De nuevo amanecía y ella había
vuelto a pasar la noche en blanco. Y con esa eran ya cuatro las noches que no
podía conciliar el sueño. Su cerebro se negaba a descansar, repasaba una y otra
vez lo poco que había logrado descubrir acerca de dónde estaba Richard. Aquel
sería su último día en NY. Debería aprovecharlo. En menos de dos horas tenía
una reunión con la capitán Gates, después había quedado para comer con Martha y
cenaría con su padre.
Por fin había cedido y había
llamado a Martha, la conversación al principio fue tensa, más su parte que por
parte de la actriz.
Decidió levantarse y salir a
correr un rato antes de desayunar, necesitaba aclarar definitivamente sus ideas
para la reunión con Gates. Había tomado una decisión y quería estar segura de
no estar cometiendo un nuevo error.
Tras el deporte regresó a casa de
la forense, desde que descubrió el engaño nada había vuelto a ser lo mismo
entre ellas. Sabía que Lanie había tenido sus razones para guardar silencio,
pero aún así ella no dejaba de sentirse traicionada por la que había sido su
mejor amiga.
Tras la reconfortante ducha se
vistió de forma informal, unos vaqueros, camiseta y cazadora de cuero, el pelo
decidió recogérselo en una coleta baja.
Pese al ofrecimiento hecho por la
forense Katherine había decidido ir sola a la 12th. Cuando las puertas del
ascensor se abrieron en la que había sido durante años su planta pudo notar las
miradas inquisidoras sobre ella.
Con paso firme se dirigió al despacho
de la que hasta seis meses antes era su capitán. Tras llamar a la puerta esperó
a recibir el permiso para entrar, mientras fijó su mirada en la que había sido
su mesa. Le sorprendió ver aún junto a aquella mesa la silla que durante cinco
años había ocupado el escritor, sintió una punzada en el pecho.
Por fin llegó el ansiado permiso
desde dentro del despacho.
-Entre Katherine y siéntese.
-Gracias señor.
-Nada de señor, eso queda
reservado para mis hombres y desde hace seis meses usted no forma parte de
ellos – Katherine sintió aquello como un golpe- Puede llamarme Victoria o Gates
como prefiera.
-Cómo usted diga Victoria.
-Y bien, ¿a qué se debe su
visita?
-Verá, realmente es por dos
razones. La primera es para intentar obtener información sobre el paradero de
Richard Castle – vio la cara de sorpresa se dibujada en el rostro de la
capitana- y la segunda es para saber si habría alguna posibilidad de recuperar
mi antiguo puesto.
-Vaya, no me esperaba ninguna de
las cosas que me está preguntando. Pensé que usted no tenía ningún interés en
saber acerca de Richard. Creía que le había alejado definitivamente de su vida
al marcharse como lo hizo.
-Señor, no sé qué le habrán
contado sobre la manera en la que me marché, pero no ha pasado ni un solo día
en estos seis meses en que no haya pesado en él.
-Pues por lo que sé, lo ha estado
disimulando muy bien. ¿Cuántas veces has hablado con Alexis o con Martha en
estos meses? Yo he hablado cada semana con ellas, igual que mis hombres.
-Siento decirle que no es lo
mismo.
-¿Por qué? Usted era su novia, se
suponía que le amaba, que era el hombre de su vida. Con más motivo debería
haberse interesado por él. Martha la adoraba, entonces ¿por qué razón no la ha
llamado? ¿Por qué ha preferido ser una cobarde?
-No he sido cobarde.
-¿Está segura de esa afirmación?
Creo que ha sido una cobarde no solo en estos seis meses, lo ha estado siendo
desde antes. Su miedo comenzó al poco de salir de aquella casa bomba –
Katherine abría los ojos de par en par- sí no me mire así. En aquella casa,
usted por fin le dijo cuanto le amaba, pero no solo eso fue consciente de algo
más. Richard le puso por delante de su propia hija. Y descubrir aquello le
provocó un ataque de pánico. Sintió miedo, pensó que volvería a caer si al
final ustedes terminaban. El fantasma del dolor por la pérdida de su madre
volvió a instalarse en su cerebro. Y ese miedo destrozó su futuro.
