23 oct 2013

Nuevos Tiempos 16

Más de catorce años de su vida llegaban a su fin, años en los que su vida consistió en querer hacer justicia a su madre y mientras intentaba eso logró hacer justicia a cientos de personas sin voz. Ella era la voz de todos aquellos que quedaron mudos. Más de catorce años y por fin aquel día podía decir que al fin el asesino de su madre pagaría por lo que hizo.
Su mano era lo único que le hacía caminar, desde la detención del senador sentía que había quedado vacía pero él estaba ahí para sostenerla. Él como siempre a su lado, dando igual como estuviera su relación, él seguía ahí sin soltarla. Continuaba siendo su faro.
Caminaba junto a él, ni siquiera tuvo que decirle dónde quería ir, Rick la guiaba sin tener que preguntar. Cuando llegaron Kate notó cómo él soltaba su mano, se giró, le miró con ojos suplicantes e intentó volver a aferrarse a su faro.
-Debes hacerlo tú sola, es vuestro tiempo. Estaré aquí mismo esperando – dijo mientras acariciaba la espalda de la detective.
Sus pasos se encaminaron hacia aquel lugar tantas veces visitado por ella, a cada paso que daba las lágrimas iban bañando su rostro, pero había algo diferente en aquel llanto esta vez lloraba porque al fin logró cumplir la promesa hecha hace años.
-Mamá, todo está bien. Por fin puedes descansar en paz. Hoy el círculo se ha cerrado. El senador ha sido detenido, será juzgado y condenado. Por fin eres libre, por fin papá estará en paz, por fin podré vivir. Lo logré mamá, vencimos – decía cayendo de rodillas sobre aquella tierra- somos libres -Tras unos minutos en los que tan solo se escuchaba su llanto, se hizo el silencio, se puso en pie, acarició aquella lápida y por fin en su rostro se dibujó una sonrisa- ¿Sabes? Él está aquí, pese a todo lo que nos ha pasado él está junto a mí. Todo lo que ha pasado hoy ha sido gracias a él, el hombre que un día entró en mi vida como un tornado para ponerla patas arriba es el mismo que ha logrado traerme la paz. Es mi vida, te gustaría ver cómo soy cuando está junto a mí. Me hace volver a ser la joven que era tu hija. Los años de tinieblas han terminado, y es él quien lo ha logrado. Él me ha devuelto la vida, y hoy sólo ha sido la culminación, el cambio empezó el día que le conocí.
Tras algunos minutos más Kate volvió a acariciar aquella piedra y se despidió de Johanna. Regresó a dónde él la esperaba.

-¿Todo bien? – le preguntó él al tiempo que la tomaba entre sus brazos.
-Todo bien, vámonos. Llévame a casa por favor- decía ella entre aquellos brazos.
Beckett abrió la puerta de su apartamento, cuando ésta estuvo totalmente abierta Castle soltó su mano.
-Será mejor que me vaya a casa – dijo él.
-No, por favor quédate aunque sólo sea un rato – decía tomándole de la mano nuevamente.
-Está bien, pero sólo un rato.
Ambos entraron cerrando tras de sí la puerta de aquella vivienda.
-¿Quieres tomar algo?
-Sí, pero yo lo traeré, tú sólo siéntate y descansa un poco –contestó Castle.
Beckett no dijo nada, sólo se dejó caer sobre el sofá. Estaba realmente cansada, no físicamente pero sí emocionalmente.
-He traído vino, pensé que nos vendría bien- llegaba Castle con dos copas y una botella.
-Perfecto. Siéntate – decía al tiempo que golpeaba el espacio libre a su lado- Rick, me gustaría que hablásemos.
-Lo haremos, te lo prometo, pero no tiene porque ser hoy – contestó Castle.
-Rick, sólo escúchame. Hoy es el día perfecto, hoy ha empezado mi vida nuevamente y quiero que empiece sincerándome contigo. Lo necesito, ambos lo necesitamos – dijo ella perdiéndose en la mirada de él.
-Sí, tienes razón, ambos lo necesitamos.
