15 oct 2013

Nuevos Tiempos 12


Sentada en la zona de embarque del JFK pensaba en todo lo que había cambiado su vida en aquellos ocho meses. Ocho meses atrás mantenía una relación con el hombre de su vida, tenía unos amigos que eran incondicionales, un trabajo que le dejaba hablar por las víctimas. Ahora el amor de su vida no estaba junto a ella. Sus amigos seguían ahí pero algo entre ellos había cambiado y su gran oportunidad de trabajo en el FBI había sido un desastre, no por el trabajo en sí, si no por la necesidad de ella de volver a casa.
Agotada, así es como se sentía. Cualquiera que pasase por su lado y se fijase un poco vería a una mujer totalmente abatida. Por fin había logrado abrir de par en par su corazón, había dejado salir todos sus sentimientos, la cebolla había desaparecido. Pero como todo últimamente en su vida, aquello fue un desastre. Se había abierto demasiado tarde.
El amor de su vida, el hombre con el que soñaba formar una familia, había pasado página, dejándola fuera de su nueva vida.
Nueva vida, tenía dos hijas. Aquellas niñas deberían ser sus hijas también, pero no lo eran, tendrían otra madre.

Era otra la mujer que cada día despertaba al lado de su amado. Era otra la que le acariciaba, la que le hacía el amor. Los cafés ahora ya no eran para ella.
Cualquiera que se fijase en ella, podría ver el dolor reflejado en su rostro. Grandes ojeras aparecían bajo sus ojos, aquellos que en otro tiempo brillaban por amor ahora se encontraban totalmente apagados, estaban rojos e hinchados de tantas lágrimas como habían dejado salir.
Un vuelo por fin fue anunciado, aquella mujer antaño segura se levantó y comenzó a caminar con pasos dubitativos.
Era necesario marcharse, tenía que ser capaz de organizar todo, tenía que ser capaz de volver a ser ella para poder encontrar una solución.
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En la 12th el equipo de la capitana Gates continuaba con la búsqueda del asesino, pero seguían en un punto muerto.
-Tío, ¿dónde se ha metido Beckett? Joder, ni ella ni Castle. Esto es una mierda – preguntaba un Esposito bastante molesto.
- Ni idea, la he llamado al móvil pero me ha saltado el buzón de voz. Jenny me dijo esta mañana que Kate y Castle habían quedado anoche para hablar. ¿Se habrá enterado ya de lo de Kenya y las niñas?
-Mierda, no sabía que habían quedado, seguro que ya sabe todo. Supongo que ahora no querrá hablar con nosotros, pensará que la hemos vuelto a engañar. Ryan tío, creo que la hemos cagado del todo con ella.
-Javi, seguro que lo entiende. Deberíamos volver al trabajo – decía mirando la pizarra.
-Odio este puto caso. No tenemos nada, no hay huellas, ni rastros de ADN, nadie vio nada. Es desesperante. No tengo ni puta idea de por dónde podemos ir.
La capitana Victoria Gates salía de su despacho y se encaminaba hacia su equipo.
-Bueno, ¿qué tenemos? – preguntaba situándose al lado de la pizarra.
-Nada, señor. No tenemos nada en absoluto – contestaba bastante molesto Espo.
-¿Nada? – Preguntaba extrañada- alguien debió ver algo. El asesino debió dejar algún rastro.
-Nada señor, ni huellas, ni ADN, nadie vio nada – contestaba Ryan- es como si hubieran sido asesinados por un fantasma.
-Como bien saben, los fantasmas no existen, así que manos a la obra y encuentren algo, lo que sea.
-Señor – interrumpía Espo- ¿Cuándo llega Beckett?
-Beckett no va a trabajar en este caso. Aún le falta un mes para poder incorporarse a la 12th. No va a venir, me llamó anoche para informarme de su ausencia – les contaba la capitana.
-Vaya, pero creía que el FBI le había dado permiso para trabajar en este caso – decía Ryan.
-Así fue, ha sido una decisión personal de la detective. Bueno dejemos a un lado las ausencias y pongámonos a trabajar. Quiero algo nuevo lo antes posible – Terminaba la conversación dirigiéndose nuevamente hacia su despacho.
