13 oct 2013

Nuevos Tiempos 11

Una llamada anónima a la 12th llevó a Espo y Ryan hasta los cadáveres de los jóvenes buscados por el FBI por su coautoría del atentado a Columbia.
-Dios, ¿pero qué coño ha pasado aquí? – preguntaba Ryan, tapándose la boca con la mano.
-Kevin, tío, avisa al FBI. Aquí ha habido una ejecución en toda regla. Dios, ¡no sé ni por dónde empezar!– decía Javi mirando a todos lados.
Ante ellos se encontraban los cadáveres de los jóvenes. El primer cuerpo se encontraba sobre una mesa, con el pecho abierto y a su lado se encontraba el corazón. Unos pasos más allá se podía ver lo que se suponía el cuerpo del otro joven. Estaba colgado de una viga con unas cadenas, la piel había sido arrancada y depositada a sus pies.
-Quien haya hecho esto está loco – decía Ryan.

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Como cada día Katherine, se dirigió hacia el hospital para saber el estado de Alexis. Desde que la joven se despertó, Katherine sólo preguntaba a los médicos y enfermeras pero no había vuelto a entrar en la habitación.
Al llegar al control de la planta donde se encontraba la joven, se encontró con Martha.
-Hola querida – saludaba la mujer abrazando a Katherine.
-Buenos días Martha. Sólo quería saber cómo estaba hoy Lex.
-Está mucho mejor, el médico ha dicho que de seguir así es posible que esta misma semana regrese a casa – decía Martha con una sonrisa.
-Vaya, eso es genial – contestaba con una gran sonrisa.
-Katherine, Alexis quiere verte. Quiere hablar contigo.
-No sé si debo – contestaba Katherine.
-Entra y habla con ella – contestaba la mujer acariciando el brazo de la policía.
Katherine se dirigía a la puerta de la habitación, sentía algo de miedo por lo que la pelirroja podría decir. Pese a saber que era ella la que había pedido verla, no podía evitar recordar la última conversación que ambas habían tenido.
Abrió lentamente la puerta, tomando una gran bocanada de aire.
-Buenos días Alexis – decía nada más entrar allí.
-Hola Katherine –respondía la joven sentada en el sillón.
-Me alegro de verte levantada. Eso es una buena señal. Martha me ha dicho que si todo sigue así te mandarán a casa esta semana – decía mientras se acercaba a la joven para depositar un beso en la mejilla.
-Sí – contestaba la pelirroja con una gran sonrisa- estoy deseando regresar a casa.
-Te entiendo perfectamente. Cuando estuve en el hospital por el disparo sólo tenía en mente el día de salida.
-Ya. Katherine quería hablar contigo – decía la joven agachando la cabeza- necesito hablar contigo.
-Claro cariño, nosotras siempre hemos podido hablar.
-Bien, ¿qué tal si acercas esa silla? – Señalaba con la cabeza- quería agradecerte todas tus visitas. Mi abuela me ha contado que has estado aquí a diario. Gracias.
-No me tienes que agradecer nada. Sólo hice lo que sentía mi corazón – contestaba Katherine.
-Ya, pero después de cómo te trate en DC…
-Lex, olvidemos aquello.
-No, no quiero olvidarlo – Lex fijaba su vista en la detective- quiero disculparme por aquello. Te dije cosas horribles. Nunca debí culparte de lo sucedido. Ambos hicisteis cosas mal, y yo sólo te culpé a ti.
-Cariño, lo entiendo. Estabas dolida y necesitabas un culpable. Era más fácil culparme a mí que decir algo malo de tu padre.
-Ya, pero no debió ser así. Nunca debí tomar partido de aquella manera. Ambos lo pasasteis mal y yo olvidé tu dolor. Debí haber visto tu dolor y en lugar de eso te hundí un poco más. ¿Sabes? Tenía tantas ganas de que fueses tú la esposa de mi padre que el descubrir que eso no iba a suceder me hizo mucho daño. Sólo me centré en mi dolor y en el de mi padre, me olvidé de ti. Olvidé todo lo que durante cinco años me habías dado – continuaba la pelirroja con lágrimas en los ojos.
-Cariño, ya pasó. Olvidemos aquello e intentemos recuperar lo que teníamos. No lo hice bien, ni con tu padre ni contigo. Os he tenido que perder para recordar lo que ya sabía. Que vosotros sois mi familia. Amo a tu padre y para mí eres como una hija. Os quiero en mi vida – Katherine dejaba salir sus sentimientos.