-Soñé contigo cuando aun no existías en mi vida, me hacías reír, me dabas paz, me sentía segura en tus brazos. Y entonces un día sucedió, aquel con el que soñé llegó hasta mí, y eras tú. Tus ojos, tus manos, tu aroma, recordaba todo, y empecé a sentir como en el sueño. Comencé a sentirme segura, feliz. Eres tú, mi mundo eres tú. Te amo, es así de simple.
-Kate –intentó intervenir él.
-No, por favor deja que termine – suplicó ella- porque quizás si me paras no sea capaz de seguir. Por favor –insistió ella.
-Está bien – dijo Rick tomando entre sus manos una de las de Kate.
-Te odié, o al menos lo intenté, pero sólo por todo lo que me hacías sentir. No quería volver a sufrir así que me encerré tras mi muro y durante años me negué a aceptar mis sentimientos por ti, me negué la posibilidad de ser feliz a tu lado – levantó su mirada y la clavó en él- Negué esa posibilidad a ambos. Pero no te fuiste, seguiste a mi lado y cada día que pasaba te amaba más. Llegó un momento en que el dolor por no tenerte fue mayor que el miedo a sufrir y por fin liberé mis sentimientos. Y ahí estabas tú, aún esperabas. Me diste el mejor año de mi vida, me hacías feliz cada día pero mis miedos regresaron, cuando más feliz era me aterrorizó el poder perderte y eso hizo que me bloquease y te perdiese. Richard, cometí el mayor error de mi vida al dejarte marchar, te amaba entonces y te amo ahora. Eres mi vida. Quiero pasar el resto de mi vida junto a ti, quiero ser la madre de tus hijas y de los que pudieran venir. Quiero envejecer a tu lado, sentir tu mano sobre la mía. Despertar cada día y que tu rostro sea lo primero que vea, dormirme sintiendo tu corazón latir a mi lado. Te amo, es así de simple.
-Kate, me dolió como nunca imagine que algo me pudiera doler. Tu rechazo y tus palabras me destrozaron, me sentía vacío sin ti. Dolía tanto tu ausencia que creí que nunca podría volver a sentirme vivo. Pero un día aquel dolor comenzó a desaparecer, me comencé a sentir vivo otra vez, tal vez no de la misma forma que cuando tú estabas junto a mí pero logré volver a vivir. Te creí olvidada, me juré que eras pasado, pero no es así. Nunca podré olvidar a la mujer de mi vida, nunca serás pasado pero ahora mismo no eres presente. No puedo, aún no puedo – acariciaba el rostro de Kate- Aún sueño que te vas, aun sueño que me pierdo si no estás a mi lado. Ahora no soy sólo yo, están las niñas y por ellas no puedo volver a caer, necesitan a su padre vivo.
-Rick, no me iré, no desapareceré. Siempre estaré junto a ti. Te amo, y sé que tú a mí también. Me esperaste cuatro años, te esperaré el tiempo que sea preciso. No me pienso rendir, tú nunca lo hiciste, yo no lo haré.
Su mirada se posó en los labios de él, lentamente se fue acercando a aquella boca, le daba tiempo para alejarse pero Castle no se movió, Kate dejó un beso en aquellos labios largamente añorados.
-Kate – dijo él separándose- dame tiempo. Te quiero, pero necesito un tiempo aún – ambos se abrazaron.
-No me iré, te esperaré –dijo ella.
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Alexander y Martha habían llegado a las puertas del colegio, habían decidido pasar a recoger a sus nietas pequeñas e ir los cuatro a tomar algo. Las pequeñas sonrieron al ver a sus abuelos, la pequeña Laskmi se soltó de la mano de su hermana mayor y salió corriendo hacia su abuelo.
Alexander la cogió al vuelo, y la giró en el aire durante algunos segundos, Martha miraba sonriente la escena. La actriz nunca pudo imaginar el cambio que su vida daría por culpa del atentado en el campus de Columbia, el amor de su vida había reaparecido y cuando creyó que lo volvería a perder él decidió quedarse. Por fin su hijo tenía un padre, sus nietas un abuelo y ella… ella dormía cada día abrazando al hombre que amó durante toda su vida.
