
el pequeño James – porque mamá lo fue cuando desaparecieron dos días por estar
de fiesta en Las Vegas.
-No, le toca a mamá – rebatía la
pequeña Martha- porque después de los de Las Vegas fue lo del “robo” del coche
de policía.
-Lo dicho, Rick más que padres
parece que tenemos tres hijos gamberros.
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