Katherine bajó su cabeza, y se
quedó en silencio pensando en todo lo que Gates terminaba de decir. Por fin
tras unos segundos Katherine levantó su cabeza, sus ojos estaban llenos de
lágrimas.
-Puede ser –calló un segundo y
decidió continuar- sé que todo lo que ha dicho es cierto. Saber lo importante
que él era para mí y al revés me hizo sentir demasiado vulnerable. Cierto que
pensé en lo mal que lo pasaría si un día Richard decidía que yo no era
suficiente. Por mi mente comenzó a pasar una y otra vez la posibilidad de que
Richard me dejase y no podría con eso.
-Y entonces decidió comenzar a
alejarse de él. Dejó que su miedo destrozase su futuro.
-Lo sé, todos me decís que yo fui
la culpable de todo lo que pasó. Y es cierto. Hace mucho que sé que yo tuve la
culpa. Hace mucho que sé que aún hoy en día Richard es el hombre de mi vida.
Por eso he venido, porque quería saber si ha logrado averiguar algo de su
paradero.
-Bien, me alegra ver que sabes
perfectamente lo que quieres. Pero siento decir que no puedo ayudar. Esposito y
yo hemos estado intentando averiguar dónde estaba, pero no hemos logrado mucho.
-Sé que ha estado viviendo en España,
pero poco más. La mayoría de su dinero fue traspasado a una cuenta suiza, pero
no he logrado obtener nada más dado el secreto bancario suizo.
-Eso mismo hemos logrado Esposito
y yo. Siento no poder ayudarle más.
-Sea como sea, lograré
encontrarle y le traeré de vuelta a esta ciudad y a esta comisaría.
-Esa es la actitud que debe de
tener – Gates, observó verdadera determinación en su antigua detective.
-Respecto a lo de volver a su
comisaría…
-Katherine, ésta siempre será su
casa. Pero antes de regresar debe dejar pasar tres meses. Es imposible que
comience inmediatamente, es necesario que pase por así decirlo un periodo de
cuarentena.
- ¿Tres meses? Pero eso es mucho
tiempo. ¿Qué se supone que haré durante ese tiempo? – aquella noticia le había
dejado en shock.
-Siento decir esto, pero creo que
debería haber pensado mucho más la decisión de aceptar el trabajo del FBI. Creo
que nunca se paró a pensar en todas las consecuencias que podría traer consigo
aceptar. Tan solo quiso huir. Ahora ya no es huir lo que desea pero el
retroceder para intentar recuperar aquello que perdió tiene un precio, un peaje
y éste son tres meses sin trabajo.
-Ya, pero ¿qué se supone que haré
durante esos tres meses? ¿No hay posibilidad de evitar ese periodo de castigo?
-No, lo siento Katherine pero ese
tiempo es el menor que he logrado tras negociar con su jefe – Katherine se
sorprendió al escuchar aquello- Seguro que logra encontrar algo que hacer si
finalmente decide dejar el FBI y regresar a la que siempre ha sido su casa.
Richard estaba tirado en el sofá
de su vivienda, había tenido un día complicado. Uma no había aparecido en clase
así que al finalizar las mismas fue en busca de la hermana pequeña, pero Laskmi
tampoco había acudido a la escuela.
No lo pensó mucho y decidió salir
a buscar a las niñas.
Tras caminar cerca de hora y
media llegó a la infravivienda de Uma y su familia, una vez en ella descubrió
la razón de la ausencia de ambas niñas.
Laskmi estaba enferma, Uma le
dijo que tenía mucha fiebre, no había comenzado a delirar hace poco más de
media hora. Además había estado muy adormilada casi todo el día. Uma estaba
realmente asustada pero no se había atrevido a dejarla sola.