-Bueno, ¿dónde queréis ir? – preguntaba el abuelo.
-Al parque, quiero ir a los columpios – contestaba segura Lask.
-Pues al parque, pero después será Uma la que decida dónde cenamos – decía Martha abrazando a Uma.
-¿No cenamos en casa? – preguntaba la joven.
-No, a la abuela y a mí nos apetecía salir con nuestras nietas.
-¿Y papá no cena con nosotros? – preguntaba haciendo pucheros la pequeña Laskmi.
-Cariño, papá está ocupado hoy – contestaba Martha.
-Pero yo quiero cenar con papá – continuaba quejándose la pequeña.
-Lask, ya te ha dicho la abuela que está ocupado, deja de comportarte como un bebé – intervenía Uma haciendo que su hermana dejase su actitud.
Tal y como Laskmi había pedido los cuatro fueron al parque que había cerca del restaurante italiano favorito de Uma, la pequeña Lask pasaba el tiempo jugando con otros niños mientras era vigilada de cerca por su abuelo.
-Abuela, ¿está con ella verdad?
-Sí, cariño, tu padre está con Katherine. Ella le necesitaba a su lado hoy.
-Espero que empiecen a acercarse. Sólo serán felices cuando vuelvan a estar juntos.
-Uma, tienes más razón que un santo – decía sonriendo la pelirroja- espero que ellos también sean conscientes de eso.
-Esperemos, y que sea rápido. Papá ya no es un niño, y a este paso tendrá nietos antes que hijos con Beckett – terminaba diciendo Uma muerta de la risa.
-Dios, que nunca te oiga tu padre llamarle viejo – contestaba la actriz soltando una carcajada.
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Castle preparaba algo para cenar mientras la detective continuaba tumbada en el sofá, hacía una hora que por fin se había quedado dormida.
Cuando la cena estuvo lista y la mesa puesta el escritor se acercó hasta Kate para despertarla.
-Beckett, hay que cenar – decía susurrando al tiempo que acariciaba el brazo de la detective- Beckett venga despierta, tienes que comer algo – insistía él alzando un poco el tono de su voz.
-No tengo hambre – se quejaba una soñolienta Beckett.
-Eso da lo mismo, debes tomar algo. Llevas desde ayer sin ingerir alimentos. Así que arriba – insistía él.
-No me apetece, de verdad Castle no tengo hambre.
-Venga, levántate. Ya sabes lo pesado que puedo llegar a ser. No pienso dejarte dormir más si antes no cenas algo.
Katherine sabiendo que el escritor no pararía decidió que lo más sensato sería levantarse del sofá para cenar.
Antes de sentarse a la mesa se dirigió al servicio, decidió darse una ducha y ponerse algo de ropa cómoda.
Mientras Beckett se encontraba en el baño el escritor llamó a su madre para ver cómo les iba a ella y a su padre con las niñas. Martha le contó el pequeño enfado sufrido por Lask al saber que él no cenaría con ellas y cómo Uma había logrado que se conformase. Tras hablar con sus hijas y darles las buenas noches dieron por finalizada la conversación. Al mismo tiempo que él colgaba la detective volvía al salón.
-Siento la tardanza, pero decidí darme una ducha – se disculpaba Kate al tiempo que se sentaba a la mesa.
-No pasa nada, he aprovechado para hablar con las niñas y mi madre – contestaba el escritor sonriendo- ¿Mejor?
-Sí, la ducha me ha relajado. Gracias. ¿Y tus padres y las niñas que tal?
-Bien, han ido al parque y luego a cenar al italiano favorito de Uma. Lask se enfadó un poco al principio al saber que yo no iría a la cena – Kate se puso seria al escuchar eso- pero Uma logró que se le pasase el enfado en un momento, así que ya puedes cambiar la cara.
-No quiero que las niñas se sientan mal por mi culpa – agachaba la cabeza.
-Kate, es sólo una niña y tengo que reconocer que quizás la esté mimando demasiado- la detective alzó una ceja al escuchar eso- Y ahora, venga a cenar, me muero de hambre.