Esposito y Ryan decidieron acercarse a la morgue por si la forense tenía algo nuevo a lo que agarrarse.
-Buenos días Lanie, dinos que tienes algo nuevo con lo que podamos trabajar.
-Pues siento decirte que no hay nada nuevo Javi.
-Oh, vamos Lanie, algo tiene que haber – insistía el latino.
-Javi, te he dicho que no hay nada – decía acercándose hacia Espo- si quieres te lo digo más alto.
-Chicos, venga – intervenía Ryan- no es momento para enfadarnos entre nosotros.
-Tienes razón, pero es que algo tiene que haber.
-Ya he dicho que nada. He mirado todo, las ropas, los cuerpos y no hay nada. Vosotros tampoco me habéis traído nada del escenario –se defendía la forense.
-Mierda, tenemos dos cuerpos, que han sido torturados y asesinados de forma cruel, pero no tenemos nada para saber quién fue el asesino – Gritaba Espo al tiempo que golpeaba una de las mesas.
-Espo, tío, relájate – Decía Ryan- así no eres de ayuda.
-¿Qué me relaje? Además de todo lo que he dicho sólo estamos tú y yo para investigar. Beckett se ha ido – Lanie le miraba sorprendida- Castle se ha borrado. Y Gates quiere resultados. ¿Cómo narices se supone que me voy a relajar?
-¿Beckett se ha ido?- preguntaba un tanto descolocada la forense.
-Nos lo ha dicho la capitana – contestaba Ryan.
-Pero, ¿sabemos por qué? – continuaba su interrogatorio la forense.
-No ha dicho nada, sólo que anoche la había llamado Beckett para comunicar su decisión. La he llamado esta mañana pero me salta continuamente el buzón de voz.
-Espero que no haga ninguna tontería – decía Lanie.
-Seguro que pronto sabremos algo de ella – comentaba Ryan.
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Richard llegaba al hospital con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Había llegado el día en el que Alexis recibía el alta.
-Buenos días calabaza –decía nada más abrir la puerta.
-Hola papá. ¡Me voy a casa! – la joven se lanzaba a los brazos de su padre.
-Sí cariño, nos vamos a casa. ¿Te han traído los papeles del alta? – La joven agitaba los papeles por encima de su cabeza- Bien, ¿has recogido todo? – Lex asentía- entonces, ¡vámonos!
Alexis se sentaba en la silla de ruedas que su padre había traído con él.
Durante el trayecto la joven miraba por la ventana del coche, suspiraba y finalmente decidió hablar.
-Papá, ¿has hablado con Beckett?
-Vaya, esa pregunta no me la esperaba – contestaba Richard girando la cabeza lo suficiente para ver a su hija.
-Ya, pero ¿has hablado con ella? Papá, Katherine te quiere, y se merece saber que tu vida ha cambiado.
-Hablamos ayer. Le conté todo – contestaba secamente su padre.
-Vale, veo que no es un tema del que quieras hablar.
-Cariño, hemos hablado. Lo hemos dejado todo claro, ella me dijo que me ama y yo le conté la existencia de tus hermanas y de Kenya. Creo que está todo explicado y hablado. Y ahora dejemos de hablar de ella. Aquí la importante eres tú – miraba a su hija y le sonreía.
En el loft del escritor esperaban nerviosas las niñas junto a Kenya y Martha.
-Abu, ¿Lex se va a quedar en casa?
-Claro cariño.
-¡Bien! – Decía la pequeña Lask dando saltitos- así podré contarle cuentos.
-Lask, Alexis debe descansar, no la molestes mucho – intervenía Uma.
-No la molestaré, la cuidaré – se defendía la pequeña.
El sonido de la puerta hizo que todas las mujeres se giraran hacia la misma y en sus rostros se dibujara una sonrisa.
-¡Lex! –Gritaba una emocionada Laskmi al tiempo que corría hacia su hermana mayor- estás en casa.
-Sí peque, estoy en casa – contestaba la pelirroja sentando en su regazo a la pequeña- ahora me podrás contar cuentos cada noche.
