Más de catorce años de su vida
llegaban a su fin, años en los que su vida consistió en querer hacer justicia a
su madre y mientras intentaba eso logró hacer justicia a cientos de personas
sin voz. Ella era la voz de todos aquellos que quedaron mudos. Más de catorce
años y por fin aquel día podía decir que al fin el asesino de su madre pagaría
por lo que hizo.
Su mano era lo único que le hacía
caminar, desde la detención del senador sentía que había quedado vacía pero él
estaba ahí para sostenerla. Él como siempre a su lado, dando igual como
estuviera su relación, él seguía ahí sin soltarla. Continuaba siendo su faro.
Caminaba junto a él, ni siquiera
tuvo que decirle dónde quería ir, Rick la guiaba sin tener que preguntar.
Cuando llegaron Kate notó cómo él soltaba su mano, se giró, le miró con ojos
suplicantes e intentó volver a aferrarse a su faro.
-Debes hacerlo tú sola, es
vuestro tiempo. Estaré aquí mismo esperando – dijo mientras acariciaba la
espalda de la detective.
Sus pasos se encaminaron hacia
aquel lugar tantas veces visitado por ella, a cada paso que daba las lágrimas
iban bañando su rostro, pero había algo diferente en aquel llanto esta vez
lloraba porque al fin logró cumplir la promesa hecha hace años.
-Mamá, todo está bien. Por fin puedes
descansar en paz. Hoy el círculo se ha cerrado. El senador ha sido detenido,
será juzgado y condenado. Por fin eres libre, por fin papá estará en paz, por
fin podré vivir. Lo logré mamá, vencimos – decía cayendo de rodillas sobre
aquella tierra- somos libres -Tras unos minutos en los que tan solo se
escuchaba su llanto, se hizo el silencio, se puso en pie, acarició aquella
lápida y por fin en su rostro se dibujó una sonrisa- ¿Sabes? Él está aquí, pese
a todo lo que nos ha pasado él está junto a mí. Todo lo que ha pasado hoy ha
sido gracias a él, el hombre que un día entró en mi vida como un tornado para
ponerla patas arriba es el mismo que ha logrado traerme la paz. Es mi vida, te
gustaría ver cómo soy cuando está junto a mí. Me hace volver a ser la joven que
era tu hija. Los años de tinieblas han terminado, y es él quien lo ha logrado.
Él me ha devuelto la vida, y hoy sólo ha sido la culminación, el cambio empezó
el día que le conocí.
Tras algunos minutos más Kate
volvió a acariciar aquella piedra y se despidió de Johanna. Regresó a dónde él
la esperaba.
-¿Todo bien? – le preguntó él al
tiempo que la tomaba entre sus brazos.
-Todo bien, vámonos. Llévame a
casa por favor- decía ella entre aquellos brazos.
Beckett abrió la puerta de su
apartamento, cuando ésta estuvo totalmente abierta Castle soltó su mano.
-Será mejor que me vaya a casa –
dijo él.
-No, por favor quédate aunque
sólo sea un rato – decía tomándole de la mano nuevamente.
-Está bien, pero sólo un rato.
Ambos entraron cerrando tras de
sí la puerta de aquella vivienda.
-¿Quieres tomar algo?
-Sí, pero yo lo traeré, tú sólo
siéntate y descansa un poco –contestó Castle.
Beckett no dijo nada, sólo se
dejó caer sobre el sofá. Estaba realmente cansada, no físicamente pero sí
emocionalmente.
-He traído vino, pensé que nos
vendría bien- llegaba Castle con dos copas y una botella.
-Perfecto. Siéntate – decía al
tiempo que golpeaba el espacio libre a su lado- Rick, me gustaría que
hablásemos.
-Lo haremos, te lo prometo, pero
no tiene porque ser hoy – contestó Castle.
-Rick, sólo escúchame. Hoy es el
día perfecto, hoy ha empezado mi vida nuevamente y quiero que empiece
sincerándome contigo. Lo necesito, ambos lo necesitamos – dijo ella perdiéndose
en la mirada de él.
-Sí, tienes razón, ambos lo
necesitamos.
-Soñé contigo cuando aun no
existías en mi vida, me hacías reír, me dabas paz, me sentía segura en tus
brazos. Y entonces un día sucedió, aquel con el que soñé llegó hasta mí, y eras
tú. Tus ojos, tus manos, tu aroma, recordaba todo, y empecé a sentir como en el
sueño. Comencé a sentirme segura, feliz. Eres tú, mi mundo eres tú. Te amo, es
así de simple.
-Kate –intentó intervenir él.
-No, por favor deja que termine –
suplicó ella- porque quizás si me paras no sea capaz de seguir. Por favor
–insistió ella.
-Está bien – dijo Rick tomando
entre sus manos una de las de Kate.
-Te odié, o al menos lo intenté,
pero sólo por todo lo que me hacías sentir. No quería volver a sufrir así que
me encerré tras mi muro y durante años me negué a aceptar mis sentimientos por
ti, me negué la posibilidad de ser feliz a tu lado – levantó su mirada y la
clavó en él- Negué esa posibilidad a ambos. Pero no te fuiste, seguiste a mi
lado y cada día que pasaba te amaba más. Llegó un momento en que el dolor por
no tenerte fue mayor que el miedo a sufrir y por fin liberé mis sentimientos. Y
ahí estabas tú, aún esperabas. Me diste el mejor año de mi vida, me hacías
feliz cada día pero mis miedos regresaron, cuando más feliz era me aterrorizó
el poder perderte y eso hizo que me bloquease y te perdiese. Richard, cometí el
mayor error de mi vida al dejarte marchar, te amaba entonces y te amo ahora.
Eres mi vida. Quiero pasar el resto de mi vida junto a ti, quiero ser la madre
de tus hijas y de los que pudieran venir. Quiero envejecer a tu lado, sentir tu
mano sobre la mía. Despertar cada día y que tu rostro sea lo primero que vea,
dormirme sintiendo tu corazón latir a mi lado. Te amo, es así de simple.
-Kate, me dolió como nunca
imagine que algo me pudiera doler. Tu rechazo y tus palabras me destrozaron, me
sentía vacío sin ti. Dolía tanto tu ausencia que creí que nunca podría volver a
sentirme vivo. Pero un día aquel dolor comenzó a desaparecer, me comencé a
sentir vivo otra vez, tal vez no de la misma forma que cuando tú estabas junto
a mí pero logré volver a vivir. Te creí olvidada, me juré que eras pasado, pero
no es así. Nunca podré olvidar a la mujer de mi vida, nunca serás pasado pero
ahora mismo no eres presente. No puedo, aún no puedo – acariciaba el rostro de
Kate- Aún sueño que te vas, aun sueño que me pierdo si no estás a mi lado.
Ahora no soy sólo yo, están las niñas y por ellas no puedo volver a caer,
necesitan a su padre vivo.
-Rick, no me iré, no
desapareceré. Siempre estaré junto a ti. Te amo, y sé que tú a mí también. Me
esperaste cuatro años, te esperaré el tiempo que sea preciso. No me pienso
rendir, tú nunca lo hiciste, yo no lo haré.
Su mirada se posó en los labios
de él, lentamente se fue acercando a aquella boca, le daba tiempo para alejarse
pero Castle no se movió, Kate dejó un beso en aquellos labios largamente
añorados.
-Kate – dijo él separándose- dame
tiempo. Te quiero, pero necesito un tiempo aún – ambos se abrazaron.
-No me iré, te esperaré –dijo
ella.
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Alexander y Martha habían llegado
a las puertas del colegio, habían decidido pasar a recoger a sus nietas
pequeñas e ir los cuatro a tomar algo. Las pequeñas sonrieron al ver a sus
abuelos, la pequeña Laskmi se soltó de la mano de su hermana mayor y salió
corriendo hacia su abuelo.
Alexander la cogió al vuelo, y la
giró en el aire durante algunos segundos, Martha miraba sonriente la escena. La
actriz nunca pudo imaginar el cambio que su vida daría por culpa del atentado
en el campus de Columbia, el amor de su vida había reaparecido y cuando creyó
que lo volvería a perder él decidió quedarse. Por fin su hijo tenía un padre,
sus nietas un abuelo y ella… ella dormía cada día abrazando al hombre que amó
durante toda su vida.
-Bueno, ¿dónde queréis ir? –
preguntaba el abuelo.
-Al parque, quiero ir a los
columpios – contestaba segura Lask.
-Pues al parque, pero después
será Uma la que decida dónde cenamos – decía Martha abrazando a Uma.
-¿No cenamos en casa? –
preguntaba la joven.
-No, a la abuela y a mí nos
apetecía salir con nuestras nietas.
-¿Y papá no cena con nosotros? –
preguntaba haciendo pucheros la pequeña Laskmi.
-Cariño, papá está ocupado hoy –
contestaba Martha.
-Pero yo quiero cenar con papá –
continuaba quejándose la pequeña.
-Lask, ya te ha dicho la abuela
que está ocupado, deja de comportarte como un bebé – intervenía Uma haciendo
que su hermana dejase su actitud.
Tal y como Laskmi había pedido
los cuatro fueron al parque que había cerca del restaurante italiano favorito
de Uma, la pequeña Lask pasaba el tiempo jugando con otros niños mientras era
vigilada de cerca por su abuelo.
-Abuela, ¿está con ella verdad?
-Sí, cariño, tu padre está con
Katherine. Ella le necesitaba a su lado hoy.
-Espero que empiecen a acercarse.
Sólo serán felices cuando vuelvan a estar juntos.
-Uma, tienes más razón que un
santo – decía sonriendo la pelirroja- espero que ellos también sean conscientes
de eso.
-Esperemos, y que sea rápido.
Papá ya no es un niño, y a este paso tendrá nietos antes que hijos con Beckett
– terminaba diciendo Uma muerta de la risa.
-Dios, que nunca te oiga tu padre
llamarle viejo – contestaba la actriz soltando una carcajada.
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Castle preparaba algo para cenar
mientras la detective continuaba tumbada en el sofá, hacía una hora que por fin
se había quedado dormida.
Cuando la cena estuvo lista y la
mesa puesta el escritor se acercó hasta Kate para despertarla.
-Beckett, hay que cenar – decía
susurrando al tiempo que acariciaba el brazo de la detective- Beckett venga
despierta, tienes que comer algo – insistía él alzando un poco el tono de su
voz.
-No tengo hambre – se quejaba una
soñolienta Beckett.
-Eso da lo mismo, debes tomar
algo. Llevas desde ayer sin ingerir alimentos. Así que arriba – insistía él.
-No me apetece, de verdad Castle
no tengo hambre.
-Venga, levántate. Ya sabes lo
pesado que puedo llegar a ser. No pienso dejarte dormir más si antes no cenas
algo.
Katherine sabiendo que el
escritor no pararía decidió que lo más sensato sería levantarse del sofá para
cenar.
Antes de sentarse a la mesa se
dirigió al servicio, decidió darse una ducha y ponerse algo de ropa cómoda.
Mientras Beckett se encontraba en
el baño el escritor llamó a su madre para ver cómo les iba a ella y a su padre
con las niñas. Martha le contó el pequeño enfado sufrido por Lask al saber que
él no cenaría con ellas y cómo Uma había logrado que se conformase. Tras hablar
con sus hijas y darles las buenas noches dieron por finalizada la conversación.
Al mismo tiempo que él colgaba la detective volvía al salón.
-Siento la tardanza, pero decidí
darme una ducha – se disculpaba Kate al tiempo que se sentaba a la mesa.
-No pasa nada, he aprovechado
para hablar con las niñas y mi madre – contestaba el escritor sonriendo-
¿Mejor?
-Sí, la ducha me ha relajado.
Gracias. ¿Y tus padres y las niñas que tal?
-Bien, han ido al parque y luego
a cenar al italiano favorito de Uma. Lask se enfadó un poco al principio al
saber que yo no iría a la cena – Kate se puso seria al escuchar eso- pero Uma
logró que se le pasase el enfado en un momento, así que ya puedes cambiar la
cara.
-No quiero que las niñas se
sientan mal por mi culpa – agachaba la cabeza.
-Kate, es sólo una niña y tengo
que reconocer que quizás la esté mimando demasiado- la detective alzó una ceja
al escuchar eso- Y ahora, venga a cenar, me muero de hambre.
Fue una cena ligera, ensalada y
pescado a la plancha, regado todo con vino blanco. Durante la cena los
silencios fueron evidentes, Castle quería darle su espacio a la detective,
sabía lo duro que el día estaba siendo para ella. La conocía muy bien, y
suponía el terremoto interior de sentimientos que estaba sufriendo por lo
sucedido.
Tras la cena, el escritor preparó
café para los dos, y decidió servirlo en la mesita auxiliar junto al sofá.
Mientras
tomaban el café, ella se apoyaba sobre el pecho del escritor y él con su mano
libre le acariciaba la espalda.
-Es tarde,
debería irme a casa – decía Rick sin dejar de acariciar a la detective.
-Quédate – le
miró suplicante.
-Kate…
-Rick, sólo
necesito que me abraces, necesito sentirme segura entre tus brazos. Quédate,
por favor – insistió ella.
Castle se
levantó y alargó su mano esperando que la detective la tomase y levantarla del
sofá.
-Vamos a
dormir- dijo una vez que ambos estuvieron en pie- tendrás que dejarme algo de
ropa para dormir.
Las manos de
ella rodeaban uno de los brazos del escritor mientras en su rostro se dibujaba
una sonrisa. Ambos caminaron hasta llegar al dormitorio de la detective, una
vez en aquella habitación Kate soltó el brazo y se dirigió al armario a buscar
algo de ropa para el escritor.
-Te puedo dejar
una camiseta y un pantalón de mi padre, es lo único que tengo.
-Perfecto, iré
al baño a cambiarme.
Una vez en
aquel servicio el escritor se dio una ducha rápida, tenía que reconocer que él
también estaba algo cansado, y aquella ducha le relajó un poco los músculos.
Cuando salió del servicio Kate ya se encontraba acostada, tenía los ojos
cerrados y descansaba sobre su lado derecho. El escritor se sentó despacio
sobre la cama y abrió lentamente la ropa de la cama por su lado.
-Tranquilo,
estoy despierta aún – dijo ella al notarle a su lado.
-No quería
despertarte – contestaba él tumbándose ya en la cama.
-Castle,
gracias – dijo ella casi susurrando y abrazándose a él.
-Siempre – fue
lo único que contestó él al tiempo que dejaba un beso en la cabeza de la
detective.
Se despertó en medio de la noche, no hizo
falta abrir los ojos para saber dónde se encontraba, ella pasaba su brazo por
el encima de su torso, dormía plácidamente.
Con sumo
cuidado retiró el brazo de Kate, no quería despertarla, salió con mucho cuidado
de aquella cama. Fue hasta la cocina y cogió una botella de agua de la nevera
se dirigió al salón y se sentó en el sofá.
Eran las tres
de la mañana y estaba en aquella casa, con ella. Sólo tuvo que llamarlo y decir
que le necesitaba para salir corriendo hasta ella, preocupado por lo que le
podría estar pasando. Estuvo junto a ella para ver caer al Senador, estuvo a su
lado en el cementerio y ahora estaba a su lado en aquella casa. A quien trataba
de engañar al decir que ella era sólo su pasado. Ella nunca sería pasado, por
mucho que él tratase de negarlo era presente, su presente.
Cierto que
había vuelto a doler lo que pasó entre ellos, pero dolía mucho más el no
tenerla junto a él.
-Hola, me
desperté y no estabas a mi lado.
-Siento haberte
despertado, tenía algo de sed.
-Tranquilo, no
pasa nada. Me despertó sentir tu ausencia. ¿Te importa que me siente a tu lado?
-Por favor. ¿Te
apetece café? – preguntó el escritor poniéndose en pie.
-Sí, gracias.
Mientras
preparaba el café Richard apoyaba una de sus manos en la encimera mientras en
la otra estrujaba la botella de agua y finalmente lanzaba la botella al
fregadero. Regresó al salón sin las tazas de café.
-¿Sabes lo que más me jodió? –
Kate le miró sorprendida- no fue que rechazases mi proposición, eso lo tenía
casi seguro cuando te la hice. Lo que realmente me jodió fueron tus palabras de
después. Dudaste de lo que teníamos, podría decirte cada palabra que salió de
tu boca: “lo siento, pero ahora mismo no sé qué siento por ti. Es gracioso si
tu proposición hubiera llegado hace tan solo un mes, me habría sentido la mujer
más afortunada del mundo. Pero hoy no la puedo aceptar. Hoy nada es igual que
hace un mes. Tú has cambiado. Y yo también. Necesito descubrir quién soy.
Necesito alejarme de ti” –Kate le miraba totalmente sorprendida- las recuerdo
perfectamente porque durante todos estos meses esas palabras repiqueteaban en
mi cerebro.
-Rick, lo siento, lo siento
tanto. Estaba perdida, durante aquellas últimas semanas mi miedo se acrecentó.
Me despertaba cada día preguntándome si ese sería el día en el que decidieras
que lo nuestro llegaba a su fin – Castle alzó una de sus cejas- sé que suena
estúpido, pero así era como me sentía. Y para terminar con esa tortura decidí
que lo mejor era salir huyendo, si de todas formas tú me ibas a dejar ¿por qué
quedarme y ver nuestro final?
-Pero, todo eso debería haber
desaparecido cuando te propuse matrimonio – decía el escritor- la proposición
debió aclararte que no quería terminar contigo.
-Debió hacerlo pero para entonces
mi cerebro se negaba a aceptar la posibilidad de que lo nuestro perdurara.
-Durante cuatros años estuve a tu
lado, fui incondicional, siempre estaba y la única razón era que te quería.
Esperé todo ese tiempo a que tú estuvieras preparada para aceptar tus
sentimientos y ¿crees que después de esperar durante esos cuatro años ibas a
ser sólo una diversión? Por una diversión no se cambia la forma de vida.
-Me sentí atraída por ti desde el
momento en el que te conocí, al principio eso me enfadaba, eras un engreído, un
egocéntrico, imbécil, eras todo lo que nunca me gusto de un hombre pero aun así
me atraías. Luego conocí al otro Castle, al que se preocupaba por su familia.
Cuando quise darme cuenta me había enamorado de Rick Castle, pero tú venías
cada día con una mujer diferente.
-Eso no es cierto – se defendía
él- en esos cuatro años no hubo tantas mujeres en mi vida. Si vamos a hablar de
ligues yo me tuve que comer el verte con tus novios.
-Vale, dejemos la guerra de
ligues. Pero que sepas que para mí el que estuvieras aunque fuese con una sola
mujer ya eran demasiadas.
-¿Por qué tenemos que hacer tan
difícil algo tan sencillo? – preguntaba Rick
-Las cosas entre nosotros nunca
han sido fáciles – contestaba Kate.
-Quizás por eso merecía tanto la
pena.
- Hemos perdido muchos años en
los que podríamos haber estado juntos disfrutando de lo que teníamos y en lugar
de eso nos pasamos años luchando contra nuestros sentimientos. Durante cuatro
años fui yo la que luché por alejar lo que sentía por ti y ahora eres tú el que
lo está haciendo.
Ambos se quedaron en silencio, y
poco a poco se fue dibujando en sus rostros una sonrisa.
-Somos idiotas – dijeron ambos a
la vez.
-Deberíamos estar disfrutando de
lo que tenemos, y celebrando que por fin has logrado hacer justicia. Y en lugar
de eso, estamos aquí a las cuatro de la madrugada tratando de entender qué
narices estamos haciendo.
-Rick – tomaba las manos del
escritor entre las suyas- ¿y ahora qué hacemos? –preguntó con miedo Kate.
-Dejar de ser unos críos y
arriesgarnos – contestó acariciando la mejilla de la detective- pero vayamos
con calma. Y por favor, esta vez hablemos cada vez que nos de vértigo lo que
sentimos o cuando algo se nos esté pasando por la cabeza.
-Te quiero Rick.
-Yo también a ti. Y ahora, será
mejor que vayamos a dormir.
Ambos se levantaron y caminaron
abrazados hacia el dormitorio, iban sonriendo por fin después de todos esos
meses habían decidido sucumbir a sus sentimientos. Cuando llegaron a la
habitación se tumbaron a dormir, ella recuperó su mejor almohada, el pecho del
escritor, mientras Rick acariciaba con ternura la espalda de la detective.
-Te amor Kate, sólo quiero pasar
el resto de mi vida junto a ti.
-Eso espero Rick, porque si algún
día decides dejarme juro que te pegaré un tiro – ambos sellaron esa promesa con
un beso.
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Laskmi fue la primera en
levantarse y salió corriendo hacia la habitación de su padre, abrió la puerta y
descubrió que la cama estaba sin deshacer. Salió de aquella habitación y entró
en la de su hermana.
-Despierta – decía mientras
sacudía un poco el cuerpo de su hermana- Uma, despierta.
-¿Qué quieres? – contestaba sin
abrir los ojos.
-Venga Uma, despierta. Venga,
venga, venga – insistía ella.
-Está bien, a ver ¿por qué me
despiertas tan pronto? – decía Uma incorporándose.
-Papá no está, he ido a su
habitación y no ha dormido en su cama – decía empezando a llorar.
-¿Y por eso me despiertas? – Lask
asentía- venga ya, se habrá quedado a dormir en casa de Kate – al escuchar
aquello la pequeña salió corriendo de aquel dormitorio.
-Laskmi, ven aquí – decía Uma
saliendo tras la pequeña dándole caza en la puerta de la calle - ¿Se puede
saber dónde narices crees que vas?
-Voy a buscar a papá, no quiero
que esté con la detective – contestaba la pequeña llorando- tiene que estar en
casa no con ella.
El ruido que ambas niñas estaban
haciendo despertó a sus abuelos y ambos decidieron bajar al salón a ver qué
pasaba.
-¿Se puede saber que estáis
haciendo?- Alexander se acercó hasta sus nietas con cara de enfado.
-Papá no está – Laskmi continuaba
intentando abrir la puerta.
-Joder Lask, deja ya la puerta –
Uma había comenzado a perder la paciencia.
-Vale todos al salón ya –
intervenía Martha- y nos explicáis qué está pasando aquí.
Los adultos se sentaron en el
sofá y Alexander sentó en sus rodillas a la pequeña Laskmi mientras Uma se
quedaba de pie.
-Laskmi se despertó y decidió ir
al dormitorio de papá – Uma comenzaba el relato- descubrió que la cama no
estaba deshecha y fue a mi habitación a despertarme.
-Claro, papá no estaba – se
defendía la pequeña.
-Uma continua, por favor –
Alexander tapaba con su mano la boca de la pequeña.
-Vale, me dijo que papá no estaba
así que le conté que se quedó a dormir en casa de Beckett. Entonces salió
corriendo hacia la puerta, la detuve justo cuando estaba a punto de salir de
casa.
-Laskmi, ¿cuántas veces te hemos
dicho que no puedes salir de casa sola? – la voz de su abuelo sonó muy seria lo
que hizo que la pequeña comenzara nuevamente a llorar.
-El abuelo tiene razón. Cariño
eres aun pequeña para salir sola de casa – Martha la tomaba ella en brazos.
-Sigo – Uma decidió continuar con
su relato- se enfadó mucho porque papá estaba con Kate, decía que tenía que
estar en casa y no con ella. Y entonces habéis bajado vosotros.
-Vale, a ver, ¿por qué estás tan
enfadada? –preguntaba con dulzura Martha a su nieta pequeña.
-Papá tiene que estar con
nosotros y no con ella.
-Pero, ¿por qué te enfada tanto
que esté en casa de Kate? –insistía Martha.
-Porque papá tiene que estar con
Kenya – concluía la pequeña.
Aquella respuesta pilló de
improviso a todos. Ninguno había valorado la opción de que para la pequeña,
Kenya era lo más parecido a una madre que tenía desde que sus padres murieron.
-Lask, papá se ha quedado a
dormir en casa de Kate porque ella estaba malita – Uma trataba de entender a su
hermana- sólo eso.
-Pero vosotros queréis que papá y
la detective se casen, y si lo hacen entonces Kenya no vendrá a vivir aquí y yo
quiero a Kenya no a la detective.
-Cariño, ¿no quieres que tu papá
sea feliz? – preguntaba Alexander.
-Sí, pero quiero que Kenya sea mi
mamá. Papá y Kenya eran felices en la India, no quiero vivir aquí quiero volver
a casa – Lask se bajaba de las piernas de su abuela y salía corriendo hacia su
habitación cerrando la puerta tras ella.
Martha se levantó para ir a la
habitación de su nieta pero fue detenida por Uma.
-Deja que lo intente yo.
-Está bien, mientras tanto yo
llamaré a tu padre – Martha se acercó hasta su móvil.
-Espera, veamos si Uma es capaz
de convencerla – intervenía Alexander.
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El teléfono de Rick sonó en torno
a las siete de la mañana, salió de la cama y del dormitorio para no despertar a
Kate. Cuando regreso ella estaba sentada apoyando su espalda en el cabecero de
la cama.
-¿Qué ha pasado? – preguntó al
ver la cara de Rick.
-Tengo que irme, Laskmi se ha
encerrado en su habitación y no quiere hablar con nadie – contestaba mientras
se iba vistiendo.
-Dame un minuto y te acompaño –
Kate saltaba fuera de la cama.
-No, será mejor que vaya solo,
luego te llamo – decía desde la puerta pasando por alto lo que su madre le
había contado.
-Está bien, pero si necesitas
algo llámame.
-Espera, espera, espera – Rick
volvía al dormitorio y besaba a Kate repetidamente en la boca- ahora sí me
puedo ir. Te llamo luego.
Kate decidió levantarse, darse
una ducha e ir a desayunar con su padre.
Cuando miró la imagen que le
devolvía el espejo del baño vio la inmensa sonrisa que tenía dibujada en su
rostro, estaba radiante.
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Castle entró en su casa
encontrándose a sus padres tratando de calmar a Laskmi la cual no paraba de
chillar mientras Uma se encontraba sentada en el suelo tapándose los oídos.
-A ver, ¿se puede saber qué está
pasando aquí? –preguntó al ver la escena.
-¡Papá! –Gritó la pequeña al
tiempo que corría hacia sus brazos- ¡papá!, no te vayas más- decía hipando por
el llanto.
-Tranquilízate cariño – abrazaba
fuertemente a la pequeña-¿qué te pasa?
-No estabas, fui a tu habitación
y no estabas –hundía su rostro en el pecho de su padre- y luego Uma me dijo que
dormías en casa de la policía esa.
-Cariño, no es la policía esa, se
llama Kate.
-Da lo mismo, ella no me gusta –
contestó ya sin llantos.
-A ver ¿todo esto lo has montado
porque no he dormido en casa?-separaba un poco a la pequeña para mirarla a los
ojos.
-Sí, y porque estabas con ella.
Quiero que venga mamá– aquello sorprendió a Castle.
-Lask, deja de llamarla así –
intervino Uma- Kenya no es nuestra madre.
Castle ante la frase dicha por su
hija menor no sabía que decir, la dejó en el suelo y se acercó hasta el sofá
dónde dejó la chaqueta que aún no había podido quitarse.
-Niñas, vamos al despacho, allí
hablaremos más tranquilos –tomó de la mano a la pequeña mientras Uma comenzó a
caminar arrastrando los pies.
Una vez dentro Martha cerró la
puerta y se fue hacia su habitación, sabía que aquella conversación no iba a
resultar fácil para su hijo.
-A ver si me he enterado. Todo
esto empezó porque te despertaste y fuiste a mi habitación y una vez allí
descubriste que no había dormido en casa – Lask asintió- y como Uma te dijo que
había dormido en casa de Kate te enfadaste – la pequeña volvió a asentir- no lo
entiendo.
-Papá, Laskmi no quiere que seas
amigo de Kate –intervenía Uma- dice que ella quiere a Kenya.
-Puedo hablar yo – decía Laskmi
mirando a su hermana- Kenya es tu novia, no puedes ir con la policía porque eso
hará daño a Kenya.
-Cariño, Kenya y yo somos muy
buenos amigos, pero no nos queremos, no somos novios –se acercaba hasta su hija
pequeña pero ésta se separó de él.
-La culpa de todo es de la
policía. Quiero a Kenya, ella siempre estaba conmigo y con Uma. Ella es como mi
mamá –continuaba Laskmi- y si tú sigues siendo amigo de Beckett ella no volverá
a NY.
-Ya está bien. Te he dicho muchas
veces que Kenya se va a quedar a vivir en la India, su vida está allí en la FVF
y la nuestra está aquí – Uma había perdido la paciencia hacía mucho tiempo- así
que deja de repetir que quieres que Kenya esté aquí.
-¡No! Kenya vendrá.
-Cariño, Uma tiene razón, Kenya
va a vivir en la India ha decidido quedarse en la Fundación – la pequeña la
miró totalmente enfadada.
-Quiero volver a casa. No quiero
seguir en esta ciudad, quiero volver a la India y vivir con Kenya.
-Cariño, ahora vivimos en NY,
esta es nuestra casa.
-Quiero vivir con Kenya, quiero
volver a mi casa, no te quiero, tú no eres mi padre – Uma le dio una fuerte
bofetada a su hermana al escucharla decir eso- ¡Quiero a Kenya! ¡Tú no eres mi
padre! –gritó mientras salía corriendo del despacho.
Castle se quedó totalmente
bloqueado al escuchar a su hija menor decir que no le quería y que no era su
padre.
-Por favor cariño, ¿me puedes
dejar solo? – le pidió a Uma- y que nadie me moleste, ni siquiera los abuelos.
Durante horas Castle estuvo
encerrado en el despacho, trataba de asimilar todo lo que su hija pequeña había
dicho. Sabía que no todo lo dicho por la pequeña era cierto, pero eso no hacía
que fuera menos doloroso.
-Voy a salir. No sé cuándo
regresaré – no esperó contestación de su familia tomó una chaqueta y salió de
su casa.
Aparcó delante de un edificio de
apartamentos, cruzó la calle, entró en el edificio y subió a casa de la persona
con la que necesitaba hablar, la única que él creía que le podría ayudar. Llamó
a la puerta y esperó a que esta fuese abierta.
-Castle, ¿estás bien? – él no
esperó a ser invitado entró directamente.
-No, Laskmi me odia –hablaba
parado en mitad del salón.
-¿Qué ha pasado? – le preguntaba
mientras acariciaba su brazo.
Castle comenzó el relato de todo
lo sucedido horas antes en su loft.
-En resumen, Laskmi no quiere
vivir aquí, no quiere vivir conmigo y me ha dicho que no soy su padre. Kate,
¿qué voy a hacer? –se dejaba caer sobre el sofá.
-Rick, sólo estaba enfadada por
tu ausencia, seguro que no dijo todas esas cosas en serio. Lask te adora, eres
su padre, eres su ídolo. Dale tiempo a que se acostumbre a no tenerte siempre a
su lado. Se le pasará, ya lo verás – decía ella mientras le tomaba de la mano.
-Quiere vivir en la India y con
Kenya – miró a ala detective a los ojos sabía que lo siguiente que iba a decir
no sería agradable para ella- No quiere que tú y yo tengamos una relación, ella
quiere que Kenya sea su madre – Kate se quedó paralizada al escuchar aquello-
¿cómo vamos a arreglar eso? Mi hija pequeña quiere vivir con mi ex novia porque
quiere que sea su madre y me odia y te odia.
-Quizás debamos darle tiempo para
que se acostumbre a vernos juntos. Igual no deberíamos pasar mucho tiempo
juntos, deberíamos ir poco a poco.
-Igual es demasiado pronto, son
demasiados cambios para una niña pequeña. Perdió a sus padres, fue adoptada,
cambió de país, descubrió unos abuelos. Muchas cosas en poco tiempo. Igual debí
pensar más en ellas y menos en mí – hundía la cabeza entre sus manos.
Kate sentía como algo comenzaba a
romperse en su interior. Nunca había pensado en que las hijas de Castle no la
aceptasen, para eso no se había preparado y no sabía cómo actuar.
-Igual deberías pedir ayuda a
Kenya –Castle le miró sorprendido- me refiero a que igual ella podría ayudarte
con Lask. Además tal vez deberíamos esperar a empezar algo a que ella lo haya
aceptado – decía rota por el dolor y esperando que él no aceptase eso último.
-Kate, iremos despacio, le
daremos tiempo para que se vaya acostumbrando – acariciaba el rostro de la
detective- no quiero estar separado de ti más tiempo. Tienes razón en algo,
llamaré a Kenya para que hable con ella – se acercó a Kate y la besó.
-Se le pasará, es una niña muy
inteligente. En cuanto vea que yo no voy a robarte su amor, se le pasará. Y
ahora, pese a lo mucho que me apetece que te quedes, será mejor que regreses a
casa con tus hijas – besaba al escritor con inmenso amor.
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