Fue una cena ligera, ensalada y pescado a la plancha, regado todo con vino blanco. Durante la cena los silencios fueron evidentes, Castle quería darle su espacio a la detective, sabía lo duro que el día estaba siendo para ella. La conocía muy bien, y suponía el terremoto interior de sentimientos que estaba sufriendo por lo sucedido.
Tras la cena, el escritor preparó café para los dos, y decidió servirlo en la mesita auxiliar junto al sofá.
Mientras tomaban el café, ella se apoyaba sobre el pecho del escritor y él con su mano libre le acariciaba la espalda.
-Es tarde, debería irme a casa – decía Rick sin dejar de acariciar a la detective.
-Quédate – le miró suplicante.
-Kate…
-Rick, sólo necesito que me abraces, necesito sentirme segura entre tus brazos. Quédate, por favor – insistió ella.
Castle se levantó y alargó su mano esperando que la detective la tomase y levantarla del sofá.
-Vamos a dormir- dijo una vez que ambos estuvieron en pie- tendrás que dejarme algo de ropa para dormir.
Las manos de ella rodeaban uno de los brazos del escritor mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa. Ambos caminaron hasta llegar al dormitorio de la detective, una vez en aquella habitación Kate soltó el brazo y se dirigió al armario a buscar algo de ropa para el escritor.
-Te puedo dejar una camiseta y un pantalón de mi padre, es lo único que tengo.
-Perfecto, iré al baño a cambiarme.
Una vez en aquel servicio el escritor se dio una ducha rápida, tenía que reconocer que él también estaba algo cansado, y aquella ducha le relajó un poco los músculos. Cuando salió del servicio Kate ya se encontraba acostada, tenía los ojos cerrados y descansaba sobre su lado derecho. El escritor se sentó despacio sobre la cama y abrió lentamente la ropa de la cama por su lado.
-Tranquilo, estoy despierta aún – dijo ella al notarle a su lado.
-No quería despertarte – contestaba él tumbándose ya en la cama.
-Castle, gracias – dijo ella casi susurrando y abrazándose a él.
-Siempre – fue lo único que contestó él al tiempo que dejaba un beso en la cabeza de la detective.
 Se despertó en medio de la noche, no hizo falta abrir los ojos para saber dónde se encontraba, ella pasaba su brazo por el encima de su torso, dormía plácidamente.
Con sumo cuidado retiró el brazo de Kate, no quería despertarla, salió con mucho cuidado de aquella cama. Fue hasta la cocina y cogió una botella de agua de la nevera se dirigió al salón y se sentó en el sofá.
Eran las tres de la mañana y estaba en aquella casa, con ella. Sólo tuvo que llamarlo y decir que le necesitaba para salir corriendo hasta ella, preocupado por lo que le podría estar pasando. Estuvo junto a ella para ver caer al Senador, estuvo a su lado en el cementerio y ahora estaba a su lado en aquella casa. A quien trataba de engañar al decir que ella era sólo su pasado. Ella nunca sería pasado, por mucho que él tratase de negarlo era presente, su presente.
Cierto que había vuelto a doler lo que pasó entre ellos, pero dolía mucho más el no tenerla junto a él.
-Hola, me desperté y no estabas a mi lado.
-Siento haberte despertado, tenía algo de sed.
-Tranquilo, no pasa nada. Me despertó sentir tu ausencia. ¿Te importa que me siente a tu lado?
-Por favor. ¿Te apetece café? – preguntó el escritor poniéndose en pie.
-Sí, gracias.
Mientras preparaba el café Richard apoyaba una de sus manos en la encimera mientras en la otra estrujaba la botella de agua y finalmente lanzaba la botella al fregadero. Regresó al salón sin las tazas de café.
-¿Sabes lo que más me jodió? – Kate le miró sorprendida- no fue que rechazases mi proposición, eso lo tenía casi seguro cuando te la hice. Lo que realmente me jodió fueron tus palabras de después. Dudaste de lo que teníamos, podría decirte cada palabra que salió de tu boca: “lo siento, pero ahora mismo no sé qué siento por ti. Es gracioso si tu proposición hubiera llegado hace tan solo un mes, me habría sentido la mujer más afortunada del mundo. Pero hoy no la puedo aceptar. Hoy nada es igual que hace un mes. Tú has cambiado. Y yo también. Necesito descubrir quién soy. Necesito alejarme de ti” –Kate le miraba totalmente sorprendida- las recuerdo perfectamente porque durante todos estos meses esas palabras repiqueteaban en mi cerebro.