-Veis, ella quiere– decía la pequeña volviéndose hacia su abuela y Uma- Me decían que no te molestase mucho, que necesitas descansar y yo les contestaba que no te molestaría que sólo te iba a cuidar.
-Claro que no me molestarás, serás mi enfermera particular. Creo que tenían envidia y por eso te decían esas cosas – terminaba la pelirroja guiñando un ojo al resto.
-Bueno ya están tus cosas en la habitación. ¿Estás segura de quedarte en la tuya, no prefieres la mía? – preguntaba Castle al regresar al salón.
-Papá, puedo andar perfectamente por la casa con las muletas. No puedo correr, pero no soy una inválida.
-Vale, vale. Entonces te quedas en tu habitación.
Laskmi se negaba a soltarse de su hermana mayor.
-Peque, Lex tiene que subir a la habitación. Suéltala un momento – Decía Uma.
-No, subiré con ella. A lo mejor necesita mi ayuda para algo – decía totalmente segura Laskmi.
-Buena te ha caído Lex.
-Ya veo, ya – Alexis y Uma rompían en carcajadas- no me va a dejar ni a sol ni a sombra.
-Claro, le has dicho que es tu enfermera – terminaba Uma muerta de la risa.
-Venga todas a lavarse las manos que en media hora estará la comida – Decía Richard a sus hijas- Y usted señorita venga aquí – decía tomando por la cintura a Kenya- no me ha saludado como a mí me gusta – se perdía en la boca de su novia.
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Caminaba por las calles de aquella ciudad, lentamente, arrastrando sus pies. Con cada paso dado intentaba alejarse de todo lo que le hacía daño.
Nunca llegó a adaptarse a DC, y sin embargo a la hora de salir corriendo de NY había decidido regresar a ella.
Quizás por el hecho de ser una desconocida, quizás por ser prácticamente imposible encontrarse con algún amigo. O tal vez por ser allí donde comenzó a ser consciente de la estupidez que había cometido al rechazar a Richard.
Ahí estaba en la ciudad que escogió antes de escuchar a su corazón, y volvía precisamente por eso, por estar sorda.
Ante ella aparecía el edificio de las oficinas centrales del FBI, no sabía cómo había llegado pero se encontraba en la Avenida Pensilvania.
Alzaba su vista, recorriendo con ella el edificio. Se preguntaba cómo un día pudo ser capaz de pensar que su felicidad estaría allí. Su felicidad la dejó en un loft de la ciudad que nunca duerme, la dejó en una comisaría de NY. Negó con la cabeza y se alejó de allí.
Continuo caminando, alejándose de aquel edificio, dejando atrás todo lo que eso significaba.
No recordaba que dirección había tomado pero cuando sus ojos volvieron a fijarse en dónde se encontraba, por alguna razón sus pies la habían llevado hasta Dupont Circle y frente a ella se encontraba Books-A-Million. Sonrió al comprobar dónde se encontraba. ¿Por qué no? Se preguntó a sí misma y entró en aquella librería como había hecho tantos meses atrás.
Comenzó a recorrer los pasillos repletos de estanterías, no se fijaba en ningún libro en particular tan solo aspiraba el olor que éstos desprendían.
-Buenas tardes, ¿puedo ayudarla? – preguntó una voz a su espalda.
-Gracias, pero sólo estaba dando una vuelta – contestó sin girarse.
-Como quiera, si necesita ayuda no dude en buscarme. Mi nombre es Helen.
-Lo sé – contestó girándose.
-¡Kate! Vaya sorpresa. No sabía que habías regresado a DC.
-Ya, y no lo he hecho – Helen la miró alzando una de sus cejas- sólo estoy de paso. Necesitaba salir de NY.
Helen la miró a los ojos, descubriendo el tono oscuro bajo ellos símbolo de sus horas sin dormir.
-Termino en media hora. ¿Te apetece hablar?
Lo pensó tan solo unos segundos, total no tenía nada que perder.
-Perfecto, te espero en la cafetería de enfrente.
-Allí estaré – Kate se giraba para salir de la tienda- ¡Kate! No iré sola, me acompañará mi novia ¿te importa?
-Para nada, me parece perfecto.
Nunca pensó que sería ella la escogida, pero si lo pensaba un segundo Helen sería más imparcial que Lanie, para Helen Richard no era nadie.