Richard no lo pensó ni un segundo
llamó inmediatamente a Kenya y solicitó inmediatamente la llegada de un médico.
Pocos minutos después llegó uno
de los vehículos de la Fundación, del vehículo bajo Kenya acompañada de Gaby
que terminaba de regresar de su viaje.
Tras una breve exploración Gaby
comunicó que Laskmi debía ir inmediatamente al hospital, durante el trayecto
Gaby suministró a la pequeña oxigeno y suero.
-Gaby, cuéntame cómo está la niña
– Richard empleó el castellano evitando así que Uma se asustase aún más.
-Rick, no te voy a mentir no
tiene buena pinta. Pero esperaré para hacer un diagnostico a tener las pruebas
que necesito hechas.
-Gaby, soy yo – insistía Richard-
No hace falta que vayas con pies de plomo.
-Richard, deja que Gaby haga las
pruebas – intervenía Kenya, sabia lo unido que estaba él a aquellas dos niñas.
-A ver sólo estoy pidiendo que me
dé su primera impresión – decía elevando su voz.
-Rick, puede que Uma no entienda
el castellano, pero se va a asustar aún más si te oye gritar – decía Gaby
bajando la voz y sonriendo levemente.
-Vale, ya me callo.
-Castle, ¿Laskmi se va a poner
bien?
-Claro que sí Uma, ya verás como
logramos que se cure – sonreía y abrazaba con ternura a la joven.
Una vez la ambulancia llegó al
centro hospitalario Gaby salió corriendo con la pequeña en sus brazos,
perdiéndose por uno de los pasillos.
Los dos adultos y Uma se sentaron
e unas sillas libres que encontraron en una de las salas.
-Lisa, necesito que me ayudes –
decía a una de las enfermeras- Niña de cerca de cuatro años. Fiebre muy alta,
disnea, ha vomitado unas cuantas veces, necesito hacer una punción lumbar.
-Gaby, ¿estás pensando en
meningitis? – preguntaba la enfermera.
-Me temo que sí. He tonado cierta
rigidez nucal.
-Espero que estés equivocada.
-Yo también lo espero Lisa.
Quiero que además le hagas un hemocultivo. Y ¿sabes qué médico estaría libre
para ayudarme?
- El doctor Davidson. Si quieres
le voy a buscar – Gaby asentía.
-Lisa –decía al instante haciendo
que la enfermera se frenase- ¿quién es el doctor Davidson?
- Su nombre es Josh, es un médico
de USA. Llegó hace unos días, trabaja para médicos mundi. Es su primera vez en
la India, pero ha trabajado mucho en Iberoamérica. Voy a buscarlo.
Gaby, mientras suministraba suero
a la pequeña intentando evitar una deshidratación mayor también intentaba bajar
la fiebre aplicando compresas frías. Era consciente de tener que bajar la
temperatura para evitar las convulsiones, si no lo lograba los daños podían ser
muy elevados.
Lisa regresaba junto a Gaby
trayendo con ella al doctor Davidson.
-Gaby, él es el doctor Davidson.
-Hola mi nombre es Josh, encantado
– decía tendiendo su mano hacia la doctor- Lisa me comentaba que crees que la
niña que atiendes tiene meningitis.
-Hola Josh, así es. Te comento,
fiebre elevada, somnolencia, vómitos y cierta rigidez nucal – Josh asentía- le
he suministrado oxigeno ya que también presentaba disnea y suero para la
deshidratación.
-Bien, hagamos la punción lumbar.
Si estás en lo cierto, cuanto antes comencemos con el tratamiento mejor – tras
decir esto comenzaba a realizar la punción.
-Mierda –exclamaba Gaby nada más
ver el color del líquido- Lisa, necesitamos los resultados del hemocultivo ya.
Tenemos que saber si es vírica o bacteriana.
-Voy, meteré toda la prisa
posible – la enfermera salí a la carrera.