-Rick, lo siento, lo siento tanto. Estaba perdida, durante aquellas últimas semanas mi miedo se acrecentó. Me despertaba cada día preguntándome si ese sería el día en el que decidieras que lo nuestro llegaba a su fin – Castle alzó una de sus cejas- sé que suena estúpido, pero así era como me sentía. Y para terminar con esa tortura decidí que lo mejor era salir huyendo, si de todas formas tú me ibas a dejar ¿por qué quedarme y ver nuestro final?
-Pero, todo eso debería haber desaparecido cuando te propuse matrimonio – decía el escritor- la proposición debió aclararte que no quería terminar contigo.
-Debió hacerlo pero para entonces mi cerebro se negaba a aceptar la posibilidad de que lo nuestro perdurara.
-Durante cuatros años estuve a tu lado, fui incondicional, siempre estaba y la única razón era que te quería. Esperé todo ese tiempo a que tú estuvieras preparada para aceptar tus sentimientos y ¿crees que después de esperar durante esos cuatro años ibas a ser sólo una diversión? Por una diversión no se cambia la forma de vida.
-Me sentí atraída por ti desde el momento en el que te conocí, al principio eso me enfadaba, eras un engreído, un egocéntrico, imbécil, eras todo lo que nunca me gusto de un hombre pero aun así me atraías. Luego conocí al otro Castle, al que se preocupaba por su familia. Cuando quise darme cuenta me había enamorado de Rick Castle, pero tú venías cada día con una mujer diferente.
-Eso no es cierto – se defendía él- en esos cuatro años no hubo tantas mujeres en mi vida. Si vamos a hablar de ligues yo me tuve que comer el verte con tus novios.
-Vale, dejemos la guerra de ligues. Pero que sepas que para mí el que estuvieras aunque fuese con una sola mujer ya eran demasiadas.
-¿Por qué tenemos que hacer tan difícil algo tan sencillo? – preguntaba Rick
-Las cosas entre nosotros nunca han sido fáciles – contestaba Kate.
-Quizás por eso merecía tanto la pena.
- Hemos perdido muchos años en los que podríamos haber estado juntos disfrutando de lo que teníamos y en lugar de eso nos pasamos años luchando contra nuestros sentimientos. Durante cuatro años fui yo la que luché por alejar lo que sentía por ti y ahora eres tú el que lo está haciendo.
Ambos se quedaron en silencio, y poco a poco se fue dibujando en sus rostros una sonrisa.
-Somos idiotas – dijeron ambos a la vez.
-Deberíamos estar disfrutando de lo que tenemos, y celebrando que por fin has logrado hacer justicia. Y en lugar de eso, estamos aquí a las cuatro de la madrugada tratando de entender qué narices estamos haciendo.
-Rick – tomaba las manos del escritor entre las suyas- ¿y ahora qué hacemos? –preguntó con miedo Kate.
-Dejar de ser unos críos y arriesgarnos – contestó acariciando la mejilla de la detective- pero vayamos con calma. Y por favor, esta vez hablemos cada vez que nos de vértigo lo que sentimos o cuando algo se nos esté pasando por la cabeza.
-Te quiero Rick.
-Yo también a ti. Y ahora, será mejor que vayamos a dormir.
Ambos se levantaron y caminaron abrazados hacia el dormitorio, iban sonriendo por fin después de todos esos meses habían decidido sucumbir a sus sentimientos. Cuando llegaron a la habitación se tumbaron a dormir, ella recuperó su mejor almohada, el pecho del escritor, mientras Rick acariciaba con ternura la espalda de la detective.
-Te amor Kate, sólo quiero pasar el resto de mi vida junto a ti.
-Eso espero Rick, porque si algún día decides dejarme juro que te pegaré un tiro – ambos sellaron esa promesa con un beso.