Se sentó en el fondo de la cafetería, pidió un café y esperó. Puntual hizo su aparición Helen junto a una joven pelirroja.
-Hola, llegamos a tiempo – decía Helen nada más llegar.
-Sí, como siempre, puntual – contestaba Katherine.
-Kate, te presento a Emma, Emma ella es Kate.
-Encantada – contestaban ambas mujeres a la vez.
-Helen me ha hablado mucho de ti. Tenía ganas de conocerte.
-Vaya, siento no poder decir lo mismo –una medio sonrisa se dibujaba en el rostro de Katherine.
Pidieron unos cafés, comenzaron a ponerse al día de sus vidas. Las jóvenes llevaban juntas tres meses, y terminaban de irse a vivir juntas.
-Bueno, Kate ¿qué ha pasado? – Helen fue directa.
-Que por fin, me he dado cuenta de que soy idiota, eso es lo qué ha pasado.
-Vaya, y eso ¿ha hecho que salgas corriendo de NY?
-Sí – las chicas levantaron una ceja en señal de sorpresa- o sea, no.
-Kate, igual es mejor que dejemos esta conversación, no te veo muy centrada – decía Helen.
-No, sé que puedo hacerlo. Si me disculpáis, voy un momento al aseo. Regreso en seguida – decía Kate poniéndose en pie.
-Claro, aquí estaremos.
Katherine entraba en el servicio de mujeres, apoyaba sus manos en el lavabo, miraba el reflejo de su rostro en el espejo y tras unos segundos golpeaba aquella imagen reflejada. Se refrescaba la cara y tras suspirar salía del baño.
Miraba la mesa dónde la esperaban las mujeres. Helen y Emma estaban riéndose de algo, tenían las manos entrelazadas, desde dónde ella se encontraba se podía ver el amor que ambas se tenían.
-Vaya, me voy un segundo y comenzáis a hacer manitas – decía Katherine haciendo que ambas jóvenes se sonrojasen- eso está bien, que os demostréis el amor que os tenéis. No dejéis de hacerlo nunca, no perdáis esto que tenéis ahora, no lo dejéis morir por el paso del tiempo.
-No sé qué has hecho en el aseo, pero esta Kate es más parecida a la qué conocí – Contestaba Helen.
- Ya – contestaba Katherine agachando la cabeza, gesto que cambió en unos segundos- Le he perdido, por eso estoy aquí.
-¿Estás segura de eso? – preguntó Helen.
-Hablé con él, le dije todo lo que sentía. Y no sirvió de nada, no me quiere en su vida. Tiene una nueva pareja. Por eso salí huyendo de NY.
-Perdona que me meta – intervenía Emma- pero, ¿cómo sabes que pese a tener pareja no te quiere en su vida? – Katherine la miraba fijamente- por lo que Helen me ha contado, él te esperó durante cuatro años, ¿en serio crees que alguien que te ama como él lo hacía puede olvidarlo todo en tan solo unos meses?
Katherine no contestó se quedó en silencio, recordando cada día vivido junto al hombre que amaba. Durante cuatro años, le vio cada día junto a ella, daba igual el tiempo que hiciera, si el día era aburrido, él siempre estaba ahí. Cuatro años, esperando a que ella se diera cuenta de quién era él.  Cada vez que ella se sintió hundida por la muerte de su madre, él estuvo ahí. Aquello no podía terminar de esa forma.
-Le he hecho mucho daño. Durante cuatro años, me negué vivir lo que mi corazón quería. Durante cuatro años, encerré mis sentimientos. Me negué la felicidad, y se la negué a él.
-Sí, pero al final dejaste en libertad tus sentimientos, te entregaste a lo que sentías, te entregaste al amor – decía Helen.
-Lo hice, sí, me costó años, pero finalmente me di cuenta de que no podía vivir eternamente encerrada en una burbuja. Pero no salí del todo de ella. En el momento en el que sentí que mi relación con Richard era todo lo que quería en mi vida, me asusté y me enceré nuevamente en ella.