-Mientras deberíamos comenzar con
los medicamentos para las convulsiones, un antitérmico, sigamos con el suero y
el oxigeno –comentaba Gaby a Josh.
-Siento que tuvieras razón.
¿Cuántos años tiene la niña?
-En unos días cumplirá los
cuatro. Josh te quedas con ella mientras yo voy a buscar los medicamentos.
Al cabo de pocos minutos Gaby
regresaba a la sala, encontrándose a Josh acariciando la mejilla de la pequeña.
-Creo que lo tengo todo – decía
Gaby nada más entrar- será mejor que comencemos.
-Necesitamos una habitación para
la pequeña. Gaby ¿cómo se llama? – comentaba Josh una vez que ponía la última
botella en el porta.
- Sí, Laskmi necesita
tranquilidad. Deberíamos ir a comunicárselo a la familia. Va a ser duro.
-¿Conoces a la familia?
-Sí. Trabajo con la Fundación
Vicente Ferrer y Laskmi es una de nuestras estudiantes. Además su hermana mayor
también estudia con nosotros. Así que esto va a ser difícil de hacer.
-Si quieres te acompaño – Gaby
agradeció el gesto con una sonrisa- esperemos a Lisa y cuando regrese iremos.
Tengo que decir que Lisa me ha hablado mucho acerca de ti, bueno de la
fundación, me gustaría conocer la instalación.
-Eso está hecho – en aquel
instante regresaba la enfermera- Lisa, qué bien que estés ya aquí. Necesitamos
que te quedes con Laskmi mientras vamos a informar a la familia.
-Está bien. En un par de horas
estarán los resultados. Siento no haber podido que sea antes, pero ya sabes
cómo estamos en el hospital – se notaba el malestar en su voz.
Gaby y Josh se encaminaron hacia
la sala donde se encontraban Kenya, Uma y Richard esperando noticias.
Uma salía corriendo al ver
aparecer a Gaby.
-Gaby –decía al llegar a su
altura- ¿cómo está mi hermana?
-Está descansando. En un rato
haré lo posible para que vayas a verla. Ahora voy a hablar con los adultos.
Kenya y Richard se acercaban
hasta la doctora.
-¿Cómo está Laskmi? – preguntaba
Richard.
-Bueno, tras las pruebas que le
hemos realizado siento decir que tiene meningitis. Estamos esperando los
resultados del hemocultivo para comenzar con el tratamiento específico –
Richard tomaba la mano de Uma, la cual le miraba esperando una noticia sobre el
estado de su hermana.
Uma y Richard se sentaban
mientras él le explicaba lo que le sucedía a la pequeña.
-Castle, ¿eso es muy peligroso?-
decía rompiendo a llorar la joven.
-Cariño, la hemos traído pronto
así que seguro que se pone bien pronto. No te preocupes, verás como en unos
días se empieza a recuperar.
Josh se acercó al grupo, al
principio había preferido quedarse un poco alejado.
-Os quiero presentar al doctor
Davidson, me está ayudando con Laskmi.
Richard levantó la vista al
escuchar aquél nombre.
-Buenas tardes, todos me llaman
Josh. Espero que la pequeña se recupere del todo, sólo necesitamos saber si es
vírica o bacteriana para comenzar el tratamiento específico. De momento hemos
puesto medicación para evitar las convulsiones, bajar la fiebre.
-Encantada Josh – decía Kenya-
Richard ¿podéis venir Uma y tú?
Uma y Richard se acercaron hasta
los médicos. La cara de ambos hombres, reflejó la sorpresa.
-Tú debes ser la hermana de
Laskmi, eres tan guapa como ella – sonreía Josh a la joven- Vaya sorpresa
Castle, nunca hubiera imaginado encontrarte aquí.
-Námaste doctor Josh – decía Uma.
-Námaste doctor Davidson – decía
Richard tendiendo la mano.
-Námaste señor Castle.
Un silencio incómodo se instaló
en el grupo. Kenya y Gaby miraron a ambos hombres, preguntándose qué pasaría
entre aquellos dos.