-Katherine – algo se le terminó de romper al escuchar aquellas palabras, las lágrimas abandonaron sus ojos y corrían por sus mejillas.
-No llores, cariño. Todo volverá a ser como antes, lo lograré. Le demostraré a tu padre que le amo, que siempre lo he hecho.
-Katherine, lo siento. Lo siento tanto.
-Alexis, irá todo bien. Ya lo verás – seguía la detective, abrazando a la joven pelirroja.
-Habla con mi padre. Tienes que hablar con él – decía llorando Lex- hazlo pronto. Lo siento.
Tras unos minutos más allí Katherine abandonó la habitación, había recibido un ws de Lanie pidiéndole que fuese a la 12th.
La conversación con la pelirroja le había hecho sentir mejor, pero la insistencia de la joven para que hablase con Richard le hacía sentirse intranquila.
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Richard estaba sentado delante de su ordenador, terminando el segundo capítulo de su nuevo libro. Tras los ws de su padre no había logrado dormir del tirón, así que había comenzado a escribir.
Kenya sentía que algo había pasado, algo había hecho que Richard cambiase su humor los últimos días.
-Cariño, las niñas están esperando para ir a ver a su hermana.
-Perdona, se me fue el santo al cielo escribiendo. Enseguida salgo.
-Si prefieres quédate escribiendo un poco más y las llevo yo – decía Kenya.
-No, da lo mismo. Iremos los cuatro – contestaba el escritor cerrando el ordenador.
-Como quieras. Recuerda que tenemos que ir a ver el nuevo colegio de las niñas. No pueden continuar sin ir a la escuela.
-Lo sé. ¿Qué te parece si dejamos a las niñas con mi madre y vamos nosotros a ver el colegio?
-Perfecto, aunque tú ya lo conoces. ¿Al final las vamos a llevar al mismo que fue Alexis? – preguntaba mientras se perdía en los brazos de su novio.
-Sí, pero sólo si te gusta a ti también – contestaba él besando a Kenya.
Los cuatro llegaban al hospital, encontrando allí a Martha. Tras hablar con el médico sobre los avances de su hija Richard se reunió con su familia en la habitación.
-Hola preciosa – decía acercándose a la pelirroja.
-Hola papá. Uma me estaba contando que tú y Kenya vais a ir al colegio a ver si las matriculáis en él. Y Lask me estaba contando que has empezado a escribir un nuevo libro.
-Sí, las dos cosas son ciertas. Iba a pedirle a la abuela que se quedase con las niñas mientras nosotros vamos a la escuela.
-Me encantaría querido, pero tengo que impartir una clase – decía Martha.
-No pasa nada papá. Se quedan conmigo – decía la pelirroja.
-Sí, papá nos quedamos con Lex- decía la pequeña Lask.
-¿Te quieres quedar aquí con Alexis? – la pequeña asentía sonriendo- Y a ti Uma ¿también te parece una buena idea?
-Sí, sería perfecto. Así me puede ir contando como es el colegio y cosas sobre la ciudad.
-Kenya ¿a ti te parece bien?
-Me parece perfecto – contestaba la española con una sonrisa.
-Perfecto, pues está decidido. Vosotras os quedáis aquí, Martha ves a tu clase y nosotros iremos al colegio. Luego vendremos y traeremos algo de comida – decía Richard.
Sus tres hijas, se abrazaban emocionadas. Los tres adultos sonreían viendo la escena.
-Querido has formado una familia fantástica – le decía su madre.
-Sí, es genial ver a las tres juntas – contestaba él.
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En la 12th Lanie estaba parada en la morgue mirando los cuerpos que le habían traído, preguntándose qué clase de persona era capaz de hacer esas cosas a otro ser humano. A lo largo de los casi 11 años que llevaba trabajando allí nunca había visto algo así. Siempre era profesional, pero aquel día aquello le estaba costando demasiado, las lágrimas al ver los cuerpos habían escapado de sus ojos.
-Lanie, ¿sabemos algo? – preguntó una voz a su espalda, haciendo que la forense se volviese.
-Hola, no he podido empezar. Estoy totalmente paralizada, nunca en toda mi vida laboral me había enfrentado a algo parecido. Katherine, ¿quién puede hacer algo así?  A éste – señalaba uno de los cuerpos- le han arrancado el corazón, y no ha sido metafóricamente. ¿Sabes lo último que vio antes de morir? Vio cómo su corazón latía fuera de su cuerpo. Al otro, le han arrancado toda la piel y mucho me temo que ha sido cuando el chico aún estaba con vida.