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Laskmi fue la primera en levantarse y salió corriendo hacia la habitación de su padre, abrió la puerta y descubrió que la cama estaba sin deshacer. Salió de aquella habitación y entró en la de su hermana.
-Despierta – decía mientras sacudía un poco el cuerpo de su hermana- Uma, despierta.
-¿Qué quieres? – contestaba sin abrir los ojos.
-Venga Uma, despierta. Venga, venga, venga – insistía ella.
-Está bien, a ver ¿por qué me despiertas tan pronto? – decía Uma incorporándose.
-Papá no está, he ido a su habitación y no ha dormido en su cama – decía empezando a llorar.
-¿Y por eso me despiertas? – Lask asentía- venga ya, se habrá quedado a dormir en casa de Kate – al escuchar aquello la pequeña salió corriendo de aquel dormitorio.
-Laskmi, ven aquí – decía Uma saliendo tras la pequeña dándole caza en la puerta de la calle - ¿Se puede saber dónde narices crees que vas?
-Voy a buscar a papá, no quiero que esté con la detective – contestaba la pequeña llorando- tiene que estar en casa no con ella.
El ruido que ambas niñas estaban haciendo despertó a sus abuelos y ambos decidieron bajar al salón a ver qué pasaba.
-¿Se puede saber que estáis haciendo?- Alexander se acercó hasta sus nietas con cara de enfado.
-Papá no está – Laskmi continuaba intentando abrir la puerta.
-Joder Lask, deja ya la puerta – Uma había comenzado a perder la paciencia.
-Vale todos al salón ya – intervenía Martha- y nos explicáis qué está pasando aquí.
Los adultos se sentaron en el sofá y Alexander sentó en sus rodillas a la pequeña Laskmi mientras Uma se quedaba de pie.
-Laskmi se despertó y decidió ir al dormitorio de papá – Uma comenzaba el relato- descubrió que la cama no estaba deshecha y fue a mi habitación a despertarme.
-Claro, papá no estaba – se defendía la pequeña.
-Uma continua, por favor – Alexander tapaba con su mano la boca de la pequeña.
-Vale, me dijo que papá no estaba así que le conté que se quedó a dormir en casa de Beckett. Entonces salió corriendo hacia la puerta, la detuve justo cuando estaba a punto de salir de casa.
-Laskmi, ¿cuántas veces te hemos dicho que no puedes salir de casa sola? – la voz de su abuelo sonó muy seria lo que hizo que la pequeña comenzara nuevamente a llorar.
-El abuelo tiene razón. Cariño eres aun pequeña para salir sola de casa – Martha la tomaba ella en brazos.
-Sigo – Uma decidió continuar con su relato- se enfadó mucho porque papá estaba con Kate, decía que tenía que estar en casa y no con ella. Y entonces habéis bajado vosotros.
-Vale, a ver, ¿por qué estás tan enfadada? –preguntaba con dulzura Martha a su nieta pequeña.
-Papá tiene que estar con nosotros y no con ella.
-Pero, ¿por qué te enfada tanto que esté en casa de Kate? –insistía Martha.
-Porque papá tiene que estar con Kenya – concluía la pequeña.
Aquella respuesta pilló de improviso a todos. Ninguno había valorado la opción de que para la pequeña, Kenya era lo más parecido a una madre que tenía desde que sus padres murieron.
-Lask, papá se ha quedado a dormir en casa de Kate porque ella estaba malita – Uma trataba de entender a su hermana- sólo eso.
-Pero vosotros queréis que papá y la detective se casen, y si lo hacen entonces Kenya no vendrá a vivir aquí y yo quiero a Kenya no a la detective.
-Cariño, ¿no quieres que tu papá sea feliz? – preguntaba Alexander.
-Sí, pero quiero que Kenya sea mi mamá. Papá y Kenya eran felices en la India, no quiero vivir aquí quiero volver a casa – Lask se bajaba de las piernas de su abuela y salía corriendo hacia su habitación cerrando la puerta tras ella.
Martha se levantó para ir a la habitación de su nieta pero fue detenida por Uma.
-Deja que lo intente yo.