-Nunca hubiera pensado
encontrarte en la India, Castle.
-Ya, hace unos días que he
llegado. Colaboro con la Fundación Vicente Ferrer. Si no te importa prefiero que
me llames Richard.
-Como prefieras, pero tú también
deberías llamarme Josh en lugar de doctor Davidson.
Una vez tuvieron los resultados
del hemocultivo Josh y Gaby comenzaron el tratamiento con Cefotasime en vena y
también comenzaron con Corticosteroides.
Esperaban que con el antibiótico,
los esteroides, el suero y el oxigeno, no quedasen ningún tipo de secuelas.
Gaby decidió que todos deberían
marcharse a casa, ahora sólo quedaba esperar y prefería que sobre todo Uma
saliera del centro sanitario.
-En serio que preferiría quedarme
con ella – Decía Uma.
-Cariño, es mejor que descanses
llevas desde ayer sin dormir y necesitas descansar – Contestaba Richard- mañana
a primera hora te prometo que vendremos pero ahora te voy a llevar a mi casa a descansar.
-Pero debería ir a casa, igual
mis padres ya han llegado.
-Mira haremos una cosa
–intervenía Kenya- Tú te vas a casa de Richard y Gaby y te quedas esta noche a
dormir allí y mientras yo voy a ver si tus padres ya han regresado, ¿te parece
bien?
-De acuerdo – contestaba aún no
muy convencida- pero mañana quiero venir pronto a ver a Laskmi.
-Josh, me alegro ver que todo te
va bien – decía Richard al despedirse del médico- contigo y con Gaby sé que
Laskmi está en buenas manos.
-Gracias Richard, yo también me
alegro de haberte visto. Por cierto, me gustaría que algún día nos tomásemos
una cerveza o un café, y ponernos al día.
-Me parece bien, ¿te parece que
lo hagamos una vez que la pequeña salga del hospital?
-Me parece perfecto. Entonces nos
vemos mañana aquí y os comentamos como ha pasado la noche Laskmi – decía
dirigiéndose a Kenya, Richard y Uma.
Katherine llegaba al restaurante
en el que había quedado con Martha, estaba muy nerviosa era la primera vez en
seis meses que volvía a ver aquella mujer que siempre la había tratado como si
fuera un miembro más de su familia.
Tras entrar miraba a todos lados
intentando localizar a la mujer, al fondo del restaurante vio a una mujer que
le hacía señales, respiró hondo al descubrir que era Martha.
-Oh querida, cuanto me alegro de
verte –decía Martha poniéndose en pie para saludar con un abrazo a Katherine.
-Yo también me alegro de verte.
No sabes cuánto me alegró que aceptases mi invitación para comer – contestaba
ella mientras ambas mujeres se sentaban.
-Querida, ¿por qué no iba a
aceptarla?
-Supongo que creía que no
querrías saber nada de mí tras como terminamos Richard y yo.
-Ya, me sorprendió mucho. Siempre
creí que lo lograríais. Nunca había visto a mi hijo tan enamorado, bueno
realmente nunca había visto a mi hijo enamorado. Y cada vez que os veía juntos
no tenía ninguna duda de que tus sentimientos hacia mi hijo eran los mismos.
Por eso cuando me dijo que habíais terminado me sorprendí tanto.
-Ya, te puedo asegurar que nunca
en mi vida he querido a ningún hombre como he querido a tu hijo. Me dio miedo,
cuando descubrí todo lo que sentía por él me aterró.
-Cariño, pidamos algo de comer y
mientras hablaremos de todo aquello y de cómo te va tu nueva vida en DC. Me han
dicho que la langosta aquí es muy buena –decía Martha mirando la carta- creo
que voy a pedir eso.
-Yo creo que pediré lo mismo que
tú – decía Katherine dejando la carta a un lado- ¿Qué tal va la escuela?