-Lanie – se acercaba hasta su amiga y la abrazaba- lo siento. Pero necesitamos dar el ciento por cien para poder detener a la persona que haya hecho esto. Sé que las víctimas no eran mucho mejor que su verdugo, pero aun así no podemos permitir que alguien así quede suelto.
-Dame un minuto y me pondré manos a la obra. ¿Crees que podría ser una venganza por lo pasado en el campus?
-Pudiera ser, gracias Lanie. Terminas de darnos un punto de partida. Cuando tengas algo avísame, ahora voy arriba.
La detective volvía al piso superior y se encaminaba al despacho de la capitana.
-Señor – decía abriendo la puerta.
-Dígame que ha descubierto algo.
-Aún no, pero señor la doctora Parish me ha dado una idea – Gates le prestaba toda su atención- Podría ser una venganza por lo ocurrido en el campus. Alguien podría haber hecho pagar a esos jóvenes por lo que hicieron en Columbia.
-Es una buena teoría, pero de momento no es nada más que eso.
-Me pondré a ello. Comenzaré a investigar a las familias de las víctimas del campus.
-Perfecto, téngame informada. Katherine – llamaba la atención de la detective- quiero a Castle en el equipo, si no se ve capacitada para llamarle dígamelo y lo haré yo.
-Señor, preferiría que lo hiciera usted – contestaba la detective tras pensarlo un segundo – estará más receptivo si la propuesta viene de usted.
-De acuerdo lo haré ahora mismo, informe a su equipo de la dirección con la que nos la vamos a jugar.
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Richard y Kenya volvían de su visita al colegio. Él ya conocía la institución educativa porque allí había estudiado su hija mayor, así que estaba más que convencido de lo bueno que era el colegio. Kenya había prestado atención a todas las actividades que se ofrecían, así como a los planes de estudio que el centro tenía. Tras la visita ella también estaba segura de la elección que habían hecho.
Además salió de allí con una oferta de trabajo. El colegio necesitaba una profesora de castellano y la dirección le había ofrecido el puesto a ella tras conversar y ver lo capacitada que estaba.
-No sé si debería aceptar.
-Cariño, haz lo que más te apetezca. Pero de momento y hasta que salga algo, mejor sería una opción – contestaba Richard.
-En eso tienes razón. Pero hay una cosa de la que aún no hemos hablado y deberíamos hacerlo antes de tomar cualquier decisión.
-Tienes razón. Debemos hablar. ¿Te parece que lo hagamos esta noche cuando las niñas se hayan ido a la cama?
-Me parece genial – contestó Kenya.
-Bueno vamos a por las niñas y a pasar un rato con Lex antes de irnos a casa.
La pareja llegaba a la puerta de la habitación de Alexis, se miraron y sonrieron al escuchar las risas que salían de ella. Justo en el momento de abrir la puerta el teléfono de Richard sonó.
-Perdona, tengo que contestar es Gates – decía al mirar quién le llamaba.
-Te espero dentro – Kenya entraba en la habitación.
Tras mantener una conversación con la capitana y acceder a ir a la 12th a la mañana siguiente Richard entró en la habitación donde estaban sus mujeres.
Estuvieron los cinco juntos por unas dos horas más, después llegó la hora de las despedidas.
-Papá quiero quedarme con Lex.
-Cariño, es tarde, tienes que cenar, ducharte e ir a dormir.
-Pero yo quiero dormir con Lex – insistía la pequeña.
-Lask, mañana venimos a verla – intervenía Uma- pero ahora debemos irnos. Papá tiene razón, es tarde.
-Pero mañana volvemos.
-Claro que sí cariño – decía Kenya tomándola en brazos- hasta mañana cielo, las traeré por la tarde por la mañana vendrá la abuela.
- Yo vendré a la hora de la comida – Richard se despedía de su hija mayor besando su cabeza.
-Ya estoy aquí - decía alguien entrando en la habitación.
-Genial, abuela. ¿Te quedas hasta la cena? –preguntaba la pelirroja.
-Por supuesto – contestaba Martha.
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-Esposito, Ryan, Beckett, a mi despacho.
-Sí señor – contestaban los tres.
-He hablado con Castle, mañana se pasará por la comisaría y se pondrá a trabajar con nosotros-informaba Gates a su equipo- ¿han averiguado algo?