-Tuviste miedo – intervenía Emma- dejaste que el miedo a ser feliz te impidiera vivir lo que tenías. El miedo puede sacar lo mejor y lo peor de nosotros. En tu caso, te atenazó de tal forma que te impidió reaccionar, y te llevó al fondo del abismo.
-Cierto, pero no me he quedado allí. Me ha costado tiempo, pero ahora soy capaz de dejar ver todo lo que siento, soy capaz de abrirme, pero es tarde. Tarde para mi relación con él.
-¿Cómo fue? – preguntó Helen.
Katherine comenzó a relatar la conversación que había tenido con Richard. Explicó cómo se arriesgó a abrir de par en par su corazón.
-Le confesé que sabía que al rechazarle había cometido el mayor error de mi vida, el amor que desde hacía años sentía por él. Quiero pasar el resto de mi vida junto a él, sentirle dormir junto a mi cada día, despertarme siendo lo primero que vean mis ojos su rostro. Quiero que sea el padre de mis hijos.
-Tuviste que perderle para ser totalmente consciente de todo el amor que sentías por él. Perderle para darte cuenta de lo que realmente merece la pena, él.
-Pero ¿de qué sirve que yo lo sepa, si él ha rehecho su vida? Cuando le escuché decir que en su vida había otra mujer, mi mundo se derrumbó.
FLASBACK
Aquello fue lo último que ella escuchó antes de oír cómo se cerraba la puerta de su casa. Antes de ser totalmente consciente de haber perdido todo lo maravilloso que podría haber vivido junto al hombre que amaba.
Sintió como su mundo se derrumbaba, durante las últimas semanas se había imaginado infinidad de veces esa conversación, lo que le diría, cómo le explicaría todo el amor que sentía, pero en ningún momento imaginó aquel final.
Se dejó caer junto a la puerta, enterró su cabeza entre sus piernas, y las lágrimas bañaron su cuerpo. Gritó dejando salir todo el dolor acumulado durante ocho meses.
No sabía cuánto tiempo llevaba en aquella posición, intentó moverse pero sus piernas no le respondieron, estaban agarrotadas, miró la hora en el reloj de su padre, las 3 de la mañana.
Por fin logró ponerse en pie, se dirigió a la cocina, tomó una cerveza del frigorífico, y bebió. Dos tragos, eso fue lo que duró la cerveza, miró la botella vacía y la tiró contra la pared. Estalló nada más tocar la pared, saltando los cristales por toda la cocina.
Tomó otra cerveza y con ella en su mano se dirigió al baño, abrió el grifo de la ducha, bebió la cerveza y se metió bajo la ducha aún con la ropa puesta. No podía diferenciarse el agua que la iba empapando de las lágrimas que bañaban su rostro. Pegó su espalda a la pared de la ducha dejándose caer, y quedándose en aquella posición mientras el agua se llevaba su dolor.
FIN FLASBACK
Helen y Emma no sabían que decir, sólo miraban a Kate la cual hacía varios minutos que estaba muy lejos de aquella cafetería. Katherine tenía la mirada perdida, las lágrimas bañaban su rostro y entre sus manos sujetaba una foto como si en ello le fuse la vida. Las jóvenes se estiraron un poco para poder observar aquella imagen, en ella se veía una pareja con una gran sonrisa dibujada en su cara, parecían felices.
-Kate, ¿qué vas a hacer para lograr volver a vivir lo que se refleja en esa foto?
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Martha llegaba al loft de su hijo, quería ver a sus nietas.
-Hola, estoy en casa – dijo la actriz nada más entrar, de inmediato una pequeña morena corrió lanzándose a sus brazos.
-¡Abuela! He hecho un dibu nuevo, ¿quieres verlo?
-Claro ahora voy – contestaba dejando a Lask en el suelo- voy a ver a tus hermanas. ¿Dónde está tu padre?
-En el despacho.
-Y ¿Kenya?
-Ha salido a algo de papeles – contestaba la pequeña encogiéndose de hombros.
Tras pasar un rato en la habitación de su nieta mayor con Uma, Lex y la pequeña Lask, bajó al piso inferior para hablar con su hijo.
-Richard – decía abriendo la puerta.
-Hola madre, no te había oído llegar – decía al mismo tiempo que cerraba su portátil.