-Genial, algunos de mis alumnos
han sido ya contratados en obras de teatro. Me siento realmente orgullosa de
ellos. ¿Qué tal es tu vida en DC?
-Voy a regresar a NY. Fue un gran
error dejar esta ciudad y marchame a DC. Nunca debí dejar mi casa. NY es mi
ciudad, la 12th es mi casa, tu hijo es mi vida. Todo lo que necesito para ser
feliz está aquí, ahora lo sé.
-Katherine siento que no te haya
ido bien en DC. ¿Qué ha pasado?
- En resumen me he dado cuenta
del error que cometí. Martha, dejé que mi miedo destruyera mi vida. Sentí tanto
miedo cuando fui consciente de todo lo que sentía por tu hijo que decidí huir.
Desde que murió mi madre no había vuelto a ser tan vulnerable, no había sentido
amor por nadie. Comencé a pensar que si un día tu hijo me dejaba no podría
superarlo, y me bloquee.
-Querida, para mi hijo eras todo.
Él también sentía miedo. Eres la única mujer con la que se ah cohibido. Le daba
pánico proponerte que vivierais juntos, o proponerte matrimonio. Pero desde el
principio de vuestra relación él quería comprometerse.
-¿Miedo?
- Le aterraba dar un paso más por
si eso hacía que salieras huyendo. No quería que sintieras ningún tipo de
presión. Quería pasar el resto de su vida junto a ti. Había días, que me
contaba sus sueños, y en ellos siempre estabas tú a su lado, casados, con niños.
-Le entiendo, Richard es la
persona que mejor me conoce, incluso a veces creo que me conoce mejor que yo
misma. Y eso da miedo.
- Nunca había visto a Richard tan
feliz como cuando por fin comenzasteis vuestra relación. Bueno sí ha habido
otra vez en la que le vi así de feliz, fue cuando nació Alexis. Pero lo que sí
es cierto es que nunca le había visto así de mal. Recuerdo su cara, el
silencio. Sólo llegó a casa dijo que habías dicho que no y se encerró en su
despacho. Odiaba la que hasta entonces fue su habitación, porque le recordaba a
ti. Aun estaban tus cosas allí y no podía soportarlo.
Katherine intentaba imaginarse el
dolor de Richard. Para ella aquello había ido más fácil. Ella no tuvo que
enfrentarse a los recuerdos de su casa. Ella se marchó de aquella ciudad,
dejando todo tras de ella. En su nueva casa nunca tuvo que enfrentarse a ningún
tipo de recuerdo.
-Debió ser duro para él – terminó
por decir al final Katherine.
-Lo fue, vi como mi hijo se
consumía con el solo paso de las horas. Un día tomó una decisión, se iba.
Necesitaba alejarse de todo lo que le recordaba a ti. Aunque supongo que para
ti tampoco ha debido ser fácil.
-No. No ha habido un solo día en
el que no haya pensado en él. A medida que ha ido pasando el tiempo me he dado
cuenta de la estupidez que había hecho. Por fin un día me armé de valor y le
llamé, pero lo único que logré fue descubrir que había cambiado de número.
Después de aquello llegó el día en el que vi a Alexis.
-Oh, querida. Alexis me contó
vuestro encuentro. Siento lo dura que fue contigo, espero que no se lo tengas
en cuenta. Ella estaba muy dolida, apostó por ti, y al ver que habíais
terminado se sintió traicionada. Para ella eras un ídolo. Alexis adora a su
padre, le quiere con locura, siempre ha querido que encontrase a la mujer que
le hiciera feliz. Cuando tú apareciste vio como su padre dejaba de ser el
mujeriego que siempre había conocido, le veía feliz por el mero hecho de estar
cerca de ti. Durante esos años ella aprendió a quererte, aprendió a valorarte como
persona, como mujer y como policía. Para ella eras alguien en la que mirarse.
-Y la decepcioné. Descubrió de
golpe que yo no era perfecta, que era un ser humano como cualquier otro. Y su
ídolo se cayó del pedestal en el que lo había subido. Y en la caída arrastré al
fango al ser que más quería, su padre.