-Hemos preguntado por la zona, pero de momento no hay nada – explicaba Katherine.
- Va siendo hora de descansar y coger perspectiva. Váyanse a sus casas, y mañana a primera hora les quiero aquí – terminaba Gates.
-Sí señor. Nos vemos a primera hora – contestaban ellos.
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En casa del escritor, tras la cena. las niñas se fueron a dormir, estaban emocionadas con el nuevo colegio y deseaban que llegase el lunes para poder ir a la nueva escuela. Cuando las niñas se quedaron dormidas, los adultos como habían dicho se sentaron a hablar. Había llegado el momento de hacerlo, tenían que poner las cartas sobre la mesa.
-¿Café o prefieres vino?-preguntaba Richard.
-Vino, ¿te ayudo o me siento?
-Siéntate, ahora lo llevo al sofá.
Richard cogía una de las botellas de vino del botellero, y un par de copas, ya con ello se encaminaba al salón.
-Bueno, pues aquí está el vino – alzaba la botella- he escogido un vino español, en tu honor – decía sonriendo.
-Perfecto, has elegido bien – decía tras leer la etiqueta.
-Bueno – decía él.
-Bueno –contestaba ella.
-Deberíamos haber hablado hace semanas. Sabía que debíamos hacerlo, pero me sentía tan bien que no quería que nada lo estropease – comenzaba Richard.
-Es cierto que deberíamos haber hablado. Debimos hacerlo cuando empezaste la adopción de las niñas. Pero como bien dices, yo también me sentía genial y no quería que nada lo estropease. Pero ahora estamos aquí, y no vais a volver a la India, ha llegado el momento de decidir cosas.
-Ha llegado el momento de ser sinceros. Cuando empezamos nuestra relación ambos dejamos claro que no queríamos una relación seria, si no sólo alguien con quien pasar buenos ratos. Pero desde aquella conversación muchas cosas han cambiado.
-Sí, ahora tienes dos hijas más, has dejado el trabajo que tenías en la FVF, tu hija mayor ha sufrido un atentado. Estamos en USA, hemos elegido colegio para las pequeñas, lo cual deja claro tus intenciones. Tu vida está clara, pero aún no sé qué pinto yo en toda esta historia.
-Kenya, todo eso que has dicho es cierto. Pero no sólo esos son los cambios, mis sentimientos también han cambiado. Cuando llegué a la India me prometí que nunca volvería a sufrir. Llegue con el corazón destrozado. Pero entonces te conocí, y me gustaste, me gustó tu forma de ver la vida, tus ganas de vivir, tu sonrisa, tu energía.
-Richard, tenía muy claro lo que quería en mi vida y te aseguro que en mis planes no entraban tener una relación. La FVF era mi vida, pero entonces llegó el escritor triste y no sé cómo pero te metiste en mi cerebro. Al principio sólo era diversión, pero entonces todo cambió. Me he enamorado, esa es la verdad, me he enamorado de ti, de tus hijas. Pero aún no sé qué es lo que tú esperas de esta relación – decía clavando sus ojos en los de él.
-Te quiero Kenya, quiero que te quedes con nosotros. Me gusta cómo me haces sentir, me gusta lo que soy cuando estás a mi lado. Me encantaría que decidieras quedarte en NY con nosotros, somos una familia – alargaba su mano para acariciar la mejilla de la española.
-Yo también te quiero, y quiero a las niñas, me encantaría que esto que tenemos saliera bien. Quiero intentarlo, pero tengo miedo – él la miraba sorprendido.
-¿Miedo?
-Sí cariño, miedo. Cómo bien dices, llegaste a la FVF huyendo de tu dolor. La mujer que tú creías era la mujer de tu vida te había dejado. Decidiste dejarlo todo atrás. Pero ahora estamos nuevamente en esta ciudad, y ella ha reaparecido. Me da miedo que un día ella aparezca, te quiera recuperar y te vayas con ella. Eso hace que me pregunte si realmente debería quedarme en este país.
-Kenya, te quiero y quiero que te quedes con nosotros. Quiero que formes parte de esta familia. No te puedo prometer que esto salga bien, pero lo que sí puedo hacer es prometer que intentaré que salga bien. Pero no tengo una bola en la que ver nuestro futuro. Es cierto que ella está aquí, pero salió de mi vida hace más de ocho meses. Y poco a poco tú has ido curando mi corazón, has ido metiéndote en mi corazón y en mi cerebro poco a poco, tú eres mi mujer ahora y quiero que lo sigas siendo. Te quiero, te quiero, te quiero – decía él acercándose hasta los labios de ella.