-Ya, ¿qué pasa muchacho?
-Nada madre, ¿por qué tenía que pasar algo?
-A ver, muchacho, he llegado he gritado que había llegado y no has salido. Llevo cerca de una hora con las niñas en la habitación de Alexis y no has subido, y ahora me dices que no me habías oído. Algo te pasa, ¿qué es?
-Nada, de verdad no es nada.
-Richard hijo, te conozco – Martha se sentaba en uno de los sillones del despacho.
-Hablé con ella – decía Richard poniéndose en pie.
-Ya, y ¿ella es? – preguntaba ella haciéndose la tonta.
-Katherine, madre. Hablé con Katherine.
-Ya, ahora entiendo todo. ¿Y cómo fue?
-Mal, o bien, no lo sé. Me dijo que me quiere, que está enamorada, que soy el hombre de su vida – comenzaba rememorar todo lo dicho por Katherine, al mismo tiempo que paseaba por la habitación- se abrió, se abrió por completo ante mí. Parecía tan vulnerable, madre, tan vulnerable. Me dijo todo lo que llevaba años guardándose.
-Y ahora que sabes que aún te ama ¿qué vas a hacer? 
-¿Hacer? – preguntaba un tanto perdido.
-Sí, hacer. Te ama, eres el hombre de su vida, quiere pasar el resto de su vida a tu lado. ¿Qué vas a hacer ahora?
-Madre, no voy a hacer nada. Mi vida no es la misma que hace ocho meses. Hace meses que dejó de doler su rechazo y su abandono. No soy el mismo hombre que salió de esta ciudad sin un rumbo decidido.
-Ya, tu vida ha cambiado. Tienes dos hijas más de las que ocuparte, tienes una relación con otra mujer, que por cierto es un encanto. ¿Pero en serio quieres que crea que has dejado de amarla? Te pasaste cuatro años de tu vida detrás de esa mujer, sólo esperando una oportunidad. Lloraste como un niño cuando creíste que la perdías tras el tiroteo. Le llevaste café casa mañana durante cuatro años, tan solo para ver como en su rostro se dibujaba una sonrisa.
- Eso fue hace mucho tiempo. No soy el mismo hombre. Tú lo has dicho, tengo una relación con Kenya. Están Uma y Laskmi – se defendía Richard dejándose caer en el sofá.
-La pregunta aquí es muy sencilla, ¿aún la amas? – preguntaba Martha dirigiéndose hacia la puerta.
Alguien subía rápidamente las escaleras, evitando ser descubierta por la mujer antes de que saliera del despacho.
-Lex – decía nada más entrar en la habitación de Alexis- ¿Quién es Katherine?
-Es una gran amiga de la familia.
-Ya, pero ¿Quién es? – insistía Uma.
-Una antigua novia de papá.
-¿Es la mujer por la que se fue del país?
-Sí – contestaba Alexis- es la mujer que le rompió el corazón.
-¿Qué pasó?
-¿Quieres saber la historia? – Uma asintió- está bien, ponte cómoda. Todo empezó hace casi seis años, un día de otoño en el que una hermosa detective de la policía de NY apareció para detener al famoso escritor de novelas policiacas Richard Castle…
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Tres días es el tiempo que había pasado lejos de su casa. Regresó con una idea en la cabeza, el pasado era sólo eso, pasado y su vida era el presente. Nunca más volvería a dejar que el pasado estropease su presente.
Se duchó, se cambió de ropa, tomó las llaves de su moto, el casco y salió de casa. Tenía muy claro cuál era su destino.
Llamó al timbre de aquella puerta, esperando que alguien le abriera. Se escuchaban los pasos de alguien corriendo.
-Hola – dijo una pequeña sonriente al otro lado de la puerta- soy Laskmi, ¿tú quién eres?
-Lask, cuantas veces te he dicho que no abras, tú sola la puerta – decía una joven llegando a su altura- Hola, soy Uma, ¿a quién buscas?
-Katherine, pero podéis llamarme Kate. Soy una amiga de Alexis – contestaba tras recuperarse de la impresión.
-Lex, está arriba, ven yo te llevo – decía la pequeña Lask tomando de la mano a Kate.