-Está bien, mientras tanto yo llamaré a tu padre – Martha se acercó hasta su móvil.
-Espera, veamos si Uma es capaz de convencerla – intervenía Alexander.
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El teléfono de Rick sonó en torno a las siete de la mañana, salió de la cama y del dormitorio para no despertar a Kate. Cuando regreso ella estaba sentada apoyando su espalda en el cabecero de la cama.
-¿Qué ha pasado? – preguntó al ver la cara de Rick.
-Tengo que irme, Laskmi se ha encerrado en su habitación y no quiere hablar con nadie – contestaba mientras se iba vistiendo.
-Dame un minuto y te acompaño – Kate saltaba fuera de la cama.
-No, será mejor que vaya solo, luego te llamo – decía desde la puerta pasando por alto lo que su madre le había contado.
-Está bien, pero si necesitas algo llámame.
-Espera, espera, espera – Rick volvía al dormitorio y besaba a Kate repetidamente en la boca- ahora sí me puedo ir. Te llamo luego.
Kate decidió levantarse, darse una ducha e ir a desayunar con su padre.
Cuando miró la imagen que le devolvía el espejo del baño vio la inmensa sonrisa que tenía dibujada en su rostro, estaba radiante.
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Castle entró en su casa encontrándose a sus padres tratando de calmar a Laskmi la cual no paraba de chillar mientras Uma se encontraba sentada en el suelo tapándose los oídos.
-A ver, ¿se puede saber qué está pasando aquí? –preguntó al ver la escena.
-¡Papá! –Gritó la pequeña al tiempo que corría hacia sus brazos- ¡papá!, no te vayas más- decía hipando por el llanto.
-Tranquilízate cariño – abrazaba fuertemente a la pequeña-¿qué te pasa?
-No estabas, fui a tu habitación y no estabas –hundía su rostro en el pecho de su padre- y luego Uma me dijo que dormías en casa de la policía esa.
-Cariño, no es la policía esa, se llama Kate.
-Da lo mismo, ella no me gusta – contestó ya sin llantos.
-A ver ¿todo esto lo has montado porque no he dormido en casa?-separaba un poco a la pequeña para mirarla a los ojos.
-Sí, y porque estabas con ella. Quiero que venga mamá– aquello sorprendió a Castle.
-Lask, deja de llamarla así – intervino Uma- Kenya no es nuestra madre.
Castle ante la frase dicha por su hija menor no sabía que decir, la dejó en el suelo y se acercó hasta el sofá dónde dejó la chaqueta que aún no había podido quitarse.
-Niñas, vamos al despacho, allí hablaremos más tranquilos –tomó de la mano a la pequeña mientras Uma comenzó a caminar arrastrando los pies.
Una vez dentro Martha cerró la puerta y se fue hacia su habitación, sabía que aquella conversación no iba a resultar fácil para su hijo.
-A ver si me he enterado. Todo esto empezó porque te despertaste y fuiste a mi habitación y una vez allí descubriste que no había dormido en casa – Lask asintió- y como Uma te dijo que había dormido en casa de Kate te enfadaste – la pequeña volvió a asentir- no lo entiendo.
-Papá, Laskmi no quiere que seas amigo de Kate –intervenía Uma- dice que ella quiere a Kenya.
-Puedo hablar yo – decía Laskmi mirando a su hermana- Kenya es tu novia, no puedes ir con la policía porque eso hará daño a Kenya.
-Cariño, Kenya y yo somos muy buenos amigos, pero no nos queremos, no somos novios –se acercaba hasta su hija pequeña pero ésta se separó de él.
-La culpa de todo es de la policía. Quiero a Kenya, ella siempre estaba conmigo y con Uma. Ella es como mi mamá –continuaba Laskmi- y si tú sigues siendo amigo de Beckett ella no volverá a NY.
-Ya está bien. Te he dicho muchas veces que Kenya se va a quedar a vivir en la India, su vida está allí en la FVF y la nuestra está aquí – Uma había perdido la paciencia hacía mucho tiempo- así que deja de repetir que quieres que Kenya esté aquí.
-¡No! Kenya vendrá.