Por fin Katherine comenzaba a
entender mejor el dolor de la joven. No solo sentía el dolor de su padre,
estaba decepcionada con ella. El odio es
desastroso pero la decepción es peor. Lograr ganarse nuevamente a alguien a
quien has decepcionado es prácticamente imposible, porque siempre queda un poso
de aquella decepción por mucho que tú te pases el resto de la vida demostrando que
aquello ya pasó.
-Sólo necesita tiempo para volver
a sentirse cómoda contigo. Sé que está muy arrepentida de todo lo que te dijo,
cuando me lo contó no podía parar de llorar. Pero nunca ha encontrado el valor
para llamarte y disculparse.
-Martha ella no tiene que
disculparse por nada. En toda esta historia sólo hay una persona que debe pedir
perdón y esa soy yo. Debo disculparme con ella, contigo, con Lanie, Espo, Ryan,
mi padre, Jenny, Gates. Pero sobre todo debo disculparme con dos personas,
conmigo misma y con tu hijo.
-Mira Katherine por lo que
conozco a tus amigos, simplemente con que regreses a la ciudad y puedan verte
cada día y estar a tu lado estará todo olvidado. Respecto a mi nieta, es sólo
cuestión de tiempo que vuelva a confiar en ti. Por mí no debes preocuparte, y
por lo que he hablado con tu padre durante este tiempo, sé que sólo quiere
verte feliz. Gates es sólo fachada, en el fondo es una romántica.
-Gracias Martha, espero que no
estés equivocada…
-Respecto a mi hijo, esa será
otra historia. Está muy dolido, demasiado como para volver a un punto próximo a
donde estabais antes de tu marcha.
-Martha, sé que está fuera del
país. Por lo que he podido averiguar ha estado viviendo en España, pero desde
que dejó el hotel en el que se hospedaba no he podido encontrar su rastro. Si
pudieras ayudarme, sólo quiero, la verdad es que yo sólo quiero – no era capaz
de explicar con palabras lo que ella sentía.
-Querida, ¿estás enamorada de mi
hijo aún? – Preguntaba Martha, y veía como Katherine asentía- ¿Quieres volver
con él?
-Martha, sé que Richard es el
hombre de mi vida. Él es la persona con la que quiero pasar el resto de mi
vida, quiero que sea el padre de mis hijos. Quiero envejecer a su lado. Quiero
darle todo mi amor, quiero hacerle feliz y ser feliz a su lado. Ambos nos lo
merecemos.
-Siempre creí que tú eras la
adecuada, y eso no ha cambiado. Lo único es que ahora será un poco más difícil
de logar – sonreía al decir aquello- espero que tengas suerte y ambos logréis
ser felices.
-Martha pero para eso necesito
encontrarlo.
-Querida, me encantaría ayudarte
pero me temo que si lo hiciera mi hijo sería capaz de matarme. Tendrás que
encontrarlo tú sola.
Kenya, Richard y Uma llegaban
hasta la Fundación, era tarde, estaban cansados y aún no habían tomado
alimentos.
-Lo primero que haremos será
darnos una ducha y después cenaremos algo para irnos a dormir –Decía Richard.
-Rick, esta noche será mejor que
me vaya a dormir a mi casa –contestaba Kenya- está Uma aquí y no me parece
adecuado quedarme.
-Pero aún así espero que cenes
con nosotros – decía un sonriente Richard.
-Sí Kenya, por favor cena con
nosotros – intervenía Uma, imitando la sonrisa de Richard.
-Vaya, con esas sonrisas nadie se
podría negar. Claro que me quedaré. Mientras tú preparas algo de cena – decía
mirando a Richard- y Uma se da una ducha yo iré a hablar con CJ para que
intente localizar a tus padres – decía mirando a la niña.
-Perfecto, Uma a la ducha venga.
-Voy, pero no tengo nada limpio
que ponerme – decía mirando sus manchadas ropas.