-Te quiero – apoyaba su cabeza en el pecho de su novio- Voy a aceptar el trabajo del colegio, no quiero ser una mantenida – decía sonriendo. Pero antes debo regresar a Anantapur, no puedo dejar la FVF sin dar la cara.
-Tienes razón, debes ir y ayudar a decidir quién nos va a sustituir – decía él- Me va a costar no estar con los chicos y la gente de allí. Y pensar que mi jefa me dijo al llegar que esperaba que no saliera corriendo al poco tiempo y es ella la que también lo deja.
-Muy gracioso, eres muy gracioso. En cuanto Lex esté en casa, iré allí para dejar todo organizado, y en un mes como mucho estaré de regreso – viendo la cara de pena puesta por su novio- si puedo regresaré antes, no me imagino tanto tiempo alejada de vosotros.
-Bien, te quiero. Mañana diremos a las niñas que te quedas con nosotros, les va a encantar. ¿Nos vamos a la cama? Es tarde y mañana tengo que ir a la 12th a primera hora, tengo sueño – terminaba de decir poniéndose en pie y alargando la mano para ayudar a Kenya.
-Vaya, qué lástima que estés cansado. Yo tenía otros planes para esta noche, pero que le vamos a hacer, si tienes sueño habrá dormir – decía ya en pie y desabrochándose los botones de la camisa.
-Bueno, tampoco estoy tan cansado – se acercaba a Kenya y la tomaba en brazos comenzando a caminar hacia su dormitorio.
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Katherine no podía dejar de sentirse nerviosa, después de todo lo que había pasado aquella mañana volverían a estar juntos, volverían a trabajar juntos. Estaba sentada en la que siempre había sido su mesa, jugando con un bolígrafo mientras intentaba decidir la conveniencia de dejar una silla al lado de ella para que él pudiera sentarse. Durante cinco años él se había sentado a su lado, pero ahora no sabía que debería hacer.
El sonido del ascensor hizo que dejara el boli sobre la mesa y dirigiera su vista hacia allí.
Richard salió del ascensor y antes de comenzar a andar suspiró, fijó su vista en aquella zona que había sido su vida hasta hacía ocho meses encontrándose con unos ojos pardos clavados en él. Mantuvo la mirada, los músculos de su mandíbula se tensaron, sacó las manos de los bolsillos del vaquero y comenzó a caminar.
Katherine se puso en pie al instante, dirigiéndose hacia él.
-Richard – la voz se le rompió un poco al pronunciar su nombre.
-Hola Katherine, supongo que Gates me estará esperando.
-Eh, sí. Dijo que en cuanto llegases fuéramos a su despacho.
-Bien, vayamos – contestó él caminado ya hacia aquel lugar.
Gates se encontraba repasando lo que tenían hasta ese momento sobre el caso, al escuchar los golpes en la puerta levantó la cabeza de los papeles al tiempo que les daba permiso para que entrasen.
-Buenos días Richard, me alegra que hayas decidido trabajar con nosotros en este caso – decía esto tendiendo su mano hacia el escritor.
-Hola Victoria, no podía negarme.
-Bien, la detective te pondrá al tanto de todo, espero resultados. No podemos permitir que ande suelto por ahí el responsable de esto.
Los dos abandonaban aquel despacho.
-Bueno, ¿qué es lo que tenéis?- preguntaba Richard.
-¿Qué te ha contado Gates?
-Nada, tan solo que me necesitaba y que me iba a sorprender.
-Vaya, creía que te habría informado de que iba el caso.
-No le pregunté – defendía a la capitana.
-Ya, bueno vayamos a la pizarra – decía Katherine- las víctimas son Bob Aton y Ben Soller. Ambos participaron en la matanza de Columbia. A Bob le arrancaron el corazón, y Ben fue desollado, según los informes de Lanie ambos estaban con vida cuando sufrieron tales atrocidades.
-¿Vuestras víctimas son los dos responsables huidos? – Katherine asintió – vaya, veo que el universo se ha vuelto a equilibrar.
-¿Perdona? – preguntaba un tanto fuera de juego la detective.
-Ellos junto con el suicida, entraron en el campus, fueron a la biblioteca y comenzaron a disparar a inocentes. Ahora ellos están muertos, venganza poética.