Uma cerró la puerta y subió a la habitación.
-Lex, ha venido Kate – gritaba desde la puerta Lask.
-¡Kate! – La pelirroja cerraba el libro y se acercaba a la detective dándole un gran abrazo- me alegro de verte.
-Yo también me alegro, cariño. Termino de regresar de DC y quería ver cómo estabas.
-¿Os traigo algo de beber? – preguntaba Uma.
-No hace falta, será mejor que todas bajemos al salón.
Uma y Lask bajaron primero, la pequeña no quería bajar sin su hermana mayor, pero Uma insistió en que deberían dejar solas un momento a las amigas.
-Son ellas, ¿verdad? –preguntaba Kate una vez que Uma y Lask se marcharon.
-Sí, son mis nuevas hermanas. Siento que te hayas enterado así.
-No es tu culpa. Son muy guapas.
-Sí, y son super cariñosas, divertidas, son adorables – decía la pelirroja con una gran sonrisa.
-Sí lo son. Y ¿dónde está tu padre y su novia?
-Kenya se fue ayer a la India, tenía que arreglar algunas cosas allí antes de quedarse a vivir aquí definitivamente. Y papá quedó con alguien. Regresará para la cena, al menos eso dijo. Pero no lo sé, lleva unos días muy raro – decía Lex.
-¿Raro?
-Sí, está como ausente, lleva así desde el día que vosotros hablasteis.
Tras pasar dos horas en el loft Katherine se despedía de las jóvenes.
-Dile a Martha que siento mucho no haberla visto. Mañana la llamaré para comer con ella uno de estos días.
-Se lo diré en la cena. Kate, estoy deseando tener un día de chicas como teníamos antes – decía Lex.
-Lo tendremos en cuanto estés recuperada del todo.
-¿Yo podré ir?
-Claro Uma, será nuestro día de chicas – contestaba Kate abrazando a la joven.
-Bien, por cierto ¿qué es un día de chicas? – Kate y Lex rompían en carcajadas.
-Luego te lo explico –contestaba la pelirroja abrazando a su hermana. Y tú peque antes de que lo preguntes también podrás venir.
Katherine se montaba en su moto para dirigirse a la casa de su padre, durante el trayecto paró su moto en un semáforo, levantó la visera del casco y giró la cabeza, en aquella esquina estaba él se encontraba con alguien, sólo pudo verles durante unos segundos el tiempo que tardó el semáforo en ponerse en verde.
Durante el resto del trayecto la imagen de Richard con aquel otro hombre no se le borraba de la mente, había visto a aquel hombre antes, pero no lograba recordar dónde.
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-Tranquilo, nunca averiguarán quién les mató.
-No te pedí que les matases, sólo que les dieras captura.
-¿Qué se supone que iba a hacer con ellos? ¿Entregarlos a la policía?
-Les mataste – dijo bajando la voz- les torturaste y después les mataste de la forma más salvaje que nunca vi.
-Estuvieron a punto de matar a tu hija, no iba a dejarles sin castigo – se defendía el hombre.
-No era necesaria tanta violencia. No digo que hicieras mal, estoy conforme con el fondo pero no con las formas.
-Lo siento hijo, pero quise que sufrieran por todos los muertos y heridos, no sólo fue por Alexis, si no por todos aquellos jóvenes que vieron truncadas sus vidas.
-Ya te he dicho que en el fondo estoy contigo pero las formas fueron espantosas. Podrías haber hecho lo mismo de diferente manera. ¿Era necesario desollar a uno de ellos? – preguntaba Richard con cierto aire de repugnancia en su rostro.
-Se negaba a decirme el paradero de su amigo, en cuanto le arranqué la primera tira cantó como un loco, y finalmente decidí terminar lo empezado. Da igual lo que te diga nunca lo aceptarás del todo. Hablemos mejor de mis nietas.
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Katherine continuaba conduciendo mientras le daba vueltas a dónde había visto antes aquel rostro. Finalmente decidió regresar.