-Cariño, Uma tiene razón, Kenya va a vivir en la India ha decidido quedarse en la Fundación – la pequeña la miró totalmente enfadada.
-Quiero volver a casa. No quiero seguir en esta ciudad, quiero volver a la India y vivir con Kenya.
-Cariño, ahora vivimos en NY, esta es nuestra casa.
-Quiero vivir con Kenya, quiero volver a mi casa, no te quiero, tú no eres mi padre – Uma le dio una fuerte bofetada a su hermana al escucharla decir eso- ¡Quiero a Kenya! ¡Tú no eres mi padre! –gritó mientras salía corriendo del despacho.
Castle se quedó totalmente bloqueado al escuchar a su hija menor decir que no le quería y que no era su padre.
-Por favor cariño, ¿me puedes dejar solo? – le pidió a Uma- y que nadie me moleste, ni siquiera los abuelos.
Durante horas Castle estuvo encerrado en el despacho, trataba de asimilar todo lo que su hija pequeña había dicho. Sabía que no todo lo dicho por la pequeña era cierto, pero eso no hacía que fuera menos doloroso.
-Voy a salir. No sé cuándo regresaré – no esperó contestación de su familia tomó una chaqueta y salió de su casa.
Aparcó delante de un edificio de apartamentos, cruzó la calle, entró en el edificio y subió a casa de la persona con la que necesitaba hablar, la única que él creía que le podría ayudar. Llamó a la puerta y esperó a que esta fuese abierta.
-Castle, ¿estás bien? – él no esperó a ser invitado entró directamente.
-No, Laskmi me odia –hablaba parado en mitad del salón.
-¿Qué ha pasado? – le preguntaba mientras acariciaba su brazo.
Castle comenzó el relato de todo lo sucedido horas antes en su loft.
-En resumen, Laskmi no quiere vivir aquí, no quiere vivir conmigo y me ha dicho que no soy su padre. Kate, ¿qué voy a hacer? –se dejaba caer sobre el sofá.
-Rick, sólo estaba enfadada por tu ausencia, seguro que no dijo todas esas cosas en serio. Lask te adora, eres su padre, eres su ídolo. Dale tiempo a que se acostumbre a no tenerte siempre a su lado. Se le pasará, ya lo verás – decía ella mientras le tomaba de la mano.
-Quiere vivir en la India y con Kenya – miró a ala detective a los ojos sabía que lo siguiente que iba a decir no sería agradable para ella- No quiere que tú y yo tengamos una relación, ella quiere que Kenya sea su madre – Kate se quedó paralizada al escuchar aquello- ¿cómo vamos a arreglar eso? Mi hija pequeña quiere vivir con mi ex novia porque quiere que sea su madre y me odia y te odia.
-Quizás debamos darle tiempo para que se acostumbre a vernos juntos. Igual no deberíamos pasar mucho tiempo juntos, deberíamos ir poco a poco.
-Igual es demasiado pronto, son demasiados cambios para una niña pequeña. Perdió a sus padres, fue adoptada, cambió de país, descubrió unos abuelos. Muchas cosas en poco tiempo. Igual debí pensar más en ellas y menos en mí – hundía la cabeza entre sus manos.
Kate sentía como algo comenzaba a romperse en su interior. Nunca había pensado en que las hijas de Castle no la aceptasen, para eso no se había preparado y no sabía cómo actuar.
-Igual deberías pedir ayuda a Kenya –Castle le miró sorprendido- me refiero a que igual ella podría ayudarte con Lask. Además tal vez deberíamos esperar a empezar algo a que ella lo haya aceptado – decía rota por el dolor y esperando que él no aceptase eso último.
-Kate, iremos despacio, le daremos tiempo para que se vaya acostumbrando – acariciaba el rostro de la detective- no quiero estar separado de ti más tiempo. Tienes razón en algo, llamaré a Kenya para que hable con ella – se acercó a Kate y la besó.
-Se le pasará, es una niña muy inteligente. En cuanto vea que yo no voy a robarte su amor, se le pasará. Y ahora, pese a lo mucho que me apetece que te quedes, será mejor que regreses a casa con tus hijas – besaba al escritor con inmenso amor.


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