-Veamos, te puedo traer un
uniforme nuevo del almacén para mañana y para hoy te dejaré una camiseta y un
pantalón, lo tendrás todo aquí cuando salgas del baño – le decía Kenya a la
joven.
-Gracias – contestaba Uma bajando
la cabeza un tanto avergonzada.
Richard le indicaba a Uma dónde
estaba el baño, y le entregaba unas toallas limpias.
Una vez que la joven se encerró
en el baño Kenya se acercó hasta Richard.
-¿En serio no te parece mal que
esta noche la pase en mi casa? – preguntaba la mujer tomando entre sus manos la
cara de Richard.
-No, en serio. Me parece bien.
Pero te esperamos para la cena – contestaba Richard besando los labios de
Kenya.
-Además tengo que traer la ropa
para Uma. Volveré en diez minutos como mucho – se despedía besando a Richard.
En los últimos cuatro días Kenya
y Richard habían pasado cada noche juntos bien en casa de él bien en casa de
ella.
Ambos tenían muy claro que no
querían una relación seria, sólo querían sentirse a gusto, pasarlo bien, sin
miedos, sin traumas, sin complicaciones. Sólo disfrutando de lo que ambos se
ofrecían.
Richard preparaba una ensalada,
tomarían eso y algo de fruta. Tampoco eran horas para llenar el estómago con
algo más sólido.
Estaba realmente preocupado por
la salud de Laskmi, además le parecía extraño que sus padres no hubieran
aparecido por su infravivienda por casi 48 horas.
Uma le había contado que pese a
todos los problemas que surgieran al menos uno de sus padres regresaba a casa
cada día. Y ahora llevaban casi 48 horas sin aparecer por su vivienda, aquello
no era normal.
Sólo esperaba que no hubiera
sucedido nada, y que su ausencia se debiese al trabajo.
Tenía que reconocer que aquellas
dos niñas le habían robado el corazón. Ambas eran unas niñas alegres,
sensibles, dulces. Uma era sumamente inteligente, sentía curiosidad por todo
aquello que no conocía, preguntaba todo lo que no terminaba de entender. Le
encantaba hablar con ella, lo hacían cada día al terminar las clases. Hablaban
de todo, literatura, filosofía, historia. En cuanto a Laskmi, aquella pequeña
se lo ganó el primer día.
Nada más conocerla, la pequeña le
regaló un dibujo donde se podía ver al escritor sonriendo hablando con Uma. Es
cierto que había que tener una gran imaginación para poder reconocer a ambos,
pero el gesto era lo que contaba.
Desde ese día Richard buscaba a
la pequeña cada día para jugar un rato con ella, o para contarle una de sus
historias sobre príncipes, princesas y castillos. Aquellos cuentos le habían
convertido en una persona muy buscada por todos los niños.
Kenya regresó justo cuando Uma
estaba a punto de salir del baño, nada más entrar en la casa se dirigió a la
puerta del servicio.
-Uma, soy Kenya. ¿Puedo pasar
para darte la ropa para dormir? – preguntaba antes de abrir la puerta.
-Sí, claro. Gracias –contestaba
la joven al otro lado de la puerta.
Tras la comida Martha se despedía
de Katherine en la puerta del restaurante.
-Querida me ha encantado hablar
contigo. De verdad espero que logres recuperar a mi hijo.
-Gracias Martha, no sabes lo
importante que es para mí todo lo que me has dicho. Espero lograr su perdón y
que por fin ambos seamos felices juntos.
Ambas mujeres se fundían en un
abrazo.
-Espero que no tardemos otros
seis meses en vernos – decía Martha a la joven.
-Te llamaré en cuanto esté
instalada nuevamente en la ciudad.
- Te quiero, Katherine. Y mi hijo
también, sólo debes hacer que lo recuerde. Buena suerte querida, buena suerte –
decía Martha al despedirse de Katherine.
-Yo también te quiero. Y amo a tu
hijo.
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