Aparcó la moto en un lateral de la calle, se bajó y comenzó a caminar hacia el lugar dónde se encontraba Richard con aquel hombre. Cuando llegó a una altura razonable sacó su móvil, le serviría de cámara, y comenzó a hacer fotos de ambos. Se acercó algo más y buscó un ángulo desde el que sacar el rostro del hombre claramente. Tras lograrlo regresó a su moto, subió y arrancó.
El semáforo la hizo detenerse justo al lado de ambos hombres, giró la cabeza para verles por última vez. Bajo su casco alzó las cejas, juraría haber visto como el hombre la miraba y dibujaba una sonrisa en el rostro.
Tras pasar unas horas con su padre decidió que había llegado la hora de acudir a la 12th.
Nada más llegar se dirigió al despacho de la capitana Gates. Dio gracias a dios de que sus chicos estuvieran fuera de la comisaría en ese momento, así no tendría que dar explicaciones. Llamó a la puerta y esperó a escuchar el permiso para entrar.
-Adelante – escuchó desde dentro.
-Señor –dijo al abrir la puerta.
-Beckett, me alegro de verla. Pase y siéntese.
-Gracias Señor.
-Usted dirá.
-Vengo a solicitar mi reincorporación inmediata a la 12th, le traigo el documento de conformidad firmado por el Director del FBI – contestaba ella al tiempo que tendía el documento.
-Perfecto, con ésto se puede incorporar de inmediato – decía tras leer los papeles- Tome su placa y su arma – decía tras sacar ambas del cajón- y ahora sí puedo decir una cosa que estaba deseando. Bienvenida a casa detective Beckett.
-Gracias Señor.
-Váyase a casa, descanse y la quiero aquí mañana a primera hora, tenemos que resolver el caso de los asaltantes de Columbia.
-Sí señor. Hasta mañana.
Tras salir del despacho, decidió bajar a los archivos, quería comprobar algo.
En la zona de archivos, tras firmas el acceso al mismo se encaminó hasta una caja en concreto, la abrió, sacó las pruebas y se quedó mirando una de ellas. Tras colocar todo nuevamente en la caja, la cerró y dejó en su lugar.
Tras llegar a su casa, la detective decidió darse un relajante baño. Necesitaba ordenar sus ideas, allí había algo que no le terminaba de encajar.
Sumergida en su bañera, repasaba mental mente lo que hasta la fecha sabían de los asesinatos.
Por lo que sabía era como si estos hubieran sido cometidos por un fantasma, no había huellas, ni ADN, nadie había visto nada. El trabajo tenía que haber sido realizado por un profesional.
Luego estaba el hecho de haber visto a Richard con aquel desconocido, tras seguir su instinto y revisar el caso del secuestro de Alexis, comprobó que no estaba en un error. El hombre con el que había visto a Richard era el mismo que los testigos habían visto saliendo de las casas de los secuestradores.
Recordaba como uno de aquellos había sido torturado, su casa había sido revisada como si buscaran algo, y quién hubiera sido el responsable de ambas cosas no dejó ni una sola huella ni un rastro de ADN.
Aquello no podía ser una coincidencia.
El agua de la bañera había comenzado a quedarse fría, así que decidió salir de la misma, tras secarse se puso ropa cómoda para estar en casa.
Estaba sirviéndose una copa de vino cuando el timbre de su puerta sonó, dejó la copa y la botella sobre la mesita auxiliar del salón y se dirigió a abrir la puerta. Pese a lo que era común en ella, abrió la muerta sin mirar quién era la persona que llamaba.
Se sorprendió al ver quien era la persona que se encontraba allí.
-Buenas noches, detective Beckett. Supongo que estará sorprendida – viendo el gesto que la detective hacía para cerrar la puerta, la persona interpuso su pie entre ésta y el marco- puede estar tranquila Kate, no voy a hacerle ningún daño.
-¿Quién es usted, qué hace en mi casa y cómo sabe mi nombre?
-Mi nombre es Jackson Hunt – contestó el hombre con una gran sonrisa.
Aquella sonrisa la hizo retroceder, conocía perfectamente la misma, la había visto casi a diario durante cinco años.
-No puede ser – fue lo único que salió de su boca.

-Será mejor que entre y cierre la puerta – tras hacerlo comenzó a caminar en dirección al salón- tenemos mucho de lo que hablar querida

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