Sentada en la zona de embarque
del JFK pensaba en todo lo que había cambiado su vida en aquellos ocho meses.
Ocho meses atrás mantenía una relación con el hombre de su vida, tenía unos
amigos que eran incondicionales, un trabajo que le dejaba hablar por las
víctimas. Ahora el amor de su vida no estaba junto a ella. Sus amigos seguían
ahí pero algo entre ellos había cambiado y su gran oportunidad de trabajo en el
FBI había sido un desastre, no por el trabajo en sí, si no por la necesidad de
ella de volver a casa.
Agotada, así es como se sentía.
Cualquiera que pasase por su lado y se fijase un poco vería a una mujer
totalmente abatida. Por fin había logrado abrir de par en par su corazón, había
dejado salir todos sus sentimientos, la cebolla había desaparecido. Pero como todo
últimamente en su vida, aquello fue un desastre. Se había abierto demasiado
tarde.
El amor de su vida, el hombre con
el que soñaba formar una familia, había pasado página, dejándola fuera de su
nueva vida.
Nueva vida, tenía dos hijas.
Aquellas niñas deberían ser sus hijas también, pero no lo eran, tendrían otra
madre.
Era otra la mujer que cada día
despertaba al lado de su amado. Era otra la que le acariciaba, la que le hacía
el amor. Los cafés ahora ya no eran para ella.
Cualquiera que se fijase en ella,
podría ver el dolor reflejado en su rostro. Grandes ojeras aparecían bajo sus
ojos, aquellos que en otro tiempo brillaban por amor ahora se encontraban
totalmente apagados, estaban rojos e hinchados de tantas lágrimas como habían
dejado salir.
Un vuelo por fin fue anunciado,
aquella mujer antaño segura se levantó y comenzó a caminar con pasos
dubitativos.
Era necesario marcharse, tenía
que ser capaz de organizar todo, tenía que ser capaz de volver a ser ella para
poder encontrar una solución.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
En la 12th el equipo de la
capitana Gates continuaba con la búsqueda del asesino, pero seguían en un punto
muerto.
-Tío, ¿dónde se ha metido
Beckett? Joder, ni ella ni Castle. Esto es una mierda – preguntaba un Esposito
bastante molesto.
- Ni idea, la he llamado al móvil
pero me ha saltado el buzón de voz. Jenny me dijo esta mañana que Kate y Castle
habían quedado anoche para hablar. ¿Se habrá enterado ya de lo de Kenya y las
niñas?
-Mierda, no sabía que habían
quedado, seguro que ya sabe todo. Supongo que ahora no querrá hablar con
nosotros, pensará que la hemos vuelto a engañar. Ryan tío, creo que la hemos
cagado del todo con ella.
-Javi, seguro que lo entiende.
Deberíamos volver al trabajo – decía mirando la pizarra.
-Odio este puto caso. No tenemos
nada, no hay huellas, ni rastros de ADN, nadie vio nada. Es desesperante. No
tengo ni puta idea de por dónde podemos ir.
La capitana Victoria Gates salía
de su despacho y se encaminaba hacia su equipo.
-Bueno, ¿qué tenemos? –
preguntaba situándose al lado de la pizarra.
-Nada, señor. No tenemos nada en
absoluto – contestaba bastante molesto Espo.
-¿Nada? – Preguntaba extrañada-
alguien debió ver algo. El asesino debió dejar algún rastro.
-Nada señor, ni huellas, ni ADN,
nadie vio nada – contestaba Ryan- es como si hubieran sido asesinados por un
fantasma.
-Como bien saben, los fantasmas
no existen, así que manos a la obra y encuentren algo, lo que sea.
-Señor – interrumpía Espo-
¿Cuándo llega Beckett?
-Beckett no va a trabajar en este
caso. Aún le falta un mes para poder incorporarse a la 12th. No va a venir, me
llamó anoche para informarme de su ausencia – les contaba la capitana.
-Vaya, pero creía que el FBI le
había dado permiso para trabajar en este caso – decía Ryan.
-Así fue, ha sido una decisión
personal de la detective. Bueno dejemos a un lado las ausencias y pongámonos a
trabajar. Quiero algo nuevo lo antes posible – Terminaba la conversación
dirigiéndose nuevamente hacia su despacho.
Esposito y Ryan decidieron
acercarse a la morgue por si la forense tenía algo nuevo a lo que agarrarse.
-Buenos días Lanie, dinos que
tienes algo nuevo con lo que podamos trabajar.
-Pues siento decirte que no hay
nada nuevo Javi.
-Oh, vamos Lanie, algo tiene que
haber – insistía el latino.
-Javi, te he dicho que no hay
nada – decía acercándose hacia Espo- si quieres te lo digo más alto.
-Chicos, venga – intervenía Ryan-
no es momento para enfadarnos entre nosotros.
-Tienes razón, pero es que algo
tiene que haber.
-Ya he dicho que nada. He mirado
todo, las ropas, los cuerpos y no hay nada. Vosotros tampoco me habéis traído
nada del escenario –se defendía la forense.
-Mierda, tenemos dos cuerpos, que
han sido torturados y asesinados de forma cruel, pero no tenemos nada para
saber quién fue el asesino – Gritaba Espo al tiempo que golpeaba una de las
mesas.
-Espo, tío, relájate – Decía
Ryan- así no eres de ayuda.
-¿Qué me relaje? Además de todo
lo que he dicho sólo estamos tú y yo para investigar. Beckett se ha ido – Lanie
le miraba sorprendida- Castle se ha borrado. Y Gates quiere resultados. ¿Cómo
narices se supone que me voy a relajar?
-¿Beckett se ha ido?- preguntaba
un tanto descolocada la forense.
-Nos lo ha dicho la capitana –
contestaba Ryan.
-Pero, ¿sabemos por qué? –
continuaba su interrogatorio la forense.
-No ha dicho nada, sólo que
anoche la había llamado Beckett para comunicar su decisión. La he llamado esta
mañana pero me salta continuamente el buzón de voz.
-Espero que no haga ninguna
tontería – decía Lanie.
-Seguro que pronto sabremos algo
de ella – comentaba Ryan.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Richard llegaba al hospital con
una gran sonrisa dibujada en su rostro. Había llegado el día en el que Alexis
recibía el alta.
-Buenos días calabaza –decía nada
más abrir la puerta.
-Hola papá. ¡Me voy a casa! – la
joven se lanzaba a los brazos de su padre.
-Sí cariño, nos vamos a casa. ¿Te
han traído los papeles del alta? – La joven agitaba los papeles por encima de
su cabeza- Bien, ¿has recogido todo? – Lex asentía- entonces, ¡vámonos!
Alexis se sentaba en la silla de
ruedas que su padre había traído con él.
Durante el trayecto la joven
miraba por la ventana del coche, suspiraba y finalmente decidió hablar.
-Papá, ¿has hablado con Beckett?
-Vaya, esa pregunta no me la
esperaba – contestaba Richard girando la cabeza lo suficiente para ver a su
hija.
-Ya, pero ¿has hablado con ella?
Papá, Katherine te quiere, y se merece saber que tu vida ha cambiado.
-Hablamos ayer. Le conté todo –
contestaba secamente su padre.
-Vale, veo que no es un tema del
que quieras hablar.
-Cariño, hemos hablado. Lo hemos
dejado todo claro, ella me dijo que me ama y yo le conté la existencia de tus
hermanas y de Kenya. Creo que está todo explicado y hablado. Y ahora dejemos de
hablar de ella. Aquí la importante eres tú – miraba a su hija y le sonreía.
En el loft del escritor esperaban
nerviosas las niñas junto a Kenya y Martha.
-Abu, ¿Lex se va a quedar en
casa?
-Claro cariño.
-¡Bien! – Decía la pequeña Lask
dando saltitos- así podré contarle cuentos.
-Lask, Alexis debe descansar, no
la molestes mucho – intervenía Uma.
-No la molestaré, la cuidaré – se
defendía la pequeña.
El sonido de la puerta hizo que
todas las mujeres se giraran hacia la misma y en sus rostros se dibujara una
sonrisa.
-¡Lex! –Gritaba una emocionada
Laskmi al tiempo que corría hacia su hermana mayor- estás en casa.
-Sí peque, estoy en casa –
contestaba la pelirroja sentando en su regazo a la pequeña- ahora me podrás contar
cuentos cada noche.
-Veis, ella quiere– decía la
pequeña volviéndose hacia su abuela y Uma- Me decían que no te molestase mucho,
que necesitas descansar y yo les contestaba que no te molestaría que sólo te
iba a cuidar.
-Claro que no me molestarás, serás
mi enfermera particular. Creo que tenían envidia y por eso te decían esas cosas
– terminaba la pelirroja guiñando un ojo al resto.
-Bueno ya están tus cosas en la
habitación. ¿Estás segura de quedarte en la tuya, no prefieres la mía? –
preguntaba Castle al regresar al salón.
-Papá, puedo andar perfectamente
por la casa con las muletas. No puedo correr, pero no soy una inválida.
-Vale, vale. Entonces te quedas
en tu habitación.
Laskmi se negaba a soltarse de su
hermana mayor.
-Peque, Lex tiene que subir a la
habitación. Suéltala un momento – Decía Uma.
-No, subiré con ella. A lo mejor
necesita mi ayuda para algo – decía totalmente segura Laskmi.
-Buena te ha caído Lex.
-Ya veo, ya – Alexis y Uma
rompían en carcajadas- no me va a dejar ni a sol ni a sombra.
-Claro, le has dicho que es tu
enfermera – terminaba Uma muerta de la risa.
-Venga todas a lavarse las manos
que en media hora estará la comida – Decía Richard a sus hijas- Y usted
señorita venga aquí – decía tomando por la cintura a Kenya- no me ha saludado
como a mí me gusta – se perdía en la boca de su novia.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Caminaba por las calles de
aquella ciudad, lentamente, arrastrando sus pies. Con cada paso dado intentaba
alejarse de todo lo que le hacía daño.
Nunca llegó a adaptarse a DC, y
sin embargo a la hora de salir corriendo de NY había decidido regresar a ella.
Quizás por el hecho de ser una
desconocida, quizás por ser prácticamente imposible encontrarse con algún
amigo. O tal vez por ser allí donde comenzó a ser consciente de la estupidez
que había cometido al rechazar a Richard.
Ahí estaba en la ciudad que
escogió antes de escuchar a su corazón, y volvía precisamente por eso, por
estar sorda.
Ante ella aparecía el edificio de
las oficinas centrales del FBI, no sabía cómo había llegado pero se encontraba
en la Avenida Pensilvania.
Alzaba su vista, recorriendo con
ella el edificio. Se preguntaba cómo un día pudo ser capaz de pensar que su
felicidad estaría allí. Su felicidad la dejó en un loft de la ciudad que nunca
duerme, la dejó en una comisaría de NY. Negó con la cabeza y se alejó de allí.
Continuo caminando, alejándose de
aquel edificio, dejando atrás todo lo que eso significaba.
No recordaba que dirección había
tomado pero cuando sus ojos volvieron a fijarse en dónde se encontraba, por
alguna razón sus pies la habían llevado hasta Dupont Circle y frente a ella se
encontraba Books-A-Million. Sonrió al comprobar dónde se encontraba. ¿Por qué
no? Se preguntó a sí misma y entró en aquella librería como había hecho tantos
meses atrás.
Comenzó a recorrer los pasillos
repletos de estanterías, no se fijaba en ningún libro en particular tan solo
aspiraba el olor que éstos desprendían.
-Buenas tardes, ¿puedo ayudarla?
– preguntó una voz a su espalda.
-Gracias, pero sólo estaba dando
una vuelta – contestó sin girarse.
-Como quiera, si necesita ayuda
no dude en buscarme. Mi nombre es Helen.
-Lo sé – contestó girándose.
-¡Kate! Vaya sorpresa. No sabía
que habías regresado a DC.
-Ya, y no lo he hecho – Helen la
miró alzando una de sus cejas- sólo estoy de paso. Necesitaba salir de NY.
Helen la miró a los ojos,
descubriendo el tono oscuro bajo ellos símbolo de sus horas sin dormir.
-Termino en media hora. ¿Te
apetece hablar?
Lo pensó tan solo unos segundos,
total no tenía nada que perder.
-Perfecto, te espero en la
cafetería de enfrente.
-Allí estaré – Kate se giraba
para salir de la tienda- ¡Kate! No iré sola, me acompañará mi novia ¿te
importa?
-Para nada, me parece perfecto.
Nunca pensó que sería ella la
escogida, pero si lo pensaba un segundo Helen sería más imparcial que Lanie,
para Helen Richard no era nadie.
Se sentó en el fondo de la
cafetería, pidió un café y esperó. Puntual hizo su aparición Helen junto a una
joven pelirroja.
-Hola, llegamos a tiempo – decía
Helen nada más llegar.
-Sí, como siempre, puntual –
contestaba Katherine.
-Kate, te presento a Emma, Emma
ella es Kate.
-Encantada – contestaban ambas
mujeres a la vez.
-Helen me ha hablado mucho de ti.
Tenía ganas de conocerte.
-Vaya, siento no poder decir lo
mismo –una medio sonrisa se dibujaba en el rostro de Katherine.
Pidieron unos cafés, comenzaron a
ponerse al día de sus vidas. Las jóvenes llevaban juntas tres meses, y
terminaban de irse a vivir juntas.
-Bueno, Kate ¿qué ha pasado? –
Helen fue directa.
-Que por fin, me he dado cuenta
de que soy idiota, eso es lo qué ha pasado.
-Vaya, y eso ¿ha hecho que salgas
corriendo de NY?
-Sí – las chicas levantaron una
ceja en señal de sorpresa- o sea, no.
-Kate, igual es mejor que dejemos
esta conversación, no te veo muy centrada – decía Helen.
-No, sé que puedo hacerlo. Si me
disculpáis, voy un momento al aseo. Regreso en seguida – decía Kate poniéndose
en pie.
-Claro, aquí estaremos.
Katherine entraba en el servicio
de mujeres, apoyaba sus manos en el lavabo, miraba el reflejo de su rostro en
el espejo y tras unos segundos golpeaba aquella imagen reflejada. Se refrescaba
la cara y tras suspirar salía del baño.
Miraba la mesa dónde la esperaban
las mujeres. Helen y Emma estaban riéndose de algo, tenían las manos
entrelazadas, desde dónde ella se encontraba se podía ver el amor que ambas se
tenían.
-Vaya, me voy un segundo y
comenzáis a hacer manitas – decía Katherine haciendo que ambas jóvenes se
sonrojasen- eso está bien, que os demostréis el amor que os tenéis. No dejéis
de hacerlo nunca, no perdáis esto que tenéis ahora, no lo dejéis morir por el
paso del tiempo.
-No sé qué has hecho en el aseo,
pero esta Kate es más parecida a la qué conocí – Contestaba Helen.
- Ya – contestaba Katherine
agachando la cabeza, gesto que cambió en unos segundos- Le he perdido, por eso
estoy aquí.
-¿Estás segura de eso? – preguntó
Helen.
-Hablé con él, le dije todo lo
que sentía. Y no sirvió de nada, no me quiere en su vida. Tiene una nueva
pareja. Por eso salí huyendo de NY.
-Perdona que me meta – intervenía
Emma- pero, ¿cómo sabes que pese a tener pareja no te quiere en su vida? –
Katherine la miraba fijamente- por lo que Helen me ha contado, él te esperó
durante cuatro años, ¿en serio crees que alguien que te ama como él lo hacía
puede olvidarlo todo en tan solo unos meses?
Katherine no contestó se quedó en
silencio, recordando cada día vivido junto al hombre que amaba. Durante cuatro
años, le vio cada día junto a ella, daba igual el tiempo que hiciera, si el día
era aburrido, él siempre estaba ahí. Cuatro años, esperando a que ella se diera
cuenta de quién era él. Cada vez que
ella se sintió hundida por la muerte de su madre, él estuvo ahí. Aquello no podía
terminar de esa forma.
-Le he hecho mucho daño. Durante
cuatro años, me negué vivir lo que mi corazón quería. Durante cuatro años,
encerré mis sentimientos. Me negué la felicidad, y se la negué a él.
-Sí, pero al final dejaste en
libertad tus sentimientos, te entregaste a lo que sentías, te entregaste al
amor – decía Helen.
-Lo hice, sí, me costó años, pero
finalmente me di cuenta de que no podía vivir eternamente encerrada en una
burbuja. Pero no salí del todo de ella. En el momento en el que sentí que mi
relación con Richard era todo lo que quería en mi vida, me asusté y me enceré
nuevamente en ella.
-Tuviste miedo – intervenía Emma-
dejaste que el miedo a ser feliz te impidiera vivir lo que tenías. El miedo
puede sacar lo mejor y lo peor de nosotros. En tu caso, te atenazó de tal forma
que te impidió reaccionar, y te llevó al fondo del abismo.
-Cierto, pero no me he quedado
allí. Me ha costado tiempo, pero ahora soy capaz de dejar ver todo lo que
siento, soy capaz de abrirme, pero es tarde. Tarde para mi relación con él.
-¿Cómo fue? – preguntó Helen.
Katherine comenzó a relatar la
conversación que había tenido con Richard. Explicó cómo se arriesgó a abrir de
par en par su corazón.
-Le confesé que sabía que al
rechazarle había cometido el mayor error de mi vida, el amor que desde hacía
años sentía por él. Quiero pasar el resto de mi vida junto a él, sentirle
dormir junto a mi cada día, despertarme siendo lo primero que vean mis ojos su
rostro. Quiero que sea el padre de mis hijos.
-Tuviste que perderle para ser
totalmente consciente de todo el amor que sentías por él. Perderle para darte
cuenta de lo que realmente merece la pena, él.
-Pero ¿de qué sirve que yo lo
sepa, si él ha rehecho su vida? Cuando le escuché decir que en su vida había
otra mujer, mi mundo se derrumbó.
FLASBACK
Aquello fue lo último que ella
escuchó antes de oír cómo se cerraba la puerta de su casa. Antes de ser
totalmente consciente de haber perdido todo lo maravilloso que podría haber
vivido junto al hombre que amaba.
Sintió como su mundo se
derrumbaba, durante las últimas semanas se había imaginado infinidad de veces
esa conversación, lo que le diría, cómo le explicaría todo el amor que sentía,
pero en ningún momento imaginó aquel final.
Se dejó caer junto a la puerta,
enterró su cabeza entre sus piernas, y las lágrimas bañaron su cuerpo. Gritó
dejando salir todo el dolor acumulado durante ocho meses.
No sabía cuánto tiempo llevaba en
aquella posición, intentó moverse pero sus piernas no le respondieron, estaban
agarrotadas, miró la hora en el reloj de su padre, las 3 de la mañana.
Por fin logró ponerse en pie, se
dirigió a la cocina, tomó una cerveza del frigorífico, y bebió. Dos tragos, eso
fue lo que duró la cerveza, miró la botella vacía y la tiró contra la pared.
Estalló nada más tocar la pared, saltando los cristales por toda la cocina.
Tomó otra cerveza y con ella en
su mano se dirigió al baño, abrió el grifo de la ducha, bebió la cerveza y se
metió bajo la ducha aún con la ropa puesta. No podía diferenciarse el agua que
la iba empapando de las lágrimas que bañaban su rostro. Pegó su espalda a la
pared de la ducha dejándose caer, y quedándose en aquella posición mientras el
agua se llevaba su dolor.
FIN FLASBACK
Helen y Emma no sabían que decir,
sólo miraban a Kate la cual hacía varios minutos que estaba muy lejos de
aquella cafetería. Katherine tenía la mirada perdida, las lágrimas bañaban su
rostro y entre sus manos sujetaba una foto como si en ello le fuse la vida. Las
jóvenes se estiraron un poco para poder observar aquella imagen, en ella se
veía una pareja con una gran sonrisa dibujada en su cara, parecían felices.
-Kate, ¿qué vas a hacer para
lograr volver a vivir lo que se refleja en esa foto?
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Martha llegaba al loft de su
hijo, quería ver a sus nietas.
-Hola, estoy en casa – dijo la
actriz nada más entrar, de inmediato una pequeña morena corrió lanzándose a sus
brazos.
-¡Abuela! He hecho un dibu nuevo,
¿quieres verlo?
-Claro ahora voy – contestaba
dejando a Lask en el suelo- voy a ver a tus hermanas. ¿Dónde está tu padre?
-En el despacho.
-Y ¿Kenya?
-Ha salido a algo de papeles –
contestaba la pequeña encogiéndose de hombros.
Tras pasar un rato en la
habitación de su nieta mayor con Uma, Lex y la pequeña Lask, bajó al piso
inferior para hablar con su hijo.
-Richard – decía abriendo la
puerta.
-Hola madre, no te había oído
llegar – decía al mismo tiempo que cerraba su portátil.
-Ya, ¿qué pasa muchacho?
-Nada madre, ¿por qué tenía que
pasar algo?
-A ver, muchacho, he llegado he
gritado que había llegado y no has salido. Llevo cerca de una hora con las
niñas en la habitación de Alexis y no has subido, y ahora me dices que no me
habías oído. Algo te pasa, ¿qué es?
-Nada, de verdad no es nada.
-Richard hijo, te conozco –
Martha se sentaba en uno de los sillones del despacho.
-Hablé con ella – decía Richard
poniéndose en pie.
-Ya, y ¿ella es? – preguntaba
ella haciéndose la tonta.
-Katherine, madre. Hablé con
Katherine.
-Ya, ahora entiendo todo. ¿Y cómo
fue?
-Mal, o bien, no lo sé. Me dijo
que me quiere, que está enamorada, que soy el hombre de su vida – comenzaba
rememorar todo lo dicho por Katherine, al mismo tiempo que paseaba por la
habitación- se abrió, se abrió por completo ante mí. Parecía tan vulnerable,
madre, tan vulnerable. Me dijo todo lo que llevaba años guardándose.
-Y ahora que sabes que aún te ama
¿qué vas a hacer?
-¿Hacer? – preguntaba un tanto
perdido.
-Sí, hacer. Te ama, eres el
hombre de su vida, quiere pasar el resto de su vida a tu lado. ¿Qué vas a hacer
ahora?
-Madre, no voy a hacer nada. Mi
vida no es la misma que hace ocho meses. Hace meses que dejó de doler su
rechazo y su abandono. No soy el mismo hombre que salió de esta ciudad sin un
rumbo decidido.
-Ya, tu vida ha cambiado. Tienes
dos hijas más de las que ocuparte, tienes una relación con otra mujer, que por
cierto es un encanto. ¿Pero en serio quieres que crea que has dejado de amarla?
Te pasaste cuatro años de tu vida detrás de esa mujer, sólo esperando una oportunidad.
Lloraste como un niño cuando creíste que la perdías tras el tiroteo. Le
llevaste café casa mañana durante cuatro años, tan solo para ver como en su
rostro se dibujaba una sonrisa.
- Eso fue hace mucho tiempo. No
soy el mismo hombre. Tú lo has dicho, tengo una relación con Kenya. Están Uma y
Laskmi – se defendía Richard dejándose caer en el sofá.
-La pregunta aquí es muy
sencilla, ¿aún la amas? – preguntaba Martha dirigiéndose hacia la puerta.
Alguien subía rápidamente las
escaleras, evitando ser descubierta por la mujer antes de que saliera del
despacho.
-Lex – decía nada más entrar en
la habitación de Alexis- ¿Quién es Katherine?
-Es una gran amiga de la familia.
-Ya, pero ¿Quién es? – insistía
Uma.
-Una antigua novia de papá.
-¿Es la mujer por la que se fue
del país?
-Sí – contestaba Alexis- es la
mujer que le rompió el corazón.
-¿Qué pasó?
-¿Quieres saber la historia? –
Uma asintió- está bien, ponte cómoda. Todo empezó hace casi seis años, un día
de otoño en el que una hermosa detective de la policía de NY apareció para
detener al famoso escritor de novelas policiacas Richard Castle…
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Tres días es el tiempo que había
pasado lejos de su casa. Regresó con una idea en la cabeza, el pasado era sólo
eso, pasado y su vida era el presente. Nunca más volvería a dejar que el pasado
estropease su presente.
Se duchó, se cambió de ropa, tomó
las llaves de su moto, el casco y salió de casa. Tenía muy claro cuál era su
destino.
Llamó al timbre de aquella
puerta, esperando que alguien le abriera. Se escuchaban los pasos de alguien
corriendo.
-Hola – dijo una pequeña
sonriente al otro lado de la puerta- soy Laskmi, ¿tú quién eres?
-Lask, cuantas veces te he dicho
que no abras, tú sola la puerta – decía una joven llegando a su altura- Hola,
soy Uma, ¿a quién buscas?
-Katherine, pero podéis llamarme
Kate. Soy una amiga de Alexis – contestaba tras recuperarse de la impresión.
-Lex, está arriba, ven yo te
llevo – decía la pequeña Lask tomando de la mano a Kate.
Uma cerró la puerta y subió a la
habitación.
-Lex, ha venido Kate – gritaba
desde la puerta Lask.
-¡Kate! – La pelirroja cerraba el
libro y se acercaba a la detective dándole un gran abrazo- me alegro de verte.
-Yo también me alegro, cariño.
Termino de regresar de DC y quería ver cómo estabas.
-¿Os traigo algo de beber? –
preguntaba Uma.
-No hace falta, será mejor que
todas bajemos al salón.
Uma y Lask bajaron primero, la
pequeña no quería bajar sin su hermana mayor, pero Uma insistió en que deberían
dejar solas un momento a las amigas.
-Son ellas, ¿verdad? –preguntaba
Kate una vez que Uma y Lask se marcharon.
-Sí, son mis nuevas hermanas.
Siento que te hayas enterado así.
-No es tu culpa. Son muy guapas.
-Sí, y son super cariñosas,
divertidas, son adorables – decía la pelirroja con una gran sonrisa.
-Sí lo son. Y ¿dónde está tu
padre y su novia?
-Kenya se fue ayer a la India,
tenía que arreglar algunas cosas allí antes de quedarse a vivir aquí
definitivamente. Y papá quedó con alguien. Regresará para la cena, al menos eso
dijo. Pero no lo sé, lleva unos días muy raro – decía Lex.
-¿Raro?
-Sí, está como ausente, lleva así
desde el día que vosotros hablasteis.
Tras pasar dos horas en el loft
Katherine se despedía de las jóvenes.
-Dile a Martha que siento mucho
no haberla visto. Mañana la llamaré para comer con ella uno de estos días.
-Se lo diré en la cena. Kate,
estoy deseando tener un día de chicas como teníamos antes – decía Lex.
-Lo tendremos en cuanto estés
recuperada del todo.
-¿Yo podré ir?
-Claro Uma, será nuestro día de
chicas – contestaba Kate abrazando a la joven.
-Bien, por cierto ¿qué es un día
de chicas? – Kate y Lex rompían en carcajadas.
-Luego te lo explico –contestaba
la pelirroja abrazando a su hermana. Y tú peque antes de que lo preguntes
también podrás venir.
Katherine se montaba en su moto
para dirigirse a la casa de su padre, durante el trayecto paró su moto en un
semáforo, levantó la visera del casco y giró la cabeza, en aquella esquina
estaba él se encontraba con alguien, sólo pudo verles durante unos segundos el
tiempo que tardó el semáforo en ponerse en verde.
Durante el resto del trayecto la
imagen de Richard con aquel otro hombre no se le borraba de la mente, había
visto a aquel hombre antes, pero no lograba recordar dónde.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
-Tranquilo, nunca averiguarán
quién les mató.
-No te pedí que les matases, sólo
que les dieras captura.
-¿Qué se supone que iba a hacer
con ellos? ¿Entregarlos a la policía?
-Les mataste – dijo bajando la
voz- les torturaste y después les mataste de la forma más salvaje que nunca vi.
-Estuvieron a punto de matar a tu
hija, no iba a dejarles sin castigo – se defendía el hombre.
-No era necesaria tanta
violencia. No digo que hicieras mal, estoy conforme con el fondo pero no con
las formas.
-Lo siento hijo, pero quise que
sufrieran por todos los muertos y heridos, no sólo fue por Alexis, si no por
todos aquellos jóvenes que vieron truncadas sus vidas.
-Ya te he dicho que en el fondo
estoy contigo pero las formas fueron espantosas. Podrías haber hecho lo mismo
de diferente manera. ¿Era necesario desollar a uno de ellos? – preguntaba
Richard con cierto aire de repugnancia en su rostro.
-Se negaba a decirme el paradero
de su amigo, en cuanto le arranqué la primera tira cantó como un loco, y
finalmente decidí terminar lo empezado. Da igual lo que te diga nunca lo
aceptarás del todo. Hablemos mejor de mis nietas.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Katherine continuaba conduciendo
mientras le daba vueltas a dónde había visto antes aquel rostro. Finalmente
decidió regresar.
Aparcó la moto en un lateral de
la calle, se bajó y comenzó a caminar hacia el lugar dónde se encontraba
Richard con aquel hombre. Cuando llegó a una altura razonable sacó su móvil, le
serviría de cámara, y comenzó a hacer fotos de ambos. Se acercó algo más y
buscó un ángulo desde el que sacar el rostro del hombre claramente. Tras
lograrlo regresó a su moto, subió y arrancó.
El semáforo la hizo detenerse
justo al lado de ambos hombres, giró la cabeza para verles por última vez. Bajo
su casco alzó las cejas, juraría haber visto como el hombre la miraba y
dibujaba una sonrisa en el rostro.
Tras pasar unas horas con su
padre decidió que había llegado la hora de acudir a la 12th.
Nada más llegar se dirigió al
despacho de la capitana Gates. Dio gracias a dios de que sus chicos estuvieran
fuera de la comisaría en ese momento, así no tendría que dar explicaciones.
Llamó a la puerta y esperó a escuchar el permiso para entrar.
-Adelante – escuchó desde dentro.
-Señor –dijo al abrir la puerta.
-Beckett, me alegro de verla.
Pase y siéntese.
-Gracias Señor.
-Usted dirá.
-Vengo a solicitar mi
reincorporación inmediata a la 12th, le traigo el documento de conformidad
firmado por el Director del FBI – contestaba ella al tiempo que tendía el
documento.
-Perfecto, con ésto se puede
incorporar de inmediato – decía tras leer los papeles- Tome su placa y su arma
– decía tras sacar ambas del cajón- y ahora sí puedo decir una cosa que estaba
deseando. Bienvenida a casa detective Beckett.
-Gracias Señor.
-Váyase a casa, descanse y la
quiero aquí mañana a primera hora, tenemos que resolver el caso de los
asaltantes de Columbia.
-Sí señor. Hasta mañana.
Tras salir del despacho, decidió
bajar a los archivos, quería comprobar algo.
En la zona de archivos, tras
firmas el acceso al mismo se encaminó hasta una caja en concreto, la abrió,
sacó las pruebas y se quedó mirando una de ellas. Tras colocar todo nuevamente
en la caja, la cerró y dejó en su lugar.
Tras llegar a su casa, la
detective decidió darse un relajante baño. Necesitaba ordenar sus ideas, allí
había algo que no le terminaba de encajar.
Sumergida en su bañera, repasaba
mental mente lo que hasta la fecha sabían de los asesinatos.
Por lo que sabía era como si
estos hubieran sido cometidos por un fantasma, no había huellas, ni ADN, nadie
había visto nada. El trabajo tenía que haber sido realizado por un profesional.
Luego estaba el hecho de haber
visto a Richard con aquel desconocido, tras seguir su instinto y revisar el
caso del secuestro de Alexis, comprobó que no estaba en un error. El hombre con
el que había visto a Richard era el mismo que los testigos habían visto
saliendo de las casas de los secuestradores.
Recordaba como uno de aquellos
había sido torturado, su casa había sido revisada como si buscaran algo, y
quién hubiera sido el responsable de ambas cosas no dejó ni una sola huella ni
un rastro de ADN.
Aquello no podía ser una
coincidencia.
El agua de la bañera había
comenzado a quedarse fría, así que decidió salir de la misma, tras secarse se
puso ropa cómoda para estar en casa.
Estaba sirviéndose una copa de
vino cuando el timbre de su puerta sonó, dejó la copa y la botella sobre la
mesita auxiliar del salón y se dirigió a abrir la puerta. Pese a lo que era
común en ella, abrió la muerta sin mirar quién era la persona que llamaba.
Se sorprendió al ver quien era la
persona que se encontraba allí.
-Buenas noches, detective
Beckett. Supongo que estará sorprendida – viendo el gesto que la detective
hacía para cerrar la puerta, la persona interpuso su pie entre ésta y el marco-
puede estar tranquila Kate, no voy a hacerle ningún daño.
-¿Quién es usted, qué hace en mi
casa y cómo sabe mi nombre?
-Mi nombre es Jackson Hunt –
contestó el hombre con una gran sonrisa.
Aquella sonrisa la hizo
retroceder, conocía perfectamente la misma, la había visto casi a diario
durante cinco años.
-No puede ser – fue lo único que
salió de su boca.
-Será mejor que entre y cierre la
puerta – tras hacerlo comenzó a caminar en dirección al salón- tenemos mucho de
lo que hablar querida
No hay comentarios:
Publicar un comentario