-No estás hablando en serio, ¿no?
-¿Por qué no iba a hacerlo?
-Castle, por dios ¿has visto como han sido asesinados? –preguntaba ella un tanto alterada.
-Sí, he visto las fotos. ¿Has visto tú las de sus víctimas? Mi hija y sus amigas estaban es ese edificio, sus amigas están muertas y ella casi corrió la misma suerte. ¿En serio crees que voy a sentir lástima por ellos? Estuvieron a punto de matar a Alexis, me da lo mismo como hayan muerto. No me importa quién sea el responsable porque según lo veo ha hecho un gran servicio a esta ciudad.
-Castle, no puedes hablar en serio. Sé que estás dolido por lo que ha sufrido Lex, pero no puedes decir que no te importa quién sea el responsable. Fueron torturados y asesinados de forma salvaje. ¿Quién nos asegura que el responsable no volverá a actuar?
Ambos estaban hablando más alto de lo normal, logrando que todo el personal que trabajaba en aquel piso se parase a escuchar su discusión.
-Oh, vamos Beckett. Sal a la calle, pregunta a cualquiera qué le parece que estos dos hayan sido asesinados, ¿crees que encontrarás a alguien que no lo aplauda? – en algún momento ambos habían comenzado a llamarse por sus apellidos como siempre que trabajaban juntos.
-Olvidas que estamos aquí para hablar por las víctimas, para lograrles justicia.
-Entonces el responsable de estas dos muertes habla por las de la biblioteca, ellas merecían justicia. Y ahora ya la tienen – concluía Richard.
-Si piensas así no sé qué haces aquí – decía la detective – seguiremos sin ti esta investigación. Lograré encontrar al responsable y se pudrirá entre rejas – escuchando aquello Richard no pudo evitar poner una sonrisa-
- Como bien dices será sin mi ayuda. Para mí, el responsable de estas muertes no es un delincuente. ¿Si les hubiera matado de formas menos macabras, te seguiría pareciendo mal?- Katherine no pudo contestar- con tu silencio me das la razón. No me parece mal el fondo sólo la forma.
-Quizás tengas razón, pero aun así mi trabajo es detenerle – continuaba ella.
-Eso lo puedo aceptar, es tu trabajo, pero no me lo intentes disfrazar de justicia. Porque la justicia ya está hecha. Y ahora voy a saludar a Lanie – decía dirigiéndose al ascensor.
-Richard – decía ella alcanzándole- me gustaría hablar contigo.
-Ya lo hemos hecho.
-Ya, pero no del caso. Me gustaría que hablásemos.
-¿De qué? – preguntaba fríamente él.
-De nosotros, de mí, de ti – contestaba intentando no llorar- de lo mucho que te amo, de lo idiota que fui al dejarte escapar…
-Ya, creo que esa conversación llega tarde, por lo menos en lo referente a un nosotros. Hace meses que no existe un nosotros. No te culpo de ello, ambos la cagamos – Katherine le miró con los ojos llenos de lágrimas-
-Sé que no hay un nosotros. Pero quiero que sepas que yo quiero que vuelva a existir. Te quiero Richard…
-Katherine, no creo que este sea el lugar para hablar. Déjalo estar – se soltaba del agarre de la detective- No sé qué esperas lograr hablando pero si eso es lo que quieres lo haremos – en el rostro de ella aparecía una pequeña sonrisa- Esta tarde en tu casa. ¿Te parece bien?
-Perfecto, ¿a las ocho? – preguntaba con nerviosismo ella.
-Allí estaré. Y ahora me voy a saludar a Lanie. Nos vemos esta noche.
Lanie estaba terminando de limpiar la mesa de autopsias cuando escuchó una voz muy familiar a su espalda.
-Hola guapa- saludó nada más entrar.
-Hola chico escritor – contestaba ella sonriendo.
-Vaya, pensé que habíamos quedado en que era hombre escritor – contestaba él abrazando a su amiga- ¿Qué tal va todo?
-No sé por dónde empezar. Ha sido la peor autopsia que he tenido que hacer. Pero gracias a dios ya ha terminado.
-Lo siento – se sentía culpable de las ojeras y tristeza de su amiga.
-Bueno, ya terminó. ¿Y tú qué me cuentas de tu vuelta a la 12th?
-No hay tal vuelta. No voy a colaborar en este caso – Lanie le miraba sorprendida- no creo que el responsable de estas muertes merezca un castigo. Así que nada de volver.
-Vaya, ¿en serio crees que no merece un castigo?
-Lanie, ¿si les hubiera matado de una forma menos cruel te parecería mal lo que ha hecho? – preguntaba el escritor.
-Ya, entiendo por dónde vas. Yo también tengo una pregunta para ti. ¿Si Alexis no estuviese entre los heridos, lo verías de la misma forma?
-Pero lo está. Eso lo cambia todo – contestaba él callando la verdadera respuesta.
-Vale. ¿Y ahora qué vas a hacer?
-Iré a casa a buscar a las niñas y a Kenya e iremos a ver a Alexis – contestaba sonriendo.
-Me alegro mucho por ti. Las niñas son para comérselas y Kenya es un encanto, es una gran mujer. Mereces ser feliz por fin.
-Sí que lo es. Anoche tuvimos una conversación, se quedará a vivir con nosotros aquí. Lo vamos a intentar en serio.
-Bien – su voz no sonó todo lo feliz que ella quería.
-Vaya, no pareces emocionada – decía él.
-Lo siento. Claro que me alegro por vosotros, sois una pareja genial. Pero al mismo tiempo me siento triste por Katherine. Lo está pasando mal, realmente mal. Te quiere, vale, ha tardado mucho en darse cuenta de lo estúpida que fue, pero de todas formas no sé qué esperábamos, es ella, la señora cebolla.
-Ya. Por cierto, he quedado con ella para hablar.
-¿Le vas a contar lo de las niñas y Kenya? –preguntaba la forense.
-Creo que debo ser totalmente sincero con ella. A fin de cuentas la he querido como nunca había querido antes- contestaba él bajando la cabeza.
-Espero que después de la conversación los dos podáis ser felices y continuar con vuestras vidas.
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Richard dejaba en casa a las niñas y a Kenya tras pasar todo el día con Alexis en el hospital.
-Cariño, ¿de verdad que no te parece mal? – preguntaba él al entrar en su habitación para cambiarse.
-Ya te he dicho mil veces que no – tomaba la cara de él entre sus manos- Amor, es algo que necesitas hacer, que ambos necesitáis hacer. Además, confío en ti – decía besando a su novio- Ponte mejor una camiseta con los vaqueros.
-Vale, prometo no volver tarde – decía él antes de salir- Te quiero.
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Richard llegaba a la casa de la detective, había tenido que llamar a Lanie para que le diera la dirección.
Se paraba delante de la puerta, sin tener muy claro si estar ahí era lo correcto, se giró sobre sus talones encaminándose nuevamente hacia el ascensor. Una vez dentro de este, pulsó el botón de la planta baja.
Justo en el último momento salió de allí y regresó a la puerta de la vivienda. Pero esta vez decidió llamar.
-Hola Richard – decía Katherine al abrir la puerta- pasa.
-Buenas noches, gracias.
-Estaba terminando de preparar algo de cena – decía mientras cerraba la puerta.
-Lo siento, pero no tengo hambre. He venido sólo a hablar, no me quedaré a cenar – contestaba él en medio del salón.
-Vaya, pensé que cenaríamos. Debí habértelo preguntado. Al menos vino sí querrás ¿no?
-Preferiría un café si no es mucha molestia.
-No, claro. Perfecto prepararé café, siéntate en el sofá – decía ella mientras se dirigía a la cocina.
Katherine notó cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. Aquello no estaba saliendo como ella pensaba. Sabía que él estaría enfadado, y para eso se había preparado, pero no lo había hecho para lo que se encontró. Aquel hombre sentado en su sofá no tenía nada que ver con el hombre que ella amaba. No mostraba sentimiento alguno, estaba frío cómo si aquello no fuese con él. O peor aún, cómo si aquello le diera totalmente igual.
Secó sus lágrimas, suspiró y se encaminó con las tazas del café hacia el salón.
-Bueno, ¿qué tal ha pasado hoy el día Alexis? Con el caso en el que andamos no he podido ir a verla – decía mientras le tendía la taza con el café.
-Bien, mañana le dan el alta – contestaba sonriendo.
-Genial, me alegro mucho de verdad.
-Lo sé – decía removiendo su café-Katherine acerca de qué querías hablar.
-Richard –se ponía en pie y comenzaba a caminar por el salón- Llevo meses sabiendo que hace ocho meses cometí el mayor error de mi vida. Nunca debí alejarme de ti. Dios, llevo enamorada de ti desde que te conocí. Cada día de estos meses quería despertarme a tu lado, quería dormir junto a ti. Pero en lugar de eso, me despertaba y me acostaba sola. Te llamé, pero lo único que obtuve fue “el número marcado no existe”. Aquello me hundió. ¿Pero sabes qué fue peor? Descubrir que mis amigos, podían localizarte, que ellos sabían que habías dejado el país, ellos sabían dónde vivías. Y guardaron silencio. Lanie me vio hundida, por haberte perdido pero guardó silencio.
-Yo les pedí que nunca te dijeran dónde estaba, sólo cumplían su promesa – intervenía él defendiendo a sus amigos.
-Ya, lo sé, pero aun así me sentí traicionada. Todos mis amigos sabían dónde estaba el hombre del que estoy enamorada, sabían que deseaba verte y poder decirte todo lo que siento por ti. Pero callaron.
- Lo siento, pero no tenía ganas de hablar contigo o hablar de ti.
-Ya. Richard – decía sentándose nuevamente junto a él- lo siento. No fui capaz de decir que eras todo para mí. No fui capaz de abrirme totalmente a ti. Sentía pánico, pánico a que un día descubrieras que no era yo la mujer de tu vida. Y dejé que ese miedo destrozase nuestra vida. Perdóname, nunca quise hacerte sufrir. Eras mi vida. Tuve que perderte para ser totalmente consciente de que sin ti no brilla el sol. Cuando te vi marchar, supe que nunca te podría olvidar. Por qué ¿cómo se olvida el AMOR? – Las lágrimas corrían por sus mejillas- El resumen es sencillo, te amo. Richard te amo, y quiero pasar el resto de mi vida junto a ti – decía tomando las manos del escritor entre las suyas.
-Beckett – soltaba sus manos de las de ella y se ponía en pie- me hubiera encantado escuchar todo eso hace meses. Estuve ahí esperándote cuatro años, porque creía que tú sentías lo mismo que yo. Esperé pese a todo, porque te quería. Cuando por fin comenzamos nuestra relación me aterraba el pensar que algún día te irías. Que llegaría un día que te despertarías y saldrías corriendo al descubrir que te habías enamorado. Tenía miedo de perderte y me agarroté, puse el freno a mis sentimientos, y al final terminé perdiéndote de todas formas. Te quería. Beckett, realmente te quería.
-Cariño, podemos intentarlo nuevamente. Dejando a un lado todos nuestros miedos. Dejémonos llevar. Disfrutemos de nuestro amor – se acercaba hasta él- Te amo, aún te amo. Nunca he dejado de hacerlo.
-Lo siento. Beckett, el hombre del que crees estar enamorada no existe. Hace ocho meses Salió de este país totalmente destrozado. Llegué a España, y conocí a gente maravillosa. Me enseñaron otra forma de vivir. Me fui a la India a trabajar de voluntario en una ONG española – la detective le miraba totalmente sorprendida- y me redescubrí. Me gustaba lo que hacía y en lo que me estaba convirtiendo. Y entonces pasó. Me recuperé. Tu abandono dejó de doler. Poco a poco, ellas lograron que me abriera nuevamente a la vida.
-¿Ellas? – Katherine estaba empezando a sentir como le faltaba el aire, recordaba aquel “cariño ya está lista la cena”.
-Sí, ellas. Beckett, en mi vida han cambiado muchas cosas desde aquel día en los columpios. Tengo una relación y dos nuevas hijas. Uma y Laskmi tienen 16 y 4 años. Son dos niñas indias que perdieron a toda su familia, y no podía permitir que las separasen. Y Kenya siempre ha estado ahí, a mi lado. Incondicionalmente. Ni Kenya ni yo buscábamos una relación seria, pero poco a poco ambos nos hemos ido metiendo de lleno en ella – Katherine lloraba- Lo siento, pero es tarde. Quiero a Kenya, tal vez no de la misma forma que te quise a ti. Tal vez nunca logre amarla como te amé a ti. Pero la quiero, y quiero que sea parte de mi nueva familia.
Richard se acercaba hasta Beckett, arrodillándose ante ella y posando sus manos sobre las rodillas de la agente.
-Lo siento, pero ahora todo es diferente. Ambos destruimos nuestra oportunidad.

Aquello fue lo último que ella escuchó antes de oír cómo se cerraba la puerta de su casa. Antes de ser totalmente consciente de haber perdido todo lo maravilloso que podría haber vivido junto al hombre que amaba.

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