11 oct 2013

Nuevos Tiempos 10

Hacía dos días que la última petición que le hizo a la joven había sido entregado pero aún no se había sentido con fuerzas para usarlo. Lo que en un principio le había parecido una buena idea ahora le hacía sentirse enferma. Era consciente de haber traicionado la confianza de su mejor amiga, sabía que si en algún momento lo descubría su amistad estaría en serios problemas. Ya había sufrido un duro golpe cuando ella había descubierto la traición de Lanie, aún estaban intentando que todo volviera a ser lo que en el pasado fue y una nueva traición podría ser nefasta para su relación.
Miró nuevamente su reloj, eran las 10 de la mañana, tomaba su tercer café del día. Continuaba con aquel móvil entre sus manos, intentando decidir qué hacer. Por fin se decidió, realmente quitando la posibilidad de ser descubierta por su amiga, no tenía nada más que perder. Él ya estaba fuera de su vida, y Katherine estaba decidida a cambiar eso. Había sufrido demasiado por su decisión como para darse por vencida ahora. Su voz, sólo un segundo escuchándola le daría la fuerza que aún le faltaba para continuar con su lucha por recuperarle.
Tomó un sorbo de su café, respiró y marcó. Uno, dos, tres tonos, sus nervios iban creciendo.
-Richard – escuchó al otro lado y con tan solo eso una sonrisa se dibujó en su rostro.
Quería hablar pero algo se lo estaba impidiendo, no lograba que su voz saliera por su boca.
-Hola, ¿hay alguien ahí? –Insistía Richard, al no obtener respuesta- Hola, soy Richard. ¿Con quién quieres hablar?

No podía estar sucediendo, ella quería decir hola, pero no lograba pronunciar una sola palabra. La angustia estaba haciendo que le empezase a costar respirar, pero no quería darse por vencida. Respiró por última vez y se armó de valor para decir “hola soy yo”. Abrió la boca para dejar salir aquella frase tan fácil.
-Cariño, la cena está lista, te estamos esperando.
-Ya voy amor – fue lo último que escuchó antes de colgar.
Se dejó caer en la cama, se hizo un ovillo. Las lágrimas corrían libres por su cara.  Una voz femenina había llamado cariño a Richard y él había contestado con un amor.
Él había rehecho su vida. Otra mujer ocupaba el corazón del hombre al que ella amaba. Hace tan solo diez meses, ella era totalmente feliz junto al hombre del que estaba locamente enamorada y aquella felicidad se le había escapado entre sus dedos. Ella había dejado que aquello muriera y ahora pagaba las consecuencias.
Le dolía la cabeza, sólo quería llorar y dormir esperando que al despertar todo aquello hubiera sido un mal sueño. Sólo deseaba que los últimos ocho meses no fueran reales, quería despertar y sentir como él la abrazaba mientras dormían, quería despertar y saber que él le prepararía el desayuno, despertar y saber que él estaría siempre junto a ella.
Recordaba la frase escuchada por ella. Cariño, “la cena está lista”. Cariño, a lo que él había contestado amor. Aquellas dos palabras revoloteaban por su mente. Un segundo, ese fue el tiempo que su cerebro dejó de traerle aquellas palabras. Aquella tranquilidad hizo que se fijase en otra cosa, la cena. Ella había llamado a las 10 de la mañana, pero la voz femenina había dicho que la cena estaba lista, aquello significaba que él no estaba en España, no había tanta diferencia horaria como para ser la hora de la cena.
Decidió centrarse en aquello. Dejaría a un lado la voz femenina y se centraría en el nuevo descubrimiento. Luego decidiría que hacer con todo.
Su móvil comenzó a sonar. Le quitó el sonido sin mirar quién estaba llamando, no quería hablar con nadie.
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-¿Quién era?
-Ni idea, no han respondido – contestaba él.
-Igual se han equivocado – decía Kenya.
-Sí supongo, bueno cenemos. Uma, ¿cómo va el trabajo de ciencias?
-Bueno, voy avanzando algo. Aunque tengo que reconocer que las ciencias ambientales no son lo mío- contestaba algo abatida la joven.
-Y ¿por qué no le pides ayuda a Lex? – decía la pequeña Laskmi.
-Claro, Lask tiene razón. Cuando hables luego con Lex coméntaselo – decía un orgulloso Richard- ¿cómo no se me había ocurrido a mí?
-Peque, eres un genio – decía Uma a su hermana con una gran sonrisa-me has salvado.
-Sí. Tengo hambre – decía la pequeña.
-Cenemos – contestaron los adultos.
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-Mierda, Beckett no contesta.
-Javi, insiste. No dejes de llamar. Necesitamos que nos coja el puto teléfono.
-Lo sé Lanie, sé que tengo que insistir. No pienso darme por vencido.
-¿Habéis logrado contactar con Katherine?
-Aún no capitán. Pero no nos daremos por vencidos – contestaba Ryan.
-Insistir, no quiero que se entere por las noticias. Espo, ¿sabemos algo de ella ya?
-Nada, señor. No hay forma de contactar – contestaba Espo.
-Lanie, quiero que vayas hasta allí e intestes localizarla – la forense asentía- Ryan, ¿has logrado localizar a Martha?
-Sí señor, viene en camino.
-Bien, ya sabéis lo que debéis hacer. Lanie vete cuanto antes, Espo y Ryan continuar intentando localizar a Katherine.  Yo hablaré con Martha cuando llegue. Crucemos los dedos – decía Gates.
Los chicos se ponían manos a la obra, con los mandatos dados por Gates.
-Espo, será mejor que uno de nosotros vaya a casa de Katherine, mientras el otro continúa con las llamadas – decía la forense.
-Tienes razón. Iré yo – intervenía Ryan.
Lanie se montó en su coche en dirección a su destino. Espo continuaba intentando localizar a su amiga mientras Ryan se dirigía hacia la casa de ella esperando encontrarla allí.
Media hora después Martha llegaba a la 12th, nada más verla salir del ascensor la capitana Gates se dirigió hacia ella.
-Martha, ¿cómo estás?
-Dios mío Victoria, esto no puede estar pasando.
-Vamos a mi despacho, allí podremos hablar con calma.
Ambas mujeres entraron en el despacho, sentándose juntas en el sofá.
-Victoria, ¿qué sabemos? No he podido localizarla aún.
-Nosotros tampoco, Lanie ha ido a ver si lo logra allí. Los chicos están intentando localizar a Katherine, aún no hemos avisado a Richard.
-No le digamos nada, hasta saber algo de ella – decía Martha.
-Estoy de acuerdo.
-¿Cómo ha podido pasar? – preguntaba Martha.
El móvil de la capitana comenzaba a sonar.
-Perdona Martha, debo contestar – decía saliendo del despacho- dime.
-Esto es un caos, hay ambulancias, policía, el FBI.
-¿Te han dejado acercarte?
-Sí con tan solo mostrar mi credencial de forense. Victoria, está entre los heridos – decía llorando.
-Mierda, ¿has podido descubrir su estado y el hospital?
-Está grave, ahora voy hacia el hospital.
-Bien, voy a avisar al resto. Mierda tengo que comunicárselo a Martha. Te dejo Lanie, tennos informados.
-Lo haré señor.
Gates cortaba la comunicación, respiraba, se atusaba el pelo y ajustaba la americana, después se giraba entrando en el despacho.
-Dios, mío. Victoria dime que no está muerta – decía Martha al ver el rostro de Gates.
-Tranquila, está viva. Está entre los heridos. Lanie se dirige al hospital, nos mantendrá informadas.
-Debo salir hacia allí – decía poniéndose en pie- debo avisar a Richard. Dios ¿cómo le voy a decir lo que ha pasado?
La puerta del despacho se abría entrando en él Ryan, Espo y Katherine. Martha se lanzaba a los brazos de Katherine.
-Katherine querida, está herida – decía rota por el dolor.
-Tranquila Martha, todo va a salir bien. Vamos al hospital – decía ella abrazando a la mujer- allí nos darán información.
-Espo, Ryan, acompañarlas allí. Yo me pondré en contacto con Richard y le contaré lo sucedido- decía Gates- venga largo de aquí.
Los cuatro abandonaban el despacho de la capitana. Bajaban hasta el sótano y se metían en el coche de Ryan.
-Yo conduzco – decía Espo, los demás tan solo asentían.
Gates se dejaba caer en su silla, miraba aquél papel con un número apuntado. Odiaba esa parte de su trabajo, pero aquella mañana lo odiaba más aún. Tenía que comunicarle a un amigo que si hija estaba gravemente herida.
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Alexis se dirigía junto a dos de sus amigas al edificio de la Biblioteca de Ciencias de la Salud de la Universidad de Columbia, a la entrada enseñaban sus carnets. La bibliotecaria las sonreía, las conocía de sobra, aquellas chicas se tomaban en serio sus estudios y cada día acudían a estudiar.
En aquella gran sala de mesas corridas, con grandes ventanales proporcionando luz natural, se respiraba una gran paz. Las chicas se sentaron en la primera mesa, junto al pasillo central, de espaldas a la entrada para no despistarse mirando quien llegaba.
Una vez colocados los libros en la mesa, las chicas se miraron y suspiraron.
-Dios, no sé cómo vamos a aprendernos todo esto.
-Vamos Ellen, siempre lo logramos.
-Ya Lex, pero estaba vez creo que va a ser imposible, casi no nos quedan días.
-Vamos Ellen, Lex tiene razón lo haremos.
-Sandra, vosotras siempre tan positivas – contestaba la joven.
-Y tú siempre tan negativa – contestaban ambas en un susurro.
Las tres jóvenes comenzaban a estudiar, en dos horas harían su primer descanso para tomar el segundo café de la mañana.
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Martha, y los demás llegaban al hospital dónde los heridos estaban siendo trasladados. Katherine no soltaba la mano de Martha, Ryan se dirigió al mostrador de urgencias seguido de Espo.
-Disculpe, buscamos a Alexis Castle – decía a la mujer de admisión.
-¿Sabe la razón de su ingreso? Esto hoy es un poco caótico – contestaba la mujer.
-Estaba en la biblioteca – decía Espo.
-Lo siento – decía mirando un listado- está en quirófano. Deben dirigirse a la sala de espera número 3, allí les informarán. Lo siento – repetía la mujer.
Como la mujer les indicó se dirigieron hacia aquella sala de espera. Al acercarse a ella se veía gente por los pasillos, con la mirada perdida, los ojos hinchados por el llanto. Se escuchaban los gemidos producidos por el dolor. Aquella imagen les dio noción del tamaño de lo sucedido.
Al llegar a aquella sala comprobaron que en la puerta de la misma había un listado. Nombres, apellidos y estado.
Como la mujer de recepción les dijo el nombre de Alexis Castle aparecía en aquel listado y a su lado ponía quirófano. No podían hacer otra cosa que esperar las noticias. Martha se soltó de la mano de Katherine y comenzó a pasear por aquella sala.
-Martha, deberías sentarte. Si quieres te traeré un té, he visto una máquina en el pasillo de los ascensores.
-Gracias querida, te lo agradecería. Espo, ¿no hay forma de hablar con Lanie?
-Lo estoy intentando pero no hay forma. No te preocupes iré a buscarla – el pánico se reflejó en la cara de la mujer-Ryan se quedará contigo hasta que Katherine regrese.
Espo se dirigió nuevamente a la zona de admisión.
-Disculpe, me gustaría saber si podrían localizar a la doctora Lanie Parish.
-¿La doctora Parish? –Preguntaba la mujer- No está en el listado de médicos del hospital.
-Lo sé, vino con los heridos – respondió el latino.
-De acuerdo, entonces debería subir al primer piso y ver si allí le pueden ayudar. Siento no poder ser más útil.
-No se preocupe, gracias por la información.
Espo se dirigía al piso que la mujer le había dicho. Subió por las escaleras ya que los ascensores estaban abarrotados. Una vez allí se dirigió al control de planta.
-Disculpe, busco a la doctora Parish. No forma parte de la plantilla de este hospital, vino con los heridos de Columbia – decía a una joven sentada tras el mostrador.
-Deme un segundo señor – la joven miraba un listado de médicos- vale, sí llegó con los heridos y está trabajando. Ahora mismo por la planilla que tengo y si no ha sufrido ninguna variación, la doctora se encuentra en el quirófano 6.
-Perfecto, ¿hay alguna posibilidad de saber si en ese quirófano está Alexis Castle? Es nuestra amiga. La doctora es forense de la policía de nueva york, yo soy detective.
-Un segundo detective- la mujer tecleaba algo en el ordenador- Efectivamente la señorita Castle está siendo operada en ese quirófano. Antes de que lo pregunte, está en el piso tercero. Espero que tengan suerte.
-Gracias, muchas gracias por la información.
Espo regresó junto a sus amigos. Katherine sonreía escuchando alguna anécdota contada por Martha.
-Bueno, Lanie está en quirófano. Está en la tercera planta y allí también esta Lex – contaba nada más llegar.
-Vale, subamos – decía Martha poniéndose en pie.
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Richard intentaba tranquilizarse en su asiento, a su lado iba Uma y en la fila de al lado estaban Kenya junto a la pequeña Laskmi.
-Castle, dime la verdad – decía Uma.
-Cariño, ya te lo hemos dicho. Alexis está enferma y vamos a NY a ver como está.
-No soy Laskmi, no tienes porqué mentirme.
- Está bien. Te lo contaré, pero a la pequeña le seguiremos diciendo que Lex está enferma – Uma asentía.
-Kenya, tengo sueño.
-Lo sé mi amor, ven apóyate en mi e intenta dormir – la pequeña se sentaba en las piernas de la mujer y apoyaba su cabeza en el pecho de Kenya.
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-Se nos va, ¡palas! Cargar a 300.
-Cargadas, ¡todos fuera!
-Nada, recarga y vuelve a intentarlo.
-Listo, ¡fuera!
-Nada, sigue sin pulso. Vamos joder, reacciona – decía golpeando nuevamente el pecho de la paciente.
- Vale, remonta – decía una enfermera.
-Bien, continuemos. Mantén los ojos fijos en el monitor, no quiero más sustos como este que terminamos de llevarnos.
-Lo haré doc.
-Bien, Doctora Parish continúe con la pierna yo terminaré con la herida del hombro. Mierda, ha sufrido muchos daños. Tiene destrozada la clavícula.
-La femoral está seccionada, necesitaré reconstruirla. Necesito pinzarla para poder continuar, porque si suelto el torniquete sin más se desangrará – decía Lanie.
-Necesitamos sangre. Ponerle cero negativo.
-Ya está – decía una enfermera poniendo las bolsas en el porta.
-Continuemos.
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Nadie entendía nada, todo era una locura, sonaban disparos por todos los lados. La gente corría por la biblioteca intentando ponerse a cubierto, se escondían tras las grandes estanterías de aquel lugar.
Tres encapuchados recorrían aquella estancia disparando sin mirar, disparaban a cualquier bulto que se moviera.
Ellen recibió un único disparo que le reventó la cabeza, Sandra y Alexis salieron corriendo. En su huida Sandra cayó al recibir un disparo en la espalda que le atravesó el corazón.
Alexis se refugió tras una de las estanterías, desde allí veía como los tres encapuchados recorrían la gran sala dejando a su paso un reguero de cadáveres.
Los gritos de los heridos eran insoportables, desde dónde estaba ella podía ver como un joven de origen asiático se sujetaba la tripa. Pese al riesgo que corría decidió salir de su escondite e intentar ayudar a aquel joven. Cuando llegó junto a él, pudo observar como parte de los intestinos estaban fuera.
Se quitó su jersey y se lo puso al chico.
-Hola, todo irá bien. Aprieta esto y cortaremos la hemorragia. Venga, todo irá bien – decía al joven poniendo la mejor de sus sonrisas.
Miró a su alrededor, esperó pero no escuchó nada. Sólo los gritos de sus compañeros, pero los disparos habían cesado.
-Ahora vuelvo, voy a buscar ayuda. Continúa presionando.
Salió de su escondite, por aquella sala había regueros de sangre, cuerpos tirados, heridos chillando. Caminó hasta el cuerpo de Sandra, comprobó que había fallecido, comenzó a llorar sus amigas estaban muertas.
-Oye, ¿crees que ya es seguro que salgamos? – le preguntaba un joven a su lado.
-No se oyen disparos desde hace un rato, deberíamos salir y buscar ayuda. Voy a acercarme a mi puesto de estudio y llamaré a la policía. Vosotros deberíais llamar a emergencias – les decía a todos los supervivientes.
Alexis se encaminó hacia el lugar dónde había dejado su bolso.
Varios disparos se escucharon fuera, los chicos comenzaron a salir corriendo, Alexis tomó en sus manos el móvil y llamó a la 12th
-Lanie, estoy en la biblioteca del campus. Alguien ha irrumpido en el recinto y ha comenzado a disparar. Hay muchos cadáveres y heridos. Lanie estoy asustada – relataba la joven.
-Cariño, ¿estás herida? Ponte a cubierto, no salgas hasta que llegue la policía y los paramédicos, ya estoy avisando. Ponte a cubierto Lex – insistió la forense.
-Estoy bien, tranquila. Voy a buscar algo para ayudar a los heridos.
-No, no, no. Quédate escondida – insistía Lanie.
-No puedo, no puedo ver a los heridos y no hacer nada. Tengo que dejarte – decía colgando.
Comenzaron nuevamente los disparos, los gritos y los llantos. Alexis corrió hacia la gran puerta de entrada, la entreabrió y miró fuera. Los disparos se escuchaban alejándose, decidió salir y buscar ayuda para el joven herido en el estómago.
Comenzó recorrer el pasillo, despacio, en dirección a las escaleras de salida. Veía el primer tramo de escaleras a pocos pasos de dónde ella estaba, aceleró el paso, dejando tras de sí la puerta del archivo. Fuera se escuchaban los megáfonos de la policía, las sirenas de las ambulancias, allí estaba la ayuda que ella buscaba.
-¿Dónde creer que vas? – Preguntó una voz a su espalda haciendo que la joven se parase en el acto- Repito, ¿dónde crees que vas? Si das un paso más será lo último que hagas.
Alexis decidió darse la vuelta lentamente, quería ver al cara de su atacante, intentar hacer que la viera como un ser humano.
-Hola, tranquilo si no quieres que me mueva me quedaré aquí quieta.
-Claro que lo harás. Porque te gusta la vida y ahora tu vida me pertenece.
-Claro, tú tienes el poder. Quien tiene el arma tiene el poder, ¿no? Me llamo Alexis, ¿tu nombre es? – se fijó en lo nervioso que estaba el joven, le caía el sudor por la cara.
-Qué más da cual sea mi nombre. Habéis tenido cuatro años para saber quién soy.
-Vaya, éste es mi primer año en la facultad. Así que para mí eres alguien desconocido.
-Pues has tenido mala suerte. Has estado en el sitio equivocado.
-Tengo que estudiar, tengo examen el próximo lunes y en mi habitación me despisto por eso he venido a la biblioteca. Estudio ciencias ambientales. ¿Tú qué estudias? – intentaba entablar una relación personal con el joven.
-Derecho, estudiaba derecho – contestaba él, mientras se limpiaba el sudor con la manga de la sudadera.
-Durante un tiempo eso era lo que yo quería estudiar, pero luego me detuvo el pensar en que algún día tendría que defender a mala gente y no me veía capaz de hacerlo. Así que cambié de carrera. Podrías decirme tu nombre, no me gusta hablar con la gente sin poder nombrarla.
-Thomas, me llamo Thomas. Mis amigos me llaman Tim. Amigos, desde que llegué a la universidad no he tenido amigos. Todos me veían como un bicho raro, os reíais de mí, me insultabais, me llamabais tarado. Ahora os he hecho pagar por todos estos años de dolor.
-Yo no me río, no te conozco pero veo en tus ojos reflejado el sufrimiento. La gente puede ser muy dura con los desconocidos. Estamos en un mundo en el que no nos paramos a pensar en cómo se sienten las personas que nos rodean, vamos siempre con prisas sin pararnos a ver al resto de la gente que nos rodea.
-Eres lista, intentas ser amigable. Pero te va a dar lo mismo, el resultado será el mismo. Te mataré y luego me suicidaré. La policía está a punto de asaltar el edificio, y no me van a coger con vida. No les daré ese gusto a todos esos cabrones que se reían de mí, no me verán suplicar por mi vida en un tribunal.
-Tim, no tiene porqué terminar así, podemos salir los dos con vida de aquí. No tiene porqué morir nadie más. Baja el arma, entrégate, puedes alegar locura – nada más pronunciar esa palabra comprendió su error.
Alexis se giró y comenzó a correr en dirección a la puerta del archivo, la policía asaltó la biblioteca. Sintió el impacto en su brazo, pero no se paró gritó pidiendo ayuda, sintió el segundo impacto esta vez en su pierna. Y después un único disparo.
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-Cerremos, por fin podemos decir que hemos terminado. Esta chica ha luchado duro por su vida.
-Alexis, se llama Alexis – decía Lanie- gracias a dios no tendré que dar malas noticias.
-Subámosla a la UCI. Doctora Parish, si quiere informe usted a su familia.
-Gracias doc. Gracias por todo – Decía Lanie llorando dejando salir toda su angustia.
Lanie salía tirando en el cubo de la entrada su ropa de quirófano, nada más traspasar la puerta del mismo encontró a todos sus amigos sentados en la puerta de ese quirófano.
-Lanie – Martha se lanzaba a los brazos de la forense- Dime que está viva.
-Tranquila Martha, tranquila. Alexis está viva – escuchó los aplausos de sus amigos, notó el suspiro de la abuela y observó las lágrimas de Katherine- Ha sido duro. Vayamos al piso de la UCI, y allí os contaré todo.
Todos se dirigieron a los ascensores, Martha no se soltaba del brazo de la forense mientras Katherine y los chicos se daban las manos.
Una vez en la planta de la UCI, se sentaron en una de las salas de espera, mirando todos a la forense.
-Gracias a dios, Lex ha sobrevivido. Llegó muy grave con dos heridas de bala, una de ellas en la pierna que le dañó la femoral y la segunda en el hombro. Necesitó transfusiones de sangre, tuvo un par de paradas cardiacas, pero logramos sacarla. Aún tiene peligro, pero si supera las próximas 24 horas podríamos decir que saldrá adelante.
-Gracias Lanie, nunca te podré agradecer lo que has hecho por mi nieta – Martha lloraba abrazándose a la forense.
-Ahora iré a comprobar sus constantes y después de eso, tú - decía mirando a Martha- podrás entrar a verla.
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El avión procedente de Nueva Delhi tomaba tierra en el JFK a las 7:25 de la mañana, tras casi 18 horas de vuelos Richard Castle, Kenya y las niñas llegaban a NY.
Tomando sus equipajes de mano, salieron de aquel avión. Nada más desembarcar Richard encendió su móvil, sonando de inmediato un ws comunicándole que Alexis había salido con vida de la operación.
-Gracias a dios – decía rompiendo a llorar, mirando a sus mujeres intentó sonreír- Está viva, Lex está viva -Los cuatro se abrazaban.
Justo cuando estaban a punto de salir Richard la vio llegar.
-Gates, ¿qué haces aquí? – preguntó él.
-Hola Richard, vengo a buscaros. Y a darte el parte médico.
-Bien, pero no hacía falta que vinieras. Podríamos haber cogido un taxi para ir al hospital.
-De eso nada, no vais al hospital – Richard le miraba sorprendido- Habéis tenido un largo viaje, con cambio horario incorporado. Las niñas necesitan descansar, al igual que vosotros. Así que os vais a casa, a descansar, y dentro de unas horas irás a ver a Alexis.
-Pero…
-Cariño, tiene razón. Las niñas están agotadas, necesitan dormir algo, desayunar, ducharse. Nosotros también necesitamos ducharnos – decía Kenya, con Laskmi en brazos dormida.
-Tenéis razón. Vayamos a casa y durante el trayecto me cuentas cómo está Lex.
Durante el viaje a casa Victoria, les contó cómo había pasado la noche la pelirroja. Aún en coma inducido, pero si todo continuaba igual el próximo día le suspenderían la sedación. Aquella noticia tranquilizó al escritor y a su pareja.
Tras llegar al loft, Victoria se marchó a la 12th dejando a la familia que se acomodase en la casa.
Richard, enseñó a Kenya y Uma la casa, mostrando a la joven su habitación.
-Vaya, es enorme – decía Uma tras entrar – pero sólo tiene una cama. ¿Dónde va a dormir Lask? – preguntaba aún asombrada por la bonita decoración de su habitación.
-Bueno esta era la antigua habitación de mi madre, que ahora se ha ido a vivir a su propio apartamento. Seguirme – decía saliendo de aquella habitación y dirigiéndose hacia la puerta de al lado- Ésta será la de Lask – decía al abrir la puerta y escuchaba el asombro de las niñas al ver la decoración.
-¿Cuándo has hecho esto? – preguntaba Kenya.
-Cuando me dieron el OK, llamé a mi decoradora – contestaba encogiéndose de hombros- supuse que en algún momento vendríamos a NY y las niñas debían tener unas habitaciones adecuadas.
-Tengo sueño – decía Lask.
-Bueno, pues ponte el pijama y a dormir, ya te ducharás más tarde – decía Kenya.
-Yo también estoy cansada.
-Uma, cariño ves a dormir – sonreía Richard.
-Vale, pero quiero ir a ver a Lex.
-Irás por la tarde – decía Kenya- después de que descanses.
Tras ver como las niñas se acostaban, y tras darles sus besos de dormir los adultos se dirigían a su habitación.
Hacía ocho meses que Richard no entraba en aquella habitación, no sabía cómo se iba a sentir, pero al abrir y sentir la mano de Kenya entre la suya sintió que todo iría bien.
-Bueno y este es nuestro dormitorio.
-Me encanta – se giraba posando sus brazos alrededor del cuello de él y besándolo – me encanta.
-Perfecto – se perdía en aquella boca- será mejor que nos demos esa ducha. Kenya yo quería…
-Dúchate, mientras preparo café para que puedas ir al hospital – le interrumpía ella-supuse que no ibas a descasar. Pero luego ven a buscarnos para poder comer algo. Por cierto, avisa a tu madre que ya hemos llegado y que vas para el hospital – decía mientras salía de la habitación.
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Lanie y Katherine llegaban al hospital dispuestas a que Martha se fuera a su casa a descansar.
-Buenos días Martha – decían al entrar en la habitación de Alexis.
-Hola, habéis venido temprano.
-Sí, y ahora tú te irás a descansar. Nosotras nos quedaremos con Lex – decía Katherine- y no vamos a aceptar un no por respuesta.
-Katherine, preferiría quedarme un rato más y en un par de horas me iré a descansar.
-Lo siento Martha pero no es negociable, te irás ahora – insistía Katherine.
-Querida ¿podrías traerme un café? – decía Martha dirigiéndose a Katherine- y mientras Lanie mirará las constantes de Lex.
-Claro, Lanie ¿Quieres un café? – La forense asentía – ahora regreso.
Tras la marcha de Katherine, Martha se acercó a la forense.
-No puedo irme, y vosotras no deberíais estar aquí. Richard viene de camino.
-Oh dios mío. Se van a encontrar, ¿viene él solo o vienen los cuatro?
-Viene solo, las niñas están durmiendo un rato y Kenya se ha quedado con ellas.
-Madre – aquella voz hizo que ambas mujeres se giraran.
-Muchacho, ¿te has saltado todos los semáforos? – decía la madre.
-No podía esperar más para ver a Alexis – hablaba mientras se acercaba al cabecero de la cama- Cariño, ya estoy aquí. Papá ya ha llegado. Tienes que abrir los ojos y ponerte bien. Tus hermanas te esperan en casa. Por favor mi amor, ponte bien – decía mientras acariciaba la cabeza de su hija.
-Se va a recuperar, tranquilo – decía Lanie tomándole del brazo.
-Aquí traigo los cafés. ¡Richard! - decía Katherine quedándose parada en la entrada de la habitación.
-Cariño, será mejor que nos vayamos. Dejemos a Martha y Richard con Lex – decía la forense.
-Hola Katherine, no sabía que estarías aquí. Pensé que estarías en DC. Te agradezco que hayas venido a ver a mi hija – decía Richard.
-Tenía que estar aquí. Quiero a tu hija y tenía que saber que estaba bien.
-Ya, pues gracias. Madre, me gustaría hablar con el médico de Lex.
-Claro, en el control te dirán dónde localizarle. Yo me quedo con Lex.
-Bien, Lanie gracias por todo, nunca te podré agradecer lo suficiente lo que has hecho por mi hija. Gracias, gracias – decía mientras la abrazaba- voy a ver al médico.
Richard salía de aquella habitación sin mirar siquiera a la que había sido su novia.
-Lo siento querida – decía Martha acariciando el brazo de la joven.
-No pasa nada, le entiendo. Le hice mucho daño, y además ahora está preocupado por Lex. Ya habrá tiempo de hablar de nosotros – decía Katherine.
Martha y Lanie se miraban, alguien debería explicarle la nueva situación de Richard, pero no se sentían con fuerzas.
-Katherine deberíamos irnos, y dejarles con Lex – decía la forense.
-Claro, tienes razón. Martha si necesitas cualquier cosa, no dudéis en decírmelo.
-Claro querida, y gracias por todo.
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-Por lo que han contado los testigos, fueron tres los tipos que hicieron la masacre. Pero sólo se ha encontrado un cadáver que coincida con las descripciones. El FBI está buscando a los otros dos, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. No, cuando una de las heridas es hija de uno de nosotros – decía Gates- poneros manos a la obra. Descubrir quiénes son los otros dos y detenerlos.
-Sí señor – contestaban Espo y Ryan.
-Saltaros al FBI, quiero resultados – terminaba Gates.
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-¿Qué quieres que haga?
-Cázalos.
-Eso está hecho. Dale un beso de mi parte.
-Lo haré.
-Bien, adiós muchacho.
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Tres días después de su llegada a NY Kenya y las niñas acompañaron a Richard al hospital. Hasta ese día tan solo Kenya había ido a ver a Lex, ambos querían proteger a las niñas y decidieron esperar hasta que la pelirroja estuviera más recuperada. Y por fin el día había llegado.
Las niñas estaban nerviosas.
-Igual no le gusto – decía Laskmi.
-Cariño, Lex te adora. Claro que le vas a gustar – contestaba Richard- cuando habláis siempre te dice lo mucho que te quiere, eso no ha cambiado. Está deseando verte, y comerte a besos – continuaba él mientras le hacía cosquillas, logrando que la pequeña se tranquilizase.
- Bueno, y ahora entremos – decía Kenya.
Las niñas se abrazaron a su hermana mayor, ésta se las comió a besos.
-Te voy a cuidar mucho cuando estés en casa. Te taparé por las noches, y te haré caricias en el pelo. Papá me las hace a mí para que me duerma – Todos sonrieron al escuchar a la pequeña y a Richard se le saltaron las lágrimas al escuchar como Lask le había llamado papá.
-Me encantará que me cuides, y me hagas caricias. Serás mi enfermera particular – contestaba la pelirroja besando la cabeza de su hermana pequeña.
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En aquel sótano se podía ver a un joven encadenado sobre una mesa de hierro. Una luz le cegaba los ojos. Una cinta le impedía gritar.
-En el antiguo imperio azteca, los sacerdotes hacían sacrificios humanos a los dioses para logar su beneplácito.  Supongo que no lo sabías, pero ahora ya lo sabes. Yo también voy a hacer un sacrificio. Te voy a sacrificar a ti. Pero antes te voy a explicar la razón.
El joven intentaba girar la cabeza hacia el lugar del que procedía aquella voz.
-Osaste poner en grave peligro a una persona muy importante para mí. Mi nieta estuvo a punto de morir, cuando asaltasteis la biblioteca de su universidad. Tú no podías saberlo, pero nadie pone en peligro a mi nieta y sigue vivo para contarlo. Vas a pagar por todo el sufrimiento que le habéis causado. Podría llamar a la policía y que te detuvieran y mandasen a la cárcel, pero eso no me vale. Quiero matarte con mis propias manos.
Justo cuando pronunció la última palabra se puso al lado de la mesa. Acercó hasta la misma una pequeña mesa auxiliar donde estaban diversos cuchillos de diferentes tamaños.
-Te voy a contar lo que voy a hacer. Mira te voy a clavar este cuchillo – decía levantando un cuchillo de enormes dimensiones y poniéndolo a la altura de los ojos del joven- te romperé la caja torácica y el esternón. Te abriré el pecho y una vez abierto introduciré mi brazo y llevaré mi mano hasta tu corazón. Cuando lo tenga en mi mano te lo arrancaré. Y lo sacaré de tu pecho, lo último que verás será tu corazón en mi mano fuera de tu cuerpo. Y lo mejor de todo es que durante unos segundos ese corazón aún latirá.
El joven lloraba, cuando vio cómo el cuchillo se alzaba sobre la cabeza del hombre para poco después clavarse en su cuerpo. Sintió como le rajaba el pecho, como iba separando la carne. Sintió el brazo del hombre dentro de su cuerpo ascendiendo hacia su corazón, sintió como le arrancaban la vida, vio cómo su musculo cardiaco latía en la mano de aquel hombre estando fuera de su pecho. Y entonces murió.
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-Hijo, todo está terminado. Los dos responsables han pagado.
-Bien.
-Dale un beso a mi nieta.

-Lo